Redemptio.
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¿Qué son los inocentes si no son víctimas? ¿Qué son ellos sino animales con cuerpos de hombres?
¿Qué era él? ¿Qué era ella?
Armin quiere saberlo, de veras quiere saberlo, pero las respuestas nunca llegan; al menos no de la forma que quisiera, cada palabra que quiere salir es otra bala disparada, otra cuchilla desenfundada y una última exhalación de vida.
¿A dónde lleva todo esto? ¿es mejor la violencia? ¿es pecado creer que las palabras son mejor opción que la misma guerra?
Pero no hay muchos con quienes compartir esa idea. Él sabe que todo esto no está bien por la mirada desenfrenada de Floch y de todos aquellos que le siguen, lo sabe por Mikasa, quien yace en la inconsciencia inmaculada que le brindan las sábanas de aquel sanatorio, lo sabe por Jean, que la visita todos los días y deja flores rezando a cualquier santo que existe que no sea tan desgraciada su suerte como para llevársela, lo sabe por Connie, que ha dejado de seguirlo a él y a todo lo que creyó, maldiciendo en miles de idiomas el dia en que conoció a Sasha.
Lo sabe por ella, ella quien tiembla en sus brazos, sus propios brazos.
Lo sabe por la forma en que se retuerce con desesperación, lo sabe por las lágrimas que salen de sus ojos al escuchar los gritos de su compañero en el pasillo continuo. Todo eso lo sabe y le resulta tan insoportable que las náuseas lo invaden y el amargo sabor se acentúa en su boca.
Gaby intenta morderlo, golpearlo, maldecirlo hasta quedarse sin voz, por ser él, por ser un demonio, por que su gente no merecía morir, porque Udo y Sophia no lo merecían pero Armin no la suelta pese a los hilos carmesí que se escurre de entre sus palmas, él sabe que sanaran periódicamente, pero si la matan, no habrá fuerza o poder que la traigan de vuelta
Y por eso lidia con todo ese odio, porque sabe que si la suelta, ella morirá y él no quiere cargar con la muerte de otro ser humano.
Por esa razón se deshace en lamentos, en tortuosas disculpas, en palabras quebrantadas por su propia culpa, para que cuando la resignación acuda a ella, pueda estar viva para que de alguna forma; ella vea en él que no es igual, que también sufre lo mismo.
Anhela la bendita compresión en esos ojos que le miran con tanto rencor, no quiere ser odiado, no por ella ni por nadie.
Porque Armin jamás quiso ser un asesino, nunca aspiró a ser uno.
