Hola amigos, aquí les traigo un nuevo trabajo donde abandono a mi pareja estrella en la maravillosa obra de Naoko Takeuchi, Sailor Moon. Les ofrezco una historia entre Andrew y Lita, entre Mauricio y Patricia, como se les nombró en España. Espero les guste. QUise complacer a una gran amiga, también escritora de divertidos fics, Oni-san Leidy8231 / LadyOtaku8231, espero lo disfrutes, amiga.
Espero les guste, estaría muy feliz de recibir sus criticas, siempre constructivas. Aunque en este capi no hay lemon, todo llegará.
"– ¡Venga, Armando! Otra ronda más, te vendrá bien para olvidarte de todo." –exclamó un joven de cabellos castaño claro y alegres ojos verdes mientras le ofrecía otra cerveza a su amigo.
"– No, Mauricio, con las últimas tres tuve más que suficiente, –declaró un apuesto joven de cabellos oscuros y mirada zafiro que ya estaba algo achispado– alcohol no es lo que necesito para olvidarme de lo que siento, amigo, sólo consigue que la idealice más… y la desee más… y sabes perfectamente que eso no puede ser…"
"– ¡Mira que eres difícil! Le das demasiadas vueltas a la situación, –dijo dando un sorbo a la cerveza que su amigo había rechazado– lo que tienes que hacer es seducirla fuera de clases y sacarte la espinita. Una vez la hayas probado, se te pasará. Es todo pasajero, créeme."
"– Me gustaría ser como tú, Mauricio, te lo digo en serio, –aclaró levantándose de la mesa– cada semana estas con una mujer diferente y no las vuelves a ver después. Tomáis respectivamente lo que queréis de otro y después, si te he visto, no me acuerdo." Mauricio se rio con fuerza mientras tomaba un largo trago de su cerveza y apretaba contra él a una hermosa joven de cabellos rojos ondulados.
"– Eres demasiado serio para hacerlo, pero me ofrezco a darte clases particulares, –afirmó risueño alzando la botella brindando por su amigo– hasta que no lo pruebes no sabrás lo que es divertirte."
"– Si ésta es tu idea de divertirte, creo que paso, –aclaró Armando desde la puerta– prefiero seguir como estoy disfrutando en silencio del placer de ver a mi rubio tormento que no saltar de flor en flor como haces tú. ¡Me sorprende que no te confundas de nombre cuando estás con una de tus conquistas! Se buen chico, y no te vayas muy tarde a casa, recuerda que mañana por la tarde hemos quedado para preparar las clases de la semana que viene."
Y diciendo esto, Armando salió de aquel bar pagando sus cervezas y dejando a su amigo con aquella pelirroja que al igual que él, sólo buscaba pasar un rato entretenido sin compromisos ni obligaciones.
Un par de horas más tarde, un Mauricio bastante más borracho salía de aquel bar solo. La pelirroja había resultado ser un completo aburrimiento, según él, y no había querido satisfacer las demandas que él le hizo. No es de extrañar, ¿quién en su sano juicio iba a querer bailar desnuda sobre una mesa para complacer a un borrachín en un sencillo pub? Ella desde luego no, y los trabajadores de aquel sitio le habían "invitado" amablemente a abandonar el pub tras pagar la cuenta.
Iba dando tumbos por la calle cuando se chocó contra un par de sujetos que caminaban en sentido contrario al suyo.
"– ¡Uy! Perdonen, caballeeeros… ¡hip! –consiguió decir mientras se apoyaba contra uno de ellos– no les había visto… ¡hip!" Ambos hombres se miraron y en sus caras se dibujó una pérfida sonrisa.
"– No se preocupe, amigo, –dijo uno de ellos tras sujetarle de las solapas de su cazadora– no es nada que no puedas solucionar con los billetes de tu cartera." Mauricio alzó sorprendido una ceja mientras trataba de asimilar las palabras de aquel hombre.
"– No entiendo… ¡hip!… mis billetes están muy bien donde están…" –dijo él tratando de apartarse manteniendo el equilibrio.
"– No lo has entendido, amigo, –dijo bruscamente el otro hombre mientras sacaba una navaja que agitaba levemente en el aire frente a sus ojos– no te estamos pidiendo nada, ¡danos todo tu dinero y nada malo te pasará!" Mauricio recuperó levemente la sobriedad pero su estado de embriaguez era tal que no pudo hacer mucho para alejarse de sus atracadores. Estos le arrinconaron contra una pared. Él que le sujetaba y presionaba contra el muro trataba de coger su cartera de uno de sus bolsillos y él no dejaba de moverse torpemente tratando de evitarlo.
