Disclaimer: Tanto los personajes como el mundo de Harry Potter pertenecen a J.K. Rowling.

Tenía ganas de escribir una historia durante la madurez de los personajes, y un día de lluvia vino a mi mente. Espero que os guste.

Capítulo 1

La lluvia cae sobre mi rostro mientras espero frente a la casa de mi próxima víctima. Quizás esto sea lo más duró que haya hecho nunca, pues jamás había matado a nadie que conociese, y menos a alguien a quien amase tanto como la amo a ella. Pero después de lo que me contó ayer..."no" me repito, "ya es tarde para echarse atrás". Hermione Weasley ya casi ha encajado todas las piezas, y si ella llegase a descubrir quién soy en realidad jamás me lo perdonaría. Por eso debe morir, por eso debo matarla. Avanzo unos pasos, hacia la entrada trasera que se abre ante mí sin problemas, la casa me reconoce como un amigo. Saco mi varita lentamente, tan silencioso como una sombra, la vida de la noche me ha enseñado a ser totalmente invisible ante los sentidos humanos. Sólo unas palabras hacen que el miedo que me atormenta disminuya lo suficiente como para subir las escaleras que llevan a la primera planta: no va a sufrir, no dejaré que sufra, y jamás sabrá que fui yo quien tuvo que matarla.

...

3 meses antes

El departamento de aurores era un lugar curioso, un largo pasillo que llevaba a una gran sala donde cada auror tenía su propio cubículo, un pequeño espacio rodeado de cuatro paredes, abierto por un marco sin puerta. Cada auror podía decorar su propio cubículo a su gusto, incluso estaba permitido hacer hechizos de ampliación, siempre que no se superase un tamaño y un número de habitaciones establecidas. De ese modo uno nunca se sabía lo que iba a encontrar cuando se asomaba por el marco de cada uno de ellos, desde un cálido salón con chimenea, hasta una pequeña pradera llena de hierba, flores y conejos. Después de todo, las agrupaciones por personalidades y valores morales habían quedado muy atrás, en el colegio, donde un Griffindor jamás saludaría a un Slytherin, y mucho menos le pregunta haría por su familia, las vacaciones o aquel fin de semana en la montaña. En el ministerio todos trabajan con todos, y en la mayoría de casos las rivalidades se quedaban atrás, dejando paso al trabajo en equipo e incluso a veces a una gran amistad.

Draco suspiró, hacia ya 24 años que habían dejado el colegio, y aunque al principio le había costado aceptar que trabajaría con sus archienemigos, con el paso del tiempo había comprendido que el odio que sentía era incondicional, que la rabia y la envidia desaparecían conforme iba madurando, y que podía llegar a considerar amigos aquellas personas en las que jamás habría confiado en el pasado. Eso, o estaba en pleno síndrome de Estocolmo y pasar tantas horas trabajando con Potter y Weasley le había afectado a la cabeza.

Estaba sentado sobre su sillón verde esmeralda del saloncito que constituía su cubículo. La habitación era más amplia de lo que parecía desde fuera, algo oscura, iluminada por una luz verdosa que le recordaba a la sala común de Slytherin, nunca estaba de más recordar los propios orígenes. Delante de el había un gran escritorio de madera de roble, oscura y fuerte. Detrás de él se alzaba un gran retrato de la familia Malfoy al completo, sus padres a la derecha, él y su hermosa esposa, Astoria , a la izquierda y el joven Scorpius en el centro. Su cubículo tenía otras dos habitaciones más, un aseo propio (desde el primer día había dejado claro que no compartiría aseo con el resto del mundo) de suelo y paredes de mármol blanco y una sala cambiante, que se adaptaba a sus necesidades y gustos de cada momento.

Una voz grito desde el pasillo su nombre. Draco inclinó la cabeza, enfocando su vista hacia el marco de entrada, donde Ron Weasley entraba con una carpeta marrón semicerrada.

