Disclaimer: Resident Evil y sus personajes correspondientes son propiedad de Capcom.

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"El Amo y su Sierva"

Por: Galdor Ciryatan

CAPITULO 1.- Encontrándote

Su cabello cenizo se mecía con suavidad, en su rostro se reflejaba un gesto de despreocupación para con el resto del mundo. Él se dirigía a su trabajo después de dos semanas de descanso, bien merecidas pues su última misión había sido muy dura. Iba en taxi a pesar de tener auto. Sí, él podía enfrentarse con decenas de campesinos dementes sin sudar una gota y con sólo una pistola, pero, a veces, manejar hasta su trabajo era algo que le estresaba.

El edificio en el que laboraba era de los más grandes e impresionantes de la ciudad. Sus instalaciones se encontraban impecables, el personal era pulcro, puntual y disciplinado… Pero ésa era únicamente la fachada, porque al entrar y doblar a la derecha uno podía seguir el pasillo hasta un 'ascensor de empleados', bajar un piso hacia el 'sótano', caminar a la izquierda y bajar en otro elevador para descubrir pisos y pisos debajo del edificio. Ahí habían más instalaciones: infinidad de laboratorios, pasillos; escenarios de práctica, entrenamiento y tiro al blanco, simuladores… Éste era el verdadero lugar donde Leon trabajaba.

Parecía que su día iba a transcurrir con regularidad. Revisaría algunos expedientes y luego pasaría a hacer algo que le gustaba: entrenar a los novatos. Él tenía paciencia, conocimientos y experiencia, pero sobre todo la experiencia.

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Alrededor de las once le llamaron, lo necesitaban en uno de los pisos más profundos, ahí donde muchas paredes son de acero y para entrar en cada puerta se necesita una tarjeta de seguridad (que por supuesto Leon tenía). Caminó bajo la luz blanca del pasillo sabiendo que en esos pisos guardaban seres vivos, materia orgánica y similar. Eran especimenes que habían logrado rescatar de Umbrella; la mayoría no resistían mucho y morían, aquí buscaban la manera de sacar provecho o tirar esos desechos de forma que nadie los encontrara y no corrieran rumores. Una fotografía de una de esas cosas en el periódico de la ciudad y se desataría el caos. No, eso no era bueno.

Pero Umbrella casi había caído, desde un tiempo atrás los especimenes no eran más que muestras de sangre en tubos de ensaye para buscar curas y medicinas contra los virus.

Leon llegó a la puerta marcada con el número 234 y deslizó su tarjeta de seguridad por la ranura para desbloquear el seguro. Entró en la habitación; ésta se encontraba comunicada con otro cuarto por medio de un espejo falso. A donde Leon entró le esperaban 2 doctores, uno de 38 años y otro de 46; también estaba un científico de nombre Mark sentado frente a una computadora.

— Buen día, señor Kennedy— le saludó el médico más joven.

Leon contestó de manera afable.

— Le hemos llamado pues necesitábamos de su ayuda— indicó el otro doctor, luego le extendió una carpeta—. Ayer domingo cerca del mediodía fue encontrada una persona flotando en el mar, no sabemos su nombre ni de dónde es. Un par de helicópteros de la compañía fueron enviados a revisar los restos de la isla que usted y la señorita Wong destruyeron— Leon hizo un pequeño gesto por el plural—, encontraron a esta persona en las proximidades. Estaba inconciente y flotaba sobre una tabla, y cuando la registraron encontraron entre sus ropas un collar de los Iluminados y un brazalete, también un papel con letra ilegible en el que apenas se advertía la palabra "Saddler".

Leon escuchaba atento mientras revisaba la carpeta que contenía fotografías de los objetos mencionados y de la joven.

El doctor prosiguió con el relato: —Ayer mismo la trajeron aquí y a las 2 con 35 minutos de esta madrugada…despertó. No paraba de repetir las mismas incoherencias una y otra vez. A gritos, murmullos… Se comenzó a exasperar, se levantó de la cama y comenzó a golpear el espejo. Entonces mandamos a alguien a calmarla…pero ella le rompió 2 huesos. Hace unas horas le logramos administrar, entre 3 personas, un sedante.

— ¿Y por qué me llamaron? —inquirió Leon.

— Pues verá, en las horas que estuvo despierta mencionó su nombre, señor Kennedy.

