¡¡Hola!!
A los que ya me conocéis y habéis leído los capítulos, os digo que no añado o quito nada. Simplemente reedito el capítulo porque me han dicho que hay que poner siempre una cosa, que yo había dado por sabida y bueno ahora lo pongo.
Obviamente, los personajes pertenecen a J.K. Rowling y yo solo los tomo prestados. Aparte hay otros muchos que son de mi propia creación.
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Capítulo 1:
Abril 2018
Una fotografía que no significaba tanto.
La había encontrado debajo de la cama, cuando intentaba organizar todo el desastre perpetrado por Crookshanks. El viejo gato se había vuelto más cascarrabias con el tiempo, y ahora solo dejaba que su dueña se acercara a él. Su última travesura había sido colarse debajo de la cama y estar sin salir durante cuatro días. Ni siquiera el encantamiento 'Accio' consiguió sacarlo.
Era por eso que en un movimiento desesperado, Hermione había acabado debajo de la cama con él. Con su mano derecha rodeó al felino y lo atrajo hacia ella; claro que Crookshanks estaba muy bien agarrado a una caja y cuando salieron al exterior, la caja salió con ellos también.
Hermione suspiró exasperada y después de ponerse de pie, se limpió los restos de polvo y pelusa que se habían adherido a su pijama de invierno.
Aunque estaban en abril, en la ciudad de Nueva York seguía haciendo frío por la noche. Crookshanks había tenido suerte de que su dueña le dedicara parte de la mañana de ese domingo, sino habría tenido que esperar otra semana más.
El trabajo de Hermione en el Ministerio de Magia era asfixiante. Como jefa del Departamento de Aurores se esperaba de ella que diera lo mejor de si, y si ello implicaba no tener vida…no importaba.
Los fines de semana era el único momento que encontraba para relajarse y ser ella misma. No había cambiado mucho desde que salió de Hogwarts veinte años atrás. Bueno tal vez la expresión de la cara no era la misma y alrededor de sus ojos se habían formado unas pequeñas arrugas que constataban el paso del tiempo; pero poco más. Seguía teniendo una larga cabellera castaña (solo que ahora era lisa y para nada alborotada), era alta y delgada, y continuaba siendo más inteligente que la gente que la rodeaba.
Sin prestar mucha atención a la caja, Hermione dio una última mirada al gato y se metió en el baño para ducharse. Le gustaba levantarse temprano, por eso cuando salió con unos tejanos, una vieja camiseta y el cabello mojado, se sentó en su terraza y contempló como el día comenzaba en el cielo. Poco a poco en un horizonte no muy lejano, el sol salió. Al principio era una pequeña cúpula dorada, pero en unos veinte minutos el astro rey miraba el mundo con todo su esplendor.
Mientras se llevaba su taza de café a los labios, sintió un extraño estremecimiento en el estómago. Chasqueó la lengua en señal de disgusto. Con el paso de los años había aprendido que su sexto sentido estaba más desarrollado de lo normal, y si su cuerpo le decía que algo iba a ir mal… pues algo iría mal.
Después de diez minutos pensando en lo que podría salir mal, se levantó y recorrió su apartamento con la vista. El edificio 'Clare de Lune' se alzaba majestuoso veintidós plantas por encima del suelo. Tenía magnificas vistas del lado oeste de Central Park y se encontraba bastante cerca del Museo Natural de Historia Americana. A Hermione le gustaba dejarse caer por allí y pasear entre los restos de animales milenarios o maravillándose con la proyección del universo en el planetario.
En cuanto a su apartamento, era todo lo que una mujer de treinta y ocho años, soltera y sin compromiso, podría desear. Amplios ventanales por donde entraba la luz del sol, una suite enorme para ella sola, un salón con sitio para piano, una cocina de acero inoxidable, un estudio repleto de papeles y con la última tecnología informática, y una elegante habitación de invitados. Todo eso claro, rodeado por una terraza con piscina y jacuzzi a la cual se podía acceder desde el salón o desde su propia habitación.
Si.
Uno pensaría que la vida de Hermione Granger era perfecta.
Pero… ¿porqué ella no?
