Zach y Gray Mitchell corrieron por sus vidas, preguntándose otra vez por qué habían decidido visitar a su tía Claire en su lugar de trabajo.

La visita había sido genial, pero poco después de comenzarla los dinosaurios escaparon y se habían visto obligados a huir de la zona donde se encontraban las tiendas para no convertirse en comida. Zach corrió más rápido al recordar a la mujer con la cámara agarrada por el pteranodón y llevada a otro lugar para ser devorada antes de saltar por encima de un tronco que obstaculizaba el sendero.

Habían pasado horas desde entonces, pero solo unos minutos desde que esa cosa había decidido cazarlos. No la veían excepto por los ojos y otras partes de su cuerpo entre los árboles, pero sabían que estaban acabados si los atrapaba.

Entonces Gray tropezó con una raíz y cayó al suelo. Zach no pensó en dejarlo atrás ni por un segundo, por lo que dejó de correr y le ayudó a levantarse.

Justo cuando estaban listos para volver a correr la criatura alcanzó su posición y la vieron claramente por primera vez. Inicialmente la confundieron con un tiranosaurio albino con la boca llena de extraños dientes irregulares. Viendo sus brazos estaba claro que no lo era, dado que parecían los de un velocirráptor. Además, también tenía una serie de púas recorriendo su cabeza y espalda; sus manos tenían pulgares oponibles, algo que los hermanos encontraron muy inquietante porque las hacía muy parecidas a las de una persona.

Lo peor, sin embargo, eran sus ojos. Estos no eran los de un animal hambriento, sino los de alguien que disfrutaba haciendo daño a otros seres vivos por diversión. Tal vez era por esa razón por la que aún no los había atacado y parecía estar esperando a que empezasen a correr otra vez, porque quería disfrutar un poco más con sus nuevos juguetes antes de matarlos y ponerse a buscar otras criaturas a las que cazar.

Entonces escucharon el sonido de una motocicleta y la criatura miró hacia su izquierda.

Los velocirráptores atacaron por la derecha.

Uno saltó sobre su espalda y clavó sus dientes en su costado, haciéndola sisear de dolor. Cuando iba a agarrarlo otros dos se subieron a sus piernas y clavaron sus garras, llamando su atención. El último aprovechó que estaba inclinándose para saltar sobre su cabeza y empezar a morder su cuello, logrando una mirada sorprendida por parte de los hermanos justo antes de que escuchasen un disparo y la criatura gritase de dolor al perder un ojo.

—¿Estáis bien? —preguntó un hombre a quien reconocieron como Owen, un compañero de trabajo de su tía, subido a una motocicleta y con un rifle en la mano. Los hermanos asintieron—. Muy bien, subid al vehículo. Tenemos que irnos antes de que él venga a encargarse de esa abominación.

Los chicos subieron a la moto antes de que las palabras penetrasen en sus mentes. Cuando lo hicieron, Gray preguntó de quién hablaba.

La única respuesta de Owen fue encender el motor y empezar a alejarse de la zona con ellos en el asiento trasero.

Los tres escucharon un rugido, pero este era distinto al de su perseguidor, y, girando la cabeza para ver que pasaba, los hermanos vieron a un tiranosaurio abrirse camino a través de las ramas de los arboles y cargar contra la bestia, derribándola antes de empezar a atacarla junto a los velocirráptores.

Justo antes de que la pelea desapareciese de su vista, Zach y Gray se dieron cuenta de que el tiranosaurio, al cual reconocieron como la mascota del parque por sus cicatrices, estaba siendo dirigido por un jinete.

Este era un hombre alto, calvo y de piel oscura vestido con ropa muy vieja y raída. Su cara estaba cubierta por una enorme barba y un bigote salpicados de canas que compensaban su calvicie. Por encima de ese pelo y detrás de unas gafas, sus ojos mostraban una gran determinación mientras hacía que su dinosaurio atacase al otro.

Pero su característica más distintiva era algo que les permitió reconocer fácilmente al hombre, a pesar de nunca haberlo conocido antes y solo verlo en persona por unos segundos.

Solo tenía un brazo.