"Las Crónicas de Narnia" es una de mis sagas favoritas, pero no dejo de preguntarme ¿Por qué C. S. Lewis decidió que Susan, la mayor de las hermanas Pevensie quedara con vida, si toda su familia murió en un accidente ferroviario? ¿Cuál es la misión de la joven? ¿Qué podría sentir ella luego de semejante tragedia? De eso trata este fanfic, de lo que yo considero pudo haber sentido la infeliz chica luego de tan cruel destino y, por supuesto, está dedicado a los lectores de los famosos libros "Las Crónicas de Narnia." Espero que les guste!

Muchos de los personajes que aquí aparecen no me pertenecen, son del escritor C. S. Lewis, sin embargo, los nuevos personajes (desconocidos para ustedes) y la trama son de mi propiedad.

MÁS ALLÁ DE NARNIA.

CAPÍTULO I

Luego de conocerse la terrible noticia sobre el trágico accidente del ferrocarril, la ciudad estaba consternada, por todas partes se oían comentarios de lo acontecido. Típico, la gente siempre comenta, siempre habla, de lo que sabe y de lo que no sabe también ¡Y más aún en casos como éste! Una tragedia de tal magnitud inspira muchos sentimientos de lástima y/o tristeza por las víctimas, de solidaridad con el dolor de los familiares, de preocupación por la ciudad, por la falta de mantenimiento del sistema ferroviario, miedo a que vuelva a ocurrir algo similar, y esta mezcla de sentimientos lleva a las personas a preguntarse: ¿Qué pasó?, ¿Cómo sucedió?, ¿Quiénes son los responsables? pero quizás muy pocos, por no decir ninguno, se detiene a pensar ¿Por qué sucedió? Esa si es una buena pregunta! Todo en la vida tiene una razón de ser, todo pasa por algo, ni una hoja se cae de un árbol sin un motivo específico; pero es poco común detenerse a pensar en estas verdades, al menos no es común en un mundo tan "racional" como este, quizás en Narnia o en otros mundos menos objetivos, donde importa mas la esencia de las personas y cosas, que su forma o su utilidad, pero definitivamente no aquí.

En fin, aquel lluvioso día las adyacencias a la estación St. Pancras del ferrocarril de Londres eran un caos! Había personal de seguridad acordonando la zona donde hacía poco había ocurrido el desastre para preservar evidencias, bomberos y voluntarios rescatando heridos y cadáveres, policías realizando labores de pesquisa, ambulancias, patrullas, médicos, enfermeras, curiosos.

Entre tanto, en su pequeño pero cómodo apartamento, Susan veía el noticiero del mediodía cuando informaron sobre la trágica noticia. Que horrible! Qué situación tan ilógica! ¿Cómo pudo haberse descarrilado un vagón del tren en esa forma e impactar contra el anden donde los transeúntes esperaban su llegada? Pensó mientras recogía su hermosa cabellera. Ya Londres no es la misma! De pronto recordó que muy cerca de esa estación vivía su familia y hasta hace poco ella también vivió allí con ellos. Un escalofrío recorrió su cuerpo al pensar que sus padres, alguno de sus hermanos o amigos pudiera haber estado viajando en aquel tren ese día, pero de inmediato la lógica se impuso, si así hubiese sido ya el resto de la familia la habría ubicado para informarle, a fin de cuentas las malas noticias siempre son las primeras en saberse!