Se pasaba el día rodeada de gente, era respetada en su trabajo y no tenia problemas a la hora de encontrar a un ligue de una noche siempre que lo necesitara. Otra en su lugar haría eso y mucho más, pero Hermione no.
Hacia mucho tiempo que había renunciado a los hombres; no se sentía segura con ellos, y como decía ella 'mejor sola que mal acompañada'.
Entró de nuevo en su apartamento y se dirigió a su estudio. Podría haber sido el estudio de cualquiera, pues allí no había nada que delatase que pertenecía a alguien; no había portarretratos, revistas, flores o figuras. Parecía más bien sacado de la revista 'Style'.
Pero así era como le gustaba a Hermione. Nada fuera de su sitio, nada de trabajo pendiente, nada que pudiera distraerla,…nada que señalase que tenía una vida aparte.
Se sentó detrás del escritorio y encendió el ordenador.
¡Cómo odiaba esos trastos muggles!
Eran lentos, se colgaban con facilidad y qué decir de cuando se estropeaban y perdías todo el trabajo realizado. Todavía se preguntaba como el en Ministerio de Magia de habían sucumbido a ellos; ahora eran necesarios casi para cualquier cosa.
Conectó el ADSL mágico y se entretuvo mirando algunas páginas. En 'Corazón de Bruja On Line' por ejemplo, sacaban a toda plana un primer plano de Víktor Krum y su recién prometida, Yulia Kostova. Se alegró por Víktor. En 'Quidditch y algunos deportes más', leyó que Oliver Wood se retiraba y que por primera vez en 150 años, los Chuddley Cannon's habían vuelto a ganar un partido.
Sonrió tontamente al recordar como Ron…
La sonrisa se le congeló en el acto.
Hacia mucho tiempo que no pensaba en Ron.
Veinte años habían pasado desde que se vieron por última vez.
Chasqueó la lengua por segunda vez esa mañana y movió la cabeza hacia un lado y a otro, como queriendo sacarse esa imagen de la cabeza. Con gesto cansino apagó el ordenador, pues ya le había servido para pensar lo que restara de día. Ni siquiera tuvo la necesidad de abrir su bandeja de entrada donde seguro encontraría varias peticiones.
Se reclinó en su silla y cerró los ojos.
Respiró hondo varias veces y volvió a abrirlos.
No. El dolor que se había formado en su corazón continuaba allí.
Esa era la razón por la que continuaba sola.
Una vez.
Una sola vez había entregado su corazón y se lo habían roto.
Por culpa de EL ahora era esa persona fría e insensible, incapaz de confiar en los demás y que prefería pasar el rato sola que rodeada de gente.
Se levantó de su asiento y volvió a su habitación. Rozó con sus pies una pequeña fotografía que había junto a la moqueta; debía de haber salido a la luz cuando sacó a Crookshanks de debajo de la cama. Pero no fue en eso en lo que pensó.
Se apoyó en su armario ropero y se dejó caer al suelo. Sentía como sus manos comenzaban a temblar y su corazón palpitaba de forma desaforada, tal y como hacia años cuando estaba junto a él.
En la fotografía se podían contemplar cuatro rostros sonrientes.
Correspondía a los viejos y buenos tiempos de cuando estaban en Hogwarts.
Harry y Ginny tan enamorados como siempre no tenían ojos más que para el uno y el otro; cuando la fotografía cambiaba, se podía ver como Harry la besaba y Ginny le revolvía el cabello de manera juguetona. A su lado una imagen no muy diferente.
Ron y Hermione disfrutaban de los primeros días de un amor ya anunciado por muchos. Aunque no era el mejor momento para ella, no podía evitar sentirse feliz arropada entre los fuertes brazos del pelirrojo. Después Ron acercaba la boca a su oído, le decía que mirase a cámara y le daba un beso en la mejilla. Ella tendía a sonrojarse al final.
La Hermione actual tenía los ojos clavados en el pelirrojo.
No podía creer que él de entre todas las personas le hubiera traicionado de aquella manera, sobretodo después de los momentos y las noches de amor compartidas.
Pero así había sido.
Si se concentraba, Hermione aun podía recordar el aroma masculino del pelirrojo y el escalofrío de placer que sintió cuando sus cuerpos se hicieron uno por primera vez.
