Hola a todos! Aquí estoy de nuevo con un nuevo fic cortito de nuestra pareja de oro, Adrinette. Constará solo de dos capítulos y está escrito desde el punto de vista de Adrien en tercera persona. Así que espero que lo disfruten y comenten que les parece.

Para los que se preguntan que ha pasado conmigo:

- He estado muy ocupada con trabajos de edición de video. No sé si sabréis algo de un trabajo así pero requiere de muchas horas, creedme.

- Por otra parte, reconozco que estoy un poco bloqueada y me cuesta arrancar pero NO voy a abandonar, bajo ninguna circunstancia, solo que no iré al ritmo que deseáis.

- No voy a estar disculpándome cada dos por tres de mi ausencia, simplemente tengo una vida que atender y tengo que organizarme mejor para poder seguir escribiendo. Gracias por su paciencia.

Para los que no lo sepan, ya terminé "Hechos el uno para el otro", y como bien he dicho, continuaré "¿Te casarías conmigo si…?".

Sin mas, os dejo para que leáis este fic en lo que me vuelvo a la normalidad y continuo lo que me queda.

El fic está ambientado después del episodio de Cupido Negro y antes del episodio de DarkBlade. Advierto que no habrá nada de acción de los héroes enmascarados.

Muchas gracias.

Dama Felina


Adrien llegó exhausto a casa después de la lección de esgrima. Saludó vagamente a Nathalie antes de subir las escaleras, directo a su cuarto. En cuanto vio la cama, se dejó caer pesadamente como un saco de boxeo. Suspiró largamente. Menuda semana llevaba. Ya tenia que ser muy mala suerte que su agenda se hubiese apretado tanto. La segunda evaluación estaba en la recta final, lo que significaba muchos exámenes y muchos trabajos por hacer. Normalmente no solía tener tantos problemas para organizarse pero aquello era demasiado. No sabia de donde podía sacar mas horas para estudiar en el colegio y sus clases de chino, combinado con esgrima, sesiones de fotos y, la mejor parte, ser un superhéroe. Y para colmo, su última aventura había sido algo amargada. El día de San Valentín había sido un completo desastre. Sus intentos por confesarse a su amada Ladybug se había ido al garete. Pero luego se acordaba de ese poema precioso que aun reposaba en su mesa de noche. ¡Menudo cacao mental tenia!

- ¡Agg! –masculló frustrado, volteándose con la mirada al techo. Cogió un cojín y se cubrió el rostro.

Plagg salió de su escondite, dentro de la chaqueta y levitó por encima de él.

- ¿Y ahora qué te pasa, chaval? Déjate de lamentos y dame mi Camembert

- Piérdete, Plagg –replicó su portador. Su voz sonó amortiguada por el cojín.

- ¡Qué modales! –se indignó el kwami- no empecemos con uno de tus berrinches de adolescente.

- Tú eres el experto en berrinches, ¿recuerdas? –se incorporó, despejando su rostro y frunciendo el ceño ante el gato negro.

- Tengo hambre. Es una necesidad vital. No es un berrinche –razonó cruzándose de brazos.

- Lo tuyo no es hambre, es glotonería –lo corrigió.

- Es lo mismo. ¿Me lo vas a dar tú o quieres que vaya a la cocina? –le advirtió con ojos picaros.

Aquellas palabras mágicas fueron suficientes para que Adrien cumpliera y mientras se zampaba su preciado trozo de queso, el chico se devanaba la cabeza con su Catarina. Ya no sabia que mas hacer para llamar su atención. O peor aún, como hacerla entender que sus sentimientos eran verdaderos y no una de sus bromas. Quizás seria mejor pasar página, ¿no? Se golpeó la frente por inercia. Idiota, no pienses eso, se recriminó. Pero ¿cómo no iba a pensar así? Tampoco era justo. ¿Qué debía hacer? ¿Seguir intentándolo hasta el cansancio y milagrosamente ella le correspondería? ¿Olvidarla de una vez por todas y sencillamente seguir con su vida? ¿Ninguna de las dos? Se rascó la cabeza y bostezó exageradamente. Estaba muy cansado.

Ya está bien, cabecita, deja de robarme las energías

Cerró los ojos un momento, relajando la vista. Para cuando se quiso dar cuenta, el sueño lo había atrapado en sus brazos.

