▬Dolor▬musite confiada en mi don, que con prisa actuó sobre el joven neófito. No era de extrañarse encontrarme en esta situación, torturando a otro joven vampiro, un chico de facciones delicadas, nariz pequeña, ojos marrón oscuro, y un cabello negro como la noche. Era algo que hacia a diario, torturar, neófitos, vampiros, hijos de la luna, humanos, solo cambiaban mis victimas, pero el juego era el mismo.
¿Pero eso era todo? ¿Solo para eso servia? Por siglos he torturado a miles de personas, cientos de vampiros, y aun así, siempre era lo mismo, ¿Acabo no podía ser de utilidad para algo más? Al parecer no.
Finalmente, el juicio acabo, el neófito, por supuesto, a manos de Felix, el corpulento vampiro, que debía doblarme la estatura. Y sin embargo yo era más poderosa que el, era más poderosa que todos, excepto el.
Mi gemelo, Mi Alec, ¿Como olvidarme de el?
Sentí su abrazo, frío y protector, atrayéndome a el, y escondiéndome bajo su brazo. Siempre había sido la pequeña, la menor, a la cual el tenia que proteger. Todos los vampiros fuera del clan siempre pensaban que el era mi sombra, pero era al contrario, el, Mi Alec, era mucho mas poderoso que yo, podía vencerme con facilidad.
Su tacto, suave como el de una pluma me reconforto, al sentir como acariciaba mi brazo casi con ternura, mientras el cadáver del neófito era sacado del salón para que se consumiera por las llamas.
Cuando el amo nos dejo irnos, de inmediato me libre del abrazo de mi hermano; corrí por los pasillos, subiendo por la torre de las esposas, hasta llegar a mi cuarto, alejado del resto; me encerré allí y me desplome sobre la cama, sintiendo una ligera picazón en los ojos.
Lleve una de mis delicadas manos y frote alrededor de mi ojo, como una niña pequeña que acababa de despertar de un profundo sueño. A veces así me sentía, como una niña pequeña, ¿Y es que acaso no lo soy? He vivido más de 400 años, y sin embargo sigo aparentando ser una niña de 13 años.
Me observe en el espejo que tenia enfrente, yo era una chica de baja estatura, cabello rubio como el trigo, y facciones delicadas,
el Amo era el único que me trataba como una "mujer", o eso es lo que me decía a mi misma, porque en su voz solo había compasión y respeto, pero todos, incluso mi hermano me veía como una niña.
"Los Volturis no lloran Jane, los Volturis somos fuertes, no débiles, nosotros no nos lamentamos por cosas de humanos, somos vampiros, seres inmortales, con un poder infinito y una existencia eterna por delante"
Me repetí una y otra vez, respirando profundamente hasta que recupere la compostura. Sin más tiempo que perder, me levante y camine fuera de mi habitación. Baje por la enorme escalera de la torre, con una caminata lenta y llena de monotonía, que no detuve hasta que estuve fuera de la ciudad. Después de todo, cazar en la ciudad de Volterra estaba prohibido.
Las calles de la ciudad continua estaban desoladas, ya era entrada la noche, ladee el rostro al olfatear a un humano cerca, lleno de ese cálido líquido vital que tanto ansiaba.
Parpadee un par de veces antes de verlo, un joven, de tez blanca, cabello castaño claro al igual que sus ojos, labios carnosos y nariz pequeña. Solté una pequeña risa por lo bajo, el me recordaba ligeramente mente a mi hermano.
Con suma rapidez, me adelante hasta quedar detrás de el, solté un pequeño "Boo", antes de abalanzarme sobre el, clavando mis dientes en la suave piel de su hombro, absorbiendo su sangre.
Sonreí sádicamente, cuando escuche su corazón detenerse, entorne los ojos mientras negaba por lo bajo, desechando el cuerpo.