--FLASH BACK--
Hermione lloraba amargamente mientras mantenía la espalda apoyada en el tronco de un árbol. Había recogido las piernas hasta llevarlas a su pecho y las abrazaba con fuerza.
No podía creer en la certeza de la noticia…
…y aun así era cierto.
Imágenes del pasado y del presente se intercalaban en su mente en una espiral que no parecía tener fin. Luego las imágenes daban paso a las palabras; imprecisos vocablos sacados fuera de contexto que tenían un nexo común.
Una frase.
"Tus padres han muerto."
"Tus padres han muerto."
"Tus padres han muerto."
Esas cuatro palabras martilleaban su cabeza de forma incansable, haciendo que el momento fuera mas duro.
Esas cuatro letras habían cambiado su vida para siempre.
Apretó los puños con rabia y levantó la cabeza en un modo desafiante; quería gritar, patalear, saltar, pegar… cualquier cosa que le ayudara a soportar ese dolor.
Nunca imaginó que una persona se pudiera sentir tan mal, ni siquiera ella que había pasado media vida intentado ganarse la aceptación de los demás y solo había conseguido negativas la mayoría de las veces.
¿Ahora qué iba a hacer?
¿De quien iba a depender?
¿Quién le daría amor, cariño y comprensión?
Estaba sola.
Sola consigo misma.
Las personas a las que mas quería y que siempre había intentado proteger ya no estaban.
No volvería a ver a sus padres nunca más.
Nunca olería de nuevo el perfume a jazmín de su madre ni compartiría una sonrisa cómplice con su padre.
Ahora ellos pertenecían al pasado.
Cerró los ojos y recordó lo acontecido esa tarde.
Los pasos de profesora McGonagall se escuchaban más alto conforme se acercaba a ellos. El silencio se hacia absoluto a su paso y su cara mostraba el dolor que le producía darle semejante noticia a su alumna favorita.
Cuando llegó a ella le tocó el hombro en señal de apoyo y dijo con voz suave y susurrante:
- Hermione…
Ahí fue cuando la castaña supo que algo iba mal.
Nunca antes, en sus siete años en Hogwarts, le había llamado por su nombre de pila.
Al percibir la tensión, Harry, Ron y Ginny se habían arremolinado alrededor de ella; también Neville, Luna, Seamos, Dean,… Todos esperaban lo peor, pues desgraciadamente no era la primera vez que llegaban esas noticias al colegio.
Con Voldemort en pie de guerra era lo que había.
Pero nunca le había tocado a un amigo tan cercano.
- No…no… ¡No! –Hermione lo vio en los ojos de la profesora antes de que esta pronunciara las palabras.
Se llevó una mano a la boca y comenzó a temblar como si fuera una hoja movida por el viento.
- Lo siento mucho. –continuó diciendo la profesora.
- No, ellos nos. ¡¡NO!! –se incorporó y miró de manera desafiante a la mujer.- ¡¡Ellos no!!
McGonagall alargó una mano para coger la de la castaña, pero esta se lo impidió. La profesora suspiró.
- Los han encontrado esta mañana. Les lanzaron un 'avada kedrava' anoche. No se pudo hacer nada por ellos.
Todos la miraron esperando su reacción, pero lo único que encontraron fue una mirada vacía.
- No entiendo. –susurró al fin. En su cerebro la rabia había dado paso rápidamente a la incredulidad.
- Hermione, tus padres han muerto.
En ese momento su cabeza se colapsó y solo fue consciente de cómo unos fuertes brazos la agarraban antes de desmayarse.
De vuelta al presente Hermione se dio cuenta de que había empezado a llover y que la cúpula del árbol no era lo suficientemente frondosa como para impedir el paso del agua. Se estaba mojando.
Pero no le importaba.
De hecho podía venir el mismísimo Voldemort ahora mismo y matarla, que a ella seguiría sin importarle.
Ya se sentía como una muerta en vida, así que la muerte no sería tan mala.
En las tres horas que habían pasado, había averiguado que antes de asesinarlos, sus padres habían sido torturados por Bellatrix Lestrange. Utilizó la maldición 'cruciatus' para sacarles información sobre ella, Harry y todo lo concerniente a Hogwarts.
