Notas: Bueno aquí tenemos unos drabbles con azurquilla y crema chantilly(¿?) jaja, aquí veremos un romance que nunca se vio antes xD


I

DESPERTAR CÁLIDO.

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Aún no amanecía para cuando entró a hurtadillas al doceavo templo, desplazándose lentamente en busca de la habitación del guardián. Abrió la puerta con sumo cuidado evitando que las bisagras se quejaran, para así poder entrar sin proporcionar ningún ruido.

A pesar de la poca luz proveniente de las grietas entre los marcos de las ventanas, logró reconocer al cuerpo que descansaba entre las sábanas cubriéndole los hombros, mientras dormía tranquilamente.

Se sentó en el piso frente a la cama, con las piernas cruzadas y las palmas sobre las rodillas. Le vio dormir unos minutos más antes de despertarlo; cogiendo como maña de verle descansar sin que él se enterara y bueno, cuando despertaba terminaba mayormente con un cardenal en ojo o con una anestesia venenosa filtrársele en la piel, cuando Albafica había perdido el miedo con él y le inducía unas ligera dosis para dejarlo revolcándose de la fiebre en su cama. Eso era hasta que el remordimiento llegara a él, y le visitara en su templo con el remedio para su dolor físico.

Pese al noventa y cinco por ciento de contras, y ese cinco porcentaje de verle dormir de ese modo tan pasivo, hacía que todo valiera la pena. Le rozó la mejilla con el tacto de una cálida ráfaga de viento, removiendo un poco aquel cabello celeste. El sentido de protección reaccionó ante la caricia que le había prodigado, teniendo como repuesta una mirada torva. Tapándose el rostro con la sábana al reconocer el cosmos.

—¡Hey! —le llamó, cuando el guardián del templo dio media vuelta y se mantuvo con el rostro cubierto ignorando las quejas de su compañero, hasta que en un punto se hicieron divertidas. Soltó un gruñido aún cubriéndose el rostro, diciéndole sin palabras que lo estaba escuchando—. ¡No me gruñas! —regañó Manigoldo con otro gruñido infantil.

Y como respuesta, se escuchó una risita inusual bajo las sábanas.

—¿Qué quieres ahora? —Se giró nuevamente sobre su torso, destapándose el rostro aún hundido en la conformidad de su almohada—. Supongo que no debo repetirte que no debes estar aquí.

—¡Buenos días, Alba-chan! —Le sonrió con el intrínseco caudal de energía borboteando. Y al segundo siguiente, se carcajeó después de ver como la mirada de Albafica le atravesó como un atizador ardiente.

—Buenos días… —respondió con su tono neutral, con escaso sonido por el hecho de ser despertado. Casi alzando una ceja ante ese repentino saludo.

—Debes levantarte, tenemos reunión con el viejo —anunció, cambiando su rostro a uno repentinamente serio, haciendo que el guardián se viera en la obligación de prestarle más atención.

—¿Qué hora es?

—Las seis —Una ceja alzada por parte de Albafica y de vuelta al ignoro, cuando cerró los ojos con cansancio. Cosa que molestó al caballero de Cáncer, quien espetó—: ¡Vamos, despierta, Alba-chan!

—La reunión es las diez, Manigoldo.

No hubo respuestas.

No supo cuantos minutos pasaron, quizás cuatro, para cuando abrió un ojo; topándose con una sonrisa lúgubre rasgada en los labios de su compañero. Entendió toda la situación, y de sus labios una invisible sonrisa se difuminó al entender el mensaje. El sentido de supervivencia de ése hombre, lo abandonó desde el día que nació tal vez.

—¿En serio? —Alzó las cejas con una fingida sorpresa, dejando reírse en fuertes risotadas.

Dejando el pasar de los segundos, Albafica pensó que ya había aprendido lo suficiente de Manigoldo para reconocerle las mañas. Y cuando el silencio llegó, sintió posteriormente un calor en los labios, que le dieron la respuesta a su propia pregunta.

Resignándose al hecho, de estar a un con las garras del sueños atándole los sentidos, abrió ligeramente la boca, permitiendo lo que ya le era una batalla que estaba cansado de luchar.

—¿Qué tal si hacemos algo divertido? —musitó, dejándole una caricia en la mandíbula—. Ya que tenemos cuatro horas libres

—¿Por qué no entiendes que soy lo que podría provocar tu muerte?

