RATED M: TEMAS ADULTOS, SITUACIONES VIOLENTAS, CONTENIDO SEXUAL (FEMSLASH).
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EL INESPERADO INVIERNO
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"Todo lo que puede ser imaginado es real."
Pablo Picasso
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1-. La salvadora está aquí
Regina Mills solía caminar hasta su oficina de la alcaldía todas las mañanas soleadas desde que la ciudad de Storybrooke había comenzado a existir. Sus paseos se extendían por varios meses hasta que el generalmente intenso invierno del pueblo la obligaba a usar su automóvil para surcar la corta distancia entre su hogar y su lugar de trabajo. La costumbre de disfrutar del calor del sol sobre su rostro y admirar la obra de arte que significaba para ella la ejecución de su maldición, le provocaban alegría y orgullo desde el primer día en el que había despertado en ese nuevo y excitante lugar. Mucho tiempo y muchos sucesos habían ocurrido desde entonces. Sin embargo, su ritual de la caminata matutina diaria le devolvía cierta paz y le daba una sensación mezcla entre poder y calma que siempre estaba dispuesta a regalarse. Esa mañana había partido media hora más temprano para reunirse con Emma en la cafetería de Granny's y establecer días y horarios de visitas para cada una con Henry, mientras desayunaban. El clima de otoño era más bien prácticamente invernal por esos días, pero lo que más le llamó la atención fue una cierta magia en el aire que se le hizo evidente ni bien dejó atrás los límites de su mansión. Podía percibir las partículas en forma de coloides atravesando la luz solar y danzando al ritmo del viento, dejando un rastro de claridad y frío a su paso. Pero pronto sus pensamientos la distrajeron de su breve y tenue percepción. Por el momento, la reunión con Emma la tenía expectante. Finalmente había aceptado el nuevo vínculo amistoso con la salvadora con una inusual tranquilidad, e inclusive una leve esperanza de lograr, después de tanto tiempo, tener una sana relación con alguien, independientemente de las visitas y custodia compartida de Henry. Era un tanto extraño para ella sentirse optimista, pero después de todo lo ocurrido con Robin y el regreso de Marian, había decidido darse una oportunidad, y por primera vez en mucho tiempo, no ceder a la ira y tomarse las cosas con calma. Al llegar a la puerta de Granny's saludó a Ruby con una sonrisa y segundos después, se sentó en una mesa a esperar a la salvadora.
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Emma había aprendido hacía mucho tiempo atrás, cuando todavía vivía en los albergues del estado y cursaba la preparatoria allí, que los sueños siempre contenían una combinación de realidad con deseos ocultos. En alguna parte de su inconsciente, reconoció ese vestido blanco estampado con flores rojas que se había comprado meses después de salir de la cárcel con uno de sus primeros sueldos como camarera. El fondo claro de la prenda hacía juego con las paredes y el igualmente blanquecino tono imperante de la oficina de la alcaldesa, donde se hallaba situada esperando a Regina. La puerta finalmente se abrió y la atractiva morena cruzó el espacio que las separaba caminando elegantemente, como si quisiera hacer gala de su porte de una manera intencional. Los labios de la rubia se entreabrieron denotando una expresión de asombro y adoración frente a la inigualable belleza que tenía adelante. Los ojos de la alcaldesa conectaron con los suyos de una manera implacablemente seductora, y rápidamente sus cuerpos se fueron acercando hasta que cada una podía percibir el calor del aliento de la otra. Emma se concentró en la misteriosa y erótica cicatriz del labio superior de la alcaldesa, esperando alguna reacción de su parte, tal vez algún permiso. Las manos de la morena se movieron hacia su cara para correr un mechón de pelo rubio y descubrir por completo su frente, y las de Emma se posaron tímidamente sobre los hombros de Regina. Enseguida, los labios de la alcaldesa también se entreabrieron, otorgando la tan esperada confirmación. Emma cerró la escasa distancia entre sus rostros para besarla, encontrándose con el más exquisito manjar que alguna vez hubiese saboreado. Regina disfrutó cada momento de ese beso con la máxima concentración, mientras las manos de la rubia se posaban sobre sus mejillas recreando suaves caricias. Sus lenguas se mecieron juntas acompañadas de suaves gemidos, al tiempo que las manos de Regina jugueteaban con la delicada tela del vestido floreado. Momentos después, sus bocas se separaron para tomar aire y pudieron mirarse nuevamente a los ojos. El rostro de Emma reflejaba la más absoluta alegría, y Regina rió con picardía y naturalidad, revelando en su mirada la excitación que la envolvía. Emma acercó su cuerpo todavía más al suyo, queriendo besarla nuevamente, pero esta vez los labios de la alcaldesa se dirigieron hacia su cuello, y enseguida hasta el lóbulo de su oreja, despertando los jadeos de la rubia con su jugueteo.