Hermione se sentía culpable. Siendo la bruja más inteligente de su edad, debería de haber previsto algún hechizo defensor que mantuviera a salvo a sus padres.
Pero ahora ya todo era demasiado tarde.
Se había alejado de sus amigos, pues lo último que quería era más atención de la que merecía; además, necesitaba estar sola.
Ella con sus pensamientos.
Pronto anocheció y llegó la hora de cenar, pero ella no se movió de su asiento en la hierba. Refrescó haciendo que el aire frío de las montañas de Escocia se filtrara dentro de su piel como si de alfileres helados se tratara, pero ella siguió inmóvil, mirando al frente, y sin embargo, sin ver nada.
No tenia ganas de volver a su torre de Premio Anual, donde de seguro le esperarían su compañero Draco y sus amigos. Si, Draco Malfoy se encontraba entre ellos. En los siete meses que llevaban de compañeros de torre, el rubio había cambiado mucho y le consideraba un amigo. A eso influyó que el verano anterior llegara a la Orden del Fénix con importante información sobre Voldemort y los suyos; incluso se alegró del confinamiento de su padre en Azkabán.
Pero nada de eso tenia ya importancia.
Una nueva lágrima rodó por su mejilla solo que esta vez no llegó a la barbilla, pues un dedo se lo impidió. Hermione levantó la vista para encontrarse con los ojos azules más tiernos que había visto en su vida.
Y a pesar de lo que estaba pasando, se puso nerviosa.
Ronald Weasley había acudido en busca de su mejor amiga. Estaba preocupado por ella desde que sus brazos la habían cogido impidiendo que cayera en el frío suelo del Gran Comedor. En su mente aun estaba la gratificante sensación que había sentido al poder estrecharla entre sus brazos.
Le había dejado el tiempo suficiente a solas como para que asimilara lo ocurrido y tuviera uno de esos ataques de rabia que no le gustaba que viera nadie.
Ron la conocía muy bien. Llevaba observándola en silencio desde hacia tres años. Después de lo ocurrido con Krum en su cuarto año, se hizo evidente hasta para él mismo una realidad: estaba enamorado de su mejor amiga.
El pelirrojo removió la lágrima de la mejilla de su amiga y se sentó a su lado. Ni el agua que caía, ni la ropa mojada ni la certeza de que a la mañana siguiente despertaría con un señor resfriado, se comparaban con estar a su lado.
Hermione lo observó durante unos segundos y cuando notó que el labio inferior comenzaba a temblarle de nuevo, se tiró a sus brazos. Hundió la cabeza en su pecho y sintió como los brazos de Ron se acomodaban en su espalda.
- Abrázame, Ron. Abrázame. –le dijo entre sollozos.
Y Ron así lo hizo.
La acunó como si de una niña pequeña se tratase, le retiró el cabello mojado que empezaba a pegársele en la frente y se atrevió a darle un beso en esta.
- ¿Por qué Ron? ¿Por qué?
- Shhh. Shhhh.
Lo único que podía hacer él era tratar de calmarla en su agonía.
- Me he quedado sola. Sola. Sola.
- No digas eso; nos tienes a nosotros. Sabes que eres una parte importante de mi familia.
- ¿Pero quien me va a querer? ¿Quién me va a querer como ellos?
Ron la miró debatiéndose consigo mismo y preguntándose si debía contestarle o no.
- No; nadie me va a querer. Soy una estúpida rata de biblioteca que casi no se relaciona con los demás. ¿Quién aceptaría estar con alguien como yo? –se abrazó al pelirrojo.- No quiero estar sola, Ron; no quiero.
- No vas a estar sola, Hermione. Yo nunca te voy a dejar.
- Te quiero, Ron.
Ron no sabia en que sentido lo decía ella, pero…
- Y yo a ti, Herm. Te quiero…y mucho.
Hubo algo en el tono de voz de él que hizo que la castaña levantara su cara hinchada y mojada y lo mirara a los ojos. Había sinceridad en ellos, y amor y ternura.
- ¿De verdad?
- Si.
- ¿Estás seguro?
- Completamente.
- No lo dices porque…
- No. Sé que este no es el momento y entenderé que quieras dejar la conversación para más adelante, pero es cierto que te quiero, Hermione.