"– ¿Quieres estarte quieto? –gritó quien le sujetaba– te estás buscando una visita para el hospital si no cooperas."
"– Yo de vosotros le soltaría, –dijo una firme y contundente voz femenina– o seréis vosotros los que visitareis la sala de Urgencias del hospital." Los hombres se giraron hacia donde procedía la voz pero la zona donde se encontraban no estaba bien iluminada y apenas distinguieron una silueta.
Se escuchó el repiqueteo de unos pasos cerca de ellos,… el sutil sonido de unos tacones. De las sombras surgió una hermosa morena con el cabello recogido en una coleta alta. Llevaba un uniforme de falda larga beige y camisa marinera blanca con el cuello a juego con la falda. En su serio rostro se apreciaba determinación y temple, todo en ella hacía notar que estaba en guardia y preparada para afrontar aquella situación.
"– Pero ¿qué tenemos aquí? –Exclamó malicioso el hombre de la navaja con un toque de lujuria– Dulzura, no deberías meterte donde no te llaman, podrías resultar herida o tal vez… –dijo con lascivia–… podría pasarte algo mejor." Aquel hombre había dejado claras sus intenciones tras el rápido repaso que le dio al cuerpo de la joven.
"– ¡Venga, tío! Cojamos la pasta de este pringado y larguémonos, –exclamó el hombre que sujetaba a Mauricio contra la pared– no tenemos tiempo para juegos." El hombre de la navaja hizo un gesto con la mano restándole importancia al comentario de su cómplice y se acercó a la joven. Ésta seguía firme en su posición, no había temor ni miedo en su rostro y su posición denotaba control y fuerza. Sin previo aviso, el hombre dirigió rápidamente su mano libre para sujetar del brazo a la mujer, pero cuál fue su sorpresa cuando el brazo de ella retrocedió, arrastrándolo y haciéndole perder el equilibro. En su recorrido hacia el suelo, la rodilla de la joven se incrustó en la entrepierna del maleante y lo siguiente, y último, que éste sintió fue un seco y fuerte golpe en la nuca que lo dejó sin sentido.
"– Uno menos –aclaró la morena– ¿y tú? ¿Prefieres también que en Urgencias te atienda el Urólogo o únicamente el traumatólogo por todos los huesos que te romperé?" Aquellas 'advertencias' cumplieron con su cometido; el otro hombre, con el rostro desencajado e invadido por el temor que infundieron las palabras de la joven, se acercó cauteloso a su compañero inconsciente y tomándolo por los brazos, se lo llevó a rastras; con tan mala suerte que cuando alcanzaron la esquina, un coche patrulla les bloqueó el paso. Los policías, que inicialmente se interesaron para ayudarlos, los detuvieron in situ, pues eran buscados por hurto a los transeúntes en aquella zona. La joven observó la escena complacida.
"– ¡Bien, unos delincuentes menos circulando por ahí!" –declaró satisfecha. Entonces dirigió su mirada a Mauricio que algo más repuesto de su borrachera debido a la situación, se había escurrido por la pared, acabando sentado en el suelo. Ella se aproximó hasta quedar a los pies de Mauricio y se arrodilló junto a él.
"– ¿Te encuentras bien? –preguntó con cierta reserva; Mauricio sólo asintió boquiabierto– ¿crees que puedas levantarte?" Él volvió a asentir. Estaba totalmente embelesado por aquella joven que lo había librado de un atraco. Parecía, además de ágil, muy fuerte. Era alta, de complexión atlética, de largas piernas y delicado rostro. Un magnífico coctel que sumado a su voz y al delicado aroma a rosas que despedía, lo habían dejado totalmente fascinado. Ella ofreció su mano para ayudarlo a ponerse en pie, Mauricio sin dudar la tomó. El calor y fuerza que irradiaba aquella femenina mano, le produjo un escalofrío intenso. Cuando por fin se mantuvo sobre sus piernas, los efectos de las incontables cervezas que había tomado, se hicieron notar y un poderoso mareo se apoderó de su mente y su cuerpo. Su vista se nubló y lo último que sintió fue la sensación de caída ante la mirada preocupada de su salvadora.
