Adaptación de la novela "Unidos por el odio", de Lynne Graham.

Capítulo 1

Bulma se quedó más quieta que una estatua delante del ventanal. Sus grandes ojos color zafiro le quemaban. Cada músculo de su cuerpo estaba rígido por la tensión. Sólo la más feroz autodisciplina contenía su agotamiento. Había sido una larga noche y un amanecer devastador. Y, cada minuto de la misma, cada una de esas horas, estaba fija en su alma. La enfermera le mostró entonces a su sobrino con una amplia sonrisa. Probablemente esa mujer no supiera nada, pensó Bulma.

La miró con sus finos rasgos transformados en una máscara. La enfermera dejó de sonreír, pero ella no se dio cuenta. Su atención estaba centrada en su sobrino. Tenía el cabello negro y unos furiosos ojos también negros. No había nada de Tights en él. Era completamente moreno mediterráneo y sus antecedentes extranjeros aparecían claramente. Estaba llorando: parecía tan infeliz.

Se preguntó si, por algún sentido desconocido, no sabría que su madre estaba muerta. Muerta. No quiso saber nada de esa palabra y empezó a andar por el corredor con unas piernas que apenas la sujetaban. Las mujeres no mueren de parto en estos días. O, por lo menos, eso había creído. Y Tights nunca había sido una mujer en opinión de su hermana. Con dieciocho años, Tights estaba en la frontera que separaba a las niñas de las mujeres adultas. Una chica rubia con belleza, inteligencia y todo lo necesario para la vida... hasta que apareció en ella Tarble Ouji y la hizo desperdiciarla. Una inmensa amargura se apoderó de Bulma. La emoción fue tan intensa que la dejó literalmente helada.

—Señorita Brief...— El sonido de esa voz la hizo pararse en seco. Esa voz oscura y con acento la cortó como si fuera una navaja. Se estremeció y levantó la cabeza lentamente. Él estaba a algunos pasos de distancia. Era un hombre que difícilmente podía pasar inadvertido. Su magníficamente caro traje gris oscuro destacaba sus anchos y musculosos hombros y largas y esbeltas piernas. Tenía la gracia letal de un animal salvaje y la autoridad intimidante de un hombre acostumbrado a mandar. Bulma lo miró incrédula cuando él extendió su morena mano. Los largos dedos eran hermosos.

—Por favor, permítame que le ofrezca mis más sinceras condolencias por la trágica muerte de su hermana —murmuró él. Bulma retrocedió un paso rápidamente ante esa amenaza de entrar en contacto con él.

— ¿Qué está haciendo usted aquí?

—Usted me dejó un mensaje urgente con mi secretaria— le recordó ese hombre.

—Tights me hizo llamarlo, pero yo no le pedí que viniera, señor Ouji. Pregunté por su hermano.

—Tarble está en Grecia. —Vegeta Ouji la miró con unos ojos tan negros como una noche oscura.

—Ya le he informado de la muerte de su hermana. Estaba profundamente afectado.— Una risa histérica se le escapó a Bulma.

— ¿De verdad?

—Me gustaría ver a mi sobrino- dijo Vegeta ignorando su respuesta con toda frialdad.

— ¡No! —Bulma se tensó como si fuera a sufrir una agresión. Odiaba a Vegeta Ouji más que a cualquier otro hombre vivo.

—Su derecho no es mayor que el mío...

— ¿Derecho?— gritó Bulma. — ¿Se atreve a hablar de derechos después de lo que le hizo a Tights? ¡Usted no tiene ningún derecho sobre el hijo de mi hermana! ¡Me pone enferma!