Desde que Susan comenzó a trabajar y se mudó de la casa de sus padres su relación familiar se volvió fría y distante, bueno más de lo que ya era. Apenas se comunicaba con ellos por teléfono y los veía esporádicamente en alguna ocasión especial. Por fin su vida era como siempre había deseado. Era independiente, vivía cómodamente, tenía un empleo, un departamento en las afueras de Londres y no rendía cuentas de su vida a nadie, ya no tenía que oír los comentarios de sus hermanos sobre lo frívola que era, ni los lloriqueos de Lucy diciéndole que extrañaba a la dulce hermana que un día fue e insistiendo en hacerle recordar las aventuras vividas en Narnia. Pero ese día, por alguna extraña razón aquella noticia la había obligado a pensar en ellos. Tomó el teléfono y llamó a la casa de sus padres, pero nadie respondió. Llamaré dentro de un rato se dijo a sí misma y continúo con los preparativos del viaje que por tanto tiempo había soñado, ¡una semana en Venecia con sus amigos, incluido Pierre! Pierre era el chico que desde hacia meses capturaba la atención de la hermosa joven. Aquella seria la oportunidad ideal para hacer que el chico se fijara en ella. Todo era perfecto.

El resto del día la chica estuvo absorta en los detalles del viaje y olvidó por completo la noticia del accidente del tren. No volvió a llamar a sus padres, ni siquiera para decirles que al día siguiente saldría de viaje y que por una semana estaría fuera de Inglaterra. Susan ya no consideraba necesaria recibir la bendición de quienes tanto la amaban, ahora sus prioridades eran otras. Cuanto había cambiado desde que regresó de la casa del profesor Kirke, ya ni siquiera se parecía a aquella chica llena de sueños, que amaba Narnia y que lo que más deseaba era vivir en aquel mundo donde la fantasía y la realidad se mezclaban haciendo de su vida y la de sus hermanos la mas fascinante de todas.

A la mañana siguiente, Susan se levanto muy temprano. Se tomó una taza de té y revisó que todo estuviera en orden antes de partir. Terminaba de vestirse y acicalarse cuando oyó el timbre y pensó con picardía: ¡Caramba, no soy la única ansiosa con este viaje, alguien llegó mas temprano de lo previsto! Se apresuró a abrir y de pronto su sonrisa desapareció al ver un par de oficiales de aspecto muy serio parados frente a su puerta.

- Buen día, necesitamos hablar con la señorita Susan Pevensie por favor. –Dijo uno de los policías.

- Buen día oficiales, Soy Susan Pevensie. ¿En que los puedo ayudar?

- Necesitamos hablar con usted sobre algo muy delicado. –Respondió el mayor de ellos.

- ¡Muy bien, adelante por favor! – dijo Susan dando paso a los oficiales – Sólo les agradezco que sean breves, salgo de viaje en 2 horas.

- Bien –dijo en tono seco el mismo oficial que había hablado antes. –¿Supo del accidente de ferrocarril en la estación St. Pancras de Londres el día de ayer?

- Si, me enteré por los noticieros. Pero ¿que tengo que ver con eso?

- Lamentamos informarle señorita. Pevensie, que se presume, que en el tren viajaban sus padres y hermanos. Necesitamos que nos acompañe por favor.

La muchacha palideció, no podía ser cierto aquello que estaba oyendo. Debe ser una pesadilla, quizás es una de las fantasías tan lúcidas que tenía cuando era una chiquilla y soñaba con mis hermanos que vivíamos grandes aventuras en ese mundo imaginario llamado Narnia. Pensó esto, mientras uno de los oficiales la sujetaba con fuerza por ambos brazos para que no se desplomara en el piso.

-¿Se encuentra bien señorita Pevensie? Preguntó el oficial más joven, quien se había limitado a oír la conversación entre la chica y su compañero.

-No, realmente no lo estoy. Respondió ella sintiendo que las fuerzas le faltaban. Se sentó en una de las poltronas de la sala, mientras el oficial le trajo un poco de agua, ella se la tomó, pero no se sintió mejor, su mundo se derrumbaba, no podía pensar, ni sentir, ni actuar, solo esperar. Seguidamente los oficiales la trasladaron hasta la patrulla que se encontraba estacionada a pocos metros de la vivienda.