-Date la vuelta –murmuró la morena en su oído, su voz teñida de lujuria.
Emma obedeció, guiada por las firmes manos de Regina sobre su cintura. La morena presionó su cuerpo contra su espalda y la llevó levemente hacia adelante, hasta hacer tope contra el borde del escritorio. La luz que entraba por el ventanal se mezclaba con los besos húmedos que recorrían su cuello, obligando a Emma a cerrar sus ojos y aferrarse a la nuca de Regina, mientras su otra mano libre se apoyaba contra el borde de madera. Las manos de la morena levantaron delicadamente su vestido para pronto sumergirse a explorar su caliente abdomen en primer lugar, y luego jugar sugestivamente con los bordes de su tanga. Emma dejó escapar un gemido anticipado, y enseguida los dedos de Regina se deslizaron por dentro de su ropa interior encontrándose con el húmedo centro. Con habilidad comenzó a acariciar el clítoris de la rubia mientras los sonidos se elevaban y sus cuerpos se movían al unísono en febril danza. Emma se rindió ante la caliente y exquisita sensación, sintiendo los latidos de su corazón acelerarse junto con los movimientos rítmicos que creaban entre las dos. En instantes, ya ni siquiera fue capaz de pensar con claridad, dejándose invadir por el placer que le hacía temblar las piernas y la dejaba sin aliento. Pronto su respiración se aceleró al tiempo que sus cuerpos fluían con increíble energía. Su torso finalmente se tensó y dejó escapar un agradable y estruendoso grito de placer. Regina esperó unos momentos para retirar su mano y dio un par de pasos hacia atrás para separar un poco sus cuerpos y darle un poco de espacio a la rubia, no sin antes depositar un suave beso sobre su hombro. Emma se volcó hacia adelante sobre el borde del escritorio, para enseguida girar su cuello y mirar a Regina con la más sincera de las sonrisas.
-¿Por qué esperamos tanto tiempo, Regina?
-Regina… mmm Regina…
Emma lamió sus labios y un sonido familiar captó su atención. Poco a poco, comenzó a sentir su cara en tensión y sus dientes apretados. La adrenalina le fluía hasta la ebullición, y se sintió sonreír plenamente, aunque el ruido comenzaba a ser cada vez más molesto. El despertador. Abrió los ojos desesperada y revolvió las sábanas y frazada que la cubrían cálidamente hasta su accidentado despertar.
-Mierda… ¡Regina!
Recordó inmediatamente la cita que tenía en la cafetería con la alcaldesa y se horrorizó al comprobar que se había quedado dormida y que todavía debía ducharse para bajar a desayunar. Hacía dos días atrás que se había mudado con Henry a la más amplia de las habitaciones de la posada de Granny's, la más similar que encontraron en tamaño al departamento que tenían en New York. Ambos estaban muy cómodos allí, y por una módica suma mensual, podían disfrutar de un lugar sumamente adecuado y más que suficiente para sus necesidades, con dos habitaciones y un living comedor amplio. Se duchó y vistió lo más rápido que pudo, y corrió hacia el living para ponerse su suéter. Allí se encontró con Henry, que recién entraba para tomar sus cosas y partir hacia el colegio.
-Buenos días –la saludó su hijo-. Ya he desayunado con mami abajo. Creo que está un poco molesta porque estás retrasada para la reunión –le informó con una mueca entre bromista y preocupada.
-Buenos días –respondió Emma nerviosa-. ¿Qué te ha dicho?
Henry se colocó su abrigo y su bufanda, y luego se calzó su mochila mientras Emma hacía lo propio con su chaqueta de cuero roja y su gorra de lana, que resguardaría su cabello mojado del intenso frío.
-Ella cree que debería pasar con ella la misma cantidad de días y horas que contigo. Propuso que me quede con ella los lunes, martes y miércoles, los jueves los pasaría con los abuelos y luego los viernes, sábados y domingos contigo. Y pasados seis meses, podríamos turnarnos para que cambiemos de días.
-Muy lógica su propuesta –masculló Emma entre dientes mientras terminaba de abrigarse.
-¡Genial! –se entusiasmó Henry, sonriendo con ganas-. ¡Voy a volver a mi antiguo cuarto!
El niño se dispuso a abrir la puerta pero Emma lo detuvo interponiendo su mano.
-¿Es que acaso no estamos genial aquí en este lugar impresionante que conseguí sólo para los dos? –lo retó en broma y luego desbloqueó la puerta para que pudieran salir. Henry la miró con una sonrisa astuta.
-Todavía pienso que no sería problema si fuéramos tres –fue su respuesta, y al instante se alejó a toda velocidad por las escaleras.
