Advertencia: Este fic ha sido elaborado de un fan para fans sin fines de lucro, todos los personajes de Yuri On Ice le pertenecen a su respectivo creador. Yo únicamente los utilizo con fines de entretenimiento.

Resumen: Escenas borradas de los doce capítulos de Yuri On Ice, sometidas a cambios futuros.


¡Fácil como Pirozhki! La gran final de lágrimas
Escena I: Vándalo adolescente.

Totalmente decaído, Yuuri cortó la llamada que había enlazado con su madre no hacía menos de dos minutos y, sintiéndose como un verdadero idiota, no pudo evitar que las lágrimas hicieran acto de presencia. Sin lugar a dudas estaba experimentando una liberación emocional muy intensa luego de sufrir todo aquel estrés durante su participación en el Grand Prix, competencia dónde, indudablemente, terminaron haciéndolo pedazos. Al instante los sollozos también escaparon incontrolables aun cuando se colocó ambas manos sobre la boca, pretendiendo, en vano, acallarlos. Quiso parar, sin embargo, una vez comenzaba le resultaba imposible hacerlo. Era tan patéticamente débil.

A esas alturas no quería que Celestino, ni muchísimo menos algún reportero ávido de noticias lo viera en semejante estado. Si bien sabía que su entrenador era un buen hombre y no estaba enfadado con él gracias a su pobre desempeño, los medios no serían tan benevolentes. Lo tacharían de mediocre y lo último que necesitaba era leer en cuanta revista les fuera posible publicar, él no merecía siquiera patinar en la misma pista que Victor Nikiforov.

Pero aunque sabía todo era verdad, su aplastante depresión por la repentina muerte de Vicchan, los problemas para mantener en perfecto balance su vida como patinador y estudiante en Detroit añadido a otros factores derivados a su inestabilidad emocional, lo llevaron a cometer la gigantesca serie de errores que terminaron colocándole en aquella terrible situación. Pero...¿y ahora? Regresar a Japón con semejante derrota pesándole sobre los hombros no sería lindo para nadie; y tampoco sabía si podría lidiar con tanta presión. Su familia era diferente pues ellos lo apoyaban sin importa qué, sin embargo le daba la terrible sensación de haberlos decepcionado tras obtener un resultado tan vergonzoso.

Entonces... ¿qué se suponía debía hacer? ¿Olvidarse del patinaje artístico sería lo más prudente? ¿De todos modos a quién le importaría?

En ése momento, como si alguien hubiera estado escuchando sus inseguridades, la puerta fue pateada con una brutalidad tal que le causó un terrible sobresalto. Enjugándose las lágrimas a toda velocidad, Yuuri procedió a abandonar el cubículo preguntándose si acaso no habría otro disponible para ser ocupado, permitiéndole así a él continuar regodeándose en su miseria.

—Perdón —dijo con voz gangosa debido al llanto.

Sin embargo, nada más pudo ver a quién se encontraba parado frente a él, Yuuri creyó iba a darle un sincope. ¡Sin duda alguna conocía al chico rubio y de cara bonita que lo miraba como si fuese vil basura! Y no pudo evitar que su cuerpo temblara de pies a cabeza porque, aun cuando se encontraba frente a un joven de sólo quince años, no por nada los medios le llamaban "vándalo adolescente" o "vándalo ruso"

Se trataba de Yuri Plisetsky; ni más ni menos que el campeón Junior del Grand Prix.

—Oye —comenzó en un inglés casi perfecto, señalándole con un dedo acusatorio sin la más mínima pizca de educación—. El próximo año estaré en la división Senior —le hizo saber mostrándole con ello cuánto desprecio profesaba por él aunque ni siquiera lo conocía. Yuuri, en cambio, fue incapaz de contestar nada pues tenía la fuerte impresión que de hacerlo le iría muy mal—. Sobra decirte que no hacen falta dos Yuris compitiendo en el mismo circuito —entonces tomó aire sólo para gritar fuerte y claro—. ¡Los incompetentes como tú deberían rendirse, idiota!

Después de vociferar el insulto, Yuri Plisetsky se marchó azotando sin delicadeza la puerta de los servicios. Entre tanto Yuuri, asustado y con el autoestima por los suelos, se dijo a si mismo que aunque lo dejara poco a poco irían apareciendo más jóvenes patinadores con extraordinario talento. Justo igual a Yuri Plisetsky.

—¡Ah, con que aquí estabas! —Celestino apareció de pronto, mostrándose aliviado por haber dado con su paradero sin incidentes mayores—. Acabo de ver salir a Plisetsky —Yuuri apenas reaccionó—. No tienes buena cara. ¿Ustedes dos se encontraron aquí? ¿Te dijo algo inapropiado tal como acostumbra? —quiso saber. Por desgracia conocía de sobra el mal genio del jovencito aquel—. Si fue así, entonces hablaré con su entrenador ahora mismo para que lo obligue a ofrecerte una disculpa. Ese niño necesita aprender buenos modales.

—Tranquilo —Yuuri le pidió sin apenas mirarle—. Ni siquiera nos topamos; él sólo vino a utilizar los aseos —mintió.

