Luffy, el chico de la selva
.
.
Una apacible chica dormía relajadamente en un amplio y lujoso dormitorio, hasta que la alarma del reloj que tenía junto a su cama sonó, haciéndola levantarse al instante para apagarla. Eran las ocho y treinta de la mañana. Se puso su sedosa bata de tono damasco y caminó hacia el enorme ventanal, abriendo las cortinas de par en par, teniendo una hermosa vista de toda la ciudad comenzando recién a despertar frente a ella. Estuvo un par de segundos mirando a través del vidrio fingiendo observar todo lo que había frente a ella, pero lo cierto es que simplemente miraba a la nada con una sensación de angustia y nostalgia, y sin si quiera notarlo se estaba abrazando casi como defendiéndose de lo que aquella enorme ciudad podría ofrecerle.
– "Cuando se es exitosa y lo tienes todo, crees que nada puede ser mejor… Un novio guapo que sabe cocinar, una enorme suite, un trabajo por el que muchas personas matarían, autos lujosos, cenas muy caras en restaurantes exclusivos, vestidos y ropas de diseñador a la medida… Pero lo cierto es que lo más importante no está…" – Pensó tocándose levemente el pecho, sintiendo como su corazón latía apaciblemente.
De pronto el ruido de su teléfono celular la hizo sobresaltarse un poco, por lo que dejó de ver la ciudad y se concentró en el mensaje que acababa de llegar.
– "Nami, tu madre acaba de llegar a la oficina con un extraño tipo todo sucio y zarrapastroso, te ruego que por favor vengas lo antes posible! Están armando un alboroto y no me atrevo a llamar a los guardias, lo intenté y Bellemere casi me mata con la mirada D: … ¡Te espero! -Vivi-" – lo leyó todo en voz alta y casi no creyendo lo que decía se vio en la obligación de releerlo varias veces.
– Mierda… ¡Mejor me apuro! – Se dijo a sí misma poniendo una de sus manos en su frente y dejando el teléfono en el velador que había junto a su cama.
Corrió a la ducha y en menos de diez minutos ya estaba secándose para poder vestirse. Se puso un vestido ajustado color rojo oscuro que enmarcaba toda su perfecta silueta y que le llegaba sobre la rodilla, unos altos tacones negro azabache, sus pulseras de oro, y un hermoso broche con incrustaciones de perlas del mismo color que el vestido en el cabello mojado -que no quiso secar por el apuro- dejándolo tomado sólo de un lado para que al menos uno de sus largos aretes de oro se viera. Se maquilló lo más rápido que pudo, luego se miró un par de veces frente a un gran espejo que había en el baño, chequeó que su cartera tuviera todo lo necesario, tomó su celular y sin más demoras salió corriendo hacia su Porsche rojo descapotable.
Unos cuantos minutos después había llegado a su empresa, siendo saludada por todos los que la veían pasar. Casi corriendo tomó su ascensor privado y se bajó en el último piso del enorme edificio, llegando a la sala de estar que había frente a su despacho, pero apenas se abrieron las puertas del ascensor vio cómo su madre estaba sentada calmadamente en uno de los cómodos sofás tapizados en cuero negro fumándose un cigarrillo mientras que un chico todo sucio, con las ropas rotas y manchadas de sangre, unas cuantas heridas y sin calzado, corría de un ventanal a otro mirando la enorme ciudad y gritando como idiota, y Vivi simplemente se limitaba a mirarlos sin saber qué hacer.
– Herm… ¡Madre! Que, hem… ¿Bueno verte por aquí? – Dijo Nami caminando hacia la pelirosa haciendo que los tres pares de ojos del lugar se voltearan hacia ella.
– Oh, por fin te dignas a aparecer… Debo suponer que estuviste con el idiota de tu novio toda la noche y que por eso llegaste tarde a trabajar hoy ¿Verdad? Pero como sea, es tu empresa, no me importa si eres o no responsable, sólo te digo que yo no te enseñé así y – Pero antes de que Bellemere pudiera terminar de dar su enorme y aburrido discurso de siempre, Nami la freno.
– Mamá, estuve trabajando hasta tarde, a Sanji no lo veo hace más de tres días y no llegué tarde, de hecho llegué antes de lo normal… Ahora dime, ¿Qué hace ese tipo aquí? ¿Por qué lo trajiste contigo? – Le preguntó desviándola del tema anterior.