- Caso nuevo Malfoy - podía ser cierto que ahora fuesen compañeros, incluso amigos, pero lo de llamarse por el nombre todavía seguía siendo demasiado raro.

Ron Weasley se acercó al escritorio y soltó la carpeta con un seco golpe que irrumpió el silencio del cubículo. Draco le miró con los labios fruncidos, el ruido era algo que le molestaba, al igual que el desorden, la impuntualidad, la falta de observación y muchas otras cosas que parecían concentrarse en ese Weasley, decididamente su amistad debía deberse al Síndrome de Estocolmo.

- Resume – dijo secamente.

Ron le miró con la cabeza medio ladeada, tenían exactamente el mismo cargo en el departamento, pero Malfoy siempre le daba órdenes, y cuando a él le tocaba darlas nunca hacía caso. Suspiró, a los 41 años era consciente de que había aspectos de las personas que jamás cambiaban.

- Mujer, 32 años. La encontraron junto a la Torre de Londres. Ni una sola marca sobre la piel, todo intacto.

Draco notó que Ron había puesto énfasis en esas últimas palabras.

- ¿Y qué es lo raro? – preguntó – habrán utilizado un Abada Kedavra.

- Ya – dijo Ron – eso pensaron, hasta que los sanadores la inspeccionaron. No tenía ni una gota de sangre en todo el cuerpo. ¿Raro eh?

- ¿Crees que habrá sido cosa de vampiros? – preguntó el hombre de mediana edad medio pensativo.

- No creo, la falta de sangre era absoluta, pero la víctima parecía totalmente normal cuando la encontraron, ya sabes, no estaba arrugadita ni gris ni nada de esas cosas..

- Si..además, no tenía marcas..los vampiros suelen ser bastante agresivos cuando se trata de humanos.

- Exacto. Bueno, léetelo para más detalles. Me voy, tengo un caso de posible magia negra en Lynton.

Ron se encaminó hacia la salida de la sala, dejando a Draco pensativo, recostado en su sillón. Se giró de repente, recordando algo:

- Eh Malfoy, casi se me olvida. Vamos a escuchar el partido en mi casa hoy a las 7, cuando salgamos. Avisa a Astoria y veniros, seguro que a Herm le gusta verla.

- Claro – contestó entusiasmado el antiguo Slytherin – se lo digo.

. . .

La casa de Ron y Hermione Weasley era un bonito adosado de tres plantas a las afueras de Oxford. Tenía un jardín delantero que Ron cuidaba más que a sus propios hijos, lleno de bonitas flores mágicas que brillaban por la noche, asustando a los Gnomos de jardín. Tras cruzar el jardín se llegaba a unas escaleras de piedra blanca que llevaban hasta la puerta principal. En la primera planta se encontraba la entrada, una bonita y acogedora cocina y un amplio salón. La decoración era típica de una casa muggle, salvo por algunos detalles u objetos que daban su toque especial. En la segunda planta estaban las habitaciones y dos baños y finalmente en la tercera planta Hermione había instalado una amplia biblioteca. La mujer corría de un sitio a otro comprobando que todo estaba a punto para cuando llegasen sus invitados. Le gustaba hacer comidas y cenas con sus amigos, pero era cierto que los momentos de antes sufría bastante estrés. Ron la miraba cada poco esperando que le mandase hacer algo, para él la casa habría estado perfecta hasta después de que una manada de centauros hubiese pasado por encima.

- Ronald Weasley – dijo con los brazos sobre las caderas – si te quedas ahí parado esperando a que yo haga todo te prometo que no provarás ni una pizca de la cena.

- Herm – dijo con voz suplicante – si está todo perfecto. Si quieres voy poniendo la mesa.

Las primeras pisadas de la escalera de la entrada tardaron 10 minutos en sonar. Las voces de Draco y Astoria sonaron al otro lado de la puerta.

- Abro yo – gritó Ron desde el pasillo.