- Yo también te quiero, Ron. Pero no me refiero a la clase de amor fraternal que puedo sentir por Harry; Ron, yo te quiero como una mujer quiere a un hombre.
Hermione dijo todo aquello muy deprisa, y cuando acabó tomó aire para recuperarse.
- Yo siento exactamente lo mismo por ti. –el pelirrojo fue conciso pero directo.
- Dime que me quieres, Ron. Necesito que me digas de nuevo que me quieres.
Esta vez cuando volvió a abrazarse a él, colocó las piernas una a cada lado del pelirrojo, haciendo que su contacto fuera mucho más estrecho e intimo.
- Te quiero, Hermione. Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero… -repetía una y otra vez.
Y Hermione lloró, lloró y lloró, solo viéndose reconfortada por la voz de Ron.
Cerca de la medianoche, sus sollozos se fueron acallando y se abandonó a un sufrimiento silencioso. Se agarraba con fuerza a la espalda de Ron, pues temía que su declaración hubiera sido un sueño…
Pero no fue así.
Paró de llover y se levantó un fuerte viento que hizo que la castaña temblara de pies a cabeza. Ron hizo ademán de quitarse su chaqueta, pero viendo que estaba empapada y no serviría de nada, desistió de sus planes.
- Herm… será mejor que regresemos.
- No quiero.
- Hace mucho frío aquí fuera y estamos mojados. Nos vamos a congelar.
- No me importa.
- Pero a mi si.
- No quiero, Ron. No quiero.
- Escúchame, Hermione. –le cogió la barbilla con su mano izquierda y le obligó a mirarlo.- Se que estás pasando probablemente por el peor momento de tu vida, y que te sientes como si no fueras nada, pero vamos a superarlo Hermione. Los dos juntos. Yo voy a estar a tu lado en todo momento. Voy a estar a tu lado cuando recuperes tu sonrisa, voy a estar a tu lado cuando recuperes las ganas de vivir, voy a estar a tu lado cuando despiertes cada mañana, y voy a…
Fue imposible que continuara hablando, pues Hermione había unido sus bocas en un beso de amor necesitado.
Siempre les quedaría la duda de si fue lo correcto en esas circunstancias, pero no tenían dudas de que era lo que deseaban y necesitaban. Ron se concentró en disfrutar de su primer beso con la chica de sus sueños, y fue mejor de lo que había soñado.
Y créanme, había soñado mucho.
Los labios de Hermione encajaban a la perfección con los suyos y se movían con soltura pero a la vez nerviosos. Ron abrió la boca para que sus lenguas se encontraran en el camino y comenzaran a reconocerse como una sola, mientras sus manos acariciaban las mejillas de la castaña en un intento de hacerla entrar en calor. Hermione había colocado sus manos en los cabellos pelirrojos del chico y lo atraía hacia ella haciendo difícil diferenciar donde acababa uno y empezaba el otro.
Estuvieron unos segundos más así y después regresaron al castillo.
En el corredor que daba acceso a la torre de Premios Anuales se cruzaron con Filch, pero el hombre no les dijo nada y siguió su camino después de mirar con compasión a Hermione. Tal vez si su proceder hubiera sido diferente y Hermione no hubiera visto su mirada, no habría sentido la ansiedad que iba creciendo en su estomago conforme se iban acercando a la puerta. Estando frente a esta, las piernas empezaron a temblarle y miró con ojos horrorizados a Ron.
- ¿Qué pasa? –preguntó este.
- No quiero estar sola esta noche. No me dejes, Ron. –y lo abrazó de nuevo.
- Pero…
- Por favor Ron, no me dejes.
Ron estaba por negarse, pero fue conectar con los ojos de Hermione que lo comprendió todo. La castaña tenía pánico a estar sola después de lo que había pasado, y en esos momentos la persona más cercana que tenia era Ron. Él se sintió halagado, pues sabia que Hermione también podría haber recurrido a Harry o a Ginny, pero no, solo quería estar con él.
- No te voy a dejar sola. –le dijo dándole un beso en la frente.
Como a la habitación de una chica, un chico no podría entrar y Ron dormía con el resto de sus compañeros en la Torre Gryffindor, acordaron ir a la sala de los menesteres.
