RELIQUUS
LOS ARCHIVOS PERDIDOS
StEbAnRoPeRo
Invierno
"Flor invernal,
belleza colosal.
Crece, hermosa, baila con la tempestad.
Blanca, y pura joya invernal.
Flor invernal,
belleza colosal.
Bendice mi hogar para siempre."
La hermosa voz que salía del tocadiscos estaba condenada a repetir esa canción, quien cumplía el mismo desde los tiempos de la Gran Guerra, dándole una especie de belleza a este lugar tan abandonado y lúgubre. Colocado cerca de una ventana, creando el eco que alimentaba la atmósfera del lugar. Una yegua de tamaño pequeño, cubierta para el frío en su totalidad, alternaba la vista entre el aparato antiguo y el horizonte: apartamentos pequeños con graves signos de destrucción e incendios, algún que otro esqueleto que se podían notar en los balcones o en los viejos cafés, carromatos de los cuales solo quedaban el chasis, a duras penas mantenido. Mas allá, alzando la vista, podía encontrar una especie de cartel de bienvenida, con colores fríos y letras amarillas, mostrando la cooperación entre equinos y metamorfos.
"BIENVENIDOS A LA GRAN CIUDAD DE FREOURMI, ILUSTRE PARAÍSO PARA CHANGELINGS Y PONYS." Las marcas de bombas, las paredes con agujeros de balas y algunos rastros de violencia decían lo contrario.
Pero, ella no podía distraerse. Se quito la parte de la bufanda que le tapaba la boca y lentes para la nieve para tener algo más de libertad, dando un suspiro que le permitió ver su aliento. Una linda unicornio, entrando a la pubertad a duras penas y con un tamaño por debajo de la media, se divertía con el vapor. Ya satisfecha, volvió con su trabajo.
El norte de Equestria, esa tierra dura donde el invierno lo había tapado por más de un siglo, se aseguraba de que solo los más fuertes y adaptables pudiesen salir adelante. Sus ciudades apartadas, la nieve que te puede enterrar si pisas mal, la gran cantidad de criaturas –tales como el Wyvern, la infame araña roca, o el winterwolf, acechaban por todos lados. De esas regiones, salían muchos buscadores, aquellos dispuestos a indagar en el viejo mundo para tener con que comer. Nuestra potra era una, quien después de divisar una pintura muy extraña, de cinco ponys y una alicornio violeta, empezaba a buscar por la misma.
Era sencillo, tenía que buscar en el marco alguna abertura para poder hacer palanca, el mismo estaba, y no le costó mucho encontrarlo, en el marco superior, facilitándole la tarea de quitar el retrato.
Era ahí donde venia la parte "divertida", la caja fuerte. La podía superar en tamaño, ni hablar de peso.
La potra asentía con un puchero en su boca.
— Es una Holder de Iron Mare, una de las ultimas. — La potra, dio algunos golpecitos en la misma, acero puro. — El tiempo le ha hecho estragos, no debería ser muy difícil.
De sus espinilleras delanteras saco la ganzúa, levitándola hacia el cerrojo. Movía con cuidado la herramienta, con la lengua en la boca como si eso le ayudase a concentrarse. Se frustro, dando algunos gruñidos y maldiciones, hasta que oyó un glorioso CLICK, sacándole una sonrisa de oreja a oreja. Giro de manera triunfal la válvula que abría la caja fuerte.
Nada más que una caja de madera, con varios cubos metálicos con patrones de líneas y colores que ella no reconocía, y una brillante luz milagrosa en el centro de cada lado, una carpeta con documentos que podrían volverse polvo en nada, y (¡Mas importante!) una bolsa con bits de oro. Solo un par de esas monedas le asegurarían una habitación con chimenea y tres comidas calientes en cualquier posada. La potra guardo todo menos las carpetas como tesoros de toda la vida, aunque no pudo evitar echar una hojeada. La letra parecía muy mecánica, pero era legible en las partes principales.
"A nuestros agentes en la ciudad de FREOURMI.
Les agradecemos que hayan borrado cualquier rastro que puedan incriminar a la nación de su majestad, madre de todos los changelings. El asunto con los extremistas que se originaron, muchos de ellos alimentados por la xenofobia, ha puesto todo el asunto de cabeza. Lograr rescatar a la dama blanca, fue lo mejor que pudieron haber hecho.
Por desgracia, la dama, severamente dañada en su psique por su retención, no ha dejado de repetir el nombre de nuestra sagrada reina, por muchos de los mejores intentos de los leales maestros del psique de su majestad. Si ya de por sí, dejarla causaría problemas; solo imagínense el hecho de tenerla por más tiempo en el Reino.
Afortunadamente, el descubrimiento que hizo la señorita fue 'adquirido' en su proceso de recuperación. Pronto podremos usarlo para nosotros."
La potra trataba de leer y de entenderlo, todo caía en saco roto. Dejo la carta en la caja fuerte, tomando el resto de las cosas. NO sabía qué hacer con los cubos, pero...
El sonido de madera soportando peso atrajo su atención. La potra volteo, pero no quiso esperar quien venía. Tomo impulso con sus patas traseras y salto hacia una viga, apoyándose a duras penas. El techo derruido le permitió meterse en el piso de arriba, un excelente lugar donde espiar.
LO que vio le congelo el corazón, había oído rumores de esas aberraciones, pero las tenía en frente.
Todo negro, una armadura hecha de una tecnología de otro mundo, con diversos tubos de tamaño pequeño saliendo de las alforjas adheridas. Ojos con un brillo infernal o fantasmal, y una especie de mascara-respirador. Los no-muertos changelings, que databan de tiempos de antes de la Gehena, hacían su aparición en la habitación que había dejado la potra, quien se llevo un casco a la boca para que no oyeran su respiración.
Los no muertos daban pasos pesados, como si quisieran que estuvieran ahí. Habían tres de estos, uno más alto que los demás, todos con una respiración pesada que aterraba a quien estuviese al frente. La alta, demostrando ser yegua por su voz (aguda, mecánica y muy aterradora), había señalado la caja
fuerte, uno de sus acompañantes fue a revisarla.
— Maldita sea. — Se limito a decir quien se acerco a la caja fuerte, revisando los papeles y dejándolos con furia. Tenía una voz más gruesa de la normal, similar a la de un ogro. Soltó un gruñido.—Aquí estaban los Cubos, pero alguien se adelanto.
— NO está muy lejos. — La yegua lo mando a callar, soltando una pequeña risita. — Catorce años, yegua, unicornio, muy ágil. Buscaba algo con que comer. — La potra se le detuvo el corazón. — No está muy lejos.
— No perdamos tiempo, entonces. — Dijo el otro acompañante, igual a su compañero. Soltó un gruñido de exasperación. Los tres salieron, permitiendo que la potra pudiese recobrar el aliento.
Lo que no había notado, es que detrás de la unicornio, una máscara metálica, con mejoras en la óptica de los ojos y teniendo la apariencia de una calavera o de un demonio, tenía la vista fija en ella. Cuando la potra volteo, jamás se sintió tan asustada... Y tan aliviada de ver esa mascara changeling.
