Disclaimer: Sekai-ichi Hatsukoi y sus personajes les pertenece a sus respectivos autores, este fic es sin fines de lucro, lo hago solo por diversión. Nakami Souji y otros personajes que no salen en el anime ni en el manga si son de mi propiedad.

Genero yaoi (amor entre hombres)

gato blanco de la mala suerte.-

Cap. 1: "A PALABRAS NECIAS OIDOS SORDOS."

Estaba acostumbrado al claxon de los autos, al timbre del móvil, al ramen instantáneo, al olor del cigarrillo, a las personas ruidosas, al café enlatado, a los ladridos de los perros, al sonido de los trenes al llegar a la estación, pero sobretodo, al olor de la tinta y el carbón.

Supongo que tengo que describirme y comenzar con esas cosas que deben ser dichas desde un principio, como mi nombre, edad, físico y ese tipo de cosas, ¿no? Siempre creí que una presentación era aburrida, pero bueno, no se le puede evitar.

Mi nombre es Nakami Souji, dentro de un mes cumplo veinticinco. Actualmente trabajo en la editorial Marukawa, con el grupo Esmeralda. Soy editor de mangas shoujo y asistente del editor en jefe. ¿Cuánto tiempo llevo trabajando aquí? Alrededor de tres años, ¿que si soy muy joven? Si, demasiado dirían algunos.

Mido 5'9, mi pelo es marrón ladrillo y algo desordenado, el flequillo me cae a la mitad de mi nariz y dos mechones más largos rozan a cada lado de mi mejilla. Mis ojos son verde esmeralda, muchos dicen que soy delgado y un poco pálido.

Hay un par de cosas que deben saber: soy una persona sarcástica, perfeccionista, sobreprotectora, pero sobre todo soy extremadamente celoso. Por más que trato de ocultarme la mayor parte del tiempo con burlas y comentarios crueles, realmente soy honesto y de buen carácter, esa parte de mí, solo la conoce mi hermana y mi tutor. Soy el tipo de persona que le gusta mantener la información importante para mí, simplemente sólo para ver qué pasa.

Continuando con lo de que si soy joven, ahora les explico; cuando era niño me integré desde muy temprano en el jardín de niños siendo el más joven de entre los más pequeños. A los nueve años, mis padres murieron en un accidente de auto, dejándonos huérfanos a mi hermana pequeña, Haruhi y a mí. Sin tener a nadie a quien acudir, Isami Tosa, un amigo muy cercano de mi padre nos acogió en su Dojo. Al principio era muy cauteloso e indiferente a todo, me negaba a abrirme a cualquier persona y solo me enfocaba en proteger a Haruhi-chan. No dejaba que nadie se le acercara, o le hablara.

Muchos de los estudiantes de mi tutor eran más grandes que yo. Me utilizaban para practicar, me molestaban bastante, y me daban palizas. Yo me quedaba callado, a pesar de que me dejaban moretones en los brazos y piernas, pues no era un soplón que iba llorando a los brazos de los adultos. Cuando Isami-san los descubrió golpeándome, les dio un gran sermón, pero ellos no se detuvieron. Un día los encontré molestando a mi hermana, fue ahí cuando mi subconsciente se apagó para darle paso a la furia y apliqué los movimientos que el sensei instruía a sus alumnos, les gané. Si, secretamente me quedaba viendo sus entrenamientos y cuando nadie me veía practicaba solo.

Isami-san, a quien considero como mi padre, vio que tenía potencial y me entreno en Jiujitsu y a mi hermana en Kendo. Después de eso, muy pocos se metían conmigo o con mi hermana a pesar de mi corta edad, ya fuese por miedo o respeto, quién sabe.

Él me dejo asistir a la escuela, cuando estaba en secundaria me adelantaron varios niveles por mi gran capacidad intelectual, y es que la verdad, la clases me aburrían, así que, por curioso, durante las vacaciones estudiaba libros avanzados y el material de lo que se suponía que me irían a dar al año siguiente.

Ya al entrar a la universidad, adelante todas las materias posibles restándole dos años a mi carrera. Cabe decir, que desde que acabe mis estudios, me inscribí en clases de inglés avanzado y diseño de dibujo profesional, cobrándome tres años más de mi vida. Me independicé y aunque fue doloroso partir -pues aún siento que le debo demasiado a ese hombre- fue necesario, Haruhi también lo hizo, ahorró para poder ir a Kioto a estudiar medicina, actualmente estudia en la universidad de Kioto. Aun así, los domingos o cada vez que encuentro un tiempo libre voy al Dojo de visita y a veces, entreno con Isami-san.

