-Historia Yaoi entre Taric y Ezreal. Personajes originales de League of Legend-

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Fue una batalla cualquiera. Fue una normal. El equipo enemigo había caído y , junto al equipo ganador, se disponían a regresar a su base a descansar, y por supuesto, los victoriosos, a regodearse.
Pero mucho no importaba ahora quien había ganado y quien perdió. Lo único que le importaba al Caballero de las Gemas era regresar a su cuarto por algo muy importante.

En medio de la batalla, Taric le había prometido a Ezreal que lo protegería, sin importar que pasara. Pero esa promesa no se pudo cumplir. El equipo enemigo había realizado un ataque en equipo, logrando derrotar a tres de los campeones que habían ido a defender la línea baja. Sólo dos sobrevivieron, y aún con esa derrota ganaron, pero ese no era el punto. Ezreal estaba en peligro, y en el último segundo, Taric falló al querer usar su habilidad y curar a su compañero, provocando la perdida del mismo.
Ezreal no le dio importancia, pues su compañero lo había salvado más de una vez, no sólo en esta batalla. Pero Taric no podía dejar de sentir esa pequeña sensación de culpa por romper una promesa, la cual, por cierto, le hacia a su amigo cada vez que luchaban en el mismo bando.

Llegando a la base, el equipo perdedor tuvo que cumplir con una apuesta que habían hecho con anterioridad, y por supuesto, los ganadores se los recordaron hasta la última sílaba.
Estaban obligados a cocinar, todos los perdedores, la cena de esa noche a los ganadores. Debían hacer un gran banquete y todos los vencidos debían participar en tal encomienda. Los ganadores sólo se dispusieron a regresar a sus cuartos, no sin antes hacer sus pedidos de niños mimados, encargado platos especiales a cada "cocinero". Algunos lo disfrutaban más que otros, pero el único que no pidió nada fue Taric...

Él regresó a su habitación. Revolvió todo el lugar buscando algo importante para él, algo que debía haber entregado antes y se había olvidado.
Era tanto el alboroto que todos se preguntaban de donde venía. El único que se encaminó a buscar el origen de los ruidos fue el rubio. Caminó por los pasillos del lugar, acercándose cada vez más a destino, y a su compañero.

-Esos ruidos... Vienen del cuarto de Taric... ¿Estará bien?

Llegó a la puerta de la habitación. Se quedó estático, pensando si sería buena idea abrir la puerta de repente y preguntar, o si era mejor tocar la puerta y esperar una respuesta... Ninguna lo convenció. Y a pesar de estar unos minutos parado sin hacer nada más que pensar, los ruidos no cesaban, y una de los aliados del muchacho apareció de la nada, algo molesta.

-Oye niño... ¿Puedes calmar a tu novio? Está haciendo mucho ruido y no me puedo concentrar...

Era Vi. Una de sus aliadas en la victoria de recién, y quien más había disfrutado de obligar a los perdedores a cocinar. Aunque estaba más contenta de obligar a Caitlyn a cocinar. No paraba de burlarse, recibiendo insultos por parte de la otra chica a la par.

-¡No es mi novio! Y no sé si pueda...

-¡¿Cómo que no?! Qué debilucho que eres... Pero como soy una buena compañera, te echaré una mano, ¡Ve!

-¿Qué-? ¡Ah-!

El chico ni siquiera había podido terminar su frase cuando la pelirosa lo tomó de la chaqueta, en la parte de la espalda, y de su cinturón, y lo alzó, como si fuera el objeto que usan los policías para abrir las puertas cerradas en allanamientos, no sin antes dar una patada a la puerta, a la cual le hizo un agujero, y lo lanzó sin más hacia el interior del cuarto.

-¿Ves? Tan difícil no era... ¡Agradéceme luego!

Dijo eso mientras se iba felizmente caminando con una mano en la cintura y la otra alzada como saludando, pensando que había hecho su buena acción del día.

-Eso dolió...

-¿Ezreal?

-Ah...

Estaba el cuarto completamente revuelto, y Ezreal había caído justo entre varias gemas esparcidas y, también, encima de un pedazo grande de la puerta rota. Seguramente hechas, y esparcidas, las gemas, por la persona frente a él.