·
oOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOo
·
'¿Por qué tuve que tomar este camino para volver a casa? Vale, es el más corto hasta el apartamento, pero también es menos seguro. No es que tenga miedo, me sé defender sola, pero parece que tengo complejo de salvadora; igual que hace un par de días con aquella chica rubia de peinado extraño con largos cabellos en dos coletas, moños y ojos azules ¿Tsukino-san se llamaba? Sí. Si no llego a estar cerca, la habrían atropellado. ¿Qué demonios hacía ella parada en medio de la carretera? ¡Y ahora esto!' pensaba Patricia mientras cargaba en sus brazos al joven inconsciente que acababa de salvar. Si tan sólo aquel coche patrulla hubiese girado la esquina un minuto y medio antes, los atracadores habrían sido detenidos y el joven habría estado a salvo sin que ella tuviese que intervenir, por lo menos podrían haber averiguado donde vivía para llevarlo a su casa.
Pero ahora se encontraba en una extraña situación; si sus amigas de la preparatoria la vieran se echarían a reír. '¿No se supone que son los hombres quienes salvan a "damiselas en apuros" y las llevan en brazos gentilmente? Sí, eso pasa en los cuentos de hadas, pero no en mi vida' pensó molesta Patricia mientras subía las escaleras de su edificio hasta la segunda planta.
'Es guapo' pensó observándole mientras lo dejaba apoyado contra la pared buscando sus llaves. Cuando entró con su inconsciente acompañante a su casa, directamente lo llevó a su taller. Bueno, ella lo llamaba así pues ahí era donde ella cosía, hacía arreglos florales y tenía todos sus libros de cocina y archivos de recetas. En esta pequeña habitación había una pequeña cama individual donde a veces se echaba algunas siestas pero nunca dormía allí por las noches. Tenía una regla, no trabajar en el mismo lugar de descanso.
Patricia acostó al joven en la cama, no se había despertado en ningún momento y eso que ella no había podido evitar hacer ruido cuando entró, ya que tanto su mochila como el maletín de su nuevo amigo se cayeron al suelo. Como pudo, le quitó la cazadora que llevaba, los zapatos y le tapó con la sabana.
"– Ciertamente eres muy atractivo… –susurró observándole con detenimiento– te pareces a un chico que me rompió el corazón…" Sin darse cuenta comenzó a acariciarle el cabello. Era suave y brillante, de un agradable y cálido castaño claro. Eso sumado a sus ojos verdes que antes de caer sin sentido había podido apreciar, completaron el pensamiento de que ese joven era realmente guapo. Pero ella estaba escarmentada, tiempo atrás se había jurado no fomentar los sentimientos que ningún chico despertase en ella sólo por su parecido con algún exnovio o el senpai de su antigua escuela.
"– Mmmm,… ¡qué agradable! –Susurró medio dormido el joven; Patricia detuvo sus caricias al darse cuenta de lo que estaba haciendo, pero su durmiente acompañante protestó cual niño– ¡Nooo! ¡No pares, es taaaan increíblemente placentero!" Ella se sorprendió, una leve sonrisa acudió a su boca y aun sin entender por qué lo hizo, reanudó sus atenciones para con el joven. Durante el minuto siguiente, lo escuchó ronronear en un par de ocasiones mientras una complacida sonrisa curvaba su boca. Aún más dormido que despierto, demostraba lo bien que le sentaban aquellas caricias, pero en el momento que lo escuchó roncar levemente, se detuvo y salió de la habitación suspirando.
"– Bueno, señorita buena Samaritana, completa tu obra." –se dijo ella en voz alta mientras iba a la cocina por un vaso de agua y un par de aspirinas para dejarlas en la mesilla de noche al lado de su inesperado huésped. Después de aquello, se refugió en su habitación, se puso uno de sus cómodos camisones, conectó el despertador y se metió en la cama, donde no tardó ni medio minuto en dormirse. A la mañana siguiente lidiaría con su huésped.