—Ya veo —luego preguntó—. ¿Estás bien?

—Sí, supongo que sí —Celestino evidentemente no le creyó nada, pero consideró buena idea brindarle su espacio. Si lo agobiaba todo resultaría aun peor.

A su juicio, Yuuri siempre había tenido ese gran problema: nunca expresaba sus sentimientos con facilidad. Solía ser un chico muy reservado y prefería evitar mantener contacto directo con extraños a menos que fuera estrictamente necesario. En Detroit sólo consiguió fomentar una amistad estrecha con Phichit, un patinador tailandés con gran talento, pero de ahí en más su círculo de amistades bien podía considerarse nulo. En resumidas cuentas todo aquel conjunto de cosas lo hacían parecer alguien débil, pero sabía que Yuuri sólo intentaba luchar día a día con su aplastante naturaleza tímida y él, como su entrenador, no sabía cómo ayudarle.

Y eso les impedía fomentar una buena relación que afectaba el desempeño de Yuuri como atleta.

—Las premiaciones terminaron hace unos minutos y pensé que te gustaría regresar al hotel a descansar un poco —sugirió con paciencia—. Ha sido un día muy largo para todos.

—Por supuesto —fue su escueta respuesta.

—Entonces vamos —guiándole fuera de los baños, Celestino se preguntó hasta el cansancio cuál sería el mejor modo para dejarle caer la bomba referente al banquete de clausura que generalmente solían brindar los altos mandos tras finalizar las competencias—. Escucha Yuuri —le pidió tanteando terreno, decidiéndose por soltar la información a bocajarro—; probablemente no tengas los ánimos suficientes pero, en unas cuantas horas va a celebrarse el banquete posterior al Grand Prix.

—¿Banquete? —dijo sin ápice de emoción.

—Es una tradición. Igual como es la primera vez que clasificas, tal vez no lo sabías —intentó convencerle—A decir verdad es bastante divertido, te puedo asegurar que pasarás un buen rato. Además, estará presente la gente tras la organización del evento, patrocinadores y, por supuesto ustedes —dijo refiriéndose a los patinadores—. Si lo piensas con cuidado, sería una oportunidad increíble porque nos permitirá fomentar conexiones de provecho. ¿Entiendes? ¡Debemos ir!

Yuuri sintió al pánico trepidarle por la boca del estómago, causándole nauseas. Celestino le estaba pidiendo que asistiera a una fiesta, pero no una fiesta cualquiera, no señor, sino a una dónde todos los campeones del patinaje artístico desfilarían frente a sus ojos haciéndole sentir todavía más inferior, dónde los hombres y mujeres cuyos grandes recursos económicos dispuestos a invertir su tiempo y su dinero en aquel deporte ni se molestarían en dirigirle una sola mirada porque, a juicio de cualquiera, Yuuri Katsuki sólo era un patético bueno para nada. Un perdedor, alguien cuyo futuro se tornaría incierto de ahí en adelante.

—No creo que sea una muy buena idea —se quejó Yuuri, cuya educación y formalidad extremas le impedían expresar su verdadera opinión.

Por ahora su plan más factible consistía en irse a dormir y permanecer encerrado en su habitación de hotel al menos hasta que abordaran el avión que los llevaría de regreso a Detroit. Necesitaba tanto hablar con Phichit.

—Vamos, no permitas que esto te deprima —Celestino le recomendó—. Las competencias son así en todas partes. Lo que necesitamos hacer es aprender de nuestros errores y sacar provecho de ellos. ¿Bien? —ambos llegaron al área perteneciente a los vestidores, lugar dónde recogieron la maleta dónde Yuuri transportaba sus patines y vestuario sin mayor inconveniente.

Sin mirar a nadie, evitando prestarle atención a ninguna cosa que no fuera el suelo bajo sus pies, Yuuri se dejó guiar dócilmente por Celestino quien, respetando su nulo interés en hablar con la prensa, les pidió a quienes mostraron deseos de realizar alguna entrevista que mantuvieran su distancia, ofreciendo al mismo tiempo disculpas por negarse a ello. Conforme se dirigían a la salida, Mooroka Hisashi, quien había seguido su carrera deportiva durante años, lo interceptó. El reportero Japonés jamás dudó en brindarle su apoyo incondicional, quizá se debía a que ambos eran compatriotas, empero a Yuuri le agradaba. Era un buen tipo y, aunque quisiera, no podía negarse a mantener una conversación amistosa.

—Katsuki-kun —le llamó. El chico se detuvo para encararlo—. ¡No te rindas! —había dicho con extrema convicción—.Todavía no es demasiado tarde para dejarlo —agradecía su preocupación, sin embargo a tales alturas Yuuri prefería evitar pensar en absolutamente nada. Estaba cansado física y mentalmente.

—Aún no he tomado una decisión —le hizo saber—. No se precipite.

—¿Qué harás cuando te gradúes de la universidad? — aquella pregunta tomó al joven Katsuki desprevenido—. ¿Seguirás en Detroit? —prosiguió él.