Taric estaba sentado, cruzado de piernas, aún con su traje "Armadura de la Quinta Era" puesto, la que había usado en la batalla. Él miraba al muchacho que había irrumpido de la nada sorprendido, más que nada porque pensaba que él había hecho tal agujero en su puerta. El rubio no sabía como reaccionar, y sólo hizo una mueca parecida a una sonrisa mirando al castaño.

-¿D-Disculpa la intromisión..?

-¿Tú hiciste eso...?

Apuntaba el agujero.

-¡C-Claro que no! ¿De verdad crees que yo haría algo así?

-Me parecía... Creí escuchar la voz de Vi, y pensé que era imaginación mía, pero luego de verte aquí y analizar. Tú no eres tan violento como esa mujer.

-G-Gracias...

Taric estaba muy serio. Nunca habla así. Y Ezreal parecía bastante confundido. En cuanto dijo eso, el muchacho sentado bajo la cabeza y la mirada y comenzó a sólo observar las gemas que estaban en el suelo. Había de varios colores, algunos opacos, como si no tuvieran vida, y otro brillantes ya que eran transparentes y se reflejaba bien la luz que provenía del agujero hecho. El rubio se levantó, y también se sentó en el mismo lugar donde había caído, se cruzó de piernas y de brazos mirando fijamente las gemas. De vez en cuando miraba de reojo al hombre frente a él, que ni siquiera levantaba la vista, sólo se mantenía firme allí. Se podía notar que respiraba al verse mover la armadura, pero era la única señal, puesto que sus manos estaban apoyadas en sus muslos y sus piernas cruzadas no se movían ni un poco.
Su compañero se estaba preocupando. Por lo que se levantó, intentando no pisar las gemas, y se acercó al castaño. Siguió de puntillas hasta quedar al lado. En su recorrido, no había visto al que se quería acercar, para no perder la concentración y no pisar algo que no debía, pero el castaño sí lo veía.
Lo seguía con la mirada, aún con la cabeza agachada, como si lo vigilase de que no rompiera nada, o como si lo vigilase para que no se lastimara.

Cuando llegó hasta él, se colocó a espaldas del hombre, mirando por encima de los hombros ajenos hacia la misma dirección que el otro miraba, como si eso fuera a darle alguna respuesta de lo que estaban observando. Luego de unos segundos así, se cansó y apoyó su mano en la cabeza del Caballero, mientras acercaba su rostro, quedando a la misma distancia que el hombro ajeno, cercano al acompañante.

-¿Porqué tanta concentración Taric..?

No lo miraba de frente, sólo mantenía la mano apoyada y su mirada fija a las gemas brillantes que mostraban un resplandor hermoso en las paredes de la habitación.

-Es que... Necesito saber que hacer diferente.

-¿Hacer diferente? ¿Diferente a que?

-A todo lo que había hecho antes.

-¿Hablas de las gemas que habías hecho antes?

-Así es...

Era una razón extraña y que Ezreal no comprendía. Lo miraba extrañado, esperando la mirada del otro. Pero este no lo miró ni una vez. Sólo se limitaba a responder si quitar la vista de las gemas. De vez en cuando tomaba una gema, opaca o brillante, la observaba cuidadosamente y la volvía a depositar en el suelo.
Su compañero se estaba cansado de la actitud tan indiferente. Nunca había hecho eso, no al menos sin alguna razón en particular. La última vez que Taric lo ignoró así, fue cuando el rubio se había adentrado en una batalla de dos contra uno y había terminado muerto; llevándose uno, pero había muerto en fin. Por esa acción, el otro se había molestado y no le había querido dirigir la palabra a menos que sea estrictamente necesario.
Pensó que había pasado lo mismo, de nuevo, pero él no comprendía la razón esta vez. No sabía que había hecho mal.

-Taric...

-...

-Mírame.

-No es necesario.

-¿Ah?

-No es necesario.

Definitivamente estaba molesto, o eso creía Ezreal. A lo que, también molesto, se adelantó, y como pudo, sin pisar ninguna gema, se colocó frente a Taric. Este se sorprendió al ver las botas del muchacho frente a él, alzó la mirada y vio a su amigo viéndolo con el ceño fruncido y las manos en su cintura, como si estuviera molesto.
El hombre que hace rato casi no se movía, quitó las manos de sus muslos y las apoyó en el suelo, sin dejar de mirar al muchacho, no entendiendo el enojo.

-Ezreal... ¿Hi-Hice algo mal-...?