·
oOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOo
·
"– ¡Aaah! Maldita sea, ¡qué dolor de cabeza más horrible tengo!" –balbuceó Mauricio tan pronto como abrió los ojos. Tardó unos segundos en acostumbrarse a la luz de la mañana, pero cuando lo hizo, se dio cuenta que no reconocía aquel lugar. Lentamente se incorporó en la cama y observó la habitación; había varias estanterías con pequeños arreglos florares, secos y frescos, algunas plantas aromáticas, montañas de libros de cocina y una mesa con telas, bobinas de hilo y un costurero de madera con suaves dibujos de enredaderas y rosas recorriéndolo. A su lado, vio el vaso y las aspirinas y dando gracias a quien las hubiese puesto allí, se las tomó para abreviar el tiempo que tardase en aliviar su malestar. Con cuidado de no caerse, salió de la habitación y captó un delicioso olor y ruido de cacharros. No conocía la casa en la que estaba que sin duda debía agradecer a quien le hubiese ayudado que no le hubiera dejado tirado en la calle. Con lentos pasos entró en la habitación de donde salían los ruidos y tan deliciosos aromas, y vio frente a él, terminando de cubrir con chocolate un apetecible bizcocho, a su salvadora del día anterior. Si la noche anterior le pareció hermosa, ahora, estando sobrio y más o menos despejado, le pareció la visión más sublime, una diosa. La morena frente a él vestía un sencillo vestido de tubo verde adornado con cintas de un verde más oscuro que cruzaban su cuerpo por debajo de su pecho hasta las caderas. Un delantal ocultaba sus voluptuosos pechos pero aun así era más que evidente que tenía una figura magnífica. Ella levantó la vista y le miró sorprendida. '¡Dios! ¡Que ojos verdes más atractivos!' pensó un segundo mientras sus mejillas se teñían de rojo.
"– Eeehh,… muchas gracias por ayudarme anoche… –dijo Mauricio avergonzado aproximándose a la joven– imagino que le causé más problemas de los que recuerdo,… mi mente no está muy clara a ese respecto… ¿Qué… pasó anoche?"
"– ¿No lo recuerda? –preguntó limpiándose las manos y acercándose al mueble tras ella, él negó– No se preocupe, mejor desayune, imagino que tendrá hambre; son más de las 11. ¿Un café y un pedazo de bizcocho de chocolate? Está recién hecho." Ofreció la morena, Mauricio asintió con una sonrisa de agradecimiento y se sentó en un taburete alto frente al mostrador de la cocina, donde ella había depositado una taza roja. Era incapaz de apartar la mirada de ella. '¡Qué guapa es! Amable, bondadosa, buena cocinera, femenina, habilidosa… ¡Y toda una ama de su casa!, ¿por qué las buenas están todas cogidas? ¡Qué suerte tiene su marido!' pensó mientras la miraba de soslayo cuando ella le sirvió el café y le aproximó un gran pedazo de bizcocho que olía delicioso.
"– Espero no haberle causado problemas con su marido anoche, tan pronto como desayune saldré de su casa, pero me gustaría agradecerles por haberme socorrido en un momento de necesidad." –expresó Mauricio tras dar un sorbo al intenso y fragante café y un mordisco al bizcocho. 'Mmmm, delicioso, justo como pensé' se dijo Mauricio. De pronto, un maravilloso sonido llegó a sus oídos. Una risa. La morena se estaba riendo frente a él, al parecer había dicho o hecho algo gracioso. '¿Tendré chocolate en la cara?' pensó extrañado Mauricio pero encantado con aquel sonido celestial que le inundó el alma.
"– Perdóneme, pero ¿de dónde ha sacado que estoy casada?" –rio ella apoyándose en el mostrador.
"– ¡Oh, disculpe! Pero es que su casa no parece ser una persona soltera, todo parece indicar que es el hogar de gente joven,… y usted es tan hermosa… –ella se ruborizó– que me pareció imposible que no tuviese alguien en su vida. Además, que alguien tuvo que traerme hasta su casa y por ello pensé que…"
"– Ah… eso,… verá… señor…" –dijo ella buscando las palabras para explicarle, sin duda después correría espantado al enterarse que una mujer lo había cargado como si de una pluma se tratase.
"– Mauricio, mi nombre es Mauricio. ¿Y usted es, mi bella dama?" –pidió galante ofreciendo su mano para estrechar la de su anfitriona.
"– Patricia, pero no me llame de usted, soy muy joven para eso." –aclaró ruborizada estrechando la acogedora y firme mano de Mauricio. Éste se sobresaltó al apreciar la misma sensación cálida de la noche anterior.
"– Lo mismo te pido a ti, Patricia, soy muy joven; tuteémonos, ¿quieres? –ella asintió– ¿Y bien? Si no estás casada, ¿quién te ayudó a traerme hasta aquí? Debo agradecéroslo en cualquier caso." Ella negó silenciosamente con una sonrisa pero ésta no llegó a sus ojos. Algo la preocupaba.
