CAPÍTULO 1: Regaliz
Él nunca había accedido a entrar allí. Sus padres le habían insistido, incluso la doctora le comentó que sería lo mejor para él. Ellos qué sabían, ¿acaso estaban en su cabeza? ¿Acaso sabían lo que era no estar nunca solo? Roxas sabía cómo apañárselas sin ayuda de nadie. Sin pastillas, sin psiquiatras y, por supuesto, sin amigos.
Desde que era pequeño Roxas siempre había tenido amigos imaginarios. Sus padres no le daban importancia, eso era un comportamiento normal en un niño de cinco años. Empezaron a sospechar que era un problema cuando esos amigos seguían con él a los nueve, doce y quince años.
Roxas cumplió los diecisiete el mes pasado. Su regalo de cumpleaños fue un billete sin retorno a la Clínica del Sagrado Corazón.
- Si no te tomas la medicación tendremos que ingresarte allí. ¿No lo entiendes, Roxas? - suplicó su madre.
- Estoy bien, mamá. - Roxas estaba cansado de la misma historia.
- No, no estás bien. Estás faltando al colegio, los profesores están preocupados, no sales con Hayner...
- Hayner es un idiota. Yo no necesito a nadie. - miró a su madre.- Y menos a alguien de mi propia familia que no me acepta tal y cómo soy.
- ¡Roxas! - gritó ella mientras éste subía las escaleras, directo a su habitación.
Roxas estaba tumbado en la cama de su nueva celda, mirando al techo. Su maleta estaba en el suelo, aún sin abrir. La luz de su habitación estaba atenuándose, indicando el fin de su primer día. No quería moverse, sabía que si lo hacía esa habitación no conservaría ni los cristales. Odiaba a su familia, a su padre, a su madre, a su doctora, a los que supuestamente se autodenominaban amigos... Ellos le habían metido allí. Después de ese incidente recordó cómo su padre entró en su habitación y le arrastró hacia el coche.
- Se pasó tres pueblos, ¿no crees?
Roxas dirigió su mirada hacia la izquierda, dónde estaba su escritorio. Ahí estaba sentado un muchacho de pelo negro, ojos ámbar y sonrisa burlona.
- Te han dejado aquí como a un perro. - cogió el folleto que estaba a su lado, y leyó.- "En el Sagrado Corazón podrás encontrar la paz que busca tu mente, te ayudaremos a recuperarte y a encontrar a tu verdadero yo. Con nuestro equipo de profesionales y nuestras innovadoras técnicas, no volverás a sentirte igual." - el muchacho rió. - ¡Qué estupidez! Lo único que quieren es el dinero. Les has llenado una habitación, eso es lo que les importa. Te mantendrán aquí hasta que no te quede sangre en las venas. Aunque bueno, recuerda lo que planeamos...
- ...un año.- dijo Roxas, en voz baja.
- Exacto. Un año y ya serás mayor de edad, podrás salir de aquí por tu propio pie. Nadie nos va a volver a decir lo que debemos hacer y cómo debemos comportarnos. Aguanta, Roxas. Un año, y serás libre.
Roxas sonrió.
Libertad.
Será bonito saborearla.