Emma rodó los ojos y siguió el mismo camino para bajar a la cafetería. Le dio los buenos días a Ruby y a Granny y enseguida ubicó a Regina sentada de espaldas a ella en una de las mesas.
-Buenos días Regina. Lamento la demora –dijo rápidamente sin mirarla y se sentó frente a ella.
-¡La salvadora está aquí! –replicó la alcaldesa con sorna, rodando los ojos-. Al fin se ha dignado a venir luego de más de veinte minutos de hacerme esperar. He tenido que tomarme una segunda taza de café. Por suerte Henry sí se despertó a tiempo y vino a hacerme compañía.
Emma levantó los ojos con vergüenza y advirtió que la mirada de la morena no tenía ni el más mínimo rastro amistoso. Ni tampoco el más mínimo parecido con la mirada que tenía en su sueño. El solo recuerdo de su aventura onírica hizo que se ruborizara, pero por suerte llegó Ruby para tomarle el pedido y Emma se propuso concentrarse fuertemente en no acordarse de su sueño con Regina enfrente.
-Supongo que te habrá informado sobre mi propuesta –continuó Regina con tono frío y ofendido ni bien Ruby se retiró, y acto seguido se llevó su taza a los labios para beberse su café.
-Sí –Emma movió la cabeza afirmativamente tratando de esquivar la molesta mirada-. Estoy de acuerdo, me parece bien tu idea.
Ruby le trajo su pedido a la mesa y se dedicó a comenzar con su desayuno atacando uno de los panecillos con ganas para tratar de disipar la tensión que sentía.
-Genial –una sonrisa de satisfacción cruzó el rostro de Regina-. Entonces esta misma tarde paso a buscarlo por el colegio y lo llevaré a casa por los próximos tres días. Debo irme a la oficina ahora.
Rápidamente levantó su bolso del asiento y tomó su abrigo, dispuesta a marcharse.
-Espera un momento –Emma dejó su taza de café sobre la mesa-. Mi madre me ha pedido que te invite a cenar con nosotros aquí mismo esta noche. Darán un festejo por la primera semana de vida de Neal, ha invitado a casi todo el pueblo.
Regina se incorporó como para irse y la miró extrañada, con el ceño fruncido.
-¿No habían dado una fiesta la semana pasada cuando Snow salió del hospital?
-Bueno… ya conoces a mis padres… les gusta festejar hasta el más mínimo detalle, al menos en lo que respecta al bebé –Emma subió los hombros en ademán de excusa, sin parecer compartir el entusiasmo de Snow y David.
-De acuerdo. Estaremos aquí con Henry y luego volveremos a casa.
La alcaldesa acomodó su bolso sobre su hombro y se dirigió hacia la puerta para cruzar la calle hacia su oficina. Emma cerró los ojos y finalmente pudo suspirar aliviada.
-Ruby, otro café por favor.
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Snow hizo una pausa en la lectura de los documentos que tenía sobre el escritorio para mirar por la ventana del salón de clases. Los niños estaban en recreo y no pudo evitar preguntarse como el inexorable frío de ese inesperado y adelantado invierno afectaría a los pájaros que solían venir a saludarla regularmente por esa misma ventana. La distracción duró pocos segundos hasta que su conciencia le recordó la reunión del ayuntamiento del sábado por la mañana, en la cual Regina en sus funciones de alcaldesa la había nombrado directora del colegio, además de que seguiría siendo profesora de varios cursos. Adicionalmente, le había encargado la exhaustiva reforma de todos los contenidos educativos, y por otra parte, la completa renovación del laboratorio de ciencias. Algo en lo que estaba por demás de acuerdo, ya que se trataba de una de las materias preferidas de Henry. Volvió su vista hacia los antiguos manuales de educación, buscando nuevas ideas para su reforma. Iba a ser una mañana larga y complicada. Tan concentrada estaba que no vio a la mujer que se le acercaba sigilosamente desde la puerta hasta situarse frente a su despacho.
-Parece que Regina te ha puesto a trabajar duramente.
La voz le resultó familiar. Levantó la mirada acercando las cejas entre sí. La mujer era muy bella, de cabello castaño y edad madura, seguramente pasando los cuarenta años. Portaba un paquete en sus manos y su rostro también le era familiar, aunque tardó unos segundos en recordarla. La realización la dejo boquiabierta, considerando el larguísimo tiempo que tenía sin verla.
-¿Reina Anna?
La mujer sonrió suavemente y acercó una silla para sentarse frente a Snow. Acto seguido, apoyó cuidadosamente el paquete que llevaba sobre lo que quedaba libre del escritorio y lo abrió inmediatamente, revelando unos riquísimos panecillos recién horneados con delicioso aroma.
-Debo aclarar que he venido con intenciones amistosas. Resulta que mi hija Sasha es compañera de curso de tu nieto Henry, y se han hecho muy amigos.