"– Verás, Mauricio,… yo… te cargué hasta mi casa; tengo… bastante más fuerza que el resto de las mujeres de mi edad… es mi constitución." –respondió dudosa esperándose la huida de su guapo invitado. Cerró los ojos esperando el ruido del taburete donde estaba él sentado siendo apartado y la disculpa para salir corriendo de su casa… pero ésta no llegó. Patricia alzó la mirada para encontrarse los hermosos ojos verdosos de Mauricio algo más abiertos por la sorpresa pero sin ningún ademán de querer salir huyendo.
"– ¡Guau! Eso es… –'ahí está la burla' pensó ella preparándose para escucharla–… ¡Increíble! –exclamó sorprendido pero con admiración– No sólo debes ser bastante fuerte, porque yo precisamente no soy un peso pluma. ¡Además, que estando inconsciente debí de ser difícil de cargar!" Ella le miró sorprendida y después agradecida, era el primer hombre que no salía corriendo despavorido al conocer sus poco habituales habilidades, en la Secundaria había tenido varios problemas debido a su fuerza y complexión.
Las siguientes horas las pasaron charlando relajados mientras ella arreglaba la cocina y se disponía a preparar la comida; era domingo y por lo que se dieron a entender, ninguno tenía prisa por poner fin a su peculiar reunión.
Patricia le había explicado lo sucedido la noche anterior, sin mencionar las caricias a su pelo, y de cómo había terminado su velada. Al parecer Mauricio no recordaba casi nada desde que salió del bar.
Mauricio no entendía que le ocurría con aquella mujer. A pesar de apenas conocer algunos detalles de quien era ella, y escasamente llevar unas horas charlando, se sentía como si la conociese de siempre; habían hablado de todo y de nada. Ella le contó que desde muy niña le habían interesado las artes marciales, pero relajó un poco el ritmo para ocupar su tiempo con tareas algo más propias de su condición. Había descubierto que le encantaba cocinar y la costura, y no se le daban nada mal. También le habló sobre su familia, más bien sobre la carencia de la misma, pues sus padres habían muerto siendo ella niña. Mauricio, tratando de consolarla, había tomado su mano entre las suyas, y al no alejarse ella, mantuvieron el contacto. Él por su lado le habló de su familia. Sus padres eran dueños de la cafetería y la sala de videojuegos Crown, allí trabajaba su hermana Unazuki y él había ayudado por las tardes en la sala de videojuegos mientras terminaba su último año en la Universidad.
Hacía tiempo que no experimentaba aquello, deseaba estar donde estaba y no como era habitual en él cuando un miembro del sexo opuesto estaba implicado. Con cualquier otra, ya habría pasado al magreo y los besos, pero con ella era diferente. No le parecía la típica mujer alocada que buscaba pasar el rato sin compromisos, a pesar de ser joven, la veía con otros ojos y eso le sorprendió. Por primera vez en mucho tiempo pensó y sintió que había encontrado a alguien especial que podía hacer girar todo su mundo.
"– Patricia, dime… –preguntó indeciso mirando la mano de ella mientras la acariciaba suavemente– ¿sales con alguien en estos momentos?" Ella se sonrojó intensamente sin apartar la mirada de él, que segundos más tarde alzó la vista centrándose en ella. En su mirada apreció nervios y expectación esperando por su respuesta. Ella negó ruborizada, aliviándole sin saberlo.
"– ¿Querrías… ir a tomar un café algún día de estos?" –pidió Mauricio tímidamente fijando su mano sobre la de ella. Patricia estaba nerviosa ante la petición de Mauricio. Un silencioso monólogo se inició en su cabeza: '¡Dios! ¿Qué es esto? ¿Me está pidiendo una cita? ¡Nos acabamos de conocer! Es tan repentino. Me juré que no volvería a mirar a ningún hombre que me recordase a algún ex, ¡parece que no aprendes, Patricia! Pero… ¡parece tan buen chico! ¿Yo? ¿Salir con un universitario? ¡Vamos, Patricia! Que no te ha pedido matrimonio, ¡sólo es un café! ¡Dios! Debo haberme vuelto loca, acabo de conocerlo, pero…'
"– S…Sí, me encantaría." –respondió con cierta turbación. Mauricio sólo sonrió con alivio. De pronto él miró el reloj dándose cuenta de la hora.
"– ¡Maldición! ¡Qué tarde es! –Exclamó poniéndose en pie– He quedado con un amigo dentro de hora y media para mirar unos temas para clase. ¡Lo siento, Patricia! Tengo que irme." Ella se levantó apenada para traerle su chaqueta y maletín, en su rostro se dibujó brevemente una triste sonrisa mientras lo acompañaba a la puerta. Le observó calzarse y ponerse la cazadora.