—Hablaré de eso con el entrenador Celestino —respondió casi por inercia conforme miraba en derredor, hasta que sus ojos alcanzaron a distinguir un pequeño caniche muy parecido a Vicchan.

—Katsuki-kun, quiero saber cómo te sientes —las preguntas y comentarios parecían brotar una tras otra sin control, mas Yuuri ya no las escuchaba—. ¿Seguirás? ¿Estarás semiretirado? ¡Aún tienes esperanzas en Japón!

Aunque Mooroka seguía mostrándose muy interesado en saber cuáles iban a ser sus planes, Yuuri sólo tenía ojos para la pequeña figura que reposaba entre los brazos de aquella mujer desconocida. Y le ofreció disculpas a Vicchan; por ser débil, por no haber podido estar ahí cuando más lo necesitaba, por haberle abandonado mientras lentamente sucumbía a la enfermedad que acabó con su vida y, sin poderlo evitar, los ojos se le llenaron de lágrimas.

Pero entonces abandonó su drama personal de golpe cuando escuchó la conocida voz de Victor Nikiforov, el hombre al que había admirado por casi trece años, decir su nombre. Mas tremenda desilusión se llevó al darse cuenta que no era él a quien el ruso estaba dirigiéndose, sino a su compañero de pista Yuri Plisetsky que, con mala actitud, lo escuchaba recomendarle mejorar su secuencia de pasos del programa libre. Aun cuando sabía estaba metiéndose en una conversación ajena, Yuuri observó a los tres rusos como si fueran inalcanzables para él, cosa que, de hecho, así era. Y en ése momento, Victor se dio cuenta lo miraba igual que un maldito acosador sin remedio.

—¿Quieres una foto? —le preguntó con amabilidad—. No tengo ningún problema.

Yuuri sintió que se congelaba en su sitio. Ni en un millón de años podría haberse imaginado que el mismísimo Victor Nikiforov, el patinador más legendario de todos los tiempos le ofreciera tomarse una foto conmemorativa. No, se dijo tras darse la vuelta dispuesto a marcharse, rechazando categóricamente aquella oportunidad que jamás en la vida volvería a tener.

—¿Katsuki-kun, no quieres una fotografía con Victor? —había querido saber Mooroka impresionado, pues al ser una celebridad en el pequeño mundo del patinaje, todos los ahí presentes matarían por conseguirla.

Pero Yuuri le ignoró, también pasó por alto el llamado de Celestino; había tenido ya suficiente y sólo quería salir de ahí cuanto antes. No lo merecía. Fue un reverendo idiota al creer que le sería posible conocer de una manera más apropiada a su ídolo y ejemplo a seguir; tal vez como un igual, no al ser confundido con un fanático. Que humillante.

—Disculpa los modales de mi pupilo, Victor —Celestino le dijo al campeón en Inglés, quien, un tanto sorprendido por la inesperada reacción del muchacho, le siguió con sus ojos azules hasta que se perdió entre la marea de gente aún reunida ahí dentro.

—No hay problema —sonrió con educación—. Fue un gusto verte otra vez, Celestino —recibiendo a cambio un asentimiento de cabeza, Victor se centro de nuevo en el dilema de Yuratchka y su vocabulario.

Empero, siguiendo un impulso bastante idiota, miró sobre su hombro derecho al pasillo por dónde aquel chico se había marchado. Por lo general sus administradores empleaban cualquier método –sin importar cuan descabellado pudiera ser–para llamar su atención; más ese desconocido lo trató como si fuera alguien común y corriente, no un ícono deportivo cuya cara era bien conocida.

Hecho que lo sorprendió en cierta manera.

—¿Y a ti qué rayos te pasa? —Plisetsky le dijo nada más librarse de los regaños de Yakov. El pobre hombre lucia rojo cual tomate maduro gracias al enfado.

—¿Sabes tú quién era el chico a quien le ofrecí la fotografía? —Yuri suspiró sin ápice de paciencia. Victor y su memoria a corto plazo iban a sacarlo de quicio algún día.

—¿Por qué rayos debería? —se quejo con desdén—. ¿No me digas y te hirió en el orgullo, viejo?

—¿Qué quieres decir?

—Bueno, estás ridículamente acostumbrado a que todos besen el piso por dónde caminas —Victor frunció el seño pues lo hacía sonar como si se comportara cual divo malcriado y no era así—. Quién sabe, tal vez has comenzado a pasar de moda, ¿no te parece? —le dijo sin miramientos, ganándose así otra reprimenda por parte de Yakov.

Victor, en cambio, se encogió de hombros restándole importancia tanto a los gritos como al comentario en si.

De todas maneras, ¿qué sentido tendría darle más vueltas al asunto? Posiblemente jamás vería de nuevo a ése chico tan raro.

O, al menos, así lo creyó.

Pues el destino ya tenía planes muy específicos al respecto.


*Dinámica del fic: escenas borradas pertenecientes a los capítulos de YOI
*Todos los capítulos serán Victuuri o estarán estrechamente relacionados con la pareja.
*Algunas veces, como esta primera entrega, será necesario sacar diálogos completos del anime para complementar.

Sin más, gracias por leer :D