Te pondrás bien

Disclaimer: La Saga Crepúsculo (The Twilight Saga) y todas sus escenas, personajes, etc., así como las películas basadas en ellos, incluyendo la banda sonora, etc., pertenecen a sus respectivos dueños (Stephenie Meyer, etc.). Escribiendo este fic no pretendo otra cosa que entretener, sin ánimo de lucro alguno.

Nota 1: Este fic ganó el primer puesto del Reto del mes de junio "Esme Cullen" del foro Bite, blood and love.

Nota 2: Lo sé, sé que ya he escrito sobre esta escena, pero tenía este one-shot por ahí, sin saber cuándo publicarlo, y se ha presentado este reto y digo, pues venga, creo que este one-shot pequeñito merece ver la luz, así que aquí está. :)


—Te pondrás bien.

La voz de ángel conseguía atravesar el dolor de algún modo. La reconocía... La había oído antes...

Los recuerdos la golpearon como una ola entre la neblina de sus pensamientos.

Tenía dieciséis años y la pierna derecha le dolía horriblemente, torcida en una posición extraña, doblada por un sitio imposible. La llevaron al doctor y le conoció a él...

El doctor Cullen.

El ángel.

Con cabello y ojos dorados y bata y sonrisa blancas.

Le había sonreído para tranquilizarla y le había administrado analgésicos. Le había preguntado su nombre y qué le había pasado. Le había examinado, enyesado y vendado la pierna con gran cuidado. Le había vuelto a sonreír, diciendo "Te pondrás bien, Esme". Ella le había devuelto una tímida sonrisa.

Le gustaba. Le gustaba mucho aquél ángel. ¿Cómo no podría gustarle? La hacía sentir bien, a salvo, segura y tranquila. Como el ángel de la guarda.

Como el príncipe que mantiene a salvo a su princesa.

En su joven mente de dieciséis años, él era su ángel de la guarda y su príncipe azul. Aquel doctor era todo lo que ella había soñado.

Pero desapareció. Se fue de la ciudad poco después, y jamás volvió a verle ni a saber de él. Le entristeció muchísimo aquello, aunque sabía que él jamás se habría fijado en ella. El doctor Cullen era varios años mayor que ella y muy culto e inteligente. ¿Cómo iba siquiera a mirarla a ella, una chiquilla de campo cualquiera?

—Confía en mí. Te pondrás bien, Esme—el ángel habló de nuevo, repitiendo lo que ya le había dicho una vez.

Ella levantó el brazo cuanto pudo, desesperada por tocarle, por comprobar que él estaba realmente allí y no era un truco cruel de su imaginación. Sintió unos dedos fríos y suaves y después unas manos más grandes que las suyas coger su mano y sujetarla suavemente, los dedos acariciando el dorso, tratando de consolarla.

—Tranquila, Esme. El dolor pasará. Te lo juro. Todo pasará.

Te pondrás bien, Esme.