"– Espero no haberte retrasado más de la cuenta." –dijo Patricia tratando de disculparse por retenerlo. Ella hubiese deseado que no hubiese mirado el reloj. Entonces Mauricio hizo algo que la sorprendió. Se giró y acercándose mucho a ella, puso su mano en su mejilla mientras la sujetaba poniendo su otra mano en su cintura. Como ella era alta, sus rostros quedaron muy cerca, sin apenas diferencia de altura.
"– Créeme que me quedaría pero no puedo cancelar esta reunión, ¡mi amigo Armando me mataría! –Aseguró él deslizando sus dedos por la mejilla de Patricia– Si pudiese, nada me movería de aquí, hacía mucho que no estaba tan a gusto con nadie del sexo opuesto. Créeme cuando te digo que esto ha sido especial para mí."
"– Para mí también lo ha sido… lo está siendo…" –murmuró mirándole avergonzada mientras él seguía sujetándola. Permanecieron unos instantes en silencio. Mauricio no se explicaba que le ocurría, su cuerpo no le obedecía, era incapaz de soltarla. Su mirada iba de sus ojos a sus labios, levemente entreabiertos. '¿Me golpeará si la beso? ¡Dios! Me muero por hacerlo, es tan dulce, tan frágil y fuerte a la vez, y si lo hago ¿me rechazará? Habrá merecido la pena' se dijo finalmente mientras se iba acercando a su boca. Patricia lo vio acercarse a ella. '¿Me va a besar? ¿En serio? ¿Tan pronto? ¿Qué haces, Patricia? Resístete, dale un puñetazo o un rodillazo dónde más le duela' pensaba, pero su cuerpo permaneció laxo esperando que Mauricio terminase el recorrido hasta sus labios. Ella simplemente se quedó estática esperando ser besada.
Entonces él se detuvo apenas a un par de centímetros de besarla.
"– Perdóname, no sé qué estoy haciendo; estas cosas vienen con el tiempo y nos acabamos de conocer." –le dijo Mauricio arrepentido pero sin retroceder. 'Bien, ¿quién eres tú y dónde está el libertino y mujeriego de Mauricio Furuhata?' se preguntó mentalmente mientras se golpeaba la cabeza imaginariamente contra la pared. Ella le miró entre sorprendida y ¿decepcionada?
"– No te he pedido que pares… pero si no quieres…" –susurró Patricia. '¿He dicho yo eso? ¿Dónde está la luchadora reservada y distante con los hombres?, ¿eh, Patricia? ¿Dónde la dejaste? ¿Y tu cordura?' Ella sintió como Mauricio tragó saliva y acarició con su nariz la de ella en una íntima caricia. Un escalofrío le recorrió al sentirlo tocarla y cuando sus labios se posaron sobre los de ella, su corazón golpeaba en su pecho con tanta fuerza que temía él lo estuviese notando. La caricia de ambas bocas fue breve, íntima y suave; apenas un roce de varios segundos, no hubo ninguna invasión apasionada, pero aquel beso removió algo dentro de Mauricio. 'Tan dulce' pensó él. Ningún anterior encuentro con sus "amiguitas" había conseguido despertar tal emoción en él, y este simple gesto había conseguido embargarlo de unas sensaciones totalmente novedosas para él. '¿Qué tiene esta mujer? apenas es un beso y me derrito por ella, mi sangre arde dentro de mis venas por ella pero soy incapaz de ir un poco más allá' pensó Mauricio mientras terminaba suavemente el beso.
"– Espero que llegues a tiempo… –murmuró tímida Patricia cuando él se separó– y procura tener cuidado." Mauricio sonrió levemente, tomó su maletín y cruzó la puerta cerrándola tras de sí. Patricia siguió mirando unos segundos más la puerta mientras sus temblorosos dedos rozaban sus labios todavía recordando el calor y el sabor de Mauricio.
'Ha sido tierno, pero dudo que se vuelva a repetir. Ni me ha dado ni pedido mi número de teléfono así que simplemente ha sido un juego para él' pensó desilusionada mientras se dirigía al interior de su hogar. 'Creo que prepararé la mochila para clase, ¡a ver cuándo me dan finalmente el traslado a la Preparatoria Juban!' se dijo. Cuando había avanzado unos pasos, el sonido insistente del timbre de la puerta la sobresaltó.
