Notas de autor al final, favor de leer.
Advertencia: Contenido sangriento [Gore] y lenguaje vulgar a través de toda la historia. Contenido sexual y violación a personaje. Yaoi. Lean bajo su propia cuenta y riesgo, no me hago responsable de nada. Reclamos a mi persona.
Éste es un capítulo piloto, si recibe aceptación seguiré publicando la historia, sino pues continuaré guardándola para mí misma, como hasta ahora (?).
Disclaimer: El mundo de Shingeki No Kyojin y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Hajime Isayama. Esta historia fue escrita con la finalidad de agradar y entretener al lector.
Historia 100% original. Propiedad deKingOfMisery. Historia con derecho de autor.
-…-
.
.
Su mirada, tan aterradora como la de una bestia, se pasaba por todos los rincones de aquella habitación. Podía sentir el olor de su sangre y podía escuchar su respiración agitada. Sonrió con malicia, deteniéndose frente a la puerta del armario, notando
como su respiración se detenía en un vago intento por no ser hallado.
Paso el cuchillo manchado con sangre por la pared, produciendo un ruido que estremeció al joven dentro del armario. Su mano ensangrentada llego hasta la perilla, girándola y abriendo de golpe.
Un fuerte grito resonó por la casa, un grito que fue música para sus oídos. Amaba cuando sentían miedo y le rogaban piedad mientras lloraban a sus pies, arrepintiéndose de sus acciones. Su sonrisa aumentó a una psicópata mientras comenzaba a hundir el
frío metal en aquella blanca piel, volviendo a ver como la sangre emanaba de la nueva herida.
Armin Arlett podía esconderse, pero nunca podría huir de él.
.
.
Ϟ El poder de la mente Ϟ
.
.
.
Su mirada iba fija en el suelo, contando cada uno de los pasos que daba camino a su siguiente clase. Mantenía sus libros pegados a su pecho, sujetándolos con ambas manos como si estos fueran a escapar. Así andaba siempre que recorría los pasillos del
Instituto, lugar donde recibía las terribles miradas de desprecio de todos los estudiantes, los cuales se dedicaban a rechazarlo y hablar mal de él a sus espaldas, y hasta de hacerle la vida cuadros para que dejara de ser "raro".
Pero ellos estaban equivocados. Todos. Porque Eren no era un chico raro ni nada de lo que decían los rumores; no estaba loco y mucho menos era autista. Pero siempre que llega alguien diferente los alumnos se encargan de despreciarlo y juzgarlo por apariencias.
Eren tampoco era normal, tan solo era alguien reservado, alguien que amaba la soledad y odiaba el contacto visual porque se le hacía imposible. Hablaba solo, y únicamente se juntaba con Mikasa. No era alguien capaz de ver a los ojos por más de cinco segundos,
se agredía a sí mismo en los brazos y hombros mientras murmuraba cosas inentendibles, era desinteresado en sus clases y siempre estaba metido en problemas por agresión a otros. Por esas míseras cosas se le consideraba un chico raro, alguien que de
seguro no estaba en sus cinco sentidos. Pero ese pensar y todos los rumores habían surgido porque nadie se había dedicado a conocer siquiera un poco a Eren.
Nadie conocía su pasado ni el porqué de su comportamiento.
Eren Smith había sido adoptado por la familia Smith hace seis años luego de haber sufrido un gran trauma. A la temprana edad de seis años Eren había perdido a su madre de una forma brutal: Su padre, el famoso Dr. Yeager, perdió la cordura y asesinó a
su mujer frente a su hijo, apuñalándola repetidas veces y mutilándole el rostro, para así guardarlo y nunca olvidarla. Eren fue llevado al Orfanato del lugar mientras que su padre fue condenado a cadena perpetua. Cinco años más tarde fue adoptado
por el mejor abogado de todo el mundo, Erwin Smith, y su mujer, una gran científica, Hanji Smith. Ambos prometieron ayudar a reparar los traumas que se habían formado en el pequeño, traumas que eran mayores de lo que parecían.
Desde pequeño Eren fue un chico especial para sus padres; y por no pensar igual lo rechazaban en todos los lugares. Le habían pagado un psicólogo, pero este se retiró misteriosamente a las tres semanas de haber conocido a Eren. Y así pasaba con cada psicólogo
que atendía al chico. Por eso nunca se habían tratado sus traumas y problemas.
Eren siempre había culpado a los que le rodeaban de todos sus males gracias a que nadie se dedicaba a ayudarle o preocuparse por su estado anímico, por eso mismo se había apartado totalmente de las personas. Y por eso mismo era tan molestado en el Instituto.
Sus pasos se detuvieron de golpe mientras su rostro se tornaba rojo y un leve grito escapaba de entre sus labios. Diez segundos bastaron con el pantalón abajo para que todos en el pasillo comenzaran a reír y decir cosas un poco ofensivas para el castaño.
Sus libros pararon en el suelo al momento en que logro sostener sus pantalones, sintiendo la atención de los estudiantes sobre su persona.
