N/A: Estrictamente hablando, este no es un fanfic, sino un post que forma parte de un RPG de Bleach que abrí hace poco. Hasta el momento solo escribimos mi hermana y yo, así que iré publicando los posts y lo seguiré haciendo si futuros miembros están de acuerdo con ello. Quedan muchos personajes disponibles y nos hace falta gente para que sea más divertido, así que si les llama la atención pueden encontrar la dirección en mi profile. La orientación del RPG es aventura, comedia (algo que en sí sigue al canon) y romance (incluido shounen-ai). Como no podía escoger tres géneros (aventura, comedia y romance), he dejado la historia como General aquí.
Lo escrito a continuación está narrado desde el punto de vista de Ishida Uryû.
Dos meses y un día. Las horas y minutos, me rehusaba a contarlos. Aunque en el fondo de mi mente la cifra ya estaba más que patente. Yo solo me esforzaba por ignorarla, como ignoro muchas cosas. Qué más daba una más.
Qué más daba si Kurosaki llevaba dos meses, un día, diez horas y cuatro minutos sin dirigirme más que las palabras más indispensables.
¿Por qué? He tenido bastante tiempo para meditar al respecto, si bien el asunto no requiere absolutamente nada de profundización ni deducciones brillantes.
Se siente culpable por lo pasó en Hueco Mundo y aparentemente, es más sencillo limitar mi existencia en su vida a un vago recuerdo que asumir lo que sucedió.
No fue su culpa, ni la mía. Y en todo caso, gracias a Inoue-san, estoy perfectamente. Aquello no es más que un mal recuerdo que dejó una cicatriz mucho más tangible en su conciencia que en mi cuerpo, porque sé que le dolió más que a mí cuando Zangetsu me atravesó. Sin embargo, era necesario. Yo lo entendí.
Falta que él lo entienda, y ya estoy dudando si será capaz de hacerlo alguna vez. Jamás lo creí del tipo que huye.
Supongo que me equivoqué y Kurosaki se parece más a mí de lo que pensé, porque evadir es una de mis especialidades. Tanto más fácil cuando más rápido noto aquello con lo que no quiero lidiar y lo aislo. O me aislo, lo que funcione primero.
Mas esta mañana no hay escapatora para ninguno de los dos. Mientras camino hacia la escuela, recuerdo con cierta opresión su expresión al enterarse de que nos tocaba servicio juntos. ¿Será limpiar un aula junto al insoportable Ishida un martirio tan grande? ¡Se supone que somos amigos! Nakama.
Aun si no vuelve a hablarme como tal, yo estaría dispuesto a dar mi vida por él en el momento que fuera necesario. Hoy, dentro de diez años. No importa, sé que él seguirá significando lo mismo para mí.
Aun si ya no me considera más que el nerd de su clase, no importa.
Estoy acostumbrado, después de todo. La soledad y yo somos viejos conocidos.
¿Y por qué demonios hablo como si no me quedara nada más en el mundo? No lo sé. Dista de ser cierto. Tengo a mi padre, con el que no hace mucho me reconcilié. Tengo a Sado-kun y a Inoue-san. Pero, de alguna forma... siento no seré capaz de ver nada de eso sin el naranja contrastante como guía.
Qué ridiculez. O más bien, qué ridículo que soy.
- Ohayou – lo saludé, sorprendiéndome de que hubiera llegado incluso más temprano que yo. Él se sobresalta y enseguida mira a través de las ventanas del salón. Bien dicen que los ojos tienden a irse donde su dueño quiere estar. En su caso, lejos. Lejos de mí.
- O-Ohayou.
Sentí deseos de estamparle la cabeza contra un pupitre. Me subí los lentes mientras acomodaba mis cosas en mi lugar, decidiendo que cualquier cosa era mejor que este trato forzado y breve. Lo haría enojar, si era necesario. Siempre me gustó discutir con él, tomarle el pelo. Era refrescante.
- Encárgate del pizarrón y las mesas – le ordené con tono altanero apropósito – El piso y las ventanas requieren más cuidado del que puedes poner en algo, así que los limpiaré yo.
A pesar de mis palabras duras, Kurosaki solo me miró un segundo antes de bajar la vista, asintiendo apenas. Apreté los puños con frustración al ver mi último recurso fallar estrepitosamente. No obstante, un gusto me había dado. No había pronunciado su nombre, tal como él no lo hacía cuando me hablaba. Le había devuelto lo que más me dolía, que se dirigiera a mí como a un extraño. Me había... vengado. De alguna forma.
Me acerqué a tomar la escoba para empezar a barrer, siendo lo suficientemente tonto como para que el mango se me resbalara de las manos y llamara nuevamente su atención.
Maldije por dentro. Eso no lo había hecho apropósito. La figura inconfundible de un Hollow justo atrás de Kurosaki, con una sonrisa más perturbadora que muchas que había visto antes esbozadas en esas máscaras atroces, me había distraído.
Parpadeé, notando que además del patético hecho de que la humedad relativa de mis globos oculares sobrepasaba con creces la del ambiente, el Hollow se había ido. Había sido menos de un segundo.
