Sábado
Lovino observó su reflejo en la copa de whisky que sostenía en su mano, en aquel asqueroso bar, con un gesto de molestia e irritación en su rostro ... Estúpido Antonio, ¿Qué le costaba prestarle un poco de atención? ¡Era su pareja, maldición! Entendía que estaba en una situación complicada por su país, él también lo estaba, pero el maldito bastardo estaba abusando, él necesitaba un poco de atención a veces, no pedía mucho.
— ¡Arg! — Revolvió sus cabellos con frustración antes de volver a tomar un trago de aquella bebida y colocarla nuevamente en la mesa, últimamente las cosas no venían nada bien, ni laboral ni personalmente, y si las cosas seguían de esta manera, debería renunciar a algo. Y era obvio que a su trabajo como nación no podía renunciar.
— ¿Día difícil? —
Volteó con velocidad, observando que junto suyo se encontraba cierta nación inglesa con un aspecto que daba la sensación de haber sido atropellado varias veces por un enorme camión lleno de ladrillos y cebollas, un aspecto muy deplorable a su parecer, y más aún por los ojos rojos e hinchados. (Quería culpar a las cebollas por esto, pero estaba seguro que no se debía a ellas ni a ningún camión.) Ignoró la necesidad de alejarse de aquel sujeto y respondió:
— ¿Qué te importa, bastardo cejón? —
Lo escuchó soltar una risa tan falsa que se vio obligado a levantar una ceja extrañado, esa no era la reacción que esperaba.
— Tienes razón. — Arthur jugó con una copa en sus manos, a Lovino le daba la sensación que, si el sujeto no estaba borracho , pronto lo estaría, y mucho. — Estaba esperando encontrar a alguien más patético que yo hoy, la verdad.
— Pues lamento decepcionarte, no creo que lo encuentres. — Volvió su vista al frente, pidiendo otro trago mientras murmuraba algo que el otro no llegó a escuchar. — ¿Problemas con la porquería llamada amor? —
— ¿Tan obvio es? —
— Mucho. —
Italia del Sur rodó los ojos ante la expresión derrotada del otro, así no era como esperaba pasar su sábado, pero de nuevo, las cosas no salían como deseaba.
Volviendo a ignorar aquella voz que gritaba alejarse, soltó un resoplido para luego agarrar el brazo del caballero y obligarlo a acercarse a él, básicamente abrazándolo, consolándolo.
— Ya, ya, estúpido inglés. — Ignoró la mirada de sorpresa del otro y también su propio sonrojo, últimamente era bueno ignorando cosas. — Lo último que necesito es que inundes el lugar con tus llantos, y mi día ya está lo suficientemente arruinado como para que vengas con tu drama para hacerlo peor. —
Arthur sonrió levemente, rió en voz baja.
—Yo invito la siguiente copa, tonto italiano. —
Pues … mi primer Engmano. No es gran cosa, pero espero les guste. ¡Muchas gracias por leer!
¡Adiós!