Leon dejó la carpeta y se dirigió hacia el cristal, tal vez reconocería a la joven si la veía más detenidamente.

No era un monstruo como para haber estado en esa horrenda isla. Mientras su mente divagaba por el efecto del narcótico, el cuerpo yacía en una cama. Ella medía 1.67 aproximadamente, era delgada, de tez blanca, muy blanca; tenía uñas largas, labios pálidos y un cabello muy singular. Leon recordaría un cabello de ese color, y realmente lo hacía, pero no solía pensar mucho en la isla de Europa o las cosas que en ella había vivido.

Él no tuvo que esforzarse mucho, simplemente le vino a la cabeza la remembranza. En uno de tantos cuartos repletos de aparataos quirúrgicos, él la había visto, tendida en una cama igual que en este momento. Alrededor de la joven se amontonaron algunos infectados, luego Leon no pudo ver qué pasaba mas la escuchó gritar. Seguidamente, los infectados lo vieron, él estaba a 10 metros. Leon no tuvo problemas en abatirlos, eran 4, pero, ¿y al joven?

No la volvió a ver, jamás la buscó. Podía haber sido un experimento monstruoso esperando que alguien le diera una buena razón para matar. Así que mejor siguió su camino. Tenía prioridades.

— Esto no puede ser…— exclamó Mark sacando al rubio de sus pensamientos.

El doctor de mayor edad se acercó a ver la pantalla del ordenador, en ella se indicaba un aumento en las pulsaciones cerebrales de la joven. Estaba despertando.

— No es humanamente posible, la droga debió dormirla otras 6 horas o más.

— Hay que esperar a ver su reacción—dijo Mark.

Leon y el doctor más joven observaban a través del cristal, los otros 2 hombres por la pantalla del ordenador.

— Seguro volverá a gritar— predijo uno de los doctores.

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"Me desperté aún más confundida. En las sienes me habían pegado unos cables, los quité. Estaba sola en esa habitación blanca, la luz lastimaba mis ojos. Me senté en la cama e intenté aclarar la mente.

'Y entonces vino a mí como un relámpago, un pensamiento fugaz que dejé salir…y lo grité, grité esa palabra que rondaba mi cabeza. Inclusive mi garganta se lastimó. '¡Kennedy!' vociferé pensando en que me gustaría que esa persona estuviera ahí."

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— ¿Lo ve, señor? Es de las pocas cosas que sabe decir— habló el doctor de 46 años.

En ese momento ella se levantó enfurecida y arrojó contra el espejo un microscopio que había en la habitación. Mark subió el audio y todos escucharon lo que ella gritaba en el otro cuarto.

— ¡Kennedy! ¡Kennedy, Kennedy!...

— Doctor, ¿cree que debamos volver a darle un sedante? — preguntó un médico a otro.

—Está peor que hace dos horas antes de dormirla… Mírela.

Ella comenzó arrojar todo lo que podía contra el espejo y sin dejar de gritar. Vasos de precipitados, tubos de ensaye, cajas de petri, 2 sillas… todo iba a estrellarse en el vidrio. Los cristales rotos formaron un mar de puntas afiladas.

— ¡Mark! Le dije que sacara esas cosas de ahí. Si alguien termina con un vidrio en un ojo, ¡más vale que sea usted! — le reprendió el doctor al científico.

— Perdone, doctor Taylor. Tenía que revisar sus signos vitales, el narcótico que le dio era muy fuerte.

— No me juzgue— habló el hombre de 46 años—. Aquí el médico responsable soy yo, y si decido administrarle la misma droga, lo haré, téngalo por seguro— dijo de forma terminante y con autoritarismo.

El doctor Taylor, acabada la reprimenda, ordenó al otro médico preparar la inyección, éste le obedeció. Cuando estaban a punto de salir uno de ello se dirigió a Leon.

— ¿Señor Kennedy…?

— Entiendo— dijo él desenfundando su arma y entonces los siguió.

Al entrar a la habitación les esperaba un gran cambio de actitud.