Tal vez simplemente lo había imaginado. No había podido percibir nada.
- ¿Ishida? - lo miré, sintiendo un extraño alivio al ser finalmente reconocido por él. Negué con la cabeza, recogí la escoba y emprendí mi tarea en silencio. Lo escuché regresar a la suya, sabiendo de sobra que de nada hubiera servido preguntarle si había sentido algo hace un momento.
Después de todo, Shinigami más poderoso o no, un Quincy seguía siendo muchísimo más rápido y eficaz en detectar la presencia de un Hollow.
†††
Al terminar las clases del día, algo seguía molestándome. Imaginación o presentimiento, decidí seguirlo. Junté todo con prisa y me fui, resolviendo que solo había una persona a la que podía consultar sobre lo que había pasado.
El único Quincy vivo, aparte de mí.
Sabía que mis mejillas estaban rubicundas como las de un niño pequeño preguntando por su padre cuando carraspeé e incómodamente pregunté a la enfermera del mostrador principal del hospital si sabía dónde podía encontrarlo. Era la primera vez que lo buscaba en su trabajo y estaba avergonzado hasta las orejas. Ni siquiera sabía si todo esto era importante y había ido a molestarlo. Muy bien, Uryû, puntos para ti, pero ya es muy tarde para salir corriendo.
- Uryû - se dirigió a mí, abriendo los ojos con sorpresa - ¿Estás bien? ¿Qué haces aquí?
Pensé en llamarlo papá, mas la palabra seguía atascándose testarudamente en mi garganta cada vez que nos veíamos.
- ¿Qué te ha sucedido en la mano? Déjame ver - mientras la tomaba entre las suyas, caí por primera vez en la cuenta de una marca oscura en el dorso que no era, no era un simple hematoma - Ven, hablemos en mi oficina.
Tomó mi brazo con firmeza y retomó el paso. Me dejé llevar por él por unos metros, completamente ausente de lo que pasaba. No podía explicarlo, pero de pronto tenía miedo. Pánico. Un terror indescriptible que apretaba mi pecho y me impedía respirar bien.
Observé mi mano por última vez antes de comprender y comenzar a correr, deshaciéndome del agarre de Ryûken. No vacilé un instante en usar hirenkyaku, no podía permitírmelo. Había tardado demasiado en darme cuenta de lo que sucedía y ahora todos, especialmente Kurosaki, podían estar en peligro.
Me apresuré, usando su reiatsu como brújula. Al tiempo que corría, mi desesperación aumentaba. Si apenas había sido capaz de ver por una milésima de segundo a un solo Hollow, ¿cómo podría impedir que lo atacaran a muerte? ¿Cómo podría avisarle? ¡Ya no podía sentirlos aparecer! Algo más que escalofriante había pasado con ellos.
Entonces lo supe. Solo había una manera. Concentraría mi reiatsu únicamente en mi percepción y si no bastaba, estaba más que dispuesto a comenzar a lanzar flechas allí donde quiera que no hubiera humano ocupando el espacio.
Pero no fue necesario. Los vi. Eran un verdadero enjambre, acercándose rápidamente al grupo de Kurosaki y sus amigos, sentados en círculo a la sombra de un árbol, riéndose. Completamente ignorantes de lo que se les venía encima.
El blanco era él. Si me quedaba alguna duda el verlos comenzar a formar Zeros directamente hacia Kurosaki se la llevó.
Armé mi arco lo más rápido que pude luego de memorizar cada una de sus posiciones. Entonces, disparé. Las siluetas oscuras solo se hicieron visibles al ser destruidas por mis flechas.
- ¡P-Pero qué carajo! - poniéndose de pie de un salto, alerta tarde, Kurosaki me observó perplejo - ¿Qué diablos fue eso?
- Hollows - señaló Sado con obviedad. Esbocé una sonrisa torcida.
- ¡Rukia! ¡Esta porquería de nuevo no sirve! - sacando el aparato que usaban para localizarlos y prácticamente restregándoselo en la cara, continuó enfadado - ¡No me digas que Urahara-san te lo vendió barato! ¡Seguro es de segunda mano!
- Bueno, Ichigo, cálmate - respondió Kuchiki, como si no fuera nada grave - Tenía que ahorrar, ¿sabes? Un salario de Shinigami no es mucho aquí. Y me compré un vestido muy bonito que-
- ¿Y a mí qué mierda me importa tu jodido vestido? ¡Casi nos matan!
- ¡¿Hubieras preferido que siguiera robándole ropa a tus hermanas?
- ¡Pero si todavía lo haces!
- Bueno-
- Maldito Quincy - escuché a una voz rasposa pronunciar con desdén, demasiado cerca de mi oído. Al menos, no había sido el único, considerando que Kuchiki se había callado al mismo tiempo - Arruinaste todo.
No pude moverme. De haber podido, no hubiera servido. Las garras del Hollow solo fueron visibles al atravesarme. Creí oír gritos, era difícil decir de quién. Quizá míos.