—Está afectada — le dijo Vegeta Ouji con una calma aparente, pero ella no se dejó engañar. Se le había hinchado una vena de la frente y su boca se había transformado en una línea pálida. La gente no le hablaba a Vegeta Ouji en ese tono. Era fabulosamente rico y terriblemente poderoso. Su palabra era ley y su familia hacía exactamente lo que él decía. Nunca esperaba ninguna clase de oposición a sus deseos. Los medios de comunicación habían publicado algunas historias tenebrosas sobre lo que les pasaba a aquellos lo suficientemente locos cómo para enfrentarse a él en los negocios. Pero Bulma no le tenía miedo. Daría veinte años de su vida con tal de tener el poder de hacerle daño a Vegeta Ouji como él se lo había hecho a su hermana.

—Usted la mató... la mató con su incomprensión. ¡Espero que ahora esté satisfecho!

—Señorita Brief... Una fuerte mano la agarró por la muñeca cuando ella trató de pasar a su lado.

— ¡Suélteme, animal!- susurró Bulma, entre dientes.

—Si no fuera porque comprendo muy bien su pena, podría exigirle una disculpa. Vegeta la miró desde su altura y continuó: -Pero resulta que este no es el lugar más apropiado para una confrontación como esta. ¡Mantenga la compostura antes de que pierda la paciencia!—Bulma tembló como si la hubiera atrapado un huracán.

La furia se apoderó de ella y levantó la mano que le quedaba libre para darle en esa cara morena y arrogante con todas sus fuerzas. Él la soltó sorprendido cuando la mano le dio de lleno en la mejilla. Bulma retrocedió y le dijo:

—¡No vuelva a atreverse a tocarme!—

Se sintió sorprendida por semejante arrebato de violencia. Nunca antes le había pegado a nadie; ni de niña. Por un momento, los ojos de él parecieron incandescentes e incrédulos. Luego ella apartó la mirada y empezó a andar por el corredor y hacia la puerta del hospital. Estaba tan afectada que ni siquiera supo a dónde estaba yendo. Tights estaba muerta. Todavía no lo podía aceptar. Sus padres habían muerto en un accidente cuando ella tenía diecisiete años. No habían dejado nada de dinero y Tights sólo tenía once años.

—Cuida a Tights — le había dicho su madre repetidas veces cuando estaba en Cuidados Intensivos. Panchy Brief seguía preocupándose por su hija pequeña cuando murió.

Bulma dejó de estudiar y se concentró en las necesidades de su hermana. Había convencido a la prima de su padre, Uranai Baba para que las dejara vivir con ella. Con Uranai apoyándola, las autoridades la habían dejado quedarse con su hermana.

Bulma entró a trabajar de camarera. Y todos los días volvía a casa para hacer la comida y limpiar, ya que Uranai la tenía como una ayuda doméstica gratis y, además, se quedaba con casi todo lo que ganaba. Tan pronto como cumplió los dieciocho, Bulma encontró otro sitio para vivir e hizo todo lo que pudo darle a Tights un hogar seguro y lleno de cariño. Había hecho de su hermana pequeña su prioridad número uno. Y Tights se lo mereció. Una chica preciosa con todo el aspecto de una rubia californiana. Y muy inteligente. No le había resultado fácil hacer que su extrovertida y vital hermana siguiera estudiando para abrirse camino en el mundo. Pero lo había conseguido. Tights había entrado en la universidad para estudiar idiomas; Bulma se sintió tan orgullosa como lo habría estado cualquier mache. Había aceptado otro trabajo a tiempo parcial por las noches para que a Tights no le faltara el dinero. Y todo había ido bien hasta que Tarble Ouji entró en la vida de su hermana...

—¡He encontrado al auténtico griego fabuloso!- le dijo en su momento Tights por teléfono.

—Es increíblemente guapo y rico. Y está loco por mí.

—Parece demasiado bueno como para ser verdad- le dijo Bulma un poco extrañada. Los novios de Tights aparecían y desaparecían sin que, normalmente mostrara tanto entusiasmo por ellos.

—Lo llevaré para que lo conozcas tan pronto como pueda- le había prometido su hermana; Pero pasaron semanas antes de que Bulma conociera por fin a Tarble. Tenía veinticinco años, aspecto infantil y era muy guapo. Sus brillantes ojos marrones seguían a Tights por todas partes y le habló a Bulma más como si fuera la madre de Tights que su hermana mayor, con mucha cortesía y deferencia. Para cuando terminó la visita, Bulma se sentía como una matrona de mediana edad. De unos cincuenta años, por lo menos.

