¿Por qué te amo?

Cuando te conocí me agradaste desde el primer momento. Me transmitías un sentimiento de amistad que resultó ser mutuo. Los años que jugábamos juntos fueron, sin duda, los mejores de mi infancia, y estoy seguro que también de la tuya. Algo que recuerdo con mucho gusto es una vez, cuando te acercaste y me diste un suave y dulce beso en la mejilla mientras apoyabas tu mano sobre la mía. Noté como mi cara se tiñó de un rosado y el corazón me latió rápidamente unos segundos. Por aquel entonces aún éramos unos niños y desconocía el por qué de esa reacción, y lo olvidé.

Bueno, olvidar no lo olvidé, tan solo permaneció allí, y sin darme cuenta, ese sentimiento de afecto se transformó con el tiempo en algo más. Es bien cierto que cuando ganamos el Holy Road ya notaba en mi pecho algo cuando te miraba, me mirabas. Al día siguiente, cuando iba con Sasuke y te encontré, fue como si el destino quisiera que nos parásemos delante del parque en el que nos habíamos conocido. Así, sin darnos cuenta, llegamos hasta la ribera rememorando recuerdos de antaño. El que tú más resaltaste fue cuando aquel perro intentó atacarte y te salvé golpeando al perro con un balón. Aunque más bien fue que al rebotar contra una farola el balón impactó en el perro. Pero a ti te daba igual, yo para ti era alguien que te había salvado la vida. ¿Fue así cómo surgió lo nuestro? No, en absoluto. Lo supe cuando tras recordar ese acontecimiento te sentaste en mi regazo, me rodeaste el cuello con tus brazos y me besaste en la frente volviéndomelo a agradecer. Por Dios, cuanto deseé que no se hubiera acabado. Eso fue lo que me hizo darme cuenta de que desde niños yo te gustaba. No por salvarte, sino por el simple hecho de que era amor. Un amor que nació de una bonita amistad.

Me ruboricé, y volví a notar como el corazón me latía fuertemente. Lo notaste, te reíste levemente y te levantaste para volver a sentarte a mi lado. Sasuke me llamó con varios ladridos continuados. Nos acercamos, y con su hocico empujó el balón hacia mí. Sonreí. Los tres estábamos unidos de una forma u otra a ese balón.

Empezó a anochecer, así que nos fuimos. Le coloqué la correa a Sasuke, y cuando llegamos al cruce en el que teníamos que separarnos te despediste con una tímida sonrisa.

Y aquí estoy yo, lunes por la tarde al salir del instituto, recordando todo esto. Shinsuke y yo te esperamos a la salida, y andamos juntos hasta el parque de la torre. Shinsuke se tiene que ir, y nos quedamos solos, mirando el bello atardecer que tiñe el cielo de la ciudad. Nos hemos quedado en silencio sin saber que decir. Tomo aire y me giro hacia ti. Empiezo a balbucear muy nervioso, y tú me miras con curiosidad y algo de… ¿alegría? Creo que lo puedo interpretar como algo bueno. Las palabras siguen sin salirme, así que me callo, te tomo de las manos y te miro fijamente bastante sonrojado. Nos perdemos en los ojos del otro, como si alguien nos lanzase un hechizo. Me inclino un poco y cierro los ojos. Tú haces lo mismo y comenzamos a acercarnos lentamente. Tras unos instantes que parecen eternos, nuestros labios se funden en un apasionado pero delicado beso. Nos dejamos llevar por las emociones, y mis manos rodean tu cintura y te atraigo hacia mí. Noto como te pones ligeramente de puntillas y rodeas mi cuello, profundizando el beso. Pasados unos minutos nos separamos por falta de aire, y nos quedamos con la frente apoyada en la del otro. Nos volvemos a besar, esta vez con más pasión. Al separarnos estamos jadeando, y por fin, te lo digo:

"Te amo".