Camino a la comisaría Susan trataba de recordar cuando había sido la última vez que había abrazado a sus padres, que había reído con sus hermanos o simplemente cuando había tenido un gesto amable con alguno de ellos. ¡Oh Dios! Por favor que sea mentira, que sea un error, una equivocación! Suplicaba en silencio. Como lamentaba ahora el tiempo que había dejado de disfrutar de todos ellos, las veces que no había tenido tiempo de contestarles una llamada o de ir a visitarlos porque algún otro compromiso era más importante. Las lágrimas corrían por sus blancas mejillas y un ahogado llanto le dificultaba la respiración. Cuando logró pensar con claridad, llamó a sus amigos para comunicarles lo que estaba sucediendo.

La comisaria estaba abarrotada de gente, todo era llanto, confusión, angustia. La gente corría desesperada, todos querían saber de sus familiares y seres queridos. Los policías trataban de mantener el orden, pero como pedirles a aquellas personas orden, silencio o calma cuando quizás estaban pasando por el momento más amargo de sus vidas. Un oficial salió con un listado que contenía el nombre de las víctimas fatales del siniestro que ya habían sido identificadas y lo colocó en una cartelera informativa. Acto seguido dio las instrucciones que debían seguir los familiares de los fallecidos, no sin antes expresarles sus palabras de condolencia por lo sucedido y aclarar que, aunque entendían su dolor, debían cumplir con los trámites establecidos para esos casos.

Susan estaba confundida, no conocía a nadie, si hubiese fallecido algunos de sus familiares sin duda allí estarían los demás, eso le daba la esperanza de que todo fuera una equivocación, si, seguro tendría que cambiar los pasajes el día siguiente y partiría de viaje, al aclararse aquel incidente. Pero no fue así. Anastasia, su mejor amiga y Pierre llegaron de inmediato, el resto de sus amigos llegó luego. Al ver a Anastasia y a Pierre, Susan rompió en llanto. Los tres se abrazaron y Pierre le beso la mejilla con dulzura, mientras le acariciaba el cabello. Sabía que ella necesitaba su apoyo en aquel momento, pero no sabía que decirle, ahora aquella chica de pronto se encontraba sola y él no sabía si estaba preparado para acompañarla en el difícil camino que le tocaba recorrer. De pronto unos gritos desgarradores hicieron volver la mirada de Susan y su corazón casi se detuvo al ver a su tía Alberta, quien de inmediato la abrazó y entre llantos le rogaba que le dijera que todo aquello era falso, que su hijo Eustace no estaba muerto. El padre de Eustace también estaba allí, pero al contrario de Alberta, el tío Harold no expresaba sus sentimientos, estaba callado, pero las lágrimas no dejaban de correr por su inexpresivo rostro. ¿Cómo era posible también el primo Eustace? ¿Qué o quien era responsable de aquella horrible tragedia? Pensó desconcertada mientras lloraba junto a su tía, entre tanto Anastasia y Pierre fueron a revisar el listado que estaba en la cartelera y confirmaron la peor de las suposiciones: Por alguna extraña razón en aquel vagón viajaban los padres de Susan, su primo Eustace y su hermana menor Lucy, quienes fallecieron en el acto y como si fuese poco, en el andén, esperando el arribo del tren se encontraban sus hermanos Peter y Edmund, quienes también fallecieron en el impacto. Poco tiempo después se enteraría que el profesor Kirke, la srta. Polly y Jill Pole también habían fallecido en el mismo accidente.