Draco vestía pantalones negros, camisa blanca de algodón y una americana negra, elegante, como siempre. Astoria lucía un bonito vestido verde esmeralda a juego con sus pendientes y el pasador del pelo. El hombre pelirrojo se miró, sus vaqueros desgastado y su jersey de punto rojo desentonaba bastante con la vestimenta de sus invitados. Astoria le saludó con dos besos y fue hacia la cocina para dejar el pastel de manzana que había preparado.

- Hola de nuevo – dijo Draco tendiendo la mano hacia su compañero.

Los Potter no tardaron en llegar. Harry tan informal como siempre, y Ginny con un sencillo vestido azul y el cabello rojo al viento. Los últimos en llegar fueron los Scamander. Horas después, cuando todos se habrían ido, Ron intentaría recordar el aspecto de Rolf, pero era misión imposible, Luna eclipsaba a su marido por completo con aquella túnica amarilla y sus collares de amuletos.

Cuando estuvieron todos Ron encendió la radio mágica del salón, y una imagen en 3D apareció delante de ellos. Hermione miró a Harry y susurró:

- No entiendo porque todavía le llaman escuchar el partido, cuando es como una televisión.

La cena fue estupenda, todos habían traído algo de comida y la tarta de Astoria fue premiada al plato más increíble de la noche.

- ¿Cómo llevas el caso? – preguntó Ron a Draco.

- Nada de nada – contestó este - he ido al depósito a ver el cadáver con mis propios ojos, pero el informe de los sanadores todavía no estaba terminado. Mañana volveré y visitaré a la familia de la víctima.

- ¿Por qué siempre tenéis que hablar de trabajo? – preguntó Astoria con su indignación de siempre.

Draco sonrió.

- Mañana te contaré más.

- ¿Un crimen? – preguntó Hermione desde la otra esquina de la mesa.

Astoria suspiró, si Hermione se interesaba por el tema no habría forma humana de hacer que se hablase de otra cosa.

- Si, una chica muerta en el puente de Londres, ni una gota de sangre en el cuerpo y ninguna marca aparente.

- Vaya…que extraño… – contestó esta pensativa.

- ¿Podemos no hablar de cosas desagradables en la mesa? – Astoria levantó la voz asqueada.

Ginny rió por lo bajo.

- Ese es el problema de estar casadas con aurores Astoria, nunca saben cuando parar.

- En fin… – suspiró la mujer de mediana edad - ¿Cómo fue tu reportaje en Irlanda?

Draco dejó de escuchar la voz de su esposa para centrarse solo en la expresión de concentración de Hermione, había visto esa expresión en muchas ocasiones y solo podía significar que la mujer estaba interesada en el caso y que su mente estaba en total funcionamiento intentando encajar piezas de un puzle que todavía no habían encontrado.

Fue en la despedida cuando Hermione susurró a Draco sus pensamientos sobre el caso planteado durante la cena:

- Si mañana vas al depósito, mira en los pliegues de la piel de la chica, quizás hayan pasado algo por alto.

Draco sonrió, era increíble la capacidad que tenía aquella mujer para pensar en mil cosas al mismo tiempo.

- ¿Por qué no te metiste en el departamento de aurores? – le preguntó con una media sonrisa – haces nuestro trabajo.

- Sabes que eso no es cierto - le contestó Hermione a la defensiva.

- Y tú que no es mentira.

Abrieron la puerta de la casa para salir al exterior y que los escudos no les impidieran transportarse hasta su casa. La lluvia caía a borbotones empapando las calles de Oxford en una fina capa de agua.

- Vaya – dijo Luna desde la entrada – está lloviendo.

En este capítulo me he centrado más en la relación que mantienen los personajes, pero en los siguientes el caso que los aurores han recibido tomará el protagonismo. Espero que os haya gustado y que os animeis a leer los siguientes. Cualquier duda, queja o consejo por favor, escribir reviews! XOXO