Al día siguiente, se despertó de mejor humor y mas descansado. Se levantó, se vistió, preparó su bandolera y bajó a desayunar. La limusina ya lo esperaba fuera. Nino fue a recibirlo en la entrada con un abrazo tan enérgico que casi lo tumba al suelo.

- ¡Ey! ¿qué pasa colega?

- Buenos días, Nino –rió suavemente por su efusividad- he tenido una buena noche ¿y tú?

- De fábula, aunque espero estar mejor dentro de poco. ¿Te he contado que posiblemente pueda sacar mi primer disco?

- ¿En serio?

Se metieron de lleno en la conversación sobre el sueño de Nino. Al parecer uno de sus primos conocía a un productor discográfico y le había hablado tan bien de él que quería darle una oportunidad. Nino estaba entusiasmado y Adrien era feliz por la suerte de su amigo.

- ¡Nino, ni se te ocurra entrar sin mi!

- Hombre, por fin llega mi novia –se burló a propósito.

Alya soltó algo ofensivo y corrió las escaleras de dos en dos, dispuesta a coger a ese bocazas.

- Si le quitas la gorra, se cabrea –bromeó Adrien, observando la persecución tan graciosa.

Desvió la mirada un momento y se sorprendió al ver a Marinette. No era que no la viese todos los días, pero hoy estaba.. distinta. Llevaba el pelo suelto en delicadas ondas que caían por sus hombros. Lucia una camisa blanca adornada de mariposas y una fina chaqueta a cuadros con unos leggins. El rubio no pudo evitar pensar que estaba muy linda, preciosa incluso. Era difícil darle un adjetivo.

- Hola, Marinette –dijo finalmente alzando la mano como saludo.

La peliazul ni lo oyó ni lo vio y fue entonces cuando el chico se percató de que llevaba puestos unos pequeños auriculares blancos. Eso si que era raro. ¿Marinette escuchando música? Ella acortó los pocos peldaños que quedaban para separarlos. Adrien dudó. Al llegar a su altura, se decidió y con suavidad, tocó su hombro, rogando no asustarla. Marinette percibió el contacto y se giró desconcertada. Sus ojos se abrieron como platos al mirarlo pero se recompuso mas rápido de lo habitual. Se quitó un auricular y le brindó una sonrisa de disculpa.

- Hola, Adrien. No sabia que estabas aquí

- No pasa nada –se masajeó la nuca como siempre hacia- solo estaba dándote los buenos días.

- Buenos días –aportó ella relajando la sonrisa- ¿qué tal todo?

- Ha sido agotador pero al menos esta semana parece mas tranquila

- Me alegro mucho. Me mencionaste que tuviste una sesión importante con la revista Vogue, ¿no es cierto?

- Caramba, qué buena memoria. Eso fue hace un mes –asintió gratamente sorprendido.

Marinette se encogió un poco, dominada por su característico sonrojo, pero sin dejar de sonreír. El rubio se quedó mirándola, sintiéndose muy cómodo con ella.

- Bueno, sabes que me encanta la moda –dijo sin darle importancia.

- Eso ya se ve. Recuerdo perfectamente ese bombín que diseñaste

- Oh, eso no fue nada

- Qué modesta. Hasta sorprendiste a mi padre y créeme no es fácil –bromeó con una alegre sonrisa.

- Gracias Adrien –dijo con sinceridad.

La calidez de su sonrisa provocó que algo extraño se moviera en su interior. La miró unos eternos segundos antes de volver la vista al frente. Sin darse cuenta, habían entrado juntos y recorrido el trayecto hasta su clase. Nino y Alya ya estaban sentados. Ambos estaban un poco despeinados y con las gafas torcidas. Marinette tomó su asiento con su amiga y el con Nino, como siempre.