Aquel par de carcajadas roncas a sus espaldas le hicieron apretar los puños con fuerza, bajando la mirada mientras chasqueaba los dientes. Como los odiaba. ¿Cuál era la gracia de humillar a los demás para sentirse poderoso?
No sabía si defenderse o simplemente dejarlo pasar, pues les había prometido a sus padres que dejaría de meterse en problemas. Eso era algo que no podía hacer, porque tal vez se hacía el que no le importaba, pero la venganza es mejor cuando se sirve en
plato frío.
Se volteó, avergonzado, viendo con furia como los dos chicos continuaban riendo de aquella broma.
— O-oigan... No vuelvan a hacer eso, no es gracioso —su voz era suave y poco firme demostrando la desconfianza que podía llegar a tener en sus propias palabras—. E-esto es demasiado.
— ¿Eh? ¿Demasiado? —Ambos chicos volvieron a reír, caminando lentamente hasta llegar frente al castaño.
— Escúchame bien, idiota —habló con voz ronca y amenazante quien parecía ser el líder de aquel grupo que se encargaba de hacerle la vida cuadros a Eren—. Yo siempre te voy a hacer lo que se me dé la puta gana, cuando quiera, donde quiera y ante cualquiera.
¿Y que es demasiado? —Llevó su mano hasta el cuello de la camisa del castaño, tomándolo con fuerza y aprovechándose de su altura para elevarlo unos centímetros—. Yo te enseñaré lo que es demasiado, para que así no vuelvas a llorar como una nenita
ante estas cosas.
Eren tembló, sujetando la muñeca del contrario en un vago intento por que le soltara. Su mirada le demostraba que ese tío hablaba enserio. Por eso optó por callar, permitiendo que el más alto le golpeara el rostro con fuerza, aventándolo contra los casilleros.
Todos volvieron a reír con burla, señalándole entre risas y soltando comentarios como "Mira que estúpido" o "Que idiota se ve", y cosas aún más ofensivas. Smith no hizo nada, tan sólo se dedicó a estirarse para agrupar nuevamente sus libros en el
suelo, ignorando las miradas de todos.
La campana sonó al momento que cogió el último libro, provocando que todos se retiraran rápidamente a su siguiente clase. Una mano en su hombro le detuvo al momento que decidió imitar a los demás, estrellándolo contra la pared de forma violenta.
— Esta vez la vas a pagar Eren, este día no sales del instituto como entraste —aquella amenaza logró que su mirada se encontrara por un par de segundos con la del mayor, haciéndole ver que la amenaza ya era cosa seria.
Los chicos se apartaron del lugar, dejando al de orbes esmeraldas contra la pared. Soltó un tenue suspiro mientras retomaba el camino a su siguiente clase, tratando de tomar aquellas palabras como si no fueran más que otra estúpida broma.
Cuanto hubiera dado por que tan sólo fuera una broma.
Ϟ ̲ ̲ ̲ ̲ ̸ ̅ ̅ ˡ–√ ̅ IнʀƝiϲнէξҳiѕէiеʀеп––√ ̅ ̲ ̲ ̲ ̲ Ϟ
— Eren, ¿Qué te ha pasado en el rostro? —La mujer le vio con seriedad, deteniendo el paso frente a su escritorio. El chico no hizo más que cubrir su labio con su mano—. Eren, te estoy hablando.
Tomo al chico del mentón, levantándole el rostro para así confirmar los golpes en este. Eren gruñó, liberándose del agarre tras escuchar las risillas que sus compañeros soltaban al recordar lo sucedido.
— ¿Acaso has vuelto a pelear? Recuerda lo que han hablado tus padres con la directora.
— No, maestra, esto fue un accidente —se excusó, con la mirada fija en algún rincón del salón.
La mujer, de unos sus 35 años, no quedo convencida ante aquello. Llevó la mirada al resto de estudiantes, indicándoles de esta forma que detuvieran las risas. Retiró un par de mechones rubios de su rostro, agachándose hasta quedar frente a frente con
el castaño, buscando encontrar su mirada.
— Ambos sabemos que eso no es cierto, Smith.
— Es Yeager —elevó el tono de voz, sin siquiera voltear a ver a su superiora. Odiaba el Smith, lo odiaba por haber llegado a opacar su apellido. Él era Eren Yeager, no Eren Smith, su papelería estaba equivocada.
— Eren, ve a la enfermería, no quiero verte con esos golpes.
Soltó un nuevo gruñido mientras se incorporaba, caminando lentamente hasta la salida del aula. Sus pasos se detuvieron al escuchar las risas y comentarios del resto de alumnos.
— Si Eren, no vaya a ser te pongas grave y luego debas ir a casa.
— Aunque sería mejor si te fueras y nunca volvieras.
— Oye Eren, en el camino no te vayas a poner calentón de nuevo.
— Lo único que sabes hacer son estupideces, por eso eres una porquería.
— ¿No se ha enterado, maestra? Eren sin razón aparente se ha casi desnudado en el pasillo hace poco.