Esta vez no encontraron a nadie por el camino, y después de que Ron pasara tres veces por delante de la puerta pensando en lo que necesitaban, esta se abrió.
Entraron cogidos de la mano y con cuidado de no tropezarse con nada. Ron había pensado en su habitación de La Madriguera, solo que esta era algo diferente. Había una única cama en el centro y tenia una gran rosa abierta tallada en la madera del cabecero de caoba. A la izquierda ardía un generoso fuego en la chimenea y a la derecha había un armario con ropa para que se cambiasen. Al fondo había una puerta que llevaba a un baño.
Pero nada de esto llamó la atención de Hermione.
La castaña estaba concentrada en los cientos de velas que había repartidas por la habitación y en el techo simulando un cielo despejado en una cálida noche de abril. Al conjuntar estos dos factores daban un ambiente mucho más íntimo y romántico a la habitación y las velas encendidas enviaban destellos dorados al cielo azul.
Era simplemente precioso.
Ron se puso colorado, pues no quería dar la impresión de que había pensado la habitación para otro fin más que el de dormir, pero eso a Hermione no parecía preocuparle. La chica se volteó y lo besó tal y como había hecho en los jardines momentos antes. Tenía los ojos acuosos y el cabello enredado, pero Ron nunca la había visto tan bella.
- Será mejor que nos cambiemos si no queremos pillar una pulmonía. –sugirió ron después de romper el beso.
Sin mucha gana Hermione le siguió hasta delante de la chimenea, y al calor de esta se quitaron las chaquetas; era sábado así que no llevaban puesto el uniforme escolar. Desabrocharon los cordones de sus zapatos y junto con los calcetines también se los quitaron y los dejaron cerca del fuego para que se calentaran. Después de unos minutos, solo llevaban puesto los pantalones y las camisetas.
- Bueno, entra tu al baño a cambiarte; yo lo haré aquí.
Ella asintió, pero antes de ir a buscar su pijama, le cogió las manos entre las suyas.
- Ron…gracias. Gracias por todo.
- Para eso estoy aquí. –la besó muy suavemente.
- No te vayas, por favor. –dijo Hermione cuando se separaron y apoyaron la frente del uno en la del otro.
- Nunca lo haría. Anda ve a cambiarte. Te prometo que cuando salgas yo seguiré aquí esperándote.
- ¿Si?
- Si.
Ella cogió un camisón celeste y se metió en el baño.
Si lo pensaba fríamente le parecía ridículo tener miedo de que al salir Ron ya no estuviera a su lado, pero después de perder a sus padres, tenia muchísimo miedo a perder a alguien mas. Y ahora que Ron se había convertido en su agarre, en su ancla, sentía que la marea la arrastraría si él no esta a su lado.
Esa noche mas que nunca necesitaba sentirse querida por el pelirrojo.
Se puso el camisón lo más rápido que pudo; se miró en el espejo y vio el deplorable estado en el que se encontraba, pero no hizo nada por arreglarlo. No tenia fuerzas para tanto.
Cuando salió Ron todavía no se había cambiado, o para ser exactos, se encontraba en la mitad del proceso. Se había quitado el pantalón y la camiseta, y ahora aguardaba con unos boxers negros puestos y la camiseta del pijama entre sus manos. Miró a Hermione algo azorado, pero más por ella que por él.
Pero una vez más ella no se dio cuenta de nada.
Corrió enflechada a sus brazos dando gracias a Merlín de que él siguiera allí.
- No te has ido.
- ¿Y dejarte sola? Eso jamás. –le acarició la mejilla y besó sus parpados mojados de tanto llorar.
Hermione se dejó hacer al tiempo que en su estómago se instalaba una sensación totalmente nueva para ella. Besó a Ron con pasión, queriendo demostrarle su amor y agradecimiento al mismo tiempo.
Cuando sintió las manos de la castaña recorrer su espalda, el pelirrojo gimió extasiado y notó como el deseo se instalaba en su piel. Hermione no escatimaba en besos y caricias, y ya fuera consciente o inconscientemente, no daba muestras de querer parar.
Ron rompió el beso y se alejó de ella dos pasos. En una ocasión diferente seguramente habría seguido sin objeción alguna, pero esta vez no…no era justo. Hermione estaba en shock por la perdida de sus padres y sus actos no correspondían a decisiones maduradas, tal y como ella era. Además sabían que si continuaban así, se montarían en un viaje sin retorno al mundo del placer.