"– Y ahora ¿quién será?" –dijo desganada mientras volvía a la puerta. Cuando la abrió, se sorprendió tanto que un leve jadeo escapó de su boca. Mauricio estaba nuevamente frente a ella. '¿Se habrá olvidado algo?' Recomponiéndose rápidamente, le sonrió tratando de disimular su sorpresa, y su alivio, al verle nuevamente frente a ella. Él alargó un trozo de papel.
"– ¡Casi me olvido de esto!, –dijo con la respiración acelerada, 'ha vuelto ¿corriendo?' pensó Patricia– realmente soy un poco despistado pero menos mal que me he acordado,… es mi número de teléfono." Ella lo tomó aliviada dando gracias a las fuerzas del universo porque aquel chico realmente demostrase que deseaba volver a verla. Bueno, podía estar dándole un teléfono falso pero Patricia prefirió no desconfiar sólo por el hecho de haber vuelto para dárselo. Mauricio sonrió cuando ella lo tomó de sus manos rozando levemente sus dedos. Su cuerpo vibró ante este sutil contacto. "– Bueno, debo irme, –dijo un poco azorado– dime cuando te viene bien, yo sólo puedo por las tardes o los fines de semana pero seguro que podemos encontrar unos minutos para ese café." Y sin más, se alejó de ella y salió corriendo por el pasillo en dirección a las escaleras.
Patricia se metió nuevamente en su casa, cerrando la puerta suavemente. Se sentía en una nube.
"– ¿Qué me pasa? –Se preguntó todavía embelesada apoyando su cuerpo contra la puerta buscando apoyo– Esta no soy yo, jamás le habría permitido a un extraño besarme y menos le habría dado esperanzas sin apenas habernos tratado. Pero ¡me ha gustado tanto!" Patricia no entendía que le había pasado con Mauricio. Se sentía tan diferente cuando estaba charlando con él, tan familiar, tan cercano; era mucho más maduro que los chicos que tiempo atrás habían captado su atención. 'Claro, tonta, es universitario, sabe lo que quiere en la vida o por lo menos está mucho más centrado que otros' pensó y entonces cayó en la cuenta. '¡Oh, cielos! No sé qué edad tiene, ¿y si es mucho mayor que yo? Bueno, me ha dicho que ha estado trabajando en la sala de videojuegos Crown durante su último año de Universidad, seguramente está terminando la carrera' se convenció llenando sus dudas con la información que habían intercambiado. Cuando llegó al salón, tomó su teléfono móvil y memorizó el número de Mauricio. No pudo resistir la tentación de enviarle un mensaje, así él también tendría su número.
P: 'Me ha encantado conocerte, lo he pasado muy bien. Patricia'
A los pocos segundos, entró la respuesta.
M: 'Yo también, he disfrutado de nuestra conversación como hacía mucho tiempo. No puedo esperar para repetirlo. Gracias por salvarme. Mauricio'
Cuando leyó la respuesta de él, Patricia se desplomó emocionada sobre el sofá. No pudo evitar volver a mandarle un mensaje.
P: 'Yo tampoco. Esta semana la tengo complicada, tenemos muchos pedidos en la pastelería donde trabajo pero el miércoles por la tarde salgo antes. Tu salvadora ;-)'
M: 'No aguantaré la espera hasta el miércoles, ¿nos vemos en tu casa? ¿O prefieres que pase a buscarte a algún sitio? La "damisela en apuros"'
Patricia soltó una sonora carcajada al leer la firma del mensaje. Tardó un buen rato en calmar su reacción, pues le produjo una fuerte impresión la firma del mensaje.
P: 'Trabajo en la Pastelería Júpiter, ¿te apetece que nos encontremos cuando salga? ¿a eso de las 18'00?'
M: 'Perfecto. Sé dónde queda, hacen mis pasteles de manzana y canela favoritos. Nos vemos allí. Mauricio, la damisela'
'Con que te gustan mis pasteles especiales de manzana y canela, ¿eh? ¡Vaya descubrimiento!' pensó sonriente Patricia. Tratando de controlar la emoción, ella dejó el móvil y comenzó a hacer su tarea, con suerte en pocos días comenzaría las clases en la nueva escuela preparatoria y podría disponer de más tiempo. Se había tenido que mudar meses antes debido a la venta del edificio donde vivía y sólo pudo alquilar aquel apartamento pagando casi lo mismo. El problema era que tardaba casi una hora en llegar a su actual escuela y eso si cogía en hora el tren y el autobús en sus respectivas paradas. Tenía que salir con mucho margen en previsión de retrasos o atascos y no siempre llegaba a primera hora puntualmente. Rezaba porque le confirmarán el cambio de centro rápido, porque le resultaba muy duro madrugar tanto, estudiar y trabajar, y todo tan distante un sitio de otro.