Tarble insistió en que sus intenciones eran serias. Tomó la mano de Tights y dijo:

—Amo mucho a tu hermana y quiero casarme con ella.-Detrás de la sonrisa educada que le dedicó, Bulma se quedó anonadada. Consideraba a Tights demasiado joven para semejante compromiso. Le preocupó que pudiera abandonar sus estudios o que dejara que el amor se interpusiera en su trabajo. Pero Bulma siempre fue demasiado sensible como para dejar que esos sentimientos fueran evidentes. Sabía muy bien que, a la más mínima oposición por su parte, Tights se transformaría en una rebelde. Su hermana era bastante terca y decidida. Sabía que sólo lograría algo a base de tacto y diplomacia.

—Por supuesto, el matrimonio será algo que vendrá en el futuro- dijo Tarble. — Bulma le recompensó con una brillante sonrisa.

—Creo que eso es muy sensible por tu parte- les dijo. — Los dos tenéis todo el tiempo del mundo.

—No os pongáis ahora así de finos- intervino Tights retirando de repente la mano de la de Tarble.

—Pero ya hemos hablado de esto, Tights mou. Nuestro amor va a tener que soportar la prueba del tiempo si quiero tener alguna esperanza de conseguir el consentimiento de mi hermano para nuestro matrimonio.

— ¿El consentimiento de tu hermano? — le preguntó Bulma.

—Las familias griegas funcionan sobre la base de una estricta jerarquía —le explicó Tights.

—En lo más alto siempre está el macho dominante. Dado que el padre de Tarble está muerto, es su hermano, Vegeta, el gran timonel de la tribu se quedó pálido por un momento y miró a Tights de una forma sorprendentemente reprobatoria

—No creo que debas tomarte a broma al hermano mayor de Tarble —le dijo Bulma a su hermana mientras preparaban la cena en la cocina.

—O a su familia. Parecía ofendido...

— ¡Bah! Él ya es mayorcito y tiene un buen trabajo de responsabilidad. Pero cuando habla de Vegeta actúa como si fuera un niño pequeño. Nunca deja de hablar de él. Vegeta esto... Vegeta lo otro. Se podría creer que es como un dios para él.

—Tarble es griego- le recordó Bulma amablemente-. Su cultura, su ambiente, son muy distintos a los tuyos. Si lo amas de verdad, Tights... todo eso va con él.

Bulma volvió al presente y se encontró apoyada en un banco del parque de fuera del hospital. ¡Y pensar que hacía todos esos meses se había sentido aliviada de oír a Tarble mencionar la necesidad de conseguir la aprobación de su hermano antes de que se pudiese casar! Las campanas de alarma sólo se dispararon el día en que leyó el apellido Ouji en el periódico y vio a un hombre extremadamente atractivo, rodeado de ejecutivos y cámaras rehusando hacer comentarios acerca de su adquisición dé una compañía de Nueva York. Al día siguiente, de camino al trabajo, ella compró un periódico que consideraba más serio y leyó todo lo que decían sobre Vegeta Ouji con una creciente preocupación. Esa misma tarde llamó a Tights y le pidió que fuera a su casa a pasar la noche. Tights apareció de mal humor, y le preguntó a qué venía aquello.

—Me dijiste que Tarble estaba llevando el hotel de su familia en Oxford— le recordó Bulma-. ¡Lo que no me dijiste es que son una familia de multimillonarios!

—El multimillonario es Vegeta- le dijo Tights secamente-. Tarble sólo gana calderilla.

—Yo pensé que su familia eran hoteleros.-Tights se rió.