– Verás, Nami… Este chico es el nieto de Garp, un viejo amigo mío y por cosas que solo Garp sabe este joven ha vivido toda su vida en una jungla junto a su hermano… Habían hecho la promesa de que se irían de aquel lugar cuando cumplieran la mayoría de edad para conocer el mundo, pero su hermano… - Y antes de continuar, se levantó del sofá, dejó el cigarrillo en un cenicero y se acercó a su hija para poder hablarle más bajo – Tuvieron un accidente…Cuando viajaban a la ciudad más cercana el conductor del auto que los llevaba se quedó dormido y cayeron por un barranco… el auto acabó navegando por un río y bueno… el conductor y el hermano de este chico murieron, él de milagro está aquí con nosotras – Dijo finalmente mirando al moreno que estaba, milagrosamente, quieto pegado al ventanal del lugar.
– Eso es terrible… Realmente lo siento mucho ¿Pero qué se supone que tengo que hacer yo? – Le preguntó sin entender muy bien en qué podría ella ayudar a ese chico, aparte de darle algo de dinero.
– Nami, sé que lo que te voy a pedir es bastante grande, pero lo hago porque sé que puedes lograrlo y eres la única en la que confió para esto… Nojiko está dando su tour por todo el mundo, así que no pude pedírselo a ella… pero sé que no me voy a arrepentir– Le decía Bellemere tomándole ambas manos.
– Bellemere, di de una vez por todas lo que tengas que decir – Pidió Nami mirando un poco intrigada a su madre.
–Nami… Necesito que cuides de este chico por un tiempo y lo adaptes para que pueda vivir como una persona normal… Quiero que él viva contigo, pero créeme, será solo hasta que Garp venga a buscarlo – Confesó finalmente la pelirosa, apretando levemente las manos de su hija, la que estaba atónita mirándola sin creerse lo que acababa de escuchar.
– ¿De verdad quieres que yo cuide a ese tipo? Quiero decir ¿No te da miedo que me haga algo? Además ¿Qué es lo que dirá Sanji de todo esto…? – decía la pelinaranja, hablando atropelladamente.
–Shhh, tranquila, cálmate un poco… Mira, él se llama Monkey D. Luffy, es totalmente inofensivo, créeme…Nunca en su vida a estado con una mujer y mucho menos sabe lo que es el sexo, excitarse o alguna de esas cosas… ¡Es más asexual que un niño de tres años! Así que por eso no te preocupes… Sólo dime si aceptas o no y así terminamos con esto luego – Le pidió Bellemere de forma suplicante.
Nami por su parte se quedó pensando en las palabras de su madre. El hecho de tener que cuidar de alguien más era algo totalmente nuevo para ella, no vivía con su novio y nunca había pasado una sola noche con él en su suite, por lo que no sabía lo que era despertarse teniendo la compañía de alguien en el lugar. Además, si Bellemere decía que era así de asexual no habría mucho problema, simplemente tendría que enseñarle las cosas básicas de cómo vivir en la sociedad y listo, no parecía mucho trabajo y sabía que su madre ya no estaba para andar educando a chicos, no tenía ni las fuerzas ni la paciencia.
– ¿Cuántos años tiene? – Preguntó la pelinaranja mirando al chico de pies a cabeza.
– Tiene veinticuatro, es sólo un año menor que tú…aunque no lo demuestra – Respondió la pelirosa también mirando al pobre chico que aún seguía pegado el gran ventanal con la mirada como perdida y vacía.
– ¿Y se puede saber por qué aún tiene heridas en su cuerpo y no lo hiciste bañarse? – Preguntó levantando una de sus perfectas cejas.
– Es que él no quiso que lo tocara para curarlo, y tampoco quiso bañarse ni nada de eso… Y yo no lo iba a perseguir para eso – Contestó la pelirosa con un mohín en el rostro.
– Bien, yo lo cuidaré pero sólo si prometes que será por un tiempo – Dijo finalmente Nami estirándole la mano a su madre para sellar el trato, luego de un rato de meditarlo.
– ¡Oh Nami, no sabes lo mucho que me alivia oír eso! Serán un par de meses nada más, así que no te preocupes por eso… Y sobre el dinero, bueno… Ya sabes, eres más que rica y podrás apañártelas, no creo que necesites mi ayuda en eso – Y sin más le dio la mano también, sellando un trato del que ninguna de las dos sabía cómo resultaría.
– Ven, te lo presentaré formalmente y veremos si le agradas o no – Habló Bellemere al cabo de unos segundos.
Caminaron hacia el chico, pero éste ni lo notó sumergido en sus pensamientos, hasta que Bellemere le tocó suavemente el hombro haciéndolo volver a la realidad con un leve brinco.