- No puedo. –dijo Ron.
- Ron, te necesito. Necesito que dejes de ser mi mejor amigo y que me demuestres lo mucho que me amas. –susurró Hermione bastante segura.
- No, no sería justo.
- ¿Justo? ¿El qué? ¿Para quién?
- No sería justo para ti. Acabas de perder a tus padres y no estas…no estas en tus cabales ahora mismo. Créeme si te digo que deseo hacerte el amor tanto como tu a mi, pero no en estas condiciones. Cielo… -se acercó a ella de nuevo y acarició su mejilla izquierda.
Ninguno de los era virgen ya y sabían perfectamente a lo que se referían y a lo que conllevarían esas caricias si no se detenían en ese momento justo. Ron se había acostado con Lavender durante su sexto año, y Hermione había aprovechado las vacaciones de verano para ir a visitar a Krum a Bulgaria, fue un error acostarse con él, pero no se arrepentía.
- Tal vez tengas razón, Ron. Tal vez no este en mis cabales ahora mismo, pero sigo necesitándote. –sus ojos se aguaron de nuevo.- Sigo queriendo besarte, sigo queriendo acariciarte y que me acaricies, sigo queriendo estar contigo; y no se si esta bien o mal, si es o no lo que se espera de mi, pero…
Durante la charla de ella se habían ido acercando y de nuevo se encontraban en los brazos del otro.
- …sigo necesitando que me ames para sentirme viva de nuevo. Quiero ser tuya, Ron, y que tu seas mío. Quiero amarte como nunca antes nadie lo ha hecho, porque Merlín sabe que es la única forma que tengo para seguir respirando.
Ron no necesitó nada más. La apretó contra él y la besó. El tiempo parecía haberse parado en una realidad en la que solo existían ellos dos. Hermione se colgó de su cuerpo como si realmente su vida dependiera de ello, y poco después Ron sintió como las piernas de ella rodeaban su cintura.
Se acariciaron in extremis, provocando un placer que solo el amor con amor y la pasión con pasión podrían provocar. Con Krum y Lavender había sido solo sexo, pero ellos se amaban de verdad y era por eso que ese mismo acto adquiría mayor importancia y mayor placer.
Muy despacio cayeron al suelo, donde Ron conjuró una manta y se tumbaron encima de ella. Siguieron besándose con desesperación y las manos de Ron se colaron dentro del camisón de Hermione. El pelirrojo estaba maravillado, nunca pensó que el cuerpo de su amiga fuera a gustarle tanto. Ella no dejaba de besarlo y sus manos apretando el trasero de Ron lo estaban llevando a la locura.
De los labios pasaron a sus cuellos, arrancando sendos gemidos del otro. Ron quedó tumbado encima de Hermione y ella aprovechó para enroscar sus piernas alrededor de la cintura de él una vez más. La besó en el cuello por lago rato y bajó para aprestar sus pechos por encima de la fina tela del camisón; la reacción de ella no se hizo esperar y después de gemir y respirar entrecortadamente, ayudó a Ron a deshacerse de esa molestosa prenda.
Cuando estuvo completamente desnuda, Ron se incorporó un poco para observarla. Si su cuerpo había conseguido maravillarlo antes, el pelirrojo decidió que su parte favorita eran sus pechos turgentes y sensibles a las caricias que no dejaba de infundirles. Se adueño de ellos como si su vida dependiese de ello, los besó y lamió hasta que estos enrojecieron y Hermione gimió de deseo.
- Ron… -dijo la castaña aprentando la cabeza de Ron contra su pecho.
- Te quiero. –dijo él antes de continuar con su tarea y bajar una de sus manos hacia el sur. Tocó un poco por encima la intimidad de Hermione y sonrió al notar que ella estaba tan excitada como él.
Ante esa caricia, la chica no lo pudo soportar más y llevó su mano derecha al bóxer del pelirrojo, que ya empezaba a apretarle. Con movimientos pausados pero a la vez lujuriosos, se lo quitó. El miembro del pelirrojo era de buen tamaño y ella no dudó en acariciarlo con su mano durante unos segundos.
