Hola a todxs. Hoy os traigo un nuevo fanfic de un nuevo fandom.
Llevaba tiempo queriendo escribir una historia de la pareja Clexa y por fin me he decidido por esta, espero que os guste.
Hice un póster para esta historia, lo he publicado en mi blog: "los fics de Ysabel Granger".
Nos leemos en los comentarios ;)
CAPÍTULO 1
Clarke todavía no asimilaba el contenido de la carta que habían recibido todos los vecinos del edificio esa misma mañana. La visita que el perito técnico les había hecho dos semanas antes concluía con el peor de los diagnósticos, y así les informaban en aquel papel.
—Debido a fallos estructurales de moderada importancia, se requerirán obras de refuerzo en la estructura del edificio, estas obras comenzarán en dos semanas y se prolongarán durante tres meses aproximadamente, siendo necesario que todos los vecinos desalojen el edificio durante este tiempo —leyó Clarke. Después respiró hondo y explotó— ¡Me cago en el arquitecto que diseñó este edificio, en el constructor que lo hizo, en el promotor que…!
—¡Clarke, no hables así! —reaccionó su madre, Abby Griffin.
—Es que es injusto mamá, por culpa de la incompetencia de otros tenemos que fastidiarnos.
—Lo sé, pero maldecir no arreglará nada.
—¿Y ahora qué hacemos?, ¿dónde vamos a vivir esos tres meses? —planteó con preocupación.
—¿Quizá con los abuelos?
—Mamá, los abuelos viven a dos horas en coche de esta ciudad, ¿cómo voy a asistir a las clases de la universidad?
—¿Y si te instalas en alguna residencia del campus? —sugirió Abby.
—¡Ni hablar! —exclamó Clarke—, ya sabes que me gusta estudiar en casa, una residencia de estudiantes no es el lugar más tranquilo del mundo precisamente.
—Has hablado con Octavia, ¿verdad?
—Claro, pero me ha dicho que ahora que Bellamy volvió de la academia militar, no tienen sitio en su casa.
—Podríamos buscar algún piso de alquiler cerca de la universidad, pero tenemos poco tiempo. —Su hija la miró ansiosa—. Tranquila, cariño, encontraré una solución.
—Y precisamente ahora, los últimos meses del curso, maldita sea.
Clarke resopló, cogió su bandolera y cruzó la puerta del apartamento. Menos mal que era viernes y por la noche saldría con sus amigos a despejarse y olvidarse durante unas horas de su pequeño problema habitacional y de otros asuntos.
Como casi todos los viernes por la tarde, Lexa se despidió de su abuelo para ir a casa de su amiga Luna a estudiar. Como casi todos los viernes, Lexa mintió a su abuelo, llenó la mochila de ropa que nunca se ponía delante de él y se subió a su moto para dirigirse al pub de ambiente "Grounders", donde su mejor amiga, Anya, la esperaba.
—¿No crees que deberías decirle la verdad a tu abuelo? —insistió Anya.
—¿Otra vez con ésas? —se quejó Lexa— Si le oculto mi orientación sexual es para no hacerlo sufrir, ya tiene bastante con lo de mamá y que no apruebe los cursos.
—Otra cosa que tampoco está bien, si estudiaras más…
—Anya, en serio, no he venido aquí para que me sermonees, sino para divertirme —afirmó la castaña—, céntrate en terminar mis trenzas que Lincoln estará al caer.
Anya puso mala cara, pero ya no habló más. Quería muchísimo a Lexa, pero había cosas que la castaña hacía que no podía ver bien y por más que intentaba hacerla reaccionar, siempre era en balde.
Unos minutos después, Lexa se metió en los vestuarios de personal para cambiarse de ropa y Anya recibió a Lincoln.
—Qué suerte que hoy termines tu turno a las diez, así podemos salir los tres juntos.
—Sí…
—¿Qué te pasa?, estás un poco seria —dijo el chico.
—No me gusta nada esto que hace —confesó Anya con gesto de molestia. Él supo enseguida a lo que se refería.