—¡Bulma, eres tonta! ¿Es qué no lees nunca la sección de economía? La familia de Tarble son armadores, tienen una cadena internacional de hoteles, fábricas, compañías financieras. ¡Di lo que se te ocurra y seguro que lo tienen!-Bulma se preocupó. De verdad que no había sabido hasta entonces que la familia del novio de su hermana menor fuera tan rica y Tarble tampoco lo había mostrado muy claro; ya que cuando las visitó, no pareció nada incómodo en su pequeña y humilde casa. Recordó entonces a Tights diciendo que ella trabajaba de secretaria y la forma en que cambió rápidamente de conversación. Realmente Bulma tenía un trabajo muy humilde en una gran y anónima oficina y no había llegado más alto porque normalmente tenía que trabajar en dos sitios y no había tenido tiempo para ir a cursos de promoción. Durante los últimos siete años se había pasado incontables tardes trabajando como camarera o limpiando casas para ganar algo de dinero extra, que les venía muy bien a su escaso presupuesto. La tarde en que conoció a Tarble trató de no sentirse herida cuando antes Tights le pidió que no mencionara de dónde venía el dinero que las mantenía. A su hermana le daba vergüenza que ella trabajara en esos trabajos tan bajos. Y, tristemente, Bulma la había comprendido. Tights siempre había querido ser alguien y ese deseo había aumentado en cuanto se vio rodeada de estudiantes de clases sociales superiores. Nunca quiso que nadie supiera que la ropa barata pero bonita que solía llevar con una gracia notable se la proporcionaba una hermana que trabajaba habitualmente limpiando oficinas. Y ahora Tights se había ido. Bulma se llevó las manos temblorosas a la cara como si no pudiera contener la angustia en su interior. No podía imaginarse la vida sin Tights, con su cruda energía, su alegría y su ríspido mal humor. Tights nació cuando ella tenía seis años. Bulma fue una niña mucho más tranquila y solitaria y había encantado a sus padres al no sentir nada de celos por su hermana pequeña. Al contrario, le había encantado. Le había contado cuentos, la había acunado y enseñado canciones cuando aprendió a hablar. Cuando empezó a ir al colegio la había ayudado con sus deberes. Con sus padres trabajando los dos, Bulma siempre había pasado mucho tiempo con Tights cuando su madre estaba demasiado cansada u ocupada.

—Señorita Brief... Bulma levantó la cabeza y miró incrédula a Vegeta Ouji. Ese hombre no pegaba nada en ese parque miserable.

—Me gustaría llevarla a casa —dijo él educadamente. Bulma se echó a reír histéricamente. Luego se volvió a tapar la cara con las manos, avergonzada de que él la viera en ese estado. Cielo Santo, ¿qué querría ahora de ella ese bárbaro? ¿Es qué ni siquiera la iba a dejar llevar su dolor en paz? Sólo hacía un par de horas que la habían apartado bruscamente del lado de su hermana y el equipo de urgencia había tratado desesperadamente de hacer que volviera a respirar. Pero Tights, que había sido incluso la capitana del equipó de atletismo del instituto, murió de un ataque al corazón unos días antes de su decimonoveno cumpleaños. Luego Bulma supo algo que la dejó devastada cuando habló con el ginecólogo. Al principio de su embarazo le habían advertido a Tights que tenía el corazón débil. Las pruebas de rutina hablan revelado lo que nadie hubiera podido sospechar nunca. Le advirtieron que sería mejor que interrumpiera el embarazo, pero ella se había negado. Eso no se lo había contado a nadie, ni siquiera a ella, a su hermana. A Bulma le había extrañado la frecuencia con la que empezó a ir al médico, pero no se le ocurrió que nada pudiera ir mal.

—Tights estaba completamente decidida a tener ese hijo- le había dicho el ginecólogo-. Esa fue su elección. Posiblemente no se lo dijera a usted porque debía pensar que la podía hacer cambiar de opinión,

— ¿Señorita Brief?- insistió Vegeta Ouji impacientemente. «Dios, por favor, haz que me deje en paz», oró ella fervientemente.

