Condado de San Patricio, Texas. [ 22:45 p.m. ]

—¿Está todo listo?

—¡AAAAAAAAAAH!

Edward hizo una mueca al escuchar el grito de Rosalie al otro lado del pinganillo.

—¿Rose? —preguntó, comenzando a teclear en el ordenador portátil que tenía sobre las piernas—. ¿Estás bien?

—¿Edward? ¿Eres tú? ¿Dónde está Ben?

Edward echó un vistazo sobre su hombro al cadáver que descansaba dándole la espalda sobre el sillón. Suspiró.

—Ocupado.

—Oh… —respondió Rosalie.

Por el tono que utilizó, Edward supuso que ella habría entendido a qué se refería. Rosalie volvió a hablar.

—Nosotros estamos ya todos listos; Jessica está distrayendo a los guardaespaldas, y Tyler y James están en los conductos de ventilación, yo estoy en el tejado. El presidente está dando la bienvenida a los embajadores de Reino Unido, así que tenemos como veinte minutos hasta que decidan ir hacia el despacho. En cuanto des la señal empezaremos.

—Bien. Solo puedo daros cinco minutos, anularé todos los sistemas de seguridad, y las cámaras estarán emitiendo en todo momento la misma imagen así que no debéis preocuparos por si os cruzáis con alguna porque la imagen no quedará guardada en ningún ordenador. Con los guardias de seguridad no puedo hacer nada, si os encontráis con alguno matadlo lo más rápido posible y listo, ¿Ha quedado claro?

—Sí.

—De acuerdo. Preparados… Listos… Ahora. Mucha suerte, chicos.

Rosalie soltó una pequeña risa y Edward continuó tecleando con rapidez mientras su pantalla comenzaba a teñirse de negro y a ser bombardeada por cientos de números de color verde.

Condado de San Patricio, Texas. [ 23:16 p.m. ]

—¡Edward! ¡EDWARD! ¡Tienes que salir de ahí! ¡Te han localizado! ¡Es una maldita trampa! ¡Era una emboscada, sabían que íbamos a atacar esta noche! ¡James y Tyler han muerto! ¿Edward? ¡¿Edward?!

El agente Aro Vulturi apartó de su oído el pinganillo y lo apoyó junto al ordenador portátil sobre el que lo había encontrado. Detrás de él, la agente Heidi soltó un par de maldiciones en voz baja mientras se limpiaba las manos en su traje negro después de haberle tomado el pulso al cadáver de Ben. Heidi sacó su teléfono y se lo llevó al oído tras marcar un único botón.

—¿Jane? Soy yo. Edward ha escapado, pero tenemos a Ben… No —su rostro se crispó y dio una patada con fuerza al sillón en el que estaba Ben—. Está muerto. No, no ha sido asesinado. Todo apunta a que ha sido un suicidio… Sí, yo también creo eso.

Aro se desentendió de la conversación en cuando Heidi comenzó a gritarle a Jane y se giró hacia la ventana de la habitación del hotel. Desde ella podía verse con claridad el aparcamiento en el que Edward había huido en helicóptero ayudado por otra persona. Aro no podía evitar sentirse como un completo inútil, era la primera vez desde que se le había asignado la búsqueda y captura de Edward Masen que había logrado tenerlo tan cerca… Y se le había escapado.

Heidi apoyo una mano sobre su hombro obligándolo a girarse hacia ella, y en cuanto la miró supo que algo iba mal. Heidi ya había colgado y le miraba con una mezcla entre el enfado y el miedo.

—¿Y bien? —preguntó.

— El satélite ha logrado hacerle una foto al piloto... —comenzó, soltándole el hombro y pasándose los brazos por la barriga—. Jane estaba dispuesta a perseguirlo para ver hacia dónde iban, pero… El satélite fue pirateado, y nos fue imposible encontrarlo desde otro, se mueven demasiado rápido.

—Heidi —su voz sonaba impaciente, y su mirada debía ser bastante aterradora porque Heidi retrocedió un paso.

—Han logrado identificar al piloto…

—¿Y es?

—Es que no te va a gustar.

—Dilo de una maldita vez, no tengo toda la noche.

—Emmett McCarty.