¡Hola! Hoy, después de años de tener esto en alguna carpeta olvidada de mi computadora, me atrevo a publicarlo. La verdad, ni recuerdo en qué pensaba cuando lo escribí. Sé que se lo di a una amiga, pero creo que nunca lo leyó / En un comienzo partió como un one-shot bastante largo, pero a medida que intentaba editarlo, me pareció tan extenso que preferí dividirlo, aún no estoy segura de en cuántos capítulos será porque apenas he editado sólo este xD Pero tal vez haya uno o dos más.

Sobre la historia: Como dice en el resumen, esto es un super crossover entre Harry Potter, Sherlock y Doctor Who. Como en esta plataforma sólo se permite etiquetar dos fandoms al momento de publicar, decidí escoger HP/Sherlock, pero sí, hay Doctor Who. Desde ya, informo que los personajes que entran de la serie sólo son 11th junto a Amy Pond, sin ser mis personajes preferidos, fue lo que mi amiga había pedido xD

Y sobre las parejas: desde el comienzo está bien claro que esta es una historia sobre Wolfstar (que si me han leído antes, sabrán que es mi OTP), pero además trae Johnlock (en su momento me gustaba), que tal vez no sea lo más explícito de la vida pero tienen una relación bien establecida.

De verdad, esto fue un experimento y espero que no lo odien (?)

El inicio de un fin de semana en Hogwarts, rara vez podría llamarse un descanso, especialmente si se trataba del cuarto de chicos del séptimo año de Gryffindor. Ahí estaban esa tarde de viernes, Remus Lupin y su -ahora- novio, Sirius Black.

Gracias a la agotadora semana que habían tenido, entre clases, algunos trabajos y varios ensayos que debieron entregar y agregando además que sólo faltaban unos días para la luna llena, Remus sólo les había pedido una tarde de descanso de sus travesuras.

— Pero Moony, debes verlo — insistía el moreno por tercera vez desde que había vuelto a la habitación, sentado a los pies de la cama de su novio.

— No — Remus se encontraba recostado boca abajo en su cama y su voz era apaciguada por la almohada —. Ve a probarlo con James, de seguro estará más que encantado.

— Nah — exclamó Sirius —. Hoy en día ya no podemos estar ni cinco minutos juntos sin que comience a hablar de Evans.

— Lleva así por años — suspiró el castaño.

— Pero desde que están juntos ha empeorado.

— No lo culpo — ahogó un pequeño bostezo.

— ¿Qué quieres decir con eso? ¿Te gusta Evans? — Sorpresivamente para Remus, Sirius de verdad había sonado preocupado.

Remus se levantó y se sentó para mirarlo a los ojos.

— No seas tonto — le dijo, sintiendo sus mejillas comenzar a arder —. Es sólo que… Bueno, entiendo lo que es sentir algo por alguien y que, después de mucho tiempo, finalmente pueda estar con esa persona.

— ¿Ah, sí? — Murmuró Sirius, realmente aliviado. Ambos jóvenes se sonrieron y Sirius tomó la mano de Remus, acariciando el dorso con delicadeza — Ayúdame a probar esto.

— Sirius — advirtió el licántropo.

— Vamos, será divertido.

— ¿Qué te hace pensar que funcionará?

— ¿Y qué te hace pensar que no? — Black arqueó una ceja y Remus sólo pudo suspirar — De verdad, será divertido.

— ¿Viajar en el tiempo? — Volvió a suspirar. Era realmente imposible lograr persuadir a Sirius Black de una idea una vez que se metía dentro de esa cabeza suya.

— Podremos vernos y averiguar cómo estaremos en unos años más. Seguramente seguiré igual de guapo — dijo Sirius y Lupin apenas pudo evitar reír —. ¿Qué?

— Nada — se acomodó mejor a un lado de su novio, aún tomados de la mano —. ¿Y cómo funciona?

Remus no quiso recordarle que si tan sólo hubiese prestado atención a las clases de Historia, sabría que no hay forma en la que ellos pudiesen viajar en el tiempo dentro del castillo.

— Aquí están las instrucciones — Sirius le ofreció un viejo y arrugado pergamino.