Lo que siguió fue peor: el reconocimiento de los cadáveres en la morgue, el dolor y el remordimiento que la consumían y a pesar de ello tener que sacar coraje para realizar los trámites de rigor. Los días siguientes fueron un infierno, el funeral y el entierro con todas aquellas personas conocidas y desconocidas que la miraban con lástima, periodistas queriendo entrevistarla y hasta curiosos y brujos ofreciéndole protección contra quien sabe que maldición que aquejaba a su familia; la confusión que sentía por lo sucedido, la soledad y la sensación de vacio que se sienten al regresar del cementerio luego de dejar allí a sus seres queridos, las llamadas de condolencia que lo que hacían era recordarle lo sucedido una y otra vez y lo peor de todo, el arrepentimiento por el tiempo que dejo de pasar con sus familiares y amigos, como hubiese querido retroceder el tiempo y darse otra oportunidad, pero sabia que eso era imposible. Luego del entierro pasó a recoger las pertenencias de sus familiares por la comisaria, llenó los formularios y se fue a su casa.

Al llegar a su pequeño departamento, dejo caer las bolsas con las pertenencias de sus familiares al piso y se tendió en la cama, con la mirada perdida, sin fuerzas ya para llorar. Se tomo un par de somníferos y se durmió profundamente.

Al cabo de un rato, Susan despertó con el suave roce de una brisa en su rostro y un olor a flores que impregnaba el ambiente, se levantó para cerrar la ventana, pero ésta ya estaba cerrada, se asomó a través de ella y allí, en el centro del muy bien podado jardín se encontraba un león que la miraba fijamente, con una mirada profunda, llena de amor y sabiduría que le parecía haber contemplado tiempo atrás, si aquel león sin duda alguna era Aslan, le pareció normal verlo allí, sintió que venía a consolarla, el sólo verlo le produjo una sensación de tranquilidad que hacía rato no sentía. Quería preguntarle por sus familiares y amigos, ¿Cómo estaban? ¿Dónde estaban? ¿Por qué se los había llevado a todos? Pero no se atrevió, sintió un miedo aterrador de las respuestas que pudiese obtener. De pronto el león comenzó a desvanecerse y ella apenas logró gritar: ¡Ayúdame Aslan, por favor!

Después de este episodio Susan pasó noches enteras sin dormir, lo que contribuyó con el grado de estrés y ansiedad que la chica presentaba. Se sentaba durante horas a contemplar el jardín a través de la ventana como esperando algo o alguien que nunca llegaba. Anastasia y Pierre la visitaban a diario, pero poco lograban ayudarla porque ella no tenía el menor interés de seguir adelante. Aquella fría tarde llegó Anastasia y notó a su amiga extraña, no lloraba ni se lamentaba, más bien parecía ausente, su respiración era acelerada y su rostro no reflejaba tristeza, dolor ni desesperación, sino una palidez espeluznante. - Algo está mal- pensó Anastasia y decidió llamar a Pierre. El joven llegó lo más rápido que pudo y decidieron trasladarla al hospital más cercano.

La dra. Nathalie, psicólogo del hospital, la evaluó y comprobó que la situación de Susan era crítica. El shock había sido demasiado fuerte, demasiadas emociones juntas, el organismo de la chica había colapsado, el diagnóstico no era muy alentador, presentaba una arritmia cardíaca y estaba a punto de sufrir un infarto. La doctora les explicó que en casos tan críticos como ese ella sugería una práctica muy antigua, pero muy útil, una Cura de sueño, pues esta se indica generalmente para regular al organismo completamente cuando presentan cuadros graves de ansiedad ó depresión como era el caso de Susan y luego habría que tratarla con terapias para ayudarla e estabilizarse emocionalmente!

-¿Se corre algún riesgo? –preguntó Anastasia.

La doctora explicó claramente a los 3 chicos el riesgo que, para la salud de la paciente, podría significar la puesta en práctica de la referida terapia. Luego de lo cual preguntaron a Susan si estaba de acuerdo con someterse al tratamiento, pero ella se limitó a encoger los hombros como única respuesta, por lo que la decisión de someterla a la cura de sueño fue tomada por Pierre, quien expresó con firmeza que si eso era lo mejor para Susan, eso se haría. El chico la amaba y ahora que ella más lo necesitaba, él estaría allí para apoyarla, ayudarla, entenderla y protegerla.