Cuando estuvieron listos, Ron se colocó encima de Hermione y, sin perder el contacto visual, entró suavemente en ella. A ambos se le escapó un gemido que fue callado cuando sus labios volvieron a unirse en un beso. El chico comenzó a moverse provocando olas de placer inmenso en sus cuerpos de adolescentes y Hermione deseó que esa noche no acabara nunca.
Las embestidas del pelirrojo eran pausadas pero profundas; pronto estuvieron moviéndose a un mismo ritmo haciendo que su excitación creciera y creciera hasta cuotas insospechadas. De repente los ojos de Hermione se llenaron de lágrimas y aunque seguía instando al pelirrojo a que siguiera moviéndose, este no pudo evitar fijar su tierna mirada en ella.
- Te quiero, Ron. Te quiero mucho. –dijo Hermione entrecortadamente.
- ¿Quieres que pare? –preguntó él.
- No. Quiero seguir haciendo el amor contigo, es lo único que quiero hacer.
- Yo también te quiero, preciosa. Y ya veras como pronto estarás bien; yo haré que pronto estés bien. –embistió fuertemente mientras con sus labios borraba todo vestigio de lágrimas de la cara de su chica.
Rodaron en la alfombra hasta que ella quedó encima y se acomodaron al nuevo ritmo. Una vez más los movimientos eran pausados, pero más profundos. Las manos de Ron cogieron los pechos de Hermione y los apretaron suavemente mientras ella no dejaba de moverse. Cuando Ron sintió que pronto no podría contenerse, volvió a colocarse encima y la besó.
Se besaron y se acariciaron mientras él entraba y salía de su interior en ese juego de adultos con el que acababan de descubrir que estaban hechos el uno para el otro. Esa era la primera vez que hacían el amor de verdad, con alguien al que amaban, y las sensaciones no se podían comparar.
Con sus labios sellados en un beso aun, Ron se movió por última vez y ambos notaron como su esencia salía de él directamente al interior de ella.
Siguieron en esa posición unos minutos mas, mientras se acariciaban sus rostros satisfechos de placer. Hermione colocó sus manos en las mejillas pecosas y atrajo al chico a un nuevo beso. Cuando recuperaron el ritmo normal de su respiración, se levantaron y Ron, como un caballero andante, cogió en brazos a su chica y la llevó hasta la cama.
Hermione se colocó de lado y Ron no tardó en seguirla y abrazarla por detrás. Notó que una vez más ella estaba llorando, pero sabía que no era por lo que acababan de hacer. La estrechó más contra su cuerpo y comenzó a besarle el cuello.
- Te quiero, Ron. ¿Dime que me quieres? –pedía ella.
- Te quiero, Herm. Te quiero, preciosa. Te quiero. –intercaló sus frases con caricias en su rostro y su cabello, y con el sonido calmado y lleno de amor de su voz, Hermione se quedó dormida.
Ron cogió la sábana y la manta que descansaban al final de la cama y los tapó con ellas. Durante la noche, Hermione se dio la vuelta y acurrucó su cabeza contra el pecho del chico.
--FIN DEL FLASH BACK--
Los recuerdos de aquella noche se clavaban en la mente de Hermione como si de alfileres se tratara. Lo recordaba todo tal y como había sucedido: frases, sensaciones, pensamientos…
Estúpida foto, pensó.
Todo por culpa de ella. La apretó en su mano haciendo que se doblara un poco por las puntas. Su mente le decía que la rompiera, que todo vestigio de la relación que habían mantenido no valía la pena conservarlo, pero su corazón se lo impidió por mucho que la fastidiara.
Cogió la caja, la abrió y metió la foto. No se molestó en mirar qué más había; suficientes recuerdos del pasado había tenido ya para esa mañana. Se arrodilló cerca de la cama y con un fuerte movimiento envió la caja hasta el fondo, donde no pudiera verla.
Se tumbó en su cama y cerró los ojos. Enseguida unos ojos azules se colaron en su mente y una lágrima de tristeza rodó por su mejilla. Sabía que no podría dejar de pensar en él en lo que restaba de mañana. Y seguramente del día.
¿Porqué las cosas no habían sido diferentes?