Remus pasó algunos minutos en silencio, leyendo las instrucciones con mucha atención, mientras un impaciente Sirius Black lo observaba y jugaba con dicho artefacto entre sus manos.

— No parece tan complicado — murmuró Remus entre dientes frunciendo el ceño. Eso de verdad parecía que fuera a funcionar, por más ridículo que hasta a él mismo le sonaba —. Hay que asegurarse de marcar bien las fechas, Sirius.

— No problem.

Pasó un buen rato antes de que Remus se sintiera realmente seguro de lo que harían. Black seguía tan impaciente como en un comienzo, o quizás ahora aun más. Lupin creyó que hasta podría provocar una rabieta por parte del otro joven si se negaba a seguir con eso.

— ¿Listo? — Preguntó Remus, intentando ocultar su propia emoción — Se supone que deben ser dos años.

— Sí, Remus.

Con una mano, ambos tomaron el pequeño objeto firmemente y con la otra, entrelazaron sus dedos juntos. Sirius le dio un pequeño beso en la mejilla y activó el aparato con sus temblorosas manos.

Entonces, lo siguiente que Remus Lupin pudo recordar, fueron parpadeantes luces por doquier, brillantes manchas rodeándolos a tal punto que Remus creyó que si lograban salir de eso, las luces lo cegarían por completo. Su estómago estaba hecho un revoltijo al sentir que daba vueltas y vueltas. Pensó que terminado esto, podría correr hasta el recipiente más cercano y vomitar dentro de él.

No se atrevió a abrir los ojos hasta que sintió que todo había detenido y al hacerlo se encontró con la preocupada mirada de su novio observándolo fijamente.

— ¿Estás bien? — Le preguntó Sirius, no había soltado su mano en ningún momento, pero continuaba sosteniendo el artefacto con la otra. Remus no recordaba haberlo soltado.

— Sí, sólo un poco… mareado.

— En las advertencias decía que podía suceder — Sirius guardó el pequeño aparato en el bolsillo de su túnica y posó la mano en el hombro de Remus.

— ¿Dónde estamos? — Le preguntó y para evitar tambalearse, Remus tuvo que aferrarse al brazo de Sirius.

No se atrevió a mirar alrededor por lo que había vuelto a cerrar los ojos con mayor fuerza esta vez.

— Parece ser… Londres — murmuró Sirius —. Aquí cerca hay una banca, ¿prefieres sentarte?

— Sí — respondió Remus sin titubear. Entreabrió los ojos y fue guiado por Black —. Parece una versión futurística de Londres.

— Eso estaba pensando — Sirius frunció el ceño.

Cuando Remus se sintió un poco mejor, se acomodó en el asiento y miró asombrado la escena.

— Sirius… — comenzó a hablar, sintiendo un malestar en el pecho — ¿podrías sacar ese objeto un momento?

— S-sí, claro — sus manos temblaban pero obedeció como pudo, ofreciéndoselo —. ¿Qué pasa?

— Esto no parece haber funcionado como debía.

— ¿Por qué lo dices?

— PORQUE NADA DE ESTO PARECE DOS AÑOS EN EL FUTURO — exclamó —. Dudo que esto sea mil nueve ochenta.

— Lo sé — confesó Sirius entre dientes.

— Todo parece estar en orden. No lo entiendo.

Estuvieron tratando de averiguar cuál había sido el problema por un momento, pero entre más lo observaban y leían las instrucciones, menos entendían cuál pudo haber sido la falla que los había llevado ahí.

Decidieron ir a caminar y poder averiguar en qué época se encontraban, pero la gente con la que se topaban parecía realmente ocupada y agitada. Habían recibido varias miradas, pero ninguna parecía ser de burla o algo por el estilo (como había creído Remus en un principio, dado que continuaban usando su uniforme escolar).

— Deprisa, John — gritó una voz grave pasando rápidamente entremedio ignorándolos.

Remus y Sirius se giraron a un lado para ver a un hombre delgado, alto y de tez pálida caminar entre ellos. Cuando se volvieron de frente, un hombre más bajo había chocado con ellos, haciendo que Remus estuviera a punto de caer, si no fuera por Sirius que había logrado atraparlo, el hombre lobo hubiese acabado en el suelo. El hombre, entre disculpas y disculpas, había comenzado a seguir los pasos del anterior.