— Tan sólo mírelo, es tan patético y desagradable.
— ¿Tanta es la falta de amor que tienes, Eren?
— Claro, nadie puede ser capaz de amar a una mierda como tú, Eren.
Apretó sus puños con fuerza, escondiendo el rostro bajo su flequillo, sintiendo las lágrimas, cargadas de coraje, acumularse en sus ojos, amenazando con desbordar por sus mejillas. Negó levemente con la cabeza, tratando de convencerse a sí mismo de que
nada de aquello estaba pasando. Nadie estaba en su contra. Nadie lo insultaba. Nadie se burlaba. Nadie lo hacía sentir una basura. Nadie le hacía daño.
— Silencio, esa clase de bromas no están permitidas en mi clase.
La puerta fue azotada con fuerza, captando la atención de todos los presentes. Unos rieron con victoria, otros tan solo ignoraron el hecho de que el castaño ya se hubiese retirado. La rubia suspiró, tomando el cuaderno que se encontraba en el escritorio
de Eren. Todos continuaron su trabajo mientras ella tomaba asiento en su escritorio, abriendo el cuaderno en el punto en el que Yeager había dejado su lápiz. Sus ojos se abrieron con horror, haciéndola cerrar el librillo con rapidez, guardándolo entre
sus cosas. Necesitaba hablar con los padres de ese niño, porque aunque no le gustara aceptarlo lo sabía, Eren no era muy normal.
Cerró su casillero, soltando un suave suspiro mientras observaba el pequeño estuche negro de tela que traía entre sus manos. Mikasa le había enseñado bien como hacer aquello, y de esa forma evitar más problemas de los que ya tenía en el instituto. Su
camino al baño fue tranquilo, y hasta agradeció al destino por no hacer que se encontrara con algún otro profesor o la directora misma; la amenaza dada por la última había sido clara, una pelea más y sería suspendido una semana, otra y sería un mes,
y la tercera ya sería su expulsión. Eren no quería ser expulsado, tenía metas, metas que deseaba cumplir y que para ello necesitaba los estudios. No eran metas como "Ser un abogado como su padre" o ser un empresario exitoso. Eren quería ser un médico
psiquiatra, y no porque su padre biológico hubiese sido un médico.
Eren deseaba encontrar una mejor solución a los problemas mentales, saber de donde provenían cosas como la esquizofrenia y saber cómo desaparecerlas. "Curarlas".
Al llegar lo primero que hizo fue abrir la llave, limpiándose la sangre seca de su labio inferior y su nariz. Si tan solo aquel golpe hubiese sido dado antes del toque del timbre hubiera hecho aquello antes. Secó su rostro con su camisa, observándose
al espejo por unos cuantos minutos. Tomo el estuche de tela, vaciándolo sobre la mesilla del lavado. Unos cuantos estuches de maquillaje regalados por la azabache cayeron de forma estruendosa.
Sabía bien lo que debía hacer: Base y polvos, buscando hacer una combinación de estos para que pareciera su piel natural. No era la primera vez que se cubría un golpe, y tampoco sería la última. Llevó su mano hasta el pómulo lastimado, deslizando sus
dedos por aquel violáceo golpe.
La puerta se abrió al momento que tomó entre sus manos el frasco de maquillaje, dándole tiempo suficiente para ocultar todo nuevamente dentro el estuche. Palideció al reconocer las cuatro siluetas frente a él, recordando la amenaza que había sido dada
por el líder. Tragó grueso, apegándose totalmente al lavado, sintiendo las miradas de los presentes.
— Oh, ¿Qué tenemos por aquí? Parece el ratón ha salido de su escondite.
— No sé de qué hablas, no me escondo —su voz le traicionó, temblando en la última palabra. Tomó con rapidez el estuche, buscando pasar entre los presentes—. Si me permiten, debo volver a clase.
Su muñeca fue sujetada con fuerza, regresándolo al mismo lugar, provocando que su cuerpo chocara contra el lavado.
— Nadie te ha dado permiso para largarte, Eren —acorraló al castaño con ambos brazos, poniéndolo de frente contra una de las paredes—. ¿Recuerdas lo que te dije? Hoy no sales como entraste, Yeager.
Su cuerpo tembló al sentir una mano en su entrepierna, sintiendo como sus manos eran sujetadas por los otros dos. El chico restante se bajó la cremallera, comenzando a estimular su miembro de forma rápida. Estaba claro lo que iba a pasar.
Y el miedo inundó a Smith una vez más.
Su boca fue cubierta al momento exacto en el que soltó un grito, tratando de librarse de aquella terrible situación. Hacía lo posible por reprimir aquellos indeseados gemidos entremezclados con el llanto, deseando con todas sus fuerzas que alguien le
salvase. Pero eso no iba pasar, y aquellos chicos bien lo sabían, Eren estaba perdido desde el momento en que había entrado a ese baño él solo. Uno de ellos se inclinó hasta dejar sus labios sobre la oreja del castaño, sonriendo de forma cínica antes
de mencionar aquellas crueles palabras.
— Prometo que si hoy no jodes tanto a la siguiente no lo hacemos tan fuerte.
Sus párpados se cerraron con fuerza al momento que soltó un fuerte grito, que acabó ahogado al igual que los anteriores. Las lágrimas corrieron por sus mejillas de forma incontrolable, sintiendo el terrible ardor recorrer su cuerpo, como si su interior
estuviese siendo desgarrado. Sus piernas temblaron, y lo único que evito que cayese fueron los dos que le tenían sujetadas las manos, riendo ante el sufrimiento del menor.
"Ayuda, por favor."
Con cada embestida su cuerpo se contraía, retorciéndose de dolor entre los brazos de su violador, sintiendo como no podía ser capaz de hacer nada. Se sentía impotente, sin poder hacer nada para salvarse a sí mismo; tan sólo podía soportar el dolor y la
humillación, escuchando las fuertes risas de los cuatro tras sí, turnándose para embestirle de forma agresiva.
"Ayuda, Mikasa."
Comenzó siendo uno, y para cuando sintió acabaron siendo dos juntos. Dos malditos arremetiéndolo contra la pared, burlándose de él y disfrutando de su humillación, sin siquiera imaginar el sufrimiento de Eren.
No podía sentir más que coraje, entremezclado con el dolor que le causaban. ¿Qué había hecho para merecer aquello? ¿Respirar? ¿Vivir? ¿Existir? Si tanto era su odio, ¿Por qué no le dejaban en paz? ¿Por qué no tan sólo le pedían que se matase, como aquella
vez? Nadie quiere pasar por aquello, y nadie puede ser obligado a vivir con eso. Era cierto, tal vez no era deseado en el mundo, pero tenía derecho a enterarse de aquello de cualquier otra forma.
"Alguien, por favor. Sálveme alguien."
El estremecimiento volvió a apoderarse de su cuerpo, sintiendo como aquel agudo dolor se intensificaba, quemándole por dentro como si fuese fuego. Sentía como pequeñas gotas comenzaban a resbalar por sus muslos, aunque no sabía si aquello era sangre o
los fluidos pre-seminales que se deslizaban entre cada embestida. Su mirada permaneció fija en el suelo, siendo borrosa a causa del dolor y las lágrimas. Luego de un tiempo se sintió incapaz de siquiera gritar, de tratar de luchar o pedir piedad.
Porque el ser humano es tan cruel que disfruta del dolor ajeno, porque el sufrimiento de los otros es el mejor placer, un afrodisíaco natural.
"¿Por qué? ¿Por qué nadie me salva?"
Sus ojos se abrieron con fuerza al sentir como su interior era inundado con aquel fluido, tan espeso e incómodo, tan desagradable y humillante. Soltó un nuevo grito lleno de desesperación, uno que tan sólo provocó risas por parte de los contrarios, quienes
abandonaron de forma abrupta el interior del de orbes esmeralda, robándole un gemido adolorido. Todos soltaron una carcajada, arrojando el cuerpo corrompido al suelo. Pasaron un par de minutos observándole en el suelo, burlándose con cinismo, escupiéndole
y manchándole más. Luego arreglaron sus propias ropas, decididos a dejar allí al castaño.
— Una cosa, Smith —habló una vez más el líder antes de atravesar la puerta, observando al chico en el suelo por el rabillo del ojo con desprecio— Si hablas sobre esto te juro que la siguiente será peor que una follada. —Y tras aquella amenaza abandonó
la habitación, dejando al joven solo de nuevo.
Con un tanto de dificultad arregló su pantalón, buscando cómo, con las piernas temblorosas, ponerse de pie. Su mirada se encontró con su propio reflejo en el espejo, con una mirada perdida y ensombrecida, la mirada de una persona que ha perdido algo en
el alma. Apretó el puño con fuerza segundos antes de estrellarlo contra el cristal, rompiendo este en pedazos que cayeron sobre el lavado.
Y volvió a romper en llanto.
Ϟ ̲ ̲ ̲ ̲ ̸ ̅ ̅ ˡ–√ ̅ IнʀƝiϲнէξҳiѕէiеʀеп––√ ̅ ̲ ̲ ̲ ̲ Ϟ
La mujer de oscuros cabellos soltó un suspiro, resignándose a la idea de encontrar al muchacho. ¿Cómo rayos se les había perdido tan rápido? No habían sido ni 20 minutos como para darle tiempo a este de huir del Instituto. Hubiese habido tiempo o no,
Eren había escapado, de eso estaba muy segura.
— Ah, jovencito, ¿Dónde te has metido? —Soltó al viento con la mirada en lo alto; ya no había más que hacer, porque ella tampoco podía hacer milagros y ayudar a Eren requería de uno.
Y como si hubiese sido convocado, pudo ver al castaño asomarse por el pasillo, avanzando a paso lento y con la mirada en el suelo. Frunció el ceño, encaminándose al encuentro con el menor, decidida a reprenderlo. Más su rostro cambió a uno preocupado
al notar la terrible expresión que traía el muchacho.
— ¡Eren! ¿Qué–? ¿Te encuentras bien? —Llevó una mano hasta el hombro del castaño, quien se apartó de forma rápida, negando con la cabeza sin levantar la mirada—. ¿Qué ha pasado? ¿Sabes desde hace cuánto te has retirado de tu clase?
— No… No me siento del todo bien —murmuró con tono ahogado, apenas siendo escuchada por la señora frente a él. Las lágrimas le traicionaron acumulándose una vez más en sus ojos, volviendo su mirada borrosa una vez más—. Por favor… Déjeme ir a casa.
Estuvo a segundos de negarse a tal petición, más por primera vez Smith levantó la mirada entre lágrimas, encontrándose con la de la mayor por más de 5 segundos. Permanecieron un tiempo en silencio, hasta que Eren volvió a apartar la mirada. 'Treinta segundos' pensó
la maestra, sonriendo levemente mientras acariciaba con ternura la mejilla del muchacho. No podía estar mintiendo, y se notaba que no lo hacía; se sentía mal, y para haber sido capaz de aquello debía de ser algo grave.
— Ve a casa, yo le informo a la directora —al final cedió, apartando su mano al momento que el joven hacía una pequeña reverencia antes de apartarse a paso lento. Su sonrisa se desvaneció, dejándole una molestia que bien sabía no se podría quitar. Porque
saber qué era lo que ocurría no sería cosa sencilla con él, y era obvio que nadie más podría saber qué era lo que había pasado. Soltó un nuevo suspiro, volviendo sobre sus pasos hasta su salón. Ya luego informaría la retirada de Smith.
Ϟ ̲ ̲ ̲ ̲ ̸ ̅ ̅ ˡ–√ ̅ IнʀƝiϲнէξҳiѕէiеʀеп––√ ̅ ̲ ̲ ̲ ̲ Ϟ
Las lágrimas recorrían sus mejillas, acabando por desvanecerse sobre la almohada que poseía entre sus brazos. ¿Cómo había acabado así? No era su culpa, y no merecía tanto desprecio. Ocultó su rostro bajo la almohada en un intento por acallar los sollozos,
escuchando los pasos detenerse a su lado.
— Lárgate —habló por bajo la almohada, girándose para darle la espalda a la azabache. Lo que menos quería era hablar de lo sucedido, y estaba seguro de que ella ya estaba enterada.
Mikasa suspiró, tomando asiento a un lado del castaño. Cuanto hubiese dado por rescatarlo de aquel sufrimiento, pero esta vez no había podido auxiliarle, y eso la hacía una mala persona. Acarició su cabello, buscando la forma para consolar a su acompañante.
Pero nunca es fácil estar bien luego de tal situación.
— Eren, deja de llorar —Mikasa se recostó a un lado, encontrándose con aquel par de orbes esmeralda— Te he dicho mil y un veces que no vale la pena.
— Los hubieras visto, como se burlaban y… Me sentí una mierda —Su voz se quebró en las últimas palabras, refugiándose en el abrazo que la de rasgos asiáticos le ofrecía. Mikasa lo cubrió con sus brazos como si fuese una madre, apoyando sus labios en la
cabeza del menor.
— No los necesitas, Eren —le susurró con tono frío, acariciando con cuidado el tembloroso cuerpo del castaño—. Ellos no son necesarios en tu vida, no necesitas a nadie, ni a esos idiotas ni a tus padres, sólo me necesitas a mí.
Se aferró más al cuerpo de la azabache, buscando protección mientras escuchaba sus palabras. Eran tan ciertas, tan sinceras. ¿Quién más lo apoyaba? Mikasa era todo lo que necesitaba en su vida, y la única que se interesaba por él. ¿Quién estaba con él
ahora? A sus padres les importaba más el trabajo y al resto de personas no le importaba lo que le pasaba. A la única que necesitaba era a Mikasa, y la única a la que tenía que escuchar era a ella.
— Nada más me importa —soltó en un suave murmullo, apartándose un poco, secando sus lágrimas con el dorso de su mano. Su mirada se dirigió a la entrada al escuchar la perilla girar, dejándose caer nuevamente al sillón, sin deseos de hablar más.
Erwin alzó una ceja, dejando las llaves de su auto en la pequeña mesa junto a la entrada, encaminándose a donde ambos jóvenes se encontraban. Eren no habló, tan sólo volvió a ocultar el rostro en la almohada para evitar así la mirada de su padre. Sabía
lo que venía y no quería contestar a nada.
— ¿Qué ha pasado? ¿Por qué estás aquí? —Erwin le tomó por los hombros con cuidado para levantarlo del sillón, más desechó la idea al sentir un fuerte golpe en la mano, percibiendo la terrible y aterradora mirada que el menor le lanzaba. Suspiró de forma
pesada, acariciando sus sienes antes de volver a hablar—. Por favor, dime que no te han expulsado.
— No te importa.
— Eren, sabes que me importas, y quiero saber que te ha pasado —tomó asiento a un lado del castaño, quien decidió incorporarse para recostar su cabeza en el hombro del rubio, siendo envuelto en un abrazo protector, justo como el que Mikasa le había dado
antes—. Mi pequeño, ¿Qué te ha pasado?
Dejó escapar otro par de sollozos, alarmando al de orbes azules de que algo no estaba bien. Mikasa acarició con dulzura su espalda, tratando de calmarlo una vez más.
— No… No sé cómo decirlo —soltó en un sollozo, aferrándose más a su padre. Erwin le besó la frente con ternura, permitiendo al menor desahogarse todo lo que quisiera. No podía forzarlo a hablar si aún no se encontraba listo, aunque lo mejor sería que
hablara antes de que llegara su madre.
Y así permanecieron por un largo tiempo, en un silencio que sólo era roto por el llanto del moreno. No era algo sencillo de contar, y menos a su padre. ¿Qué le iba a decir? ¿Cómo? ¿Con qué valor? ¿Con qué dignidad? No era capaz, no quería conocer la reacción
que tendría tras enterarse; no podía decir nada pero tampoco quería ocultar aquello. Y no iba a ser cosa sencilla que sus padres no hablaran, ¿Porque qué pasaría si alguien se enteraba? ¿Qué podía ser peor que aquello? Si ya se habían robado toda
su dignidad, su autoestima, todo le había sido arrebatado. ¿Con que cara le iba a decir a sus padres que había sido violado por unos chicos en su Instituto, y que no podía decir nada o le iría peor?
Un pequeño apretón en el hombro por arte de la azabache fue lo suficiente para indicarle lo que debía de hacer, porque aunque ella prefería que se mantuviera callado respetaba la decisión de Eren.
— Hoy… En el Instituto… —comenzó a hablar con voz baja, sin apartar la mirada del suelo y sin querer romper aquel abrazo que le regalaba un poco de valor para hablar— Tuve un problema y… Rete a la persona equivocada… Fui un idiota…
Erwin le calló, volviendo a besar su frente y acariciar su cabello al momento en el que volvió a romper en llanto. Estaba seguro de que se había peleado con alguien, mas dudaba de aquello por el estado del castaño. No podía imaginar siquiera que le habían
hecho a su hijo. Porque era SU hijo.
— Calma, Eren, ya pasó, estas en casa —susurró por lo bajo, apartando un poco al menor para secar sus lágrimas con su pulgar— Aquí nadie te puede hacer daño.
—… El baño, papá… Me duele —aquellas cinco palabras fueron lo suficiente para que el mayor de los Smith comprendiera, abriendo sus ojos sorprendido y hasta indignado, volviendo a apegar al más chico a su pecho.
El coraje hizo arder su pecho, apegando lo más que podía el cuerpo tembloroso que poseía entre sus brazos. No sabía si había errado o lo que había entendido era lo correcto, pero no pensaba pedir más explicaciones a aquello. ¿Cómo habían permitido aquello?
¿Qué unos alumnos corrompieran de esa forma a su hijo? ¿En qué clase de Instituto permitían eso? Apretó la quijada con fuerza, rechinando levemente los dientes a causa de la ira.
— ¿Quién mierda te tocó? Dime, no pienso dejarlo así.
— ¡No! —Eren se apartó de forma rápida, soltando un suave quejido a causa del dolor, cosa que sólo consiguió molestar más a su padre—. No puedes hablar, me irá mal.
— ¡¿Y aún se atreven a amenazarte?! —Erwin estalló, colérico; no le importaba nada, no podía quedarse de brazos cruzados con lo que había pasado.
— ¡No lo intentes! —Eren tomó uno de los cojines del sillón, golpeando con este al mayor— Por favor, no quiero pasar por esto de nuevo, ya hasta conocen el camino a casa.
El rubio gruñó, apoyando su mentón en su mano, y los codos en sus rodillas. Lo que menos quiere un padre es ver sufrir a un hijo, y si al hablar Eren sufriría, ¿Qué iba a hacer? Era como tenerlo contra la espada y la pared, como si ayudar a su hijo fuese
no ayudar en nada. Soltó un suspiro, resignado, tomando el cojín que tenía el castaño para darle un suave golpe en la cabeza, logrando robarle una pequeña risa.
— Lo haré, sólo porque tú me lo pides. A cambio trataremos tú y yo esto —esbozó una ligera sonrisa, picando una de las mejillas del menor que aún permanecían húmedas— Solos, sin mamá.
Eren asintió, volviendo a acurrucarse en el pecho de su padre. Nuevamente sintió reconfortante aquel abrazo, justo como los que Mikasa le daba cada vez que sus padres no se encontraban. El mayor de los Smith tan sólo suspiró por última vez, acariciando
de forma lenta el cabello del menor, buscando de esta forma relajarlo un poco.
Bastaron unos minutos así para que Eren cayera profundamente dormido, dejándole un tiempo al abogado para pensar en sus decisiones. ¿Qué más podía hacer? Todo era tan difícil. No le agradaba tener que cortar el tema, pero tampoco tenía permitido actuar,
y hablar de ello con Eren en cualquier otro momento sería imposible. Recostó su cuerpo en el respaldo del sillón, masajeando su cien con una de sus manos.
— ¿Qué voy a hacer? —Soltó en un suave murmullo, negando un par de veces con la cabeza—. Esto no es nada sencillo.
— Por ahora lo mejor es no hablar —Mikasa se sentó a un lado, jugando con uno de sus negros mechones. Ambos allí sabían que era lo mejor para Eren, aunque a vista de otros fuese lo peor—. Sino podrían hacerle daño a Eren. Esos tipos son unos criminales.
— Son unos malditos hijos de puta —apretó ambos puños con fuerza, deseando con todo su ser poder ir y dejar moribundos a esos malditos que habían dañado a su hijo. Mikasa le dio un pequeño apretón en el hombro, en un vago intento por que se calmara—.
Y lo peor de todo es que no puedo hacer nada, ¿Qué clase de padre soy?
Mikasa estuvo a segundos de responder cuando la puerta de entrada se abrió, captando la atención de ambos. La castaña entró con una gran sonrisa que se desvaneció al ver a su marido en el sillón. Ninguno dijo nada, tan sólo mantuvieron la mirada, buscando
una forma para explicar aquello. Erwin debía evitar mencionar palabra alguna sobre la violación de Eren, y eso no iba a ser cosa sencilla cuando ella soltara su bomba de preguntas.
Por fin el silencio se vio roto por un chillido que exaltó al rubio. Hanji sacó con gran rapidez su móvil, capturando aquel momento tan preciado y excéntrico. Porque no todos los días Eren llegaba a ser tan cariñoso con alguno de ellos. Soltó una suave
risilla mientras admiraba la imagen en su teléfono, caminando hacia donde se encontraba su esposo. Tomo asiento en el espacio restante, mostrando con una sonrisa el aparato al otro.
— Mira que bella imagen, nunca creí vivir este momento —comentó con entusiasmo, moviendo de forma rápida sus dedos, publicando la fotografía en todos los lugares habidos y por haber. Erwin tan sólo río, provocando que el castaño entre sus brazos se removiera—.
¿Cómo ha pasado esto? Digo, Eren nunca es cariñoso.
Y allí estaba, la pregunta a la que Erwin más le temía. Apartó la mirada, buscando una excusa para aquella situación. Todas le parecían poco creíbles, haciéndole ver que no podría ocultarle la verdad a su esposa. Segundos antes de hablar recordó aquel
corto nombre que hacía tiempo su hijo le había dado.
"Annie."
— Ha pasado un mal momento en el instituto, ya sabes, Eren nunca ha sido bueno con eso de confesarse y se sintió mal —respondió con voz firme, buscando de esta forma convencer a la mujer ante él. Por unos minutos creyó no haberla engañado, pero al ver
la lastimera expresión que esta ponía se pudo sentir un muy buen abogado experto en las mentiras.
— Mi niño, como es que siempre le pasa esto —deslizó una de sus manos por el cabello del menor, para luego darle un pequeño beso en la cabeza—. Pronto encontrarás al amor.
— Eren no necesita esas cosas —Mikasa la fulminó con la mirada, robándole una leve carcajada que le demostró su comentario no iba a ser tomado.
— Pero si mi niño ya está grande, a veces me hace sentir tan vieja. ¿Hace cuánto lo adoptamos?
— Ya seis años —Erwin llevó una mano hasta su mentón, recordando la primera vez que habían visto a Eren en el Orfanato Colosal, lugar al que iban a parar todos los huérfanos que no podían pagar otros orfanatos. Una tenue sonrisa se hizo presente en su
rostro al recordar aquella tarde de otoño—. Como pasa el tiempo.
Hanji volvió a reír, incorporándose para alcanzar el maletín que traía consigo al volver. De este extrajo un pequeño paquete rojo, el cual le ofreció al rubio quien lo tomo sin dudar.
— Es un pequeño regalo para Eren, tal vez así se anima su vida.
— No necesito regalos —soltó en un pequeño gruñido, captando la atención de ambos adultos. Se apartó de su padre, restregando sus ojos con ambas manos—. Puedes quedártelo.
— Nada de eso —Hanji canturreó con tono infantil, volviendo a tomar el paquete para dejarlo en las manos del menor. Erwin le indicó con una ligera mueca que no insistiera, pero Hanji era una persona un poco terca, así que ignoró aquel gesto.
Eren vio aquel empaque rojo con cierto desprecio, para luego fulminar con la mirada a su madre por unos cortos segundos. Abandonó su asiento, caminando hasta la entrada de la casa. Luego volvió su mirada a sus padres, quienes le observaban un poco sorprendidos
y entusiasmados —Hanji por lo menos—, colocando su pie sobre el pedal del basurero y dejando caer el regalo dentro.
— Oh~ Eren, eso fue un poco cruel —Hanji hizo un pequeño puchero, llegando a un lado de su hijo y envolviéndole en un fuerte abrazo.
— ¡Suéltame, mierda! ¡No quiero tus abrazos!
— Ese es mi Eren de siempre.
La castaña volvió a reír, aferrando más al de orbes esmeraldas que hacía lo posible por librarse del agarre. Trató de besar la mejilla de su hijo, pero este le mantuvo alejado el rostro así que el beso se le hizo imposible.
— Mo~ Eren, ¿Cuándo es tu siguiente cita con el psicólogo? —Hanji recostó el mentón en su hombro, robándole uno que otro gruñido.
Erwin aclaró su garganta para captar la atención de la castaña, abandonando su lugar para llegar a su lado.
— El psicólogo que trataba a Eren se ha retirado. Igual que todos.
El silenció inundó la habitación tras aquellas palabras, aunque no era una noticia nueva para la familia Smith. Siempre era lo mismo, y ya hasta se estaban acostumbrando a que nadie lograse tratar a su hijo. De igual forma, ahora todo lo que podían hacer
era buscar un nuevo psicólogo para el joven Smith, y así volver a comenzar con la misma historia. Aunque no hubiese una razón por el retiro ya no se podía pedir más. Tendrían que volver a iniciar desde cero. Como siempre.
— Bueno, ¿Qué se puede hacer? Parece que ahora todos los psicólogos se retiran y desaparecen al primer cliente —Hanji suspiró, tomando su móvil para eliminar de una vez un contacto que de seguro nunca volvería a aparecer.
Y claro que no iba a volver.
Eren esbozó una tenue sonrisa, una cargada de sadismo. No fueron ni diez segundos como para que sus padres lograran verla; igual, era mejor si sus padres no lo notaban. Lanzó una mirada divertida a la azabache que aún se encontraba en el sillón, ampliando
más esa sonrisa mientras le invitaba a subir con un ligero movimiento de muñeca.
— Eren, ¿No piensas cenar? —Erwin trató de detenerlo, viéndole extrañado por tan repentina retirada.
Eren no se volteó para verle, tan solo continuo subiendo, ignorando el llamado que ambos adultos le daban. Comer era lo que menos quería ahora, y no sólo por lo ocurrido aquella tarde. Apenas llego a su cuarto cerró la puerta con llave, tomando de su
mesa de noche un pequeño alfiler. Detuvo su andar frente a su armario, abriendo la puerta con cuidado, volviendo a esbozar la misma sádica sonrisa de antes.
— Uno por uno —Murmuró, clavando el alfiler en una de las fotografías que se hallaba en la puerta del closet. Y así dio por acabado aquel molesto problema.
En espera del siguiente.
.
.
.
.
~Notas de Autor
Hola, aquí vengo yo con 5,960 palabras de una nueva historia, Ihr Nicht Existieren, que significa Que No Existe —o eso decía—, sólo que como quería un buen nombre decidí ponerlo en alemán (?). Bueno, ¿Qué vengo a decir sobre este proyecto? No será muy largo o eso espero, depende si es bien recibido este piloto; no le tengo prevista la cantidad de capítulos pero sí sé qué contendrá cada uno. Esta es una de las historias más difíciles que he escrito, puesto como verán voy a hacerla más como que seria, nada de comedia.
Bueno, esta es mi primera vez escribiendo una violación así que estoy muy consiente de no haberlo hecho bien. Quería transmitir más los sentimientos de Eren y todo pero no lo he logrado, pero prometo mejorar con este tipo de narraciones porque lo utilizaré demasiado —el tipo de narración, no las violaciones—. ¿Qué más digo? ¡Ah! Parecerá que Eren posee OoC, ¿No? Pues están en lo correcto, ¿Por qué? Puede que más tarde sepan el porqué de esto, pero era extremadamente necesario.
Bueno, espero que esta historia sea de su agrado, y espero sea bien visto eso de que me venga a escribir ya como que más seria la trama. La verdad esta historia la escribo más por gusto propio que por deseo de que otros lo lean, así que si llega a ser de su agrado como que excelente, pero sin importar las cosas yo seguiré escribiéndola, aunque posiblemente no publicándola.
Gracias a los que han decidido tomar un tiempo de leer esta historia, espero que continúen con ello o que al menos me digan que les ha parecido. Gracias a los que han llegado a leer hasta acá, y a los que no pues también. Eso es todo.
No olviden que cada comentario que da un lector motiva al escritor a continuar con su labor, así que dejen un pequeño review para hacerme feliz y se los agradeceré con mi vida.
Ah, casi lo olvido, tengo listo ya el siguiente capítulo pero no lo pienso subir hasta saber qué les ha parecido y hasta que termine el tercero, ¿Razón? Así evito esos problemas de tardar una eternidad por que se me va la inspiración y todo eso. Bueno, hoy sí, eso es todo.
—KingOfMisery
/