-¿Sasha es tu hija? -Snow abrió los ojos como platos. Conocía a la niña ya que la tenía de alumna-. ¡Es una joven brillante!
-¿Puedes creerlo? -Anna arqueó las cejas y rodó los ojos en señal de incredulidad-. Hemos caído aquí con la última maldición. Llevamos sólo dos años en este pueblo y tanto mi hija como su padre se han enamorado de la ciencia, a pesar de que venimos de un mundo mágico donde ni siquiera se conoce.
-No tenía idea de que tú y tu familia estaban aquí -declaró Snow, todavía sin salir de su asombro ante tantas novedades. La sorpresa pronto le fue dando paso a la curiosidad, a medida que escuchaba el relato de la mujer, con la cual no había tenido precisamente el mejor de los tratos en el pasado.
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Storybrooke, 32 horas antes
El hielo crepitaba sobre el suelo de tierra y césped a medida que avanzaba por el espacio abierto. Ya se había alejado bastante por fuera del establo, y el lugar estaba comenzando a asustarla considerablemente. Era la segunda noche que se aventuraba a explorar al aire libre, y aún no podía reconocer en donde estaba. El bosque no tenía el aroma típico del Bosque Encantado, y las construcciones de los castillos se le hacían extrañas e incomprensibles. Objetos grandes y amenazantes que nunca había visto, de formas cuadradas y con algo abajo que parecían ser ruedas, se situaban frente a algunas de las viviendas como si se tratasen de una extensión de las mismas. Decididamente, no conocía el lugar. Algunos flashes de memoria iban haciéndose cada vez más detallados mientras caminaba sin rumbo por la desolada y oscura noche de esa misteriosa aldea. El viento le rendía reverencia mientras las partículas de aire más cercanas pasaban del estado gaseoso al líquido y luego al sólido en cuestión de segundos cuando tocaban su piel. Había salido de esa vasija convertida en ese extraño líquido, que podía sentir por sus venas a medida que se iba transformando. ¿Cuánto tiempo había pasado allí dentro? Observó que los singulares palacios se hallaban apiñados uno al lado del otro, y de vez en cuando se encontraba con un espacio verde con árboles, de forma apreciablemente cuadrada, como toda la distribución del pueblo. Los caminos eran rectos y de una superficie dura e incómoda, pero que no era inmune a sus poderes. Pronto se halló en un espacio abierto donde ya no había más castillos, sólo bosque. Lo último que recordaba era el lago que se encontraba detrás del palacio real del Reino del Norte. Había ido hasta allí a ver a la reina, ¿pero por qué? En ese nuevo lugar no había palacio real. Una exótica estructura metálica con raras anotaciones llamó su atención.
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STORYBROOKE
Pocos metros más adelante, visualizó una notable línea colorada, la cual dedujo que se trataba del límite de aquella aldea. Que se llamaba Storybrooke, y que ciertamente no era el Bosque Encantado. Allí no encontraría a la reina. Ni tampoco a Anna. Se quitó los guantes y lanzó un rayo furioso contra el cartel, impregnándolo con una despiadada capa de hielo seco capaz de convertirlo en añicos con el solo golpe de una uña. Instantáneamente, los recuerdos comenzaron a acomodarse, surgiendo como una dolorosa tormenta eléctrica dentro de su cerebro. Había hecho lo mismo antes. Había lanzado uno de sus rayos helados en el lago con la misma ira e impotencia que en ese momento. Originalmente, se había dirigido hacia el palacio real para enfrentarse a la reina Eva. Pasaría su maldición del hielo al bebé que esperaba la reina ni bien naciera. Esos eran sus planes hasta que llegó Rumpelstiltskin. Él le había confesado en el lago que había sido el responsable de su maldición al momento de su nacimiento, y a él se había enfrentado, lanzándole sus rayos helados mientras él se divertía desapareciendo para esquivarlos. Era por su culpa que había terminado encerrada en esa vasija y en ese momento se encontraba en ese extraño lugar, donde jamás volvería a ver a su hermana. El miedo y la confusión dieron paso a una desgarradora cólera que invadió su sangre. Levantó su cabeza y extendió sus brazos hacia el oscuro cielo estrellado. Un resplandor de magia blanquecino, casi transparente, se elevó velozmente partiendo desde su cuerpo. Pronto la mesósfera descendió sobre la tierra atraída por el poder de su magia, y cubrió la circunferencia del pueblo con un invisible halo glacial.
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Continuará...
Bueno, aquí va el primer capítulo de una de mis primeras historias Swan Queen. Esta vez tendrá muchos capítulos más! Si les ha gustado, lxs invito a dejar sus comentarios y lxs espero para el segundo capítulo (muy pronto).
Saludos y muchas gracias por leer.
Mechi75.