– Luffy, ella es Nami, ella te cuidará desde ahora ¿Bueno? – Le dijo tranquilamente Bellemere mientras que le indicaba con un gesto de mano a la chica que estaba situada junto a ella.
– Hola Luffy, espero que nos llevemos bien – Añadió la pelinaranja extendiéndole la mano para que éste se la estrechara, pero en vez de eso simplemente se quedó mirándola fijamente a los ojos sin si quiera pestañear un poco o hacer algún gesto.
Su mirada era tan intensa, tan llena de brillo y afecto que Nami se vio en la obligación de quitar su mano y desviar la vista o terminaría siendo consumida por esta.
– "Qué fue eso…" – Pensó para sí misma, un poco avergonzada por haberse visto intimidada por un chico como el que tenía frente a ella y al volver a mirarlo pudo notar que aquella mirada persistía en su rostro.
– Yo Monkey D. Luffy, gracias por cuidar tú de mí … Yo no causar problemas, Nami – Dijo finalmente el moreno lo más educadamente que pudo, para finalmente limpiarse la sudorosa mano en el dorso de su harapiento pantalón y extendérsela a la joven que estaba frente a él.
El difunto hermano de Luffy una vez llegó con un extraño libro de modales y cortesía, en el que decía cómo actuar frente a una dama por lo que ellos practicaron esos modales lo mejor que pudieron y así estarían preparados para cuando tuvieran que hablar con chicas y ese tipo de cosas, y al parecer si había dado resultados porque la pelinaranja y Bellemere estaban totalmente asombradas por su actitud.
– Wow… ¡Nami, creo que esto sí dará buenos resultados! Desde que lo fui a buscar hasta que lo traje lo único que había dicho era "quiero cagar" y "tengo hambre" ¡Pero esto sí que es un avance! Tienes que decirme cada cosa que pase ¿Está bien? Yo debo marcharme ahora, pero estaré llamándote para saber del chico – Y diciendo esto besó a su hija en la mejilla, se despidió del moreno diciéndole que estaba en muy buenas manos, le guiñó el ojo a Vivi que los miraba casi sin expresión y luego se marchó.
– Bien… ¡Bien! Hem…Ven conmigo – Le dijo un poco nerviosa Nami al moreno, el que la siguió obedientemente hasta el escritorio de Vivi.
– Vivi, ¿Cuántas reuniones tenía agendadas para hoy? – Preguntó atropelladamente, mientras que la chica chequeaba rápidamente.
– Para hoy sólo tenías la reunión con el director de la Clínica "Pétalos de cerezo", ya sabes, para ver lo de los aportes que le haces mensualmente – Contestó eficazmente.
– Okay… Puedes redactarle un correo que diga que no podré ir porque estoy enferma… No eso no, va a querer tratarme… Hmm… Dile que se me presentó una emergencia y que no podré asistir a nuestra reunión, pero que el dinero está depositado, y por favor envíale el dinero, ya sabes cuál es la cantidad – Le pidió la pelinaranja mientras que entraba en su despacho seguida por el moreno.
.
.
– Tengo que revisar algunos papeles y firmar algunos otros así que vas a tener que esperarme un momento, luego nos iremos a una de mis tiendas para verte algo de ropa y después iremos a mi casa para poder curarte esas heridas… Si no dejaste que mi madre te curara no dejarás que algún doctor lo haga y no quiero que armes escándalos en ninguna parte, así que lo haré yo, después de todo, algo me enseñaron acerca de primeros auxilios cuando entrené para obtener el cinturón negro en karate – Decía Nami casi para sí misma que para su nuevo "acogido" al mismo tiempo que tomaba asiento en su cómoda silla, se ponía sus gafas de lectura y revisaba uno tras otro los papeles que le habían dejado encima en distintas carpetas, timbrando algunos y firmando otros.
– ¿Que ser karate? – Preguntó de pronto el moreno mientras que jugueteaba con una planta que había junto a él en un gran macetero de porcelana pintada a mano.
– Es un arte marcial… Veré si puedo enseñarte lo básico cuando tenga algo de tiempo, así aprendes a defenderte – Contestó la chica pasando rápidamente a chequear su laptop para ver los otros documentos que le enviaban al correo.
– Arte marcial… Yo y mi hermano aprender Judo por libro con dibujos, regalo de Garp… Yo y Ace practicarlo contra osos y panteras shishishi – Decía Luffy recorriendo con la vista el inmenso librero que estaba junto al escritorio de la chica, mientras que ella tecleaba rápidamente contestando sus mails sin tomarle mayor importancia a las palabras del chico.