—No la puedo dejar en estas condiciones- continuó él cada vez con más acento-. Me gustaría verla a salvo en su casa. También quisiera asumir la responsabilidad del funeral...

—¡Salvaje asqueroso!- Bulma, que nunca insultaba a nadie ni decía palabrotas se dejó llevar. De repente se dio cuenta de que había perdido los estribos y se contuvo. -¡No podía dejar que se casaran y que ella entrara en su familia, pero ahora no puede esperar a enterrarla!

—No tengo ninguna intención de permanecer aquí, siendo insultado en un lugar público- dijo él apretando los dientes y ella pudo notar la fuerza de su rabia contenida llegando hasta ella como unas llamaradas feroces. Le resultó una experiencia curiosamente satisfactoria y le calentó los huesos helados.

—Entonces, ya sabe lo que tiene que hacer, ¿verdad?—exclamó ella mirándolo desafiante a los ojos.— Piérdase.

—Si no fuera usted una mujer...- Vegeta estaba pálido y rígido de furia.

—Usted estaría muerto- murmuró Bulma.-¡Si yo fuera un hombre lo habría matado por lo que le hizo a Tights en su oficina hace cinco meses! Él entornó los párpados y fijó la mirada en ella.

—En esta ocasión sólo deseaba ofrecerle mi ayuda en un momento de dura prueba para todos nosotros. Luego él se marchó a grandes zancadas mientras ella se quedaba allí. Tights se había ido. Se había ido para siempre. Hasta entonces no se le había escapado ni una lágrima. Los ojos le ardían pero seguían secos. Pero entonces las lágrimas surgieron silenciosamente y agradeció que no hubiera sucedido delante de ese hombre.

—No te imaginas quiénes acaban de llegar- le dijo Uranai a Bulma segundos después de que empezara el funeral-. Son ellos... Tienen que ser, ¿no? ¿Quiénes más pueden ser?

—Shhh. Calla.- Vegeta y Tarble Ouji. La vista de los dos fue como si a Bulma le dieran un puñetazo en la boca del estómago. Se puso pálida de ira y consideró su presencia una ofensa a la memoria de Tights. ¿Cómo se atrevían a ir allí a despedir a su hermana cuando entre los dos habían hecho de sus últimos meses un auténtico infierno? ¡¿Cómo se atrevían?! Tarble no dejaba de mirar al suelo. Parecía más delgado y mayor de lo que lo recordaba y tenía las manos firmemente entrelazadas delante de él.

—Es un detalle por su parte eso de venir al funeral- murmuró Uranai sarcásticamente. Era una mujer grande de cerca de cincuenta años y que no dejaba de hablar nunca, sin importar la ocasión. La gente empezó a marcharse y le daba la mano y sus condolencias. Todos eran amigos de Tights, del colegio y el instituto. No había nadie de la universidad, pero también era cierto que su hermana había dejado los estudios meses antes y había roto todos sus vínculos con la gente que había conocido allí. De repente, Uranai se apartó de su lado y se acercó a los Ouji. Enfurecida por su deserción, Bulma se puso a andar al lado del sacerdote y se separó de él cuando llegaron al coche de Uranai. Entonces vio la limusina negra con cristales oscuros y el conductor esperando fuera que había al otro lado del cementerio. Ella no había podido siquiera alquilar un coche fúnebre. Pero esas cosas no eran importantes, se dijo a sí misma dolorosamente. Y tenía que conservar el poco dinero que tenía ahorrado para su sobrino.

—Lo voy a llamar Nikos, por el padre de Tarble— le había dicho Tights meses atrás, después de que supiera que iba a ser niño. Cuando supo el sexo del niño se puso tremendamente contenta.