-¡Claro que sí!

-Ah-...

Taric se estaba preocupando por el enojo ajeno. El rubio se había cruzado de brazos, y se había agachado quedando en cuclillas frente a él, mirándolo muy molesto. El otro sólo realizó una mueca como si estuviera esperando algún reto, como si ya estuviera acostumbrado a ellos.

-Ezreal... Disculpa si hice algo mal-...

-Mm...

El muchacho molesto se había inclinado hacia el otro, con aún su ceño fruncido, quedando a centímetros del rostro ajeno, casi sintiendo su aliento.

-¿P-Porqué estás tan cerca?

-No te pongas nervioso, no te haré nada...

-N-No dije eso.

-Mm...

Él castaño sí estaba nervioso. Su corazón se estaba acelerando. No era lo mismo que cuando se aceleraba en una batalla, sea normal o de ranked, sino era una aceleración con un sentimiento de calor que comenzaba a subir.
Ese calor era bastante extraño, pero no era la primera vez que lo sentía, así que giró la mirada rascándose la mejilla, bastante nervioso.

-¿P-Podrías quedarte un poco más lejos...? Es algo incómodo.

-Pero nunca te había incomodado, ¿verdad?

-Bueno...

-Entonces, sí te has sentido así...

-Ezreal...

-Me ignoras porque te cansaste de mí como compañero, ¿no?

-¿Qu-?

-¡¿NO?!

-¡¿De qué hablas?! ¡Me reclamas como si fueras mi pareja- ah...!

En cuanto el castaño lo dijo, el rubio se sonrojó completamente, pensando en que había dicho una tontería. No sabía si eso lo había dicho con esa intención, o si sólo había reaccionado como un compañero dolido. Pero el punto fue que él no pensó lo segundo. Lo primero que le vino a la cabeza fue "¡Claro que no soy tu pareja!". El castaño lo miraba sorprendido al ver su sonrojo, dando lugar a su propio sonrojo.
El muchacho se levantó de repente, siendo seguido por la mirada del castaño, y se encaminó hacia el agujero de la puerta, saliendo de allí por ese agujero mismo, y se además se movía como si fuera un robot, sonrojado hasta las orejas, lo cual Taric se daba cuenta totalmente.

En cuanto Ezreal, salió, se dirigió hacia su habitación, caminando tranquilamente, o al menos disimulándolo. Cuando llegó, abrió la puerta, entró, y enseguida la cerró quedando quieto frente a la puerta.
Unos segundos después, sus piernas temblaron, haciendo que cayera al suelo de rodillas, tomándose el rostro con ambas manos, ardiendo de la vergüenza.

-¡¿Porqué diablos dije eso?! Por supuesto que no soy su... pareja...

El rubio se sintió triste por esa última frase, a lo que le dio más vergüenza, cruzó los brazos y ocultó su rostro entre ellos. ¿Porqué se comportaba así? Nunca había sentido eso... ¿verdad?

-¿Verdad?.

De nuevo en el cuarto de Taric. Él pensaba en lo que había pasado hace unos momentos. Suspiró, aún algo nervioso. Ese muchacho siempre lograba lo mismo en él. Estuviera cerca o no. Lo lograba de todos modos.
Se levantó, se sacudió las piernas ya que había mucho polvo en el suelo. Bajó la mirada, se cruzó de brazos, intentando calmarse y pensar en lo que estaba necesitando.

-El regalo de Ezreal debe ser especial... Aunque no debe ser exactamente especial, pero...

Decía todo esto rascándose la mejilla, nervioso.

En unos días era el cumpleaños de Ezreal. Y Taric deseaba darle un regalo especial, por eso necesitaba algo que nunca había hecho. Pero no conseguía pensar en nada.
Cuando de repente, alguien apareció en el agujero de la puerta, agachado mirando completamente el lío que había en esa puerta.

-Vaya, vaya... Sí que se divierten niños.

-Graves.

-Oye, debes venir al comedor. Los perdedores ya están por terminar de cocinar. ¿Sabes dónde diablos se metió el otro enano rubio?

-No tengo idea... Estaba aquí hace un momento, pero se fue.

-Pues ve a buscarlo. No iré yo, ya me moví suficiente en el campo de batalla como para buscar también a ese niño.

-No se moleste tanto, jejeje.

-No me trates de "usted". Me siento viejo así. Trátame de "tú".

-C-Claro...

-*suspiró* Vamos. Si sabes que tienes que hacer, hazlo. Ve de una buena vez y vengan juntos al comedor.

-Está bien...

-Sólo te pido una cosa.

-¿Sí?

-No se pongan melosos y tarden demasiado que tengo hambre.

-¡¿Qué-?!

Taric no logró terminar su frase, puesto que Graves se había ido ya luego de decir tal cosa.
El castaño suspiró avergonzado, rascándose la nuca.

-No hacía falta resaltar eso... No pasa... ¿verdad?

Ni él sabía eso con exactitud. Lo que sí sabía es que tenía que reparar la puerta o no tendría privacidad.

-Tendré que hacer otra puerta. Tal vez le talle algo.

En ese momento algo en cu cabeza le hizo "click".

-Tallado. ¡Claro! ¡Una gema tallada-!

En ese momento, se escucha un disparó que pasa atravesando el pasillo, sin tocar ninguna habitación, pero rompiendo el final del pasillo, abriendo un agujero enorme en la pared.

-¡Muévete señor de la gemas!

-¡S-sí!

-¡Oye! ¡Señor Graves, no haga eso! ¡Mire lo que hizo!

-Tengo hambre, y quiero que esos dos se muevan de una vez.

-Dios... No tiene remedio.

Taric salío de su habitación, abriendo la puerta, lamentablemente haciendo que cayera derechito al suelo. Suspiró y fue al pasillo mirando a ambos lados. A su izquierda estaba el pasillo y al final de él, el agujero hecho por Graves y su arma; y a la derecha, Sona quejándose a alguien. Seguramente Graves...
Sí, era Graves. Se veía su arma moviéndose de lado a lado, como escuchando las quejas de la chica. O al menos, hacía como que escuchaba.

El castaño suspiró y comenzó a caminar hacia la habitación de Ezreal.
Aún tenía tiempo para el regalo del rubio, y podía comenzar luego de cenar. Si no iba, terminaría la base con otro agujero, y no tenía ganas de estar reparándolo, aunque nunca lo hacía sólo, no tenía tiempo suficiente ahora. Tenía otra cosa de que ocuparse.

Cuando llegó al cuarto del rubio, estaba por tocar la puerta, pero en el momento en que iba a hacerlo escuchó unos ruidos extraños que venían de adentro. Taric no llegaba a distinguir que decía o que era puesto que en el pasillo se escuchaban lo murmullos y gritos también que venían de la sala.
Ante eso suspiró, volvió a ver la puerta, dándose cuenta de que esta entreabierta, y por eso podía escuchar algo alto los ruidos. O tal vez los ruidos estaban aumentando ahora
El punto es que él, pensando que Ezreal estaba en peligro o estaba herido, abrió la puerta y entró de repente gritando. Por suerte lo que dijeran no se escucharía claramente en la sala por la distancia, pero cuidado debían tener de todos modos.

-¡Ezreal! ¡¿Estás bie-...?

-¡Ah-! ¡T-T-T-Taric!

-...

Esos ruidos no eran ruidos de herida o peligro, eran unos ruidos que no había escuchado antes.
Él se limitó a darse vuelta, y cerrar la puerta.
El rubio, en su cama, completamente ruborizado hasta las orejas, tenía la cabeza baja, al igual que su mirada, con sus piernas alzadas apenas, y tapándose la entrepierna con ambas manos. No hacía falta decir si tenía su ropa interior puesta o que estaba haciendo. La escena era suficiente información.
Taric no se movía. Seguía mirando la puerta cerrada, sin saber que hacer o, mejor dicho, cómo reaccionar.
Ezreal, por su parte, sabía menos que el castaño.

Una situación realmente incómoda, con un silencio igual de incómodo...

-Ezreal...

-¡S-sí!

-...

-Ugh...

-¿Estás bien...?

-S-sí... Sólo es que... estoy incómodo...

-¿Por mi presencia?

-N-No solamente...

El castaño volteo apenas la cabeza, logrando ver de reojo al muchacho en su cama. Tenía los ojos cerrados y temblaba tapándose la entrepierna aún.

-¿Te ayudo...?

-¿Qu-Qué...?

-Fin del capítulo 1-

[Espero les haya gustado intentaré hacer el capítulo siguiente lo antes posible owo~]