—Ni a mí —añadió Lincoln—, me encantaría que se tomara en serio sus estudios, es muy inteligente y no lo aprovecha.
—Tal vez si conociera a alguien y sentase la cabeza…
—¿Y si eso la destroza todavía más? —Lincoln recordó la tarde en que Lexa le contó lo mucho que sufrió a causa de una chica.
—Alguna vez tiene que salir bien, ¿no?
Viernes noche, mediados de marzo, la discoteca "Mount Weather" estaba a reventar. Tanto era así que se había formado una larga cola a su entrada, repleta de gente joven con ganas de perderse entre la música, la bebida y las posibles conquistas nocturnas.
Clarke y sus amigos esperaban para entrar con cierta impaciencia, hasta que el sonido del motor de varias motocicletas atrajo su atención. Los vehículos se detuvieron en el descampado utilizado como aparcamiento, sus conductores bajaron y dos de ellos se quitaron los cascos.
—¡¿Has visto eso?! —chilló Octavia emocionada.
—¡Claro que sí! —chilló Raven. Ambas se cogieron de las manos.
—Madre mía, qué hombre —Octavia no podía apartar los ojos de Lincoln, que guardaba los guantes dentro del casco sin percatarse de que era observado.
—¡Qué pedazo de mujer querrás decir! —replicó Raven, que miraba con atención a Anya.
Ésta se sintió observada y dedicó una mirada rápida al grupo de jóvenes que seguía haciendo cola. Después le devolvió su atención a Lexa, que se acababa de quitar el casco.
—¿Esta noche no estás de humor? —preguntó— ¿Cuánto tiempo hace que no estás con una chica?
—¿Para qué me preguntas, Anya, si tú llevas la cuenta mejor que yo?
—Más de dos meses, ¿no?
—Ya sabes que es complicado que alguien llame mi atención —confesó Lexa.
—Es una pena, porque muchas chicas se fijan en ti —intervino Lincoln—, casi tantas como las que se fijan en mí —bromeó. Lexa le dio un codazo suave con una ligera sonrisa.
—Míralas, ven a unos moteros y se vuelven loquitas —bromeó Monty riendo, hasta que se dio cuenta de que Jasper tampoco perdía detalle.
—A ver… son interesantes… —dijo Jasper.
—Más que interesantes, la dos moteras están de diez —añadió Raven con emoción.
Clarke se rio por las distintas reacciones de sus amigos y acabó volviéndose hacia el descampado, para comprobar por sí misma si había para tanto.
—Quizá esta noche sea diferente —declaró Anya mientras cogía a Lexa de los hombros y la obligaba a voltearse hacia el grupo de amigos de Clarke.
Justo en ese momento, la rubia también miraba hacia ellos y sus ojos azules se encontraron con los verdes de Lexa, permaneciendo así varios segundos.
—¡Qué bombón! —exclamó Lincoln sin apartar sus ojos oscuros de Octavia.
—Las tres chicas son preciosas —afirmó Anya—, ¿verdad, Lexa?
Lexa seguía callada, pero su mirada esmeralda no perdía detalle de los pequeños gestos que hacía cierta chica rubia, hablando con sus amigos y dedicándole miradas intermitentes. Anya sonrió con satisfacción, no se había equivocado.
—¡Mierda, están entrando, las vamos a perder! —exclamó de pronto el moreno.
—Relájate, Lincoln, seguro que en menos de diez minutos estamos también dentro y encuentras a tu preciosa morena —rio Anya, después miró a Lexa—, ¿tú buscarás a la rubia?
—¿Eh?
Lexa salió de su ensimismamiento y caminó junto a sus amigos hacia la entrada de la discoteca. Una vez dentro, Lincoln se despidió de ellas, quería localizar el grupo de la morena que le había quitado el sentido. Anya y Lexa se acercaron a la barra.
—¿Te vas a quedar ahí sentada? —preguntó Anya con cara de incredulidad.
—¿Y por qué no?