La primera clase era Literatura Francesa. La señorita Bustier estaba especialmente ilusionada hoy. Pronto todos sabrían por qué. El tema de enseñanza, en cuestión, era nada mas y nada menos, que el Romanticismo en Francia en el siglo XIX. Casi media clase protestó, en especial los varones. Chloe se autoproclamó defensora de la profesora para callar a todos con su aguda voz. Adrien no tardó en leerle el pensamiento cuando la rubia le guiñó un ojo, coqueta. Su amiga de la infancia nunca cambiaría. ¿Cómo podía hacerle entender que nunca habría nada entre ellos dos? La apreciaba como amiga, pero últimamente estaba llegando a unos limites que no compartía. Esperaba no tener que decirle las cosas claras a la cara. Realmente no quería hacerle daño.

La profesora dedicó media hora a explicar a groso modo la historia del Romanticismo, otros diez minutos a hablar de los principales autores franceses y lo que quedaba de tiempo, les entregó unas fichas con diferentes citas anónimas con el fin de que adivinaran a qué autor o autora pertenecían. Adrien se esforzó por hacerlo bien. Debía admitir que no era su fuerte. Las letras no eran lo suyo. Su cabeza funcionaba mejor con lógica, números, física y similares. Se revolvió el pelo, signo de frustración por no saber contestar bien.

Cita 10: El amor es una fuente inagotable de reflexiones: profundas como la eternidad, altas como el cielo y grandiosas como el universo.

- Esa frase pertenece a Vigny –dijo una voz femenina a sus espaldas.

Se sobresaltó un poco pues no se lo esperaba. Giró el cuello hacia Marinette, que contenía la risa. Seguía teniendo puesto esos auriculares pero estaban bien ocultos en su camisa. La profesora jamás los vería.

- ¿Vigny? –preguntó en un susurro

- Si, Alfred Victor de Vigny, aristócrata, hermano de Luis XVI.

- ¿Aristócrata? Que curioso, no parece ser un poeta

- ¿Verdad que si? –soltó una risita- él pensaba de si mismo que era un filósofo mas que un autor literario.

- Tiene sentido –susurró con un tono de mofa. Volvió la mirada a la ficha un momento- estas cosas se te dan bien.

- Prefiero no contestar a eso -dijo apenada, escribiendo en su ficha, sin mirarlo.

- ¿Temes que me burle porque eres una romántica? –bromeó, apoyando el antebrazo en su pupitre.

- ¿No estoy en lo cierto? –inquirió, alzando ligeramente sus ojos azules- además si yo pudiera burlarme de ti, seria de tu incapacidad para entender las letras. ¿Lo he hecho acaso?

Adrien parpadeó desconcertado. ¿Acaso era un libro abierto o qué? ¿Tanto se le notaba? Marinette había sido capaz de leerlo sin problemas como si… como si le interesase.

- Entonces… -indagó despacio- ¿el Romanticismo es tu época favorita de la historia?

El sonrojo de sus mejillas la delató irremediablemente y el rubio esbozó una sonrisa tan radiante que ella quedó deslumbrada. Casi estuvo a punto de soltar el bolígrafo de la impresión. Rompió el contacto visual y respiró hondo varias veces, cerrando los ojos. La vio arrugar ligeramente el entrecejo, llevándose una mano a la oreja, para luego relajar su expresión facial. Tras un minuto, abrió los ojos y lo miró. Nunca antes se había molestado en fijarse en sus ojos, pero ese azul cobalto lo cautivó por unos segundos.

- Creo que ha quedado claro que eres bueno en ciencias y yo en letras, ¿estamos en paz? –susurró ella.

- Esto… -logró decir, casi tartamudeando- si, claro.

- Por cierto… -se inclinó ligeramente hacia delante- esa cita es de Víctor Hugo. Es increíble que hayas fallado en esa. Es el impulsor del Romanticismo en Francia.

Sonrió amablemente y volvió a su tarea, dejando al rubio confundido. Se acomodó de nuevo en su asiento frente a la ficha y leyó la cita que señaló la peliazul.

Cita 12: El amor es un ardiente olvido de todo.

No supo lo que significaba exactamente esa cita tan curiosa hasta el final del día. No tuvo presente a Ladybug en ningún momento. Sino a una joven de ojos azules con unos auriculares. Su compañera de clases, Marinette. Con la que había hablado en toda la mañana como dos personas normales. Sin tartamudeos, sin torpezas. Con fluidez, con naturalidad. Habían reído, habían bromeado, habían conversado. En solo seis horas.

Algo había cambiado.

¡¿QUÉ ESTABA PASANDO?!