—Tarble no podrá seguir lejos- había dicho su hermana acariciándose el vientre-. No de su hijo.- A Bulma le impresionó la fortaleza de la inocente fe de su hermana en el hombre que la había abandonado y condenado a ser madre soltera. Después de todo lo que había sucedido, Bulma era incapaz de comprender cómo Tights podía seguir teniendo esperanzas. Temía lo que fuera a pasar después del parto, cuando la pobre Tights tuviera que enfrentarse con la realidad. Habría esperado en vano a que el orgulloso padre apareciera. ¡Tarble era un débil completamente dominado por su hermano mayor, y la amenaza de ser desheredado y apartado de su querida familia se había impuesto completamente a su muy ferviente y declarado amor por Tights ! Uranai llegó entonces y abrió el coche. Parecía muy satisfecha.

— ¿Por qué has hablado con ellos?- le preguntó Bulma dolorida.

— ¡Porque te estás portando como una completa estúpida! Si quieres quedarte con ese niño, se práctica. Muérdete los labios y deja que ellos os mantengan a los dos...

— ¡Antes muerta!

—Él es el padre de Nicky, ¿no? ¿Por qué no ha de pagar por ello? Puedes apostar lo que quieras a que pagarán lo que sea para que esto no aparezca en los periódicos.

—Uranai...

—Tienes que ser realista, chica. Tú quieres al pequeño Nicky y yo creo que estás loca. Pero bueno, siempre has sido bastante maternal, incluso cuando eras pequeña. ¡Así que quédate con él y hazles pagar a ellos!

—¡Yo no quiero nada de esa gente!

—Si no tomas su dinero vas a tener que vivir de la beneficencia- le dijo Uranai secamente-. Y el Tribunal de Protección de Menores perseguirá a Tarble.

—¿Hasta Grecia? A Bulma se le escapó una risa histérica mezclada con sollozos.

—Bueno, ellos sabrán dónde encontrarlo, ¿no?

—No voy a aceptar nada de ellos. ¡Nunca!

—Tights hubiera querido lo mejor para su hijo. Y yo veo que ya es hora de que afrontes el hecho de que ella sabía muy bien lo que estaba haciendo cuando se quedó embarazada

—¿Perdón?- Bulma miró a la prima de su padre con una mezcla de sorpresa y reproche.

—En mi opinión, eso no fue un accidente. Tights no era tan descuidada. Ella quería a ese chico y, cuando las cosas no fueron como ella quería, se dejó embarazar. Querida, desde hace siglos, las mujeres siempre han usado los embarazos para atrapar a los hombres con los que han querido casarse. Las adolescentes suelen ser las que más usan ese método. Desafortunadamente, tu hermana calculó mal.

—No estoy de acuerdo- dijo Bulma tratando de mantener el mismo tono de voz-. Tights no trató de atrapar a Tarble. El ya le había pedido que se casaran; incluso le había comprado un anillo de compromiso...

—Hablar no cuesta nada, pero ¿dónde estaba él cuando fue necesario? ¡Hombres!- dijo Uranai cínicamente-. Se marchó a Grecia y ella no lo volvió a ver. Ni siquiera contestó a sus cartas. ¡Cerdo! ¡Los enterraría a los dos en el patio trasero con mucho gusto si no fuera por el pequeño Nicky! Por otra parte, sería un desperdicio matar al hermano mayor. Realmente es guapo. Parece Apolo, el dios del Sol...-Sorprendida por la referencia mitológica de Uranai, Bulma la miró con los ojos muy abiertos. Uranai se ruborizó levemente y entonces llegaron delante del pequeño patio trasero de su casa.

—Una vez fui de vacaciones a Grecia y vi una estatua... Bueno, olvídalo, ¡estoy diciendo tonterías!- Una vecina se había quedado con Nicky durante el funeral y Bulma subió a toda prisa las escaleras para ver al niño. Estaba dormido en su cesta. Lo había llevado a casa el día anterior. Lo tomó en brazos y dio gracias a Dios por el regalo del hijo de Tights. Se sentía necesitada otra vez y eso le daba fuerzas. Salió de nuevo al pequeño patio y Uranai la estaba esperando allí.

—Si te quedas con ese niño, nunca tendrás una vida propia. ¿Es qué no te has sacrificado ya lo suficiente por Tigths?