—Porque hoy sí has visto algo que te ha gustado —replicó su mejor amiga—, ¡venga, no seas vaga y acércate a ella!
—¿Para qué? —dijo Lexa mientras dejaba la copa en la barra—. Seguramente, uno de los chicos del grupo es su novio.
—Claro, porque una chica como ella ha de tener novio sí o sí —dijo en tono burlón—. Venga, prueba suerte, no tienes nada que perder. —Lexa bufó.
—Voy a ir sólo para que te calles, pesada. —Anya le sacó la lengua con diversión.
—Pues venga, que otros no pierden el tiempo —dijo señalando a Lincoln que se estaba riendo con Octavia y uno de sus amigos en otra zona de la barra.
—Madre mía… —musitó Lexa.
Abandonó el taburete y caminó hasta la pista de baile, desde donde localizó al resto del grupo de jóvenes, que bailaba despreocupadamente. Lexa se quedó prendada de los movimientos de Clarke.
―Esa chica no te quita los ojos de encima —afirmó Raven—, es un asco salir contigo, Clarke, como era la única rubia del grupo, todo el mundo se fija en ti —se quejó teatralmente.
―¿Cómo lo sabes?, podría estar mirándote a ti ―replicó Clarke.
―Por la posición de su cabeza ―Clarke la miraba sin dar crédito y Jasper le explicó.
―Hazle caso, Raven tiene mucha experiencia en eso de saber si una chica la mira o no, prácticamente es todo lo que hace cuando viene a estos lugares.
—Ni que tú hicieras mucho más que mirar, Jasper —Raven le golpeó el brazo y después siguió con Clarke― Pues esa chica tiene un morbazo. Si se fijase en mí, ya le habría entrado… ¡ostras, viene hacia aquí! ―exclamó justo antes de agarrar el brazo de Jasper y tirar de él para dejar sola a Clarke.
―Pero, ¿a dónde vais?
―Vaya, parece que tus amigos te han dejado sola ―pronunció una voz femenina.
―Sí… eso parece ―afirmó Clarke mirándolos con cara de disgusto.
Cuando se volvió hacia la desconocida, pudo observarla mejor. Llevaba el cabello castaño peinado hacia atrás, con algunas trenzas que le daban un toque tribal e incluso salvaje. Vestía de negro, con pantalones ceñidos, una camiseta bastante grande y una chaqueta de cuero y llevaba botas. Pero lo que más le llamó la atención de la misteriosa chica fueron sus hermosos ojos verdes, que parecían refulgir como esmeraldas dentro de aquellos marcos de maquillaje negro que los resaltaban todavía más. Aunque todo su rostro era hermoso, eso nadie podía negarlo. De pronto se sintió inquieta.
—¿Quieres tomar algo? —preguntó Lexa.
―Creo que te equivocas conmigo —dijo tratando de escabullirse.
―No, no me equivoco… eres la preciosa rubia que vi en la cola de la discoteca.
«¿Se fijó en mí antes de entrar? —se preguntó, sintiendo que su inquietud aumentaba.»
―Me llamo Alex, ¿y tú?
―Clarke… —susurró.
—¿Qué? —Lexa no había logrado escucharlo debido al sonido de la música. Se acercó un poco más, invadiendo el espacio personal de la rubia, y se inclinó sobre ella.
—Clarke —repitió, echándose atrás un paso. A Lexa no le importó, y le besó en la mejilla una vez.
—Encantada, ¿has venido antes por aquí? —preguntó—, no recuerdo haberte visto.
―La verdad es que es la primera vez que vengo.
―Entonces he tenido mucha suerte de abordarte la primera. ―Sonrió.
«Joder, qué sonrisa más bonita tiene… ¿qué acabo de pensar?»
—¿Me aceptas esa copa? —insistió Lexa con interés—, ¿o prefieres bailar?
A pesar de las dudas que reflejaban los ojos azules de Clarke, Lexa sentía que a la rubia le gustaba, estaba segura, y que no cayera en sus brazos a la primera de cambio, lo volvía todo mucho más interesante.