– Me pregunto qué hacer Ace ahora – Dijo al cabo de unos cuantos segundos de silencio, pero la pelinaranja al oír esto se quedó congelada frente a la pantalla.
– "Él aún no sabe que su hermano murió…O tal vez aún no lo asume… Pobrecito" – Pensó despegando los ojos de la pantalla de su laptop y mirando al moreno que aún observaba asombrado todos sus libros.
– Hey… Cuando salgamos de aquí te llevaré a comprar algo de ropa a una de mis tiendas, compraremos algo de helado y luego nos iremos a casa ¿Bien? – Le ofreció la chica amablemente, sintiendo que debía protegerlo, pero sabía que no era para nada así – Y luego me contarás eso de que luchaban contra osos y panteras – Y sonriendo por ver que el moreno la miraba y asentía entusiasmadamente con la cabeza terminó lo más rápido que pudo de hacer todo lo que generalmente hace en horas.
– Vivi, me marcho por hoy y mañana no sé si pueda venir, pero esta semana no tenía muchas cosas importantes así que te dejo a ti a cargo de todo, confío en que podrás hacerlo incluso mejor que yo – Dijo la pelinaranja a su estimada amiga y secretaria, a la que conocía desde ya muchos años.
– Claro Nami, no hay problema, considerando la responsabilidad que te dejaron… Estamos al habla – Contestó Vivi sonriéndole feliz por ver la confianza que le tenían y despidiéndola a ella y al moreno con un gesto de mano.
Nami y Luffy subieron al angosto ascensor privado de la pelinaranja, el que nadie usaba porque sabía que sólo era de la jefa, y bajaron al subterráneo en busca del Porsche de la chica. Ella le abrió la puerta del copiloto, lo hizo sentarse dentro y le puso el cinturón de seguridad para luego subirse al asiento del conductor.
– Por nada del mundo te quites ese cinturón mientras el auto está en marcha ¿Te quedó claro? – Le advirtió a su compañero.
– No quitar, bien – Contestó él acomodándose en el suave asiento mirando todo con curiosidad – Auto no ser igual al que traerme aquí – dijo una vez que Nami se había puesto en marcha hacia una de sus tiendas en la que siempre solía comprar ropa.
– Ya lo creo… El auto de mi madre es una chatarra andando ¡Y no quiere que yo le regale uno nuevo! Es terca como una mula – le contestó Nami riendo al recordar cuando había intentado llevar a su madre a mirar autos nuevos.
– Si, sonar feo y sus asientos ser duros… Y saber que las mulas ser tercas con quien tratarlas mal, pero tratarlas bien y ellas ser muy obedientes, serlo más que los cerdos – Explicaba Luffy poniendo una de sus manos levemente fuera del coche para sentir el viento en la palma de ella.
– Ya… De seguro sabes mucho sobre animales… Y creo que intentaré enseñarte a hablar mejor – Afirmó la pelinaranja mirándolo de reojos, notando que éste se miraba en el espejo retrovisor de forma extraña y se palpaba el rostro.
Se fueron todo el camino charlando de las distintas especies de animales que el moreno conocía, de cómo había estado alimentándose siempre en aquel lugar apartado de todo el mundo y de cómo con su hermano jugaban a cazar osos o panteras, hasta que llegaron a una pequeña pero lujosa tienda que estaba en el centro de la ciudad con un enorme letrero de color plata que decía "N&N".
.
.
– No creo que me pongan problema por que estés así de sucio, después de todo soy la dueña de esta tienda…Pero de todas maneras quédate un minuto aquí que yo vuelvo enseguida ¡Y procura no hablarle a nadie! – Y sin esperar respuesta alguna por el chico entró precipitadamente en la tienda intentando ubicar a la chica que siempre la atendía para que pudiera pasarle unas cuantas prendas para su acogido, después de todo no podía simplemente hacer que se bañara y se quedara en bolas, y la ropa que usaba era peor que la de un indigente.
Luffy por su parte se quedó escuchando la suave música que la chica le había dejado puesta en la radio sin mover un solo dedo, cosa difícil para él pero lo hacía sólo porque Nami se lo había pedido, además no quería cometer ningún error y menos arriba de un cacharro que no sabía ni cómo usar, cuando de pronto sintió que alguien lo hablaba.
– Muchacho, vas a tener que bajarte del auto en este mismo instante si no quieres que te arreste –
.
.
Continuará…