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"Todo el deseo de desquitarme con esos hombres de bata blanca desapareció al verlo a él. Porque definitivamente era él. Su cabello rubio cenizo, sus ojos verde grisáceos, su complexión, su altura, reconocí hasta el ángulo que sus pies forman cuando sujeta un arma, todo estaba en mi cabeza. Y me asusté, lo reconozco, retrocedí hasta arrinconarme yo misma. Él me miraba fijamente, no supe en ese instante si sentir odio o respeto.

'Los hombres de bata se me acercaban cada uno por un lado mientras Kennedy permanecía frente mí. Me apuntaba, seguro pensando en dispara cuando me pusiera intransigente. Pero como un buen cazador que cambia su estrategia ente una presa difícil, yo hice lo mismo. No iba a jugar con tretas, mi mente estaba un poco más lúcida.

— Ven acá, sólo es un piquete— dijo uno de los hombres.

— Mentiroso… Sé lo que es— le dije.

'Cierto, no era la frase más inteligente de toda mi vida, sin embargo les sorprendió, incluso a Kennedy, quien por unos centímetros y sólo un segundo bajó su arma.

'Ése fue el error de él, me dio tiempo para arrebatarle la jeringa al hombre. Además lo use de escudo humano amenazándolo con la aguja en su cuello. Aún así me encontraba en mala posición, Kennedy de nuevo me apuntaba. No encontré muchas soluciones, las cosas se encontraban en mi contra: con la puerta cerrada y la persona por la que había clamado dispuesta a dispararme…

— Déjalo— intentó ordenarme uno de los hombres.

'Puse la jeringa en la espalda del hombre de bata blanca.

— Yo no quiero hacer esto y ustedes no quieren que lo haga— les dije—. No deseo estar aquí… Nada de esto es mi culpa… Quiero estar con mi Amo…

'Escuché mi propia voz quebrarse y sentí cómo algunas palabras se me atoraban en la garganta.

— Suelta al doctor y veremos la forma de llevarte con tu amo— dijo Kennedy.

'A pesar de no entender él mismo lo que me decía, era un hombre inteligente; trataba de darme seguridad para controlar la situación, sonaba convencido…pero yo sabía que me mentía.

'No aguanté más, las ganas de herir a alguien como yo había sido herida regresaron, la jeringa comenzó a entrar en la espalda del hombre, éste gritó pero yo lo sujeté. La aguja atravesaba con facilidad la carne, pero no tardó en romperse el llegar a las vértebras. El humano gritó y cayó al suelo, yo me moví hacia un lado consiente de que en cualquier momento una bala me atravesaría."

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Leon estuvo a punto de jalar el gatillo, sin embargo, vio que en el rostro de la joven se reflejaba miedo y confusión. Se dio cuenta de que era una niña asustada.

— ¿Por qué no disparas? — preguntó ella con la voz quebrada.

Leon la miró con compasión y guardó su arma, contestó: — No sabes lo que haces, seguro no entiendes por qué estás aquí.

Ella adoptó una mueca de enojo e incredulidad.

— Tú, humano, si hay algo que no me puedes decir es el hecho de que creas que no tengo la capacidad para comprender algo tan sencillo. ¡Sé perfectamente por qué estoy en este lugar! — afirmó la joven avanzando hacia Leon con una gélida mirada.

— Divagas. Tú no entiendes…— Leon fue interrumpido.

— ¡Yo entiendo que tú destruiste mi hogar y a la única persona que me quería!

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"Pero de nuevo fui vencida y sollocé, los ojos se me llenaban de lagrimas con el recuerdo de mi amo.

— ¿De qué hablas? — cuestionó Kennedy

— ¡Hablo de la isla! ¡Estoy hablándote de mi señor, Lord Saddler!

— ¿Qué? — Kennedy ahora se veía confundido.

'Yo lloraba y no me quedaban fuerzas para nada pues en mi interior se creaba un conflicto de intereses. Toda mi ética, las costumbres y tradiciones de mi pueblo, hasta las creencias de mi familia me decían que debía vengar a Osmund; en cambio, la poca moral y la lógica propias dictaban que no lo hiciera. ¿Reviviría a caso mi señor con que yo matara a Kennedy?... No."

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La joven tuvo el ademán de darle un puñetazo a Leon, pero le temblaban las rodillas. Lloraba amargamente y se apoyó el Leon porque lo pies ya no la sostenían. Él la sostuvo contra su pecho, de lo contrario, se hubiera desplomado.

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CONTINUARÁ…

Galdor C.