Cuando empecé a trabajar en Marukawa no fue nada fácil, especialmente cuando tus compañeros son del tipo que dejan todo para el último momento. Al ser el más joven, me trataban como un novato idiota. A pesar de que estaba acostumbrado al trabajo duro, no me adapté hasta que cumplir los tres meses con ellos. Estar pendiente de mis mangakas, corregirle lo errores, ayudarla a dibujar si era necesario, cumplir con cada una de las demandas de mi jefe por más ridícula que fuera, amenazar a los demás editores para la entrega de los manuscritos, lidiar con Yokozawa-san cuando Takano-san huía y partirme el lomo con la imprenta. Esos eran mis principales oficios dentro de mi trabajo. Claro que, tenía que asistir a todos lados donde se requería con Takano-san, después de todo, yo era su asistente y uno de sus hombres más confiables.

Es un trabajo realmente estresante que requiere un noventa por ciento de toda mi atención, succionando en casi su totalidad mi vida personal. En nuestro departamento no es raro desmayarse, tener ojeras o alucinar. Hubo ocasiones en las cuales he tenido que pasar la noche en la editorial, para ser exactos, ocho veces. Lo que pasa es que gusta hacer mi trabajo bien, a veces término exagerando un poco -según Kisa-san.-

Últimamente he tenido dolores de cabeza que van y vienen, sudoraciones nocturnas y toso ocasionalmente. No he tenido tiempo de ver a un doctor, como no es nada grave, he decido dejarlo para ultimo -es algo que se contagia- pero siempre se me olvida.

Miré el reloj de mi portátil, indicaba las 8:09 de la noche. Aún tenía un montón de trabajo que hacer sobre el escritorio. Estaba exhausto, si empezaba de inmediato acabaría más o menos a las 9:22, mas veinte minutos de camino a casa...

—Tengo una reunión para las cifras de la próxima tirada de los tomos. —anunció mi superior levantándose de su silla y recogiendo unos papeles con algo de prisa. Estábamos a mitad del ciclo.

— ¿Tengo que asistir? —pregunté. Esas juntas se tardaban, y yo ya quería irme a casa, además, si era requerida mi presencia, nunca acabaría mis deberes.

—No. Isaka-san me informó que solo los jefes de departamento deben asistir esta vez.

—Es bueno escuchar eso, ya me estaba cansando de oírlos ladrándose unos a otros. —bostecé.

—No pierdas el tiempo, aprovecha y corrige el storyboard de tu sensei. —dijo antes de marcharse.

—Buena suerte. —susurró Kisa-san a mi lado, medio desmayado entre un pequeño edificio de libros y papeles que en pocos días, acabarían siendo rascacielos.

Por acto reflejo, acaricié el anillo plateado que colgaba de una cadena de metal en mi cuello. No pude evitar sonreír, lo sostuve un momento entre mis dedos, leyendo el grabado apenas visible: Haruhi.

Ella también tiene uno igual con mi nombre en su dedo anular derecho, Isami-san nos los encargó cuando éramos niños y comenzábamos a ser parte de una nueva familia, no me pregunten como, pero a ella aun le sirve, recuerdo que nos dijo aquella vez "No importa que suceda, apóyense el uno al otro ¿Me lo prometen?"

Esperé que Takano-san doblara a la derecha. Veamos, le tomara unos 0.15 segundos llegar al ascensor, este llega al primer piso en 0.30 segundos, caminará unos 0.18 segundos para llegar a la sala, la junta tardara alrededor de unos 36.54 minutos. Conociéndolo, irá por un café a la máquina, que lo dilatará unos 2.53 minutos más y el ascensor bajara en otros 0.30 segundos. En total eso me da unos 41.8 minutos de sueño.

—Hatori-kun. —llamé a mi compañero al frente mío.

—¿Qué sucede? —respondió concentrado. Estaba clickeando en su portátil con un ritmo casi frenético.

—Tomaré una descanso, ¿podrías despertarme en cuarenta minutos exactos?

—No hay problema. Pero… —hizo una pausa, pues estaba más interesado en su portátil. — ¿No vas a corregir el storyboard?

—No logro concentrarme, estoy demasiado cansado. —gruñí cortante, no me agradaba esta sensación de incapacidad. Nunca en la vida me había pasado esto, pero mi cuerpo me exigía descanso y mi mente no me hacía caso.

Pude oír al castaño bufar en gracia, giré la cabeza claramente molesto.

—Escuché eso. Te acabas de reír de mí, ¿no es así?

Al leer mi expresión sádica, contestó — Es irónico y raro de tu parte. No te había escuchado rendirte antes de la entrega final de los manuscritos.

—Hatori-kun.

—Dime.

—Treinta y nueve minutos.

Dicho esto, cerré mi portátil dejando que mi cabeza y brazos reposarán sobre ella, entrelