Summary: Entonces te vi y todas las canciones de amor tuvieron sentido.


"Love you like crazy"

by Chicvampire


I

Llevaba dando vueltas por mi habitación desde hacía veinte minutos, buscando un par de aretes que iban perfectos con el vestido corto que estaba usando.

-¿Dónde pusiste la caja de condones?- preguntó Rosalie, volteé para contestarle pero la sorpresa de verla desnuda me dejó muda. Tres años viviendo juntas y seguía sin respetar el código de vestimenta que habíamos impuesto.

-Los escondí debajo de tu colchón- Rose enarcó una ceja. –Te dije que ayer vino tu mamá a dejarte la ropa que te había comprado de Paris, los habías dejado en el escritorio- rodó los ojos. –Mi mamá sabe que no soy virgen desde los quince años-.

-Es genial que sepa pero no creo que se imagine que eres promiscua- ella rió en voz alta. –Vivo mi vida como quiero vivirla- le sonreí. A veces admiraba la capacidad de Rosalie de andar por el mundo sin importar ser juzgada.

-Ya tengo lo que me voy a poner, dame quince minutos- aproveché en ver mi reflejo.

Podía entender qué pensarían los chicos que me vieran. 'Es una fácil' 'Quiere sexo de una noche' 'Lo hará en el baño' 'Probablemente no lleva ropa interior'.

Todo era verdad. Menos la parte de ser fácil, en verdad tenía que atraerme el chico para aceptar hacerlo en el baño. Era una hipócrita al llamar promiscua a Rosalie, ambas estábamos cortadas por la misma tijera.

-El taxi ya llegó- le avisé a Rose mientras cerraba con llave mi habitación.

-Listo- bajamos por el ascensor. En el tercer piso subió la señora Green. Nos dio, nuevamente, esa mirada que decía 'Esta sociedad está como está por niñas ricas regaladas como estas'

-Buenas noches señora Green- le dije, la señora me barrió con la mirada antes de contestar.

-¿Nuevamente de fiesta, acaso no estudian?- sostuve el brazo de Rose para evitar que contestara.

-Ya se lo hemos dicho, estudiamos pero hoy es viernes, las clases acabaron temprano- la mirada penetrante de nuestra vecina se centró en el escote de mi vestido. -¿Qué estudian?- la conversación se repetía una y otra vez. 'Para ser putas' tuve ganas de contestarle.

-Estudiamos en NYU, estudio derecho y Rose negocios internacionales- nunca nos creía. La pobre señora debía pensar que nos mantenían nuestros amantes millonarios.

-Que tengan una linda velada- el sarcasmo era notorio. Cuando las puertas se cerraron me preparé para todo lo que Rose iba a decir.

-Maldita vieja, solo porque a ella no se la han metido en siglos. ¡Vieja envidiosa!- solo atiné a reírme. –Con gusto me tiraría a alguien en su mueble y luego se lo diría- era increíble que la hija de un empresario tan importante en nuestro país fuera así.

-Tú también la detestas pero nunca lo dirías- le sonreí. –Es una señora mayor, merece respeto- Rosalie me puso los ojos en blanco.

-Pareces puritana pero eres tan puta como yo- la condenada tenía razón.

-Si se enteraran tus papás que te tiraste al editor en jefe del periódico de tu familia esa sonrisa arrogante tuya se acabaría- no me podía molestar por eso, había sido un buen polvo un caliente jueves en su oficina.

De camino en el taxi Rosalie no pudo dejar de hablar sobre las prendas exclusivas que su madre le había traído de Europa. Había visto por lo menos tres vestidos que definitivamente le quedarán perfectos a ella.

-Debemos de hacer un showroom, ganamos dinero y podemos tener más para donar a fin de mes- asentí. –Tengo varias prendas que nunca usaría así que por mí está bien. Crearé el evento en Facebook, lo promocionamos y en la quincena lo hacemos- Rosalie sonrió. –Dos rubias piensan mejor que una- solía decir eso aunque había un detalle más que evidente.

-Pídele a tu papá uno de sus vinos más caros- la familia de Rosalie era conocida por tener a los mejores catadores de vino del país.

Bajamos del taxi con cuidado de que no se hiciera notoria la falta de ropa interior. Afuera del local había una cola que daba la vuelta. Entrar sin tener que hacerla siempre te hacía sentir poderosa. Me remontaba a mis épocas de popularidad de la secundaria.

-¿Cómo estás dejando entrar a esas chicas antes que a nosotros?- traía el cabello suelto por lo que me di el lujo de hacer un movimiento con él. –Es simple, cuando te apellides como nosotras entrarás rápido- ser mala era excitante.

-Me encanta cuando te transformas, sino tuvieras un pene colgando, hace rato ah- le golpeé el brazo. Solía decir ese tipo de cosas para incomodarme a propósito.

Había pocos lugares donde me sentía en casa, este era uno de esos. Alcohol, olor a cigarrillo, música alta y hombres tratando de meterse entre tus piernas.

-¡Shots!- el bar tender ya nos conocía por lo que nos dio lo usual. -¿Qué planes para esta noche?- nos preguntó. –Lo mismo de todas las noches- dijo Rosalie.

-¿Ves a alguien?- negué, todos se veían todavía muy sobrios. –Mejor bailemos- le propuse.

El secreto para llamar la atención no era bailar como una regalada, sino moverte como en verdad te sentías, ir a tu propio ritmo. Mi madre siempre me decía que mi mirada era demasiado expresiva por lo que era mi arma a la hora de conquistar a un hombre.

Sentí las manos de alguien posarse sobre mis caderas. Tenía buenos movimientos por lo que lo seguí. –Te invito un trago- me gustaba cuando el hombre no preguntaba, tomó mi mano con fuerza y la atrajo hacia su espalda para que lo siguiera. Por lo menos de espaldas se veía bien.

-Tequila, para la señorita, un Cosmopolitan- traté de ponerme delante de él para verlo pero la cantidad de personas no me dejaban.

-No acepto tragos de extraños- lo escuché reír. –Ahorita solucionamos eso- tardó segundos en tomar ambos tragos para voltear.

¿Les ha sucedido momentos en los que no pueden hablar? Me voy a recibir en un par de años de abogada, nunca me quedo sin palabras… pero esta era la excepción. El hombre delante de mí me hizo sentir algo que pocas veces había sentido, deseo por alguien.

Instintivamente junté mis muslos.

-Edward Cullen- susurró en mi oreja. Maldita sea estaba a punto de arrastrarlo a la esquina más oscura del lugar.

-Bella Swan- sonrió antes de darle un sorbo a su trago. Hice lo mismo pero nunca aparté mi mirada de él. La atracción iba de ambos lados, pude sentirlo cuando me pegó a su cuerpo.

-Un verdadero placer. ¿Deseas salir al balcón?- no tuve tiempo para contestar porque fui arrastrada entre muchas personas. Abrió paso para nosotros e inclusive alejó a un ebrio que intentó acercarse.

-Acá estaremos más cómodos- rápidamente nos ubicamos en una esquina del balcón. -¿No nos hemos visto antes?- negué efusivamente, un hombre así no lo perdería de vista. -¿Qué haces por la vida?- la pregunta sonaba muy ridícula porque lo tenía básicamente a cinco centímetros de mí y no importaba esa información.

-Estudio derecho, ¿tú?- pude notar la sorpresa en su mirada. –Estoy haciendo labor social en Chile, construyendo viviendas, proveyendo alimentos para los más necesitados- era malditamente ardiente y era filántropo. No podía pedir más.

-Increíble- dije. Tomé otro sorbo del Cosmopolitan.

-Hoy es una de las noches más calurosas que he pasado acá- le sonreí, era cierto. Caliente en todo sentido.

De repente sentí su mano posarse en mi pierna.

-¿Cómo decidiste que el derecho era lo tuyo?- no era una pregunta difícil.

-Mis padres son abogados siempre me inculcaron el amor por los juzgados, un buen día fue cuando participé por primera vez de jurado- sentí su sonrisa lo más sincera posible. –Ahora se dedican al mundo del periodismo pero yo me quedé con mi herencia familiar-.

-¿Abrir un bufete está en tu futuro?- ¡Abrirle las piernas sí estaba en mi futuro!

-Sí, junto con unos amigos hemos pensado en eso- de alguna manera me había dejado atrapada entre sus brazos.

-Eres muy rápido- le dije, me sonrió.

-Quiero algo que solo tú puedes darme- levanté el rostro hasta que mis labios tocaron su mandíbula. -¿Qué quieres exactamente?- me puse en puntillas para subir lentamente hacia el borde de sus labios.

-Pue…- sus deliciosos gruesos labios me interrumpieron. No fue un beso suave, fue totalmente apasionado, lo pude sentir en cada fibra de mi piel. Tomó mi mandíbula para separarnos lentamente. Había cerrado los ojos al igual que yo.

-Ven- su voz se escuchaba demasiado excitada. Lo seguí hasta que me encontré fuera del lugar, solté su mano inmediatamente. -¿Dónde me vas a llevar?- podía estar muy caliente pero no me iría del club sin Rose y sin saber a dónde.

-Te vi cuando estabas a punto de entrar, te veías tan arrogante, superficial como creyéndote dueña del mundo, pensé darte un poco de tu propia medicina. No creí que llegaría a desearte tanto- me alejé y casi tropiezo por lo que él me sostuvo.

-Eso es horrible, eres un maldito- me sentí herida. Podía a veces actuar de alguna manera pero no era una mala persona. Me consideraba un buen ser humano que solo le gustaba divertirse.

-¡No conoces nada de mí! Así como tú te has ido a Chile, yo he estado en África como voluntaria, he visto la muerte de cerca, he visto la miseria y la he vivido. No sabes nada de mí, imbécil- todo el deseo que sentía por ese hombre se convirtió en rabia.

-Hice mal lo acepto, disculpa. Besarte me ha confundido demasiado pero no puedes negar que me deseas tanto como yo a ti- sentí su erección crecer, mis labios estaban resecos y mi respiración se hacía cada vez más entrecortada. El maldito tenía razón.

-Estoy muy molesta- soltó mi mano queriéndose alejar.

Pero excitada- susurré. Fue mi turno para tomar su mano. Me abrazó por la espalda mientras llamaba a Rose.

-Nos vemos mañana- la escuché reír. –Que cojas rico, suertuda- le colgué. -¿Tienes auto?- asintió.

-Me encantan tus ojos- el halago me sorprendió, solo atiné a besarlo nuevamente. Sus labios sabían a tequila.

Tomó de mi mano hasta que llegamos a un moderno auto color negro. -¿Dónde vives?- le pregunté cuando estuvimos adentro. Cabe señalar que abrió la puerta del auto para mí.

-Estoy hospedado en un hotel- manejó con una mano mientras con la otra sostenía la mía.

-¿Cuánto tiempo estuviste en África?- me estremecí al recordar los meses que había pasado ahí. Me sacaron de mi realidad de niña rica para abrirme la mente a la pobreza extrema de las personas.

-Cinco meses, como voluntaria fueron dos pero luego me quedé por mi cuenta ayudando a otras organizaciones- le comenté. Sentía la necesidad de tenerlo cerca de alguna manera por lo que apoyé nuestras manos en mi muslo.

-Es muy duro estar ahí- su mirada se veía perdida.

-Sí, agradecí mucho poder ayudarlos, hasta ahora lo hago. Mi mejor amiga y yo hacemos showrooms donde damos prendas y el dinero va para nuestra donación mensual- era algo de lo que me sentía orgullosa, tal vez no era una donación de millones de dólares pero sí era dinero limpio fruto de nuestros esfuerzos.

Sentí la vibración de un celular, no era el mío. Aprovechó el semáforo para poner en alta voz la llamada.

-¿Qué desastre haz hecho ahora Emmett?- una risa femenina se escuchó del otro lado. Vi a Edward enarcar una ceja. -¿Alice?- la joven volvió a reír con fuerza.

-Pásame con Emmett, ¿dónde están?- los sonidos del claxon del auto de atrás interrumpieron la respuesta. Edward avanzó media cuadra antes de estacionarse. 'Perdón' murmuró.

-¡Mary Alice, pásame con Emmett!- las risas no pararon hasta que se escuchó un vidrio romperse.

-¿Dónde están?- incluso él sabía que era inútil preguntar. –Ed se va -hipo- a molest –hipo- aarrr-

-Mis hermanos están borrachos- tuve que ocultar mi sonrisa al recordar las travesuras con mi hermano mayor, Jasper.

Encendió el auto nuevamente, se veía molesto y frustrado. Éramos dos.

-No salgo casi nunca- volteó a verme. –Mis papás están Chicago, me tengo que hacer cargo de ellos, discúlpame muchísimo. Supongo que es el karma- me di cuenta que en todo el rato seguía sin soltar mi mano.

-¿Cómo vas a encontrarlos?- Edward frunció el ceño.

-GPS, pero me imagino hasta donde se han ido estos dos niños- sonreí. Tal vez si hubiera tenido un hermano mayor como Edward no estaría tan loca.

-Dame un segundo- se concentró en su celular. Sonrió cuando recibió un mensaje de texto.

-Los Hamptons, llegar me tomará cuatro horas- lo miré hasta que levanto su mirada. –Te dejo en tu casa…- asentí, oculté mi rostro con mi cabello. -… o podemos pasar un fin de semana en los Hamptons- no sonreír era imposible. ¿Qué mierda pasaba conmigo?

-Sé que es ridículo, puedes pensar que soy un asesino en serie o un maltratador de mujer, pero te juro que no tengo la menor idea de que pasa conmigo, me siento cómodo acá- me derretía en sus manos.

Solté el cinturón de seguridad y me lancé hacia él. Junté nuestras frentes esperando que él diera el siguiente paso. Lo hizo ni bien se sacó su cinturón.

Solía ser quien marcaba el ritmo en un beso pero él me sorprendía porque no paraba de pasar sus manos por todo mi cuerpo. Yo me limitaba a pasar mis dedos por sus cabellos de color bronce.

Regresamos a nuestras posiciones iniciales luego de recuperar la respiración.

-Los Hamptons suena bien- le dije para después regresar a mi sitio.

Acordamos que iría a mi departamento para recoger algunas cosas, de paso le dejaría una nota a Rosalie.

Quería estar lo más cómoda posible por lo que opté por una polera delgada y un par de shorts. Empaqué los tres primeros bikinis que encontré, además que otras tres mudas.

Tomé mi libreta y arranqué una hoja.

Vas a decir que estoy loca, pero este hombre me vuelve así. Estaré en los Hamptons, mañana te llamo para contarte todo. Te adoro con mi alma entero. Cuídate.

Busqué mi billetera, llevaba por lo menos 100 dólares lo que me ayudaría si algo no salía bien, además llevaba mis tarjetas de créditos. Revisé la hora, me había demorado diez minutos. Como tenía el cabello liso me puse un listón que combinara con la polera.

Me vi al espejo, parecía una niña de colegio; en cambio él se notaba que bordeaba los 30. Tenía la sensación que tenía bajo su responsabilidad varias cosas. Me puse un pintalabios claro y traté de resaltar mis ojos para lucir un par de años más.

Estaba tan emocionada que el camino de bajada me fue eterno, pero el corazón se me paró cuando lo vi parado esperando con la puerta abierta. Quise besarlo, él también sintió lo mismo. Fue un beso dulce y corto, como un saludo cariñoso.

-He comprado algo de comer, está atrás- no me di cuenta que tenía tanta hambre hasta que vi las hamburguesas. –Te pedí una clásica- habían más de dos hamburguesas.

-Son para mis hermanos, deben estar muriendo de hambre- reí. -¿Cuántos años tienen?- Edward arrancó el auto.

-Alice tiene 19 y Emmett 22, están locos- tenía temor de preguntar su edad, no era un tema importante para mí pero para él tal vez sí lo era.

El semáforo nos detuvo detrás de una cola larga de carros, aproveché para sacar una hamburguesa y dársela. Iba a probar su primer bocado cuando su celular empezó a sonar. Lo puso en alta voz nuevamente.

-¿Mamá?- supuse que la extrañeza en la voz de Edward se debía a la hora.

-Edward, cielo, disculpa la hora, creo que tus hermanos están en problemas. ¿Sabes dónde están?- noté el cambio de humor en él.

-Estoy en eso, regresen a la cama. Como vuelvan mañana, los mando a la casa para que los reciban- dejó la hamburguesa a un lado para seguir manejando. El pobre debía estar muriendo de hambre.

-¿No vendrás con ellos?- pude sentir el ambiente tensarse un poco.

-Me quedaré en la casa, ¿sucede algo?- eso significaba que nos quedaríamos ambos, ¿verdad?

Sentía en alguna parte de mí que debería haber pensado esto dos veces, pero estando con él mi raciocinio desaparecía. Su voz sonaba tranquila pero cansada, podía notar como de vez en cuando bostezaba.

-Ninguno, buenas noches cielo- Edward no les contestó solo colgó después de unos segundos.

-Déjame manejar, para que comas y descanses un rato- sabía que se iba a negar pero un bostezo lo delató.

-No estoy acostumbrado a manejar tanto- me dio una pequeña mueca que intentó ser una sonrisa. Noté las pequeñas arrugas que se formaban alrededor de sus ojos.

-Es por la edad, los viejitos se cansan rápido- mi comentario hizo que estacionara el auto. Por unos instantes tuve miedo pero al verlo voltear con una sonrisa socarrona me tranquilicé.

-Repite eso cuando te corras en mi boca- instintivamente junté mis muslos, nuevamente.