— ¿De qué demonios me estás hablando?

—Tienes sólo veinticuatro años y tienes todo el aspecto de que vas a ser toda una solterona. ¿Es qué nunca en tu vida has deseado a un hombre?- Bulma se rió un poco avergonzada. No le gustaba nada cuando Uranai empezaba a hablar de hombres como si lo fueran todo en la existencia de una mujer. No le atraía el sexo opuesto. Cuando era adolescente había sido muy tímida y estudiosa, la empollona de la clase. De adulta no había tenido ni el tiempo ni la oportunidad. Claro que había habido hombres que le habían pedido salir con ellos de vez en cuando y, a veces, había aceptado; pero sólo para descubrir que no querían su compañía, sino su sexo. Y era por eso por lo que se habían acercado a ella. Debían pensar que, como no era muy sociable, caería en sus camas a la primera cita y sin prácticamente ningún esfuerzo. Recordó la dolorosa y humillante experiencia que sufrió con un chico con el que tuvo algo que ver cuando tenía dieciséis años. Él la había invitado a una discoteca una noche y se quedó encantada... hasta que oyó algo que sus compañeras de clase se decían entre risas en los servicios. Él lo había hecho por una apuesta. Cada una de esas risas fue como un cuchillo clavado en su corazón; cada una de esas crueles palabras se le quedaron grabadas en la memoria para toda la vida.

—Parece como si fuera albina.

—Y no tiene pechos.

—No se necesitan cuando se tiene un coeficiente intelectual como el suyo.

—Pues ese coeficiente no le ha servido para averiguar que Yamcha va a salir con ella por una apuesta. Está demasiado ocupada persiguiéndolo con esos ojos de lagarto que tiene. Está quedando como una verdadera idiota. Me pregunto qué lejos lo va a dejar llegar cuando él se lance.

—¿Y si Yamcha la seduce? ¿Os podéis imaginar?- Luego todas se rieron como histéricas al pensarlo.

—Bulma...- Bulma parpadeó rápidamente y volvió al presente, pálida como un fantasma. Uranai le puso una mano en el brazo y murmuró:- Les he dicho a Vegeta y a Tarble Ouji que vengan a casa.

—¿Que has hecho qué?

—Bueno, alguien tenía que hacerlo. Tú actuaste como si no estuvieran allí.

—Si los dejas entrar, yo me marcharé- exclamó Bulma vehementemente. Uranai agitó lentamente la cabeza.

—Buma, ¿qué es lo que te ha pasado en estos últimos meses? Tú nunca has sido así. Parece como si alguien desconocido se hubiera apoderado de ti.

—No me pasa nada, Uranai.

—Solías ser la chica más amable del mundo. Pero has cambiado desde que Tights te dijo que estaba embarazada. Sé lo mucho que la querías. Puedo comprender cómo te sientes...

—No puedes.

—Ese chico puede querer ver al pequeño Nicky...

—Si Tarble quiere ver a Nicky, va a necesitar un mandamiento judicial- afirmó Bulma con ferocidad.-Lucharé con ellos como sea necesario.

—¡Pero van a venir a casa!

—Que vengan. Yo me ocuparé de ellos.- El timbre sonó un momento más tarde. Uranai la miró suplicante y desapareció en la cocina. Bulma se armó de valor y fue a abrir la puerta. Vegeta Ouji estaba solo allí. Por primera vez en su vida Bulma deseó llevar tacones en vez de sus habituales zapatillas. Vegeta era como un edificio de apartamentos y daba una sombra larga y oscura. Ella retrocedió un paso.

—Yo no lo he invitado a venir aquí. No es bienvenido. De repente una mano poderosa se estrelló contra la puerta, obligándola a soltarla y haciendo que se estrellara contra la pared. La violencia del gesto la impresionó e, instintivamente, se puso fuera de su alcance. Él entró entonces y cerró la puerta.