En otra parte de la ciudad, Mauricio corría a su apartamento donde un intranquilo Armando lo esperaba. Cuando por fin lo vio aparecer por el pasillo de su planta, respiró con alivio.
"– Mauricio, ¿dónde estabas? Me tenías preocupado. –comentó Armando cuando por fin se encontraron– Estaba pensando en llamar a la policía por si habías pasado la noche en los calabozos de la comisaría." Mientras Mauricio abría la puerta de su piso, una sonrisa se fijaba en su rostro al recordar el motivo de su ausencia en piso la noche anterior.
"– ¡No te vas a creer lo que me ha pasado!, –comentó emocionado– he conocido a alguien de la manera más extraordinaria y sorprendente que te puedas imaginar."
"– ¡Venga ya, Mauricio!, liarse con una mujer en un bar no es nada del otro mundo, lo has hecho docenas de veces, yo estaba allí, ¿recuerdas?" –indicó Armando entrando en el piso de Mauricio tras él.
"– No, amigo, no me refiero a la pelirroja del bar, ese tipo de mujeres ya son historia para mí; he conocido a alguien anoche y de un modo poco habitual. Te sorprenderá, créeme." –explicó paciente Mauricio pero con la ilusión en su tono.
"– ¡No me digas!, ¿la camarera de pelo corto y piercing en la ceja? ¿Esa que no nos quitaba ojo?" –preguntó Armando malicioso, Mauricio negó.
"– No, te equivocas, no la conocí en el bar. A esta clase de mujer no se la conoce en sitios así." –aclaró nuevamente. Mauricio le contó lo que sucedió la noche anterior a su amigo, quien boquiabierto, le escuchaba sin acabar de creerle.
"– ¿Estás seguro de que sucedió así? Lo mismo esa mujer te estuvo vigilando y estaba aliada con tus atracadores." –dijo desconfiado Armando.
"– No, amigo, te equivocas de nuevo. Todo mi dinero, las tarjetas de crédito, el teléfono y mi reloj estaban conmigo cuando me desperté esta mañana. Ella me preparó un desayuno increíble, totalmente casero; estuvimos hablando durante horas hasta que me di cuenta de la hora que era y salí corriendo de su casa. Armando,… creo que me he enamorado."
Armando miraba totalmente alucinado a su amigo. Era habitual en él que se dijese enamorado de algunas de sus conquistas pero tan pronto se acostaba con ellas, siempre en la primera cita, se olvidaba de ellas, eran aventuras de una noche; pero había algo extraño en aquella situación, algo nuevo que el brillo en los ojos de su amigo se ocupó de confirmar.
"– Debe ser muy buena en la cama para haberte causado tal impresión y querer repetir con ella." –argumentó Armando.
"– ¡No la he tocado en ese sentido! ¡Ni se te ocurra insultarla!" –Espetó Mauricio enojado, lo que sorprendió a Armando quien alzó las manos en señal de disculpa– Me he sentido totalmente diferente con esta mujer, Armando, ella no es una mujer con la que pasaría sólo un rato, no. Ella es una mujer a la que cortejar, a la que valorar… ¡es el tipo de chica con la que uno se casa, no es un ligue de una noche!"
Armando en ese momento lo supo, tenía que concederle el mérito de haber hecho madurar a su amigo a aquella mujer. A pesar de lo particular de su historia con aquella mujer, era mejor enamorarse a primera vista como le había sucedido a Mauricio que la propia situación de Armando: enamorado sin remedio y hasta la medula de una de sus alumnas con la cual no tenía ni la más mínima oportunidad. Poniendo su mano en el hombro de Mauricio en señal de apoyo le habló con tranquilidad.
"– Me siento feliz por ti, Mauricio, –afirmó con sinceridad– espero que te vaya bien con ella, por lo menos uno de los dos tiene suerte con eso, pero ahora vamos a ponernos a trabajar. Tenemos muchas clases que preparar y no hay excusa que valga para que perdamos más el tiempo. ¡A trabajar se ha dicho!"
Mauricio asintió y se pusieron a preparar los temas que impartirían a sus respectivas clases esa semana, porque ambos, eran profesores en la escuela de Preparatoria Juban desde hacía más de un año.
...