—Vivo muriendo constantemente por muchas cosas —respondió tironeando sus labios en esa sonrisa maquiavélica. Albafica le vio sonreír, esa curva tan siendo ferozmente seductora—. Y ésta siempre será mi favorita, hasta entonces, ¡seguiré resucitando a la tercera hora después de beberme el antídoto!

Albafica terminó por olvidar la idea que dormiría. No con ése hombre pajareando sobre sus pétalos y ni con el espanto del olor lo ahuyentaba.

—Además, fue una gran casualidad equivocarme de hora —añadió sonriente—.Mira, tenemos tiempo para nosotros.

—Sí, claro. —suspiró, cuando ya Manigoldo estaba sobre él con la armadura estorbándole entre sus piernas—. Y yo nací ayer.

Manigoldo empezó a reír, a sabiendas que nunca sería lo suficientemente calculador, para engañar al santo de Piscis. Deslizó la sábana, bajándola lentamente, destapando el verdadero cuerpo del protector del templo sin la coraza de oro.

Se le acercó al rostro, y con su aliento, susurró:

—Yo volveré a nacer hoy —Esa era su verdad—. Y moriré a las diez.


II

DELGADEZ.

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Se encontraron en el templo de piscis, dos horas después de que su protector tuviera la visita de quien estuvo fuera unos días. No se resistió cuando un beso le atacó los labios y unos brazos le rodearon.

A sabiendas de todo el riesgo que subsistía ese simple acto que le era prohibido… No hizo nada para impedirlo. No hubo palabras por un tiempo, permitiendo que el silencio ahogara sus culpas y se llevara sus responsabilidades.

—Te eché de menos —le musitó sobre el cuello.

Albafica se alejó lentamente.

—¿Cómo te fue? —le preguntó, luchando con el deseo de querer rodearle el cuello.

Era más fácil si Manigoldo lo hacía por él, le quitaba la culpa de su propio pesar para echársela a él.

Tenían poco tiempo antes que el Santuario despertara, olvidándose que se amaban en las noches y se odiaban en el día. Que en esas noches, Albafica era sólo un humano y Manigoldo un Romeo frustrado.

—Bien —respondió, acercándose nuevamente y posar las manos en las curvas de sus caderas, notando lo que ya era evidente—. ¿Soy yo o estás más delgado?

Una sonrisa triste se marcó en el rostro de Albafica, quien se apartó del contacto sutilmente.

—En ésta temporada el veneno me quita el apetito.

—¿Temporada? —Manigoldo enarcó una ceja, para luego recordar la estación donde se encontraban—. Mierda, la maldita fecha… Ya decía yo.

—Lo hago por tu bien —subrayó con un tono más firme.

—Bésame, y no te insistiré hasta que creas que ya puedo acercarme.

—¿Por qué lo haces más difícil? —dijo, aunque sabía que poco le importaba a ese caballero. Quien al momento le ignoró, y rozó su boca con el tacto imperante que ya sabía manejar.

Unos segundos más robados, y logró hablar después de recuperar su boca.

—Es inútil luchar contigo —Entrecerró los ojos con cansancio, y al no apartarse esta vez, se percató que había una línea casi invisible en el puente de la nariz del italiano—. ¿Y esto? —Rozó con la punta del dedo la pequeña línea, notando que era una cortadura reciente.

—Tuve una pelea con el idiota de Kardia —Volvió a abrazarle, hundiendo el rostro en su clavícula.

Manteniendo el silencio breve, una pequeña idea le tocó la mente al guardián del templo. Si logró cumplir con él una misión sin problemas, donde más de una vez tuvieron contacto…, podría ser que…

—Si la rigidez del veneno se alivia…

—Ya lo dijiste —Sonrió con amplitud—. Será así como una cita.

El sol empezó a tender sus pliegues sobre el lienzo omnipresente, anunciándole que ya debía irse. Manigoldo le guiñó el ojo, y eso fue la suficiente veracidad que volvería de nuevo por él.

El pensamiento ya no le molestaba.


Notas: Encontré estos pequeños fragmentos en mi cel, cuando creía que iba a borrar unos doc. Así que decidí subirlos, quizás si me llega otra idea corta lo continúe, o lo deje hasta ahí x'D ¿Quién sabe?

Una cosa para decir, es que ahora en mi perfil iré anunciando las actualizaciones próximas, y las nuevas ideas que vienen en camino. Son libres de preguntar por la que les interese.