TOXIC

(Greyfic)


Hola a todos!
Les doy la bienvenida a esta historia, mi primer Greyfic. Este fic ha sido concebido como una precuela de la historia, un breve suceso en la vida de Christian que ocurre justo antes de que conocer a Leila. Una relación, con una mujer que tiene todos los elementos para exorcisar sus cincuenta sombras... ¿Qué ocurrirá entonces?

Acompañenme a descubrirlo!


Viajar a Nueva York me impacienta, detesto el abrumador ajetreo de la capital del mundo, además que estar allí siempre me representa enorme tasas de estrés, ataques de gastritis y horribles migrañas. Pero no hay nada que pueda hacer, en veinte minutos aterrizaremos, será un importante proyecto para Oracle, así que trabajaré duro por ganar esta licitación.

Llueve en Nueva York, hace frío y tengo hambre, afortunadamente, han estado esperando por mí puntualmente en el aeropuerto, la puerta trasera de un elegante Bentley gris se abre para mí y, Rubén, el amable conductor, me deja saber que tiene instrucciones de llevarme a comer antes de que nos dirijamos a la empresa. Le sonrió y le pido que me lleve al Tribeca Grill, y como siempre, el hombre se queda en silencio varios segundos, viéndome con la mirada vacía, con los labios entreabiertos y sin ningún control de sus ojos, que temerosos se deslizan por mi cuerpo.

He aprendido a ignorar este tipo de reacciones, sólo hombres con mucho carácter son capaces de pasar por alto mi apariencia, sólo hombres muy seguros pueden ver en mí algo más que mi rostro y mi cuerpo. Soy plenamente consciente de lo que tengo, mi cara me abrió muchas puertas y me facilitó muchas cosas en la vida, no sería tan hipócrita como para negarlo. Rápidamente aprendí que cada quien es usualmente tratado con base en su apariencia, y he dedicado gran parte de mi vida a proyectar una imagen que complazca las miradas y deje claro que soy yo quien tiene el poder.

En cuanto tuve claras mis ambiciones les saqué provecho a la herencia rusa de mi padre y el exotismo latino que heredé de mi madre. Cuido de mí con disciplina, tanto a mí mente como a mi cuerpo. Nadie me regaló mis doctorados, y he sudado cada sesión de pílates para mantener el cuerpo que tengo, trabajo para darme satisfacción, y para compensarme con el delicioso placer de dar satisfacción a quienes elijo como compañía.

—Avancemos Rubén— Le digo al hombre con una mirada autoritaria que nunca falla.

Rubén se aclara la garganta y se vuelve rápidamente hacia el volante, el pobre se sonroja y clava sus ojos en el camino. Suspiro y reacomodo mi abrigo mientras nos adentramos en el imposible tráfico neoyorquino.

Poco más de cuarenta minutos después, hemos llegado al Tribeca Grill, este restaurante me encanta. Una vez dentro, el reconfortante calor me pone de buen humor, me quito el abrigo y espero a que el maître me lleve hasta mi mesa. Camino entre los demás comensales, y el ambiente cálido, lleno de tonos terracota y ocre me relaja, la decoración es preciosa, distintas elaboraciones en madera rustica cuelgan de las paredes y se adhieren a las columnas, contrastando hermosamente con las grandes lámparas de araña que cuelgan del techo. La iluminación es tenue, dándole un halo dorado a todo el lugar, mi mesa está situada en un apartado lejos del bullicio general y con un poco menos de luz que el resto del restaurante. Eso me agrada, por alguna razón, adoro la penumbra.

Me siento en la mullida silla color borgoña mientras el maître me presenta al mesero que me atenderá. Un rubio alto de pelo engominado me entrega la carta general y la carta de vinos. Ojeo los vinos, y rápidamente me decido por un Chianti Classico cosecha 2004, soy una amante de los buenos vinos, y siento una especial debilidad por los tintos italianos y chilenos. Esa es precisamente una de las cosas que más me agradan del Tribeca Grill, la selección de vinos es siempre exquisita, a pesar de que la mayor oferta es de vinos californianos, siempre tienen espacio para cosechas más exóticas.

Un par de minutos después, el rubio y su cabello lustroso están de vuelta, llena mi copa y el cristal se llena de rojo rubí. Le agradezco y hago mi orden, un Pierogi con champiñones, vieiras en salsa de azafrán y ricotta ahumado con espárragos.

Mientras espero mi orden saco mi tableta electrónica y reviso mi correo electrónico, he recibido tres emails de los altos mandos, están verdaderamente interesados en firmar este proyecto, eso pone un poco más de presión sobre mis hombros, pero es justo lo que necesito, estoy completamente enfocada, de lograrlo, estoy segura que ascendería a una de las presidencias aquí en América o en Europa, y estoy convencida que ya es hora de que dé ese paso.

A mis treinta años he alcanzado casi todos mis logros, mis cuentas bancarias están llenas, vivo en una casa maravillosa en Bel Air, y tengo una preciosa casita en la Toscana. Les he dado a mis padres todo lo que he podido, intentando proporcionarles toda la tranquilidad económica que esté a mi alcance, y los consiento tanto como ellos lo hicieron conmigo. Mi padre trabajó duro como profesor en la UCLA y mi mamá también hizo su parte como maestra de primaria en Pasadena, los dos lucharon por darme educación de alta calidad, y yo me esforcé en ser la clase de hija de la que podrían sentirse orgullosos. Jamás olvidaré sus rostros llenos de felicidad cuando les dije que había ganado mi primera beca doctoral en el MIT.

Y aquí estoy, inclusive he podido permitirme a mis tres bebés. Mis tres Porsches, el más grande de mis caprichos. Compito en un medio apabullantemente masculino, y he superado cada una de las pruebas a las que me he sometido, mi próxima meta es una de las grandes presidencias de Oracle, y parece estar servida justo al lado del millonario contrato que debemos firmar con Grey Enterpraises.

Llevo dos meses enteros trabajando catorce horas al día, estudiando cada detalle de las empresas Grey, intentando predecir sus movimientos para ofrecerles justo lo que están esperando. Estuve siguiendo de cerca los pasos y la carrera de Ros Bailey, la mano derecha del presidente de Grey Enterpraises, una atractiva pelirroja, incisiva y audaz, difícil de impresionar, con carácter y exigente. Sé que es abiertamente lesbiana y odia andarse con rodeos.

Pero la semana pasada todos esos esfuerzos parecieron quedarse cortos, pues mi jefe me telefoneó para decirme que el mismísimo Christian Grey estaría en la reunión para dar la última palabra antes de firmar el contrato.

Mi investigación acerca del señor Grey es por completo superficial, de lejos tan detallada como la de Ros Bailey. He tenido que reducirme a unas pocas entrevistas con un par de industriales que trabajaron con él, un ligero encuentro con un profesor de su breve paso por Harvard, y todo lo que el bendito Google ha podido decirme, que va desde datos tan útiles como un recuento de sus empresas e inversiones, hasta banalidades tales como la especulación acerca de su sexualidad.

Sin embargo, su orientación sexual es lo de menos, este es un proyecto demasiado importante como para hacer uso de mis encantos, la meta es agradar, jamás seducir, eso sería poco profesional, y estaría muy por debajo de lo que soy. Es justamente eso en lo que muchas mujeres fallan durante sus carreras. Usa tu apariencia en tu favor, para agradar, para que todos quieran estar cerca de ti, no para seducir, nunca les permitas tocarte, ni siquiera les dejes pensar que tienen oportunidad de hacerlo.

Vi algunas fotografías de Grey, parece ser un hombre atractivo. Es muy joven, apenas tiene veintiséis años y ya ha construido un imperio increíble. El hombre merece todo mi respeto y admiración, así que estoy más que dispuesta a luchar por este reto, IBM y Microsoft ni siquiera tendrán tiempo de ponerse cómodos en sus sillas, este proyecto será mío.


Veinte minutos después estoy satisfecha, mi almuerzo ha sido un verdadero deleite y he recargado mis energías, estoy lista para encarar al imperio Grey.

Cuando llegamos a las oficinas de Grey Enterpraises en el bajo Manhattan, un enorme edificio de acero y vidrio me prepara para el gigante al que enfrentaré. Frente al edificio los arces con hojas marrones, naranjadas y amarillas del Battery Park le dan un toque distintivo a mi día, alentándome y llenándome de la energía positiva que necesito.

Rubén me guía hasta el ascensor del estacionamiento y se comunica por teléfono con alguien que inmediatamente activa remotamente el botón del piso 36. Rubén se despide de mí con un tímido movimiento de cabeza y me deja sola en el ascensor. Respiro profundo y repaso mentalmente mi propuesta.

Estoy en la recepción de la gerencia quince minutos antes de la hora pactada para la reunión. Unos pocos minutos después, llegan cinco personas más; un afroamericano y un tipo que se está quedando calvo con muy poca dignidad, esparciendo su poco cabello desde su coronilla hasta su frente, son los representantes de Microsoft. Una jovencita rubia y dos hombres mayores de bigote, conforman el equipo de IBM.

Me levanto enseguida dando un paso hacia ellos y les ofrezco mi mano haciendo las respectivas presentaciones. He decidido tomar la iniciativa en todo momento.

Volvemos a sentarnos en el pasillo de espera en completo silencio, y mientras tanto reflexiono, si acaso mis jefes confían demasiado en mí, o no estaban al tanto de que IBM y Microsoft enviarían artillería pesada. Ellos me observan y sé que están debatiendo mis habilidades, seguramente han escuchado de mí, y desconfiarán de que Oracle me haya enviado a mi sola para enfrentar la licitación, no les queda más que convencerse que soy un rival al cual temer, y que represento tal ventaja, que Oracle no se ha molestado en enviar a nadie más.

En mi interior estoy temblando, mi jefe está convencido de que yo puedo con esto sola o está tras la excusa perfecta para negarme la presidencia en el Reino Unido. Decido irme por la primera opción, le sonrió amablemente a mis contrincantes y me siento muy derecha en mi silla, luciendo más alta de lo que soy y más segura de lo que estoy.

A las tres en punto, una elegante y esbelta rubia nos invita a pasar a la sala de juntas. Finjo guardar varias cosas en mi portafolio y espero a que todos entren, tendiéndoles la mano para que pasen y tomen asiento, desde ya les comunico que quien se sentará como en su casa seré yo. Cuando entro en el amplio salón, Ros Bailey me recibe con un fuerte apretón de manos, la saludo con una sonrisa cordial y me dirijo hacia donde me señala que debo sentarme.

El lugar está ampliamente iluminado, las sillas son de reluciente acero, con mullidas cojinerías de cuero blanco tanto en el asiento como en el espaldar. Las patas de la larga mesa son también de acero, y el tablero es de gruesísimo cristal ahumado. Rápidamente hago cálculos sin mover mucho mis ojos, y estimo que la mesa puede albergar al menos dieciocho personas, las paredes laterales están pintadas de blanco, la pared opuesta tiene una fuente vertical plana, y el agua cae en un elegante marco negro. Frente a mí hay varios televisores de pantalla plana apagados. En la pared dispuesta frente a la fuente al otro lado de la oficina, diviso un video beam blanco y al lado una un sofá de cuero gris. El piso es de baldosa negra pulida y brillante, todo está impecable, es acogedor y hay alguna clase de olor cítrico esparciéndose por toda la sala.

La rubia vuelve a entrar en escena preguntándome que deseo tomar, le pido un latte sin azúcar y me dispongo a organizar mi presentación. Saco mi tableta electrónica, las carpetas con los documentos de la propuesta y mi memoria USB. Enciendo la tableta y reviso por última vez las diapositivas, me aseguro de que la presentación esté intacta en la memoria, apago mi celular y dejo sobre la mesa mi bolígrafo Montblanc de platino.

En el momento justo en que la rubia dejó frente a mí el humeante latte, Christian Grey entró en la sala de juntas, todos nos levantamos al instante, él se dirigió primero hacía la gente de IBM, que estaban sentados frente a mí, estrechó sus manos y rápidamente rodeó la mesa hasta llegar donde el resto de nosotros. Primero saludó a los representantes de Microsoft y por último a mí.

Estaba preparada para todo, para absolutamente todo, menos para el impacto que provocó en mí la cercanía de Christian Grey. Yo esperaba encontrarme a un cerebro de las finanzas, un jovencito atractivo y carismático, no a un hombre con una presencia tan poderosa que literalmente erizara mi piel.

—Buenas tardes, Señor Grey— Lo saludé formalmente con voz firme, una sonrisa profesional y el ceño ligeramente fruncido, luchando por ignorar el delicioso olor que de él emanaba, era una combinación de cedro, sándalo y loto, era un aroma refrescante, relajante y atrayente.

—Bienvenida, doctora Meluk— Me dijo con una voz tan profunda y masculina, que me costaba creer que sólo tuviera veintiséis años —¿Le han proporcionado todo lo que necesita?—

—Por supuesto, señor— Le ofrecí mi mano y él la apretó con firmeza y seguridad —Es muy amable en preguntar—

Él asintió con la cabeza mirándome a los ojos con imponente fuerza, luego señaló mi asiento con la mano, yo asentí y volví mi mirada al frente mientras me sentaba nuevamente.


La introducción la hizo Ros Bailey, informándonos de la agenda del día. Yo iría segunda luego de la presentación de IBM. Luego, Christian Grey tomó la palabra, explicando ampliamente la naturaleza del proyecto, sus expectativas en el desarrollo del software y las máquinas para el desarrollo de energía autosostenible para Grey Enterpraises. Llevaba un traje gris que calzaba exquisitamente en su cuerpo, una camisa pulcramente blanca y una corbata gris con un entramado grabado que reflejaba deliciosamente la luz. El elegante y formal traje no lograba ocultar el cuerpo trabajado del señor Grey, era obvio que se ejercitaba con regularidad, las perfectas líneas de su figura lo daban por hecho.

Me giré en mi silla mirando el extremo de la mesa donde él estaba de pie, y en contra de todo mi buen juicio, me regodeé en la abrumadora perfección de su rostro. Jamás, en toda mi vida, había visto un hombre tan hermoso. Tenía el cabello elegantemente peinado, pero con la suficiente soltura como para que reposara con naturalidad, la luz a veces reflejaba tonos rojizos en su cabeza, pero luego se movía y su cabello parecía ser de un rubio obscuro, inclusive de un indescifrable tono castaño.

Fruncía el ceño con determinación, acentuando cada gesto con exquisitos movimientos desprevenidos de sus cejas que lo hacían lucir poderoso, sensual e irresistiblemente masculino. Tenía unos preciosos ojos grises enmarcados de espesas pestañas, de las que cualquier mujer se sentiría celosa. Había algo melancólico en su mirada, algo intrigante en sus cristalinos ojos, un brillo dulcemente infantil, pero a la vez duro e intimidante.

Tenía una nariz recta, con el tabique ligeramente desviado, producto tal vez de algún accidente, pero había que observarlo tan despacio como lo hacía yo, para percatarse de la atractiva imperfección. Tenía labios llenos y perfectamente delineados, un gracioso triangulo invertido se formaba en el centro de su labio superior, como si su boca hubiese sido dibujada por el más prodigioso de los pintores. Tenía una hermosa sonrisa, que de nuevo contrastaba con la dureza general de su gesto. Sus dientes estaban perfectamente dispuestos, sus caninos sobresalían ligeramente, haciéndolo lucir extrañamente sensual y sofisticado. Cada vez que sonreía, mi reacción instantánea era hacer algo para mantener esa sonrisa, había algo que emanaba de su cuerpo que me invitaba a esforzarme por agradarle, una fuerza extraña casi me movía para llamar su atención, para conocer cuáles eran sus deseos y satisfacerlos. Yo quería satisfacer a este hombre, de la manera que fuera.

Respiré hondo, controlando la repentina y desconcertante animosidad de mi cuerpo, cruce mis piernas bajo la mesa y tomé mi bolígrafo, deslizándolo despacio entre mis índices y pulgares una y otra vez, lo suficientemente despacio como para pasar por completo inadvertida, pero tan fuerte como para sacar de mí la extraña energía que me recorría entera.

Fingí revisar los documentos que la rubia nos había dado en una carpeta gris con el logo de Grey Enterpraises. Era el proyecto, no lo leí, lo conocía de memoria, además no había la más mínima posibilidad de que yo pudiera concentrarme en una hoja de papel mientras Christian Grey siguiera hablando.

Varios segundos después volví a mirarlo, no podría evadir el contacto visual por mucho tiempo. Y de nuevo la desbordante belleza de este hombre me golpeó removiendo mi estómago. Su estructura ósea parecía haber sido tallada por escultores griegos, había una perfecta simetría en las dimensiones de su rostro. Su barbilla se partía ligeramente en aquel sensual rasgo tan cliché que tantas personas buscaban en la cirugía plástica, pero la belleza de la sutil línea radicaba justamente en su naturalidad.

Estaba perfectamente bien afeitado, pero podía ver que su barba se extendía desde la mitad de sus mejillas hasta la mitad de su garganta. Alguien había puesto testosterona en las dosis exactas en el cuerpo de este hombre.


La gente de IBM tardó treinta y seis minutos en hacer su presentación, las maquetas del hardware eran impresionantes, era realmente un reto luchar contra eso. Grey y Ros se mantuvieron impasibles, leer sus caras me fue imposible.

Sin perder el tiempo me levanté y camine hasta el extremo cerca de la pantalla de proyección, incrusté mi memoria USB en el pequeño estante frente a la mesa, y la rubia abrió mis diapositivas, eran el único documento en el dispositivo. Me giré y los saludé nuevamente, asegurándome de hacer contacto visual con todos en la sala y empecé mi presentación. Sabía que IBM sería más fuerte en hardware y que probablemente Microsoft tendría algún truco bajo la manga con la ingeniería de software. Pero yo, conocía perfectamente los intereses y las prioridades de Grey Enterpraises, así que incluí de manera dinámica el plan de impacto ambiental.

Capturé de inmediato la atención de Grey, se concentró fijamente en lo que decía, con el ceño fruncido al tiempo que movía ligeramente la boca mientras se mordía el interior del labio inferior. Luego, posó el pulgar sobre su boca, y por un momento creí perder la concentración. En adelante, fijé mi mirada más en Ros, y lo miraba a él justo en el momento en que terminaba de darle forma a las ideas.

Hice la presentación en diecisiete minutos, agradecí la atención de todos y volví a mi asiento.

Para cuando Microsoft hubo terminado, supe que el asunto sería entre la gente de IBM y yo.


La reunión terminó cerca de las cinco de la tarde, Ros nos dijo que en la recepción estarían esperándonos nuestros choferes, que ellos nos llevarían hasta el hotel y pasarían de nuevo por nosotros as las ocho de la noche para llevarnos a cenar.

La cena sería con el equipo ejecutivo de I.T. de Grey Enterpraises, Ros Bailey y Christian Grey. Terminé de empacar todo en mi portafolio, y caminé segura hasta Ros y Grey, les estreché la mano y les sonreí cordialmente, me di media vuelta y me fui presintiendo que mi pulso se dispararía en cualquier momento por el inminente subidón de adrenalina que había contenido en el pasado par de horas.


Dormir no era una opción, por un lado, estaba aún muy alterada por mi encuentro con el inesperado señor Grey, y por otro, tenía que planear cuidadosamente que me pondría para la cena. No podría llevar nada abiertamente llamativo, antes que nada, aquella no sería una cena de placer, pero no podía pasar desapercibida, me negaba a estar en presencia de este hombre y simplemente ser invisible.

Revisé mi maleta y me decidí por un wrap dress blanco, el vestido lo cubría todo, era suelto y liviano, pero por alguna razón de la genialidad del diseño, me hacía lucir increíblemente femenina, destacando mis curvas. El blanco no era el mejor color para una cena, pero era la forma menos obvia de destacar en medio de la multitud de trajes obscuros. Me hice amplias ondas de agua en el cabello, me delineé los ojos en un grueso estilo pin up, ricé mis pestañas y me apliqué abundante mascara, definí mis cejas, me puse un poco de rubor en crema y me pinté los labios de un rosa suave y opaco. Me apliqué mi acompañante eterna Chanel Chanel, esparciendo el ácido olor a limón por mi cuello y entre mis cabellos.

Bajé al lobby y Rubén ya estaba esperando por mí. Cuando llegué al restaurante faltaban cinco minutos para las ocho y ya todos estaban sentados a la mesa. Aproveché aquel inesperado detalle, para marcar con decisión mi llegada.

—Buenas noches— Les dije a todos en la mesa con voz fuerte y clara.

Caminé hacia el extremo donde estaba Grey y le extendí mi mano.

—Señor Grey— Le hablé mientras él educadamente se levantaba —Buenas noches—

—Buenas noches, doctora Meluk, un placer verla de nuevo— Me dijo con su irresistible voz profunda.

—El placer es todo mío— Le respondí sonriéndole con profesional indiferencia.

—Por favor— Me señaló la silla justo a su lado en la mesa.

—Gracias— Le dije suavemente, intentando controlar mi corazón que se había desbocado en tres segundos.

En cuanto me senté, dirigí mi atención hacia Ros, hablamos de las innovaciones en inteligencia artificial y de las bonitas instalaciones de Grey Enterpraises en Nueva York. Luego ella siguió conversando amablemente con las demás personas en la mesa al igual que Grey.


El mesero se me acercó, llenó mi copa de agua y me preguntó que quería para beber, le pedí un cabernet sauvignon, que me sirvió enseguida, y me entregó la carta. Le di un inmediato trago a mi vino, preguntándome por primera vez en toda la tarde, a qué estaba jugando con Grey. Era un hombre menor que yo, alguien a quien estaría vinculada profesionalmente luego de que nuestra propuesta fuera elegida por su compañía, alguien de quien en realidad no sabía nada y a quien no me podía tomar a la ligera. Alguien que provocaba adolescentes sensaciones en mí, como ninún hombre antes en mi vida.

El romance y las relaciones de pareja jamás habían sido una prioridad para mí, y no es que tuviera esa clase de interés en Grey, pero no soy tan tonta como para creer que podría involucrarme con un hombre como él y salir por completo ilesa.

Mi naturaleza es dominante, literalmente dominante, y a ella corresponden mis preferencias. No tengo una vida sexual típica, después de todo, nada en mí lo es. Tengo apetitos y gustos especiales, prácticas con las que no todo el mundo está familiarizado, y que suelen escandalizar a casi todo el que se le mencionan.

Soy una dominatrix, no en el sentido cliché y caricaturesco de la mujer vestida de cuero y taches armada con un látigo. Me gusta el cuero y aún más los látigos, pero suelo vestir mi ropa de oficina con mis sumisos. No exploró el espectro del dolor o las tácticas de castigo, no, a mí me gusta ser obedecida, en todo sentido, encuentro fascinante llevar el mando, y que se me obedezca sin rechistar, no me gusta educar, si mis sumisos me desobedecen, no me sirven, deben estar siempre dispuestos, siempre prestos a complacerme sin poner la más mínima oposición.

Y estoy por completo segura, que Christian Grey no es uno de esos hombres.

Vuelvo mis ojos a la carta y me decido por un atún a la tártara y hamachi, observo velozmente mi entorno, Daniel es un restaurante adorable, en el que siempre he sellado grandes negocios en Nueva York, definitivamente lo tomaré como un buen augurio.

Cuando el mesero llega por mi orden, le pido además otra copa de vino y le entrego la carta, cuando vuelvo mi atención a la copa en mi mesa, Christian Grey está mirándome fijamente. Le sostengo la mirada, aprovechando cada delicioso segundo en que nuestros ojos se conectan. Su belleza me deja sin aliento, y la forma en que me mira, hace que todo al sur de mi estómago se tense y vibre de expectativa.

Ros le habla y él le responde sin retirar sus ojos de los míos, frunce el ceño y a pesar de que no deja de mirarme, veo vacilación en él, me observa con cuidado, como si me analizara detenidamente, algo en mi lo desconcierta, lo puedo sentir, tanto como estoy segura que él puede sentir cuanto me intimida.

Recibo un mensaje de texto de mi asistente personal, y aprovecho la distracción para dar por terminado nuestro mutuo escrutinio, después de todo, no podría sostenerlo por mucho más tiempo. Él se concentra en la gente de Microsoft y yo reviso discretamente mi celular. Lara me informa que la compañía de correo le confirmó que hacía una hora mi paquete había llegado al hotel.

En el sobre venía la mi credencial de membresía del famoso club BDSM de la ciudad de Nueva York, el Dominico. Acceder allí no es nada fácil, es necesario ser invitado por un miembro del club, y sólo le es permitido a la gente más selecta traspasar sus puertas. Los acuerdos de confidencialidad son un invencible monstro legal que asegura la vida privada de sus miembros y la seguridad de todos quienes allí asisten.

He estado tras la membresía por un año entero, tuve que practicarme rigurosos test para asegurar mi completa salud, y firmar todos los acuerdos exigidos por los miembros. La membresía está aquí, ahora sólo me queda firmar con Grey, y podré celebrar como lo planeé. El único inconveniente, es que ahora toda mi atención reside en quién seguramente no estará dispuesto a dar satisfacción a ninguna de mis exigencias.

Durante el resto de la velada, mi trato con Grey fue absolutamente profesional, sin embargo, para una mujer como yo, fue más que evidente la forma en que su cuerpo reaccionaba ante mi cercanía, le gusto, estoy completamente segura, es sólo que no tengo la menor idea acerca de cómo abordar un hombre como Christian Grey, no sé cómo lidiar con un hombre tan poderoso, usualmente soy yo quien tiene el poder.


A la mañana siguiente, Ros me llamó para citarme a una reunión a las dos de la tarde en las oficinas de Grey Enterpraises. Estuve en el edificio media hora antes, intentando calmar mi ansiedad y mi inmenso deseo por obtener este contrato.

A las dos en punto, la rubia me hizo pasar a la sala de juntas, dentro, sólo estaban presentes Grey y Ros Bailey. Los saludé formalmente, tragándome la sonrisa por el afortunado presentimiento, tomé asiento y enseguida, Grey me informó que habían adjudicado el proyecto a Oracle.

CONTINUARÁ…