—Ahora vamos a hablar-afirmó Vegeta. Bulma pensó alegrándose que casi le hubiera puesto un ojo negro cuando le golpeó. Era una pena que no fuera más alta, si no lo habría logrado. El corazón le latía fuertemente y se sintió inundada por una sensación muy parecida a la excitación. La tensión era tan espesa que casi se podía saborear. Dado que no era capaz físicamente de echarlo de la casa, decidió ir al grano antes que él.

—Francamente, señor Ouji, no tenemos nada de que hablar. ¿Dónde está el cerdito?

— ¿Cerdito?

—Tu hermano pequeño, el debilucho.

—Es usted la mujer más venenosa que he conocido en mi vida. ¡Tenga cuidado y no se vaya a morder la lengua, que igual se envenena!- susurró él entre dientes.- Bulma se rió de verdad por primera vez desde hacía días. Tights le había hablado mucho de ese hombre, ya que a ella se lo contaba Tarble. Siempre según su hermano pequeño, Vegeta era de hielo, tanto en los negocios como en su vida privada. Entonces, ¿por qué le estaba pareciendo como si fuera un volcán a punto de entrar en erupción?

—Cristos... El día del funeral. ¿Es qué no tiene usted sentimientos decentes?

—¡Casi tantos como cuando usted llamó buscona a mi hermana pequeña en mi cara hace cinco meses!- le contestó ella decididamente.

—Yo no utilicé unas palabras tan ofensivas.

—Dijo que iba por su dinero y que por eso se había acostado con su hermano. ¿Qué diferencia hay?

—No me creí que estuviera embarazada.- Eso lo dijo de una manera que dejaba muy claro lo que le había afectado la verdad.

—Quiero que salga de aquí. No tiene nada que hacer en esta casa.- Vegeta la miró sorprendido y ferozmente. Se acercó a la ventana.

—Mi hermano está demasiado avergonzado como para enfrentarse con usted...- dijo casi en voz baja.

De una manera un poco extraña, Bulma estaba empezando a divertirse. El que hubiera admitido que se había equivocado en su juicio ya era mucho; el que su hermano fuera un débil y que ella se lo hubiera dicho humillaba a ese hombre más de lo que estaba segura que podía aceptar. El honor de la familia y todas esas tonterías. Vegeta se estaba viendo forzado a tratar con una mujer a la que despreciaba y en una situación en la que él no tenía ninguna defensa. Eso le proporcionó a Bulma cada vez más confianza. Él estaba allí para comprar su silencio. Tal vez temiera que ella fuera a contar algo a la prensa. Ese magnate griego con su arrogancia bárbara y su orgullo era un hombre muy discreto y detestaba la publicidad. Y aquella no era precisamente una bonita historia, ¿verdad? Una adolescente seducida por un niño rico y malcriado que luego la había abandonado a toda prisa en cuanto consiguió lo que quería de ella. Luego la adolescente había sido amenazada por poderosos abogados, se le había ofrecido dinero para librarse de ella y, por fin, se le había dicho que desapareciera y que se olvidara de que alguna vez había conocido a alguien llamado Ouji. A Bulma le dio una arcada. Era una historia horrible, pero sólo se transformaba en una tragedia si se sabía que Tights había amado a ese tipo hasta su amargo final. Los ojos le ardieron y trató por todos los medios a su alcance de no ponerse a llorar.

—Si Tarble pudiera por cualquier medio a su alcance devolverle la vida a su hermana, lo haría. Pero no lo puede hacer. De cualquier manera, se puede hacer cargo de su hijo y darle la clase de vida que se merece.- Bulma se quedó helada y lo miró incrédula.

—¿Darle la vida...? ¿Qué ha dicho?- Dándose cuenta de su sorpresa, él sonrió. Lo hizo de verdad, pero muy levemente.

—Naturalmente. Tarble desea criar a su hijo en su propia casa, donde pertenece.

Espero les guste la historia. Tal vez después de que termine esta, me anime a escribir una propia, por ahora tengo pensando hacer adaptaciones.

Si desean alguna me avisan^^