—Podemos probar con esa copa —dijo al fin la rubia.
Lexa asintió con la cabeza. Clarke giró sobre sus tacones para encaminarse hacia la barra y Lexa pudo contemplar cómo su vestido blanco dejaba buena parte de su espalda al aire. No pudo contenerse, y rozó su piel desnuda con la excusa de escoltarla. Clarke sintió su contacto, pero disimuló cuanto pudo, lo último que quería es que aquella completa desconocida cogiera más aires, por mucho que tuviese motivos para ello.
A Lexa no le gustaba hablar de sí misma, así que optó por preguntarle a Clarke a qué se dedicaba mientras compartían bebida. Fue un acierto, Clarke empezó a hablar de su carrera de medicina, de sus profesores, de sus prácticas… y Lexa pudo recrearse mirándola. Tenía unos ojos azules increíbles, una nariz pequeña y graciosa, una boca apetecible, una sonrisa bonita y un lunar demasiado sexy sobre el labio superior. Y eso sólo era su rostro, porque si miraba un poco más abajo… Lexa luchaba con la tentación de hacerlo, no quería parecer una maleducada y perder su oportunidad con Clarke, pero no siempre vencía, y de cuando en cuando, sus ojos verdes se posaban sobre el generoso y excitante escote de la rubia.
Clarke no dejaba de hablar, pero eso no significaba que no se diera cuenta del repaso que Lexa le estaba dando, y empezó a sentirse poderosa viéndola removerse en su taburete, seguramente alterada por lo que tenía delante, a menos de un metro de sus manos. Pero pensar en eso también la alteró a ella, y acabó abanicándose con la mano.
—¿Tienes calor? —preguntó Lexa divertida.
—Un poco, ¿tú no? —Clarke se mordió ligeramente el labio inferior y Lexa no pudo responder otra cosa que…
—Sí, también, deberían bajar la temperatura del aire acondicionado.
—Llevas demasiada ropa para estar aquí dentro —se atrevió a decir la rubia. Lexa frunció el ceño, pero acabó sonriendo. Le gustaba por dónde iba la conversación.
—Tienes razón. —Dicho esto, se quitó la chaqueta de cuero y la dejó doblada sobre la barra.
La camiseta que llevaba era de tirantes, así que sus hombros y brazos quedaron expuestos, mostrando una piel ligeramente bronceada que contrastaba con la piel blanca de Clarke. También quedó al descubierto el tatuaje de su brazo derecho, de formas geométricas y motivos tribales. La rubia pensó que le sentaba muy bien con el look que llevaba y no pudo evitar sonreír.
—¿Te gusta lo que ves? —preguntó Lexa con seguridad.
—Es bastante interesante… —admitió Clarke con un tono de voz más ronco que hizo que a Lexa se le erizase el pelo de la nuca. ¿Cómo podía tener una voz tan sexy? Anya tenía razón, Clarke le había gustado, mucho, demasiado.
La rubia estaba disfrutando de aquella inesperada cita. Se alegraba de no haber huido de Alex. El tonteo que había surgido entre ellas le recordó tiempos pasados, cuando el verano que terminó el instituto, conoció a Niylah, una chica un poco mayor que ella que le regaló muy buenos momentos. Desde entonces, no había vuelto a tener nada con chicas, sólo novios. Quizá era un buen momento para cambiar sus estadísticas.
—No sé tú, pero yo sigo teniendo calor —afirmó Lexa clavándole sus ojos verdes. Clarke suspiró.
—¿Quieres que salgamos fuera?
—Es justo lo que estaba pensando —aseguró la castaña con una media sonrisa.
Dejaron la barra, Lexa le tomó la mano y tiró de ella para dirigirse a la puerta de la discoteca.
—Lo sabía —exclamó Raven—, Clarke ha ligado, y Octavia también, ¿por qué yo no?
—Porque no quieres, yo te ofrezco mi amor y siempre me rechazas —declamó Jasper.
—Tú calla, que hoy sólo tenías ojos para las moteras —Raven puso cara de pena.
—Y si no hubiera sido así, ¿me darías una oportunidad?
—Por supuesto que no, lo mío son las mujeres —exclamó Raven. Monty estalló en carcajadas.
—Pues no te quejes —dijo Jasper mientras brindaba su cerveza con Monty.
Después de girar al menos dos esquinas, dieron con una zona de pared sin ocupantes. Lexa miró a Clarke con deseo y no dijo nada, prefirió hacer. Era a lo que estaba acostumbrada y era lo que buscaba aquella noche. Arrinconó a Clarke entre la pared y su cuerpo, abrazó su cintura y atrapó su boca en un beso hambriento. La rubia se vio un poco sorprendida por el ímpetu de Lexa, pero no tardó en devolverle el beso. Las sensaciones que le estaba provocando en todo su cuerpo la obligaban a ello.
Las ganas de Lexa aumentaban al rozar la piel desnuda de la espalda de Clarke. Ésta emitió un suave gemido con aquella maldita voz y Lexa perdió del todo los papeles. Sujetó sus muñecas contra la pared y empezó a recorrer su cuello con los labios, mientras Clarke respiraba con dificultad. Después, colocó una de sus piernas entre las de la rubia y se apretó más contra su cuerpo, provocándole un gemido más audible al rozar su centro. El calor que desprendía el cuerpo de Clarke le hizo pensar que era el momento. Lexa liberó una de sus muñecas y llevó su mano hasta el muslo de la rubia, colándose por debajo de su vestido. Clarke no tardó en sentir la mano de Lexa rozando su ropa interior.
—Cuando veo algo que me gusta, no paro hasta conseguirlo —susurró en su oído.
Y entonces Clarke abrió los ojos y empujó con fuerza a Lexa para alejarla de ella. La castaña la miró frunciendo el ceño, mostrando un evidente descontento.
—Yo no soy ningún trofeo —declaró con voz firme—, me vuelvo dentro con mis amigos —añadió arreglándose el vestido.
Lexa se quedó allí plantada, con una sensación agridulce en su interior. Le había molestado la interrupción de la rubia, se moría de ganas de hacerla suya, pero, en cierto modo, también le había gustado. Clarke no era como otras chicas.
La rubia, por su parte, se pasó el camino de regreso al interior de la discoteca pensando en lo tonta que había sido. No porque Alex fuera una chica estaba asegurado que no buscase en ella lo mismo que muchos tíos. Qué decepcionada estaba. Pero no sólo con la guapa castaña, sino consigo misma, por haberle dado tantas confianzas sin apenas conocerla, no volvería a pasarle nunca.
—¡Mierda, no le pedí su móvil! —chilló Lexa en la puerta de la casa de Anya.
—Lexa, en serio, ¿crees que después de decirte lo que te dijo iba a darte su número? —preguntó su mejor amiga mirándola con escepticismo—, da gracias a que no te pegó un bofetón. —Y empezó a reír.
—No tiene ninguna gracia. —Lexa torció los labios.
—Es verdad, no la tiene —admitió Anya—, creo que Clarke era una chica especial, y la has cagado pero bien. —Lexa no dijo nada, pero estaba de acuerdo con ella.
Lexa y su abuelo llevaban sentados más de un cuarto de hora en aquel restaurante. La castaña se había cansado ya de comer cacahuetes.
—¿A quién esperamos, abuelo? —preguntó Lexa con impaciencia. Odiaba no saber las cosas.
—Mira, ya están aquí.
Cuando Lexa alzó la mirada tras sus gafas de pasta casi se le paró el corazón. A sólo unos metros de ella estaba Clarke, con sus ojos azules, su melena rubia y ese cuerpo que tanto había deseado noches atrás. ¿Qué demonios hacía allí?, ¿quién era esa mujer que la acompañaba?, ¿la reconocería como acababa de hacer ella?, ¿la delataría delante de su abuelo? Sintió pánico.
CONTINUARÁ…