— Lindo disfraz — mencionó antes de alejarse un poco más.

— ¡Espere! — gritó suavemente Lupin — Por favor, una consulta.

— Claro — sonrió el desconocido y caminó de vuelta a ellos.

— ¡John! — Gritó el hombre más alto con un tono de molestia.

— ¡Será un momento, Sherlock! — Le respondió y se volteó para mirarlos fijamente — ¿Qué pasa?

— Sé que sonará extraño y ridículo pero… ¿podría decirnos en qué año estamos? — Remus alzó las cejas y se mordió el labio con nerviosismo, esperando a que el hombre no creyera que se habían vuelto locos.

—Dos mil quince — murmuró extrañado.

— ¡Por Merlín! — Remus se llevó la mano a la boca y miró asustado a Sirius.

Raros — ninguno de los tres había notado cuando el otro hombre, Sherlock, se había acercado a ellos.

— Cállate — dijo el más bajo, golpeándolo en el brazo —. ¿Están bien? ¿Van perdidos a una fiesta o una de esas actividades?

— N-no, ¿por qué? — Preguntó Sirius bruscamente.

— Por los disfraces de Harry Potter y eso — respondió señalándolos con un dedo pero con una sonrisa pegada en los labios.

— ¿Harry Potter? — Preguntaron ambos jóvenes al unísono.

— Sí, con las túnicas y las corbatas — el hombre lucía emocionado.

— Oh, claro, Harry Potter — interrumpió Remus luego de reponerse, haciéndole una seña a su novio para que le siguiera el juego.

— Vamos, John — Sherlock había vuelto a caminar y se encontraba a un par de metros de distancia.

— Sí — respondió John suavemente y les dio una rápida mirada —. Ustedes sí se empeñaron en sus trajes, chicos. Suerte en su evento. Adiós.

— No — lo detuvo Lupin nervioso —. Sí estamos perdidos… pero no de un evento exactamente.

— ¿Adónde deben ir? — Preguntó John tranquilamente, ignorando la impaciencia de su compañero.

— Treinta y siete años atrás — suspiró Sirius para sí mismo.

— ¿Qué? — John debió escucharle — ¿V-viajeros del tiempo?

— Algo así — confesó Remus.

— Sh-Sherlock — llamó el hombre, aún mirándolos seriamente.

— John, honestamente, ¿por qué no les das un par de monedas y nos largamos de aquí? — Dijo, dándole a los jóvenes estudiantes una mirada despectiva.

— Un momento — John les sonrió y dio un par de zancadas hasta el otro. Estaba susurrando, pero dada las habilidades naturales de Lupin, poder escucharles no era una dificultad —. Han viajado en el tiempo.

— John — bufó Sherlock, rodando los ojos —, son unos drogadictos.

eres un drogadicto — murmuró entrecerrando los ojos y apuntándolo con el dedo con clara amargura en su voz—. Esto puede ser lo que hemos estado esperando.

— John, nosotros resolvemos casos, no...

— Esto puede ser un caso, Sherlock…

— ¿Por qué estás tan confiado? Podrían ser unos delincuentes juveniles.

— Y sabes mucho de eso, ¿no?

— Sí, y a ellos no los había visto nunca.

— Sherlock, por favor — suplicó John.

— ¿Qué ves en ellos que pueda ser especial? — El hombre alto le dio una fría mirada a los jóvenes y Remus sintió un escalofrío recorriendo su espalda, bajando rápidamente la mirada hasta sus pies.

— ¿Puedes escucharlos? — Preguntó Sirius — ¿Qué dicen?

— Sí, espera un momento.

— … además, no saben sobre Harry Potter — rio John intentando convencerlo.

— Yo no sabía qué era eso antes de conocerte— dijo con naturalidad el más joven.

— Sí, pero tú… Vamos, Sherlock, al menos podemos intentar ayudarles. Por favor — Sherlock negó con la cabeza pero entonces John agregó —: por mí.

— Juegas sucio — el más alto rodó los ojos y metió las manos en los bolsillos del largo abrigo que llevaba encima y se mordió el labio —. Sabes que por ti haría lo que fuera, John.

— Son pareja — le comunicó Remus, sintiéndose un poco aliviado —. Creo que nos ayudarán.

— ¿Pareja? — Preguntó Sirius extrañado — ¿Eso es humano? Creí que era una de esas cosas que los muggles tanto querían tener: un robot.

— Sirius — le sonrió Remus negando suavemente con la cabeza. Las bromas de Black siempre lo tranquilizaban —. Ahí vienen.

— De acuerdo — comenzó el mayor a hablar —, ¿tienen hambre?

— No — respondieron los dos al unísono.

— De acuerdo. Bien, yo soy John Watson y este pedazo de encanto — señaló al hombre a su lado —, es Sherlock Holmes.

— ¡Vaya! — exclamó Remus sorprendido, haciendo que todas las miradas presentes se fijaran en él.

— ¿Qué pasa? — Preguntó Sirius.

— Eh, nada. Lo siento — respondió negando con la cabeza y en un susurro hacia Sirius, agregó —: Te cuento luego.

Sirius apenas asintió.

— ¿Y ustedes son?

— Les preguntó John.

— Oh, claro. Yo soy Remus Lupin y él es Sirius Black.

— ¿Qué? — Exclamó John Watson y ante las miradas de extrañeza, respondió —: No es nada, lo siento.

— ¿Nos vamos? — Preguntó Sherlock, sin siquiera mirarlos de vuelta.

— Sí — John se dirigió a los jóvenes —. Iremos a nuestro departamento y nos contarán todo lo sucedido, ¿está bien?

Sin mucho más que decir, los cuatro caminaron hasta una calle mucho más habitada y se subieron a un taxi. Durante el trayecto, John era el que parecía más emocionado entre ellos, hablando sin parar y mostrándoles a ambos chicos todas las calles y cuanta historia había en ellas. Remus estaba realmente encantado de escucharle, a diferencia de Sirius. Cada vez que Lupin lo miraba, estaba mordiéndose el labio con nerviosismo y mirando por la ventana con el ceño fruncido. Por el otro lado, estaba Sherlock Holmes, en una posición no muy distinta a la de Sirius, lo que hizo que Remus llegara a la conclusión de que había cierta similitud entre ambos morenos.

Cuando llegaron a su destino, Sherlock fue el primero en dejar el auto sin mirar atrás, dando un par de zancadas hasta una puerta donde se leía claramente "221B". Remus y Sirius se bajaron pero se quedaron de pie en la acera esperando a que John terminara de pagarle al taxista.

— Vamos, entren — les sonrió y señaló la entrada.

Ya dentro, fueron guiados hasta el siguiente piso, donde Sherlock estaba sentado en un sofá sin su abrigo ni su bufanda, utilizando un aparato extraño, sobre la mesa de café.

— Lestrade vendrá en algún momento — le informó a John mientras presionaba lo que a Remus le parecieron ser teclas, sobre el aparato.

— Bien. ¿Podrías venir un momento? — Preguntó John y Remus y Sirius vieron cómo Sherlock rodaba los ojos antes de ponerse de pie y caminar hasta la habitación de al lado, John se giró hacia ellos — Tomen asiento.

— ¿Estás seguro que nos pueden ayudar? — Susurró Sirius una vez que John y Sherlock habían desaparecido y ellos se habían sentado en el amplio sofá, no podía quitar la mirada del objeto en la mesita.

— No lo sé, Padfoot, pero el doctor parece querer hacerlo.

— ¿Debemos confiar? — Preguntó Sirius, ahora observando con mayor atención todo a su alrededor.

— No creo tener una mejor opción ahora — le respondió tranquilamente, mirando sus propias manos sobre sus piernas.

— ¿Té, café o algo? — Les preguntó John, cuando volvieron a la sala.

— No, gracias — respondió Remus amablemente.

— ¿Están muy nerviosos? — Preguntó esta vez y él y Sherlock tomaron asiento en unos sillones frente a la chimenea.

— Sí — confesó Remus sin titubear, tomando sutilmente la mano de su novio.

— Tranquilos, de verdad queremos ayudarles — dijo el mayor y el otro bufó —. Quiero ayudarles — se corrigió inmediatamente.

— Gracias — dijeron ambos, dándose una fugaz mirada entre ellos.

John asintió con la cabeza.

— Cuéntennos.

Aún con la voz temblorosa, Remus les contó todo lo que había sucedido, sin siquiera omitir un detalle. Podía ver el brillo y la emoción en los ojos de John, mientras que Sherlock sólo se dedicaba a mirarlos con el ceño fruncido y con sus dedos unidos debajo de su mentón. Claramente desconfiando de lo Remus les acababa de contar.

John estaba a punto de preguntarle algo a Sherlock cuando había sido interrumpido.

— ¿Sherlock? — Preguntó una voz femenina desde el primer piso — ¿John? Greg acaba de llegar.

— ¿Greg, quién? — Preguntó Sherlock molesto, poniéndose de pie y caminando hasta la puerta para abrirla.

— Greg yo, genio — un hombre apareció por ella, entrando deprisa y pasando a un lado de Sherlock despistadamente —. ¿Viste el caso que te envié?

— Sí. Aburrido — respondió Holmes volviendo a su asiento.

— ¿Aburrido? — Exclamó el recién llegado y se detuvo al notar la presencia de ambos jóvenes — Están ocupados, lo siento.

— Eh, sí. Estos son Remus y Sirius — se levantó John para presentarlos —. Los ayudamos con algo.

— Detective Inspector Lestrade — dijo él con una amplia sonrisa, estrechándoles las manos amigablemente para luego voltearse hacia Sherlock. Remus pensó por un momento que el nombre se le había hecho familiar, pero prefirió sacudir ese pensamiento fuera de su cabeza por el momento —. No era aburrido — se quejó Lestrade, alzando un poco más su voz —. No fue su hermana, ella estaba… — Repentinamente el Inspector se quedó en silencio, viendo por el rabillo del ojo a los dos adolescentes y dio un pequeño suspiro — ¿Volverás a verlo al menos?

— No. Ya puedes irte — dijo Sherlock con frialdad, pero rápidamente fingió una amistosa sonrisa.

Remus vio cómo Lestrade lo miraba con el ceño fruncido y pareció como si estuviese a punto de responderle algo cuando John lo interrumpió.

— Estamos en medio de algo ahora, Greg — dijo John con suavidad, apoyando la mano sobre la espalda de Lestrade para guiarle hasta la puerta.

— Bien — gruñó el otro hombre, que rápidamente agitó su mano en despedida hacia los jóvenes y luego murmuró hacia John —: Haz que revise el caso, por favor.

— Lo haré, descuida.

Lestrade les ofreció una última sonrisa más antes de desaparecer de la habitación.

La puerta se cerró por completo una vez más y Watson volvió hasta su asiento, mirando fijamente a su pareja.

Sherlock lanzó un dramático suspiro, que Remus sólo podría comparar con el festival de dramáticos suspiros que Sirius le ofrecía a él y a sus amigos cada vez que estaba aburrido y quería aliviar su estado con alguna travesura hacia los Slytherins.

— ¿Me prestarían su aparato? — Preguntó Sherlock, fingiendo otra sonrisa y dejando su brazo colgar en el reposabrazos de su sillón, mirando fijamente a John, como si esperara alguna aprobación por parte del doctor.

— Eh, sí — Sirius fue el que se levantó y caminó hasta él rápidamente para entregárselo en sus propias manos —. Se supone que todo está en orden, no sabemos cómo llegamos aquí.

— Sólo debían ser dos años — agregó el licántropo, que también se había puesto de pie y había caminado hasta ellos para ofrecerle además el pergamino con las instrucciones que no había podido evitar llevar consigo.

Remus y Sirius volvieron a sus asientos y esperaron en silencio hasta que Sherlock volvió a hablar después de unos minutos.

— Tienen razón —dijo finalmente mirando a John, luego de analizar todo el aparato y leer varias veces las instrucciones.

— Tal vez podrías desarmarlo y… — Intentó decir John, pero fue interrumpido bruscamente por los demás.

— ¡No! — Gritaron al unísono.

— Al desarmarlo perdería toda su… magia interna — Sherlock murmuró entre dientes.

— Entonces admites que se trata de magia — John Watson sostenía una amplia sonrisa y había cruzado sus brazos sobre el pecho, luciendo bastante orgulloso.

— Mientras no tenga mejores pruebas científicas, seguiré con tu juego, John.

— Como digas — resopló el otro.

Volvieron a quedar en silencio cuando Sherlock había vuelto a revisar el objeto, esta vez usando una pequeña lupa.

— ¿Puedo preguntarte algo? — Se dirigió el joven Black hacia John mientra stanto, él asintió de inmediato — ¿Quién es Harry Potter?

— Oh — John se puso de pie y fue hasta una estantería —. Es el nombre del protagonista de unas novelas infantiles muy famosas en Inglaterra.

— ¿De qué tratan?

— Bueno, sobre… un mago — les ofreció a cada uno un libro diferente, mientras dejaba en la mesa de café otros cuantos.

— ¿Un mago famoso en el mundo de muggles? — Le preguntó Sirius a su novio.

Muggles — repitió Watson canturreando con una sonrisa en sus labios.

— Esto tiene que ser un error — masculló Lupin y le mostró un libro abierto, señalando con el dedo.

— ¿Dumbledore? — musitó Sirius, leyendo seriamente.

— Oh, en ese sale tu nombre — dijo John y decidió sentarse entremedio de ellos para guiarles a través del libro.

— No puede ser — exclamó Sirius.

— Déjame ver — Remus le pidió el libro y leyó completamente abrumado.

— Y tu nombre sale en este — John le ofreció otro libro a Sirius —. Muchas veces.

— ¿Qué? — Ojeó rápidamente el libro y se horrorizó al ver que John estaba en lo cierto.

— También tú — le dijo ahora a Remus.

— ¿Qué es esto? — Preguntó temeroso. ¿Cuántas cosas pudieron suceder en treinta y siete años?

— Esto es Harry Potter — respondió John encogiendo un hombro.

— No te estaba preguntando — intervino Sherlock en una burla.

— Pero no puede ser — dijo Remus ignorando el comentario de Sherlock.

— ¿Crees que sea sobre nosotros? — Le preguntó Sirius.

— Lo viste, menciona a Dumbledore, McGonagall y hasta a Hagrid.

— ¿Y quién escribió todo esto? — Sirius cerró bruscamente el libro para leer la portada, pero al no reconocerlo se lo mostró a Remus — ¿Sabes quién es?

— No, nunca lo había visto antes — respondió rápidamente — Esto es confuso — Remus se inclinó hacia atrás en el asiento y tragó saliva.

— ¿Quieren un té? — Preguntó John y Remus fue el primero en aceptar.

James — soltó Sirius luego de un rato en silencio y se tapó prontamente la boca con la mano —. Es el hijo de James.

— ¿Qué? ¿Quién? — Remus se acercó a él en el vacío que John había dejado entre ellos.

— Harry. Es el hijo de James y Lily y — lo miró con tristeza —… están muertos.

— Sirius — advirtió Remus —. No necesariamente quiere decir que esto pasará, deben ser personajes ficticios.

El joven Black no dijo nada y siguió ojeando uno de los libros mientras esperaban por el té. Remus había vuelto a inclinarse sobre el respaldo del sofá y se mantenía con los ojos cerrados, no quería creer en nada por ahora.

Un té le haría muy bien.

— Tomen — John les ofreció a ambos una taza.

Ambos recibieron el brebaje y bebieron a gustos, mientras el doctor volvía a su asiento, ofreciéndole también una taza a Sherlock, quien había estado todo este tiempo con los ojos fijos en un aparato entre sus manos.

— Háblanos más de esto — le pidió Sirius.

— No sé qué más puedo decir, Sirius — respondió encogiéndose de hombros —. La verdad no sé si son reales.

— Sirius, de verdad, sólo pueden ser coincidencias.

— ¿Coincidencias, dices? — Sirius se dirigió a su novio con furia en los ojos. Le ofreció el libro que había estado viendo desde hace un rato —. ¿Que esta persona señale tu licantropía es una coincidencia, Remus? ¿Que diga que puedo transformarme en un perro, te parece coincidencia, Moony? ¿Que mencione a Los Merodeadores? ¡¿QUE HABLE DEL MALDITO MAPA SUENA COMO UNA COINCIDENCIA PARA TI?!

Remus vio cómo toda la habitación había comenzado a dar vueltas alrededor suyo y tuvo que cerrar los ojos por un momento para tranquilizarse.

— No puede ser — exclamó suavemente tomando el brazo de Sirius con fuerza para encontrar estabilidad, repitió —: No puede ser.

— ¿Cuántos días faltan para luna llena? — Se atrevió a preguntar John, interrumpiendo su momento.

Remus deslizó su mano hasta tomar la de Sirius y entrelazó sus dedos juntos, apretando suavemente.

— Cuando nos fuimos, faltaba una semana — respondió Sirius en un suspiro, mirando a Remus con preocupación.

John asintió con la cabeza y se dirigió a su novio.

— ¿Puedes averiguarlo, Sherlock?

Sirius y Remus terminaron de beber su té y esperaron aterrados la respuesta de Sherlock.

— Dos noches — soltó éste sin advertencia alguna.

— Dos noches — repitió Lupin y se tapó el rostro con ambas manos, sintiendo un leve dolor en el pecho.

Sirius puso una mano en su espalda.

— Tenemos que estar en nuestra época — dijo el animago, mirando a los mayores, en especial a John.

— Algo se nos ocurrirá — intentó tranquilizarlo John —. ¿Sherlock, viste algo nuevo en el aparato?

— Nada — se quejó molesto, volviendo a tomar el objeto que había dejado en la mesita auxiliar a su lado —. No hay nada que indique la razón de su falla.

— Gracias — suspiró John y vio el reloj en su muñeca —. Se hace tarde, ¿les parece si cenamos? Luego, si están de acuerdo, pueden dormir aquí. La habitación de Sherlock está disponible.

— ¡Hey! — Volvió a quejarse Sherlock.

— Llevas semanas sin dormir ahí — le respondió John.

— No se molesten, nosotros podemos… — Comenzó a hablar Sirius, pero fue interrumpido por el mismo médico.

— No, está bien, Sirius. La verdad es que prefiero saber que están seguros aquí.

Sirius asintió con la cabeza mientras continuaba acariciando la espalda de su novio, quién mantenía la cabeza gacha.

Luego de un rato, John les dijo que iría a limpiar la habitación de Sherlock para que ellos estuviesen cómodos al momento de dormir.

Escucharon a John ir y venir alrededor del departamento, subiendo y bajando escaleras hasta que volvió a aparecer por la puerta principal, seguido de una agradable mujer mayor.

— Nunca había comido de esto — logró articular Sirius Black una vez que la casera de Sherlock y John les había servido la cena.

— Sirius, no hables con la boca llena — se quejó Lupin.

— Pero qué niños tan adorables son estos — sonrió la casera. La señora Hudson era una mujer mayor, pero a pesar de verse como una delicada anciana, tenía bastante carácter —. Espero que se queden por más tiempo.

— Intentamos que se vayan — soltó por primera vez, desde el comienzo de la cena Sherlock.

— No seas grosero — la mujer le dio un pequeño golpe en el brazo.

— Gracias, Señora Hudson, pero Sherlock tiene razón — afirmó el joven licántropo —. Nos están ayudando con un problema.

— Oh. Ya casi me encariñaba con ustedes también — confesó ella.

Todos parecían realmente cansados para cuando habían terminado de comer, por lo que John les indicó la habitación de Sherlock y les facilitó un par de pantalones y camisetas para que pudieran dormir.

— Podremos lograrlo — Sirius Black trataba de calmar a su novio una vez que se habían despedido de John y Sherlock y se habían acomodado debajo de las ropas de cama para dormir.

Remus estaba triste, era cierto que aguantaba las ganas de largarse a llorar de desesperación, pero si algo lo caracterizaba, eran sus fuerzas en momentos difíciles. Y si era honesto, le hacía sentir mejor que Sirius estuviera apoyándolo de tal manera a su lado y dudaba que hubiese logrado mantenerse así de tranquilo si hubiese estado por su cuenta. Ambos sabían que era un grave problema que se acercara la luna llena en esta realidad. Si no encontraban la solución, ¿cómo podrían ocultar a un hombre lobo en un lugar así?

Si llegaron hasta aquí, agradecería opiniones, para que me cuelgue o no sé :)