Soledad

Por Catherine Sommers

Me ves ahí, así, aferrada a las rejas negras mientras que el vidrio se empaña por el frío y la humedad, conjunta con el aire que no sabía estaba conteniendo. Estoy sola en esta casa que nunca cambia, me veo aislada, con la mirada perdida. ¿Qué dices, me queda esperanza para la vida?

Me encuentras tras las barras de metal ya un tanto oxidado, susurrando su nombre, y sé que lees mis labios, al igual que sé que sientes lo que yo, porque intentas ver con mis ojos; al abrir la ventana, dejando que pase el viento penetrante, ¿también sientes que la ligera brisa parece cortarte?

¿Por qué estoy así? Parece estoy de luto, y es de mi propia muerte. Grita, suelta lágrimas que nunca saldrán de tus ojos, llámalo, intenta detenerme o simplemente no hagas nada. Sólo deja que pase lo que tiene que pasar, como debes hacer cada vez que tienes una visión.

Tomo un papel y escribo, para que veas lo que pienso en estos últimos segundos, para que intentes entenderme.

Siento mi cuerpo temblar a causa del miedo carcomiéndolo, aunque eso debe ser porque sostengo el arma de mi padre en la mano. Yo sí puedo llorar, Alice, y lo hago por ambas. Me siento estúpida de no poder ser fuerte, de no poder evitar sentirme débilmente torpe e insegura. Sé que vas a enojarte, sé que voy a entristecer a mis padres, pero se les pasará. O eso espero.

Observo mi habitación por última vez, encontrándole allí, perfecto, tras los trazos de mi imaginación, pero sé muy bien que cuando baje la pistola él desaparecerá, junto con mi valor, así que no me detengo mientras susurro su nombre, escuchando su voz gritándome «No lo hagas, Bella» pero es tarde.

Silenciosos segundos se hicieron eternos hasta mi caída al suelo, sintiéndome estúpida por fallar a un tiro tan simple, con la sangre manchando todo, saliendo de mi cuerpo. Aún en mis últimos momentos de conciencia me siento sola, porque él no está, porque yo no estoy.

Porque todo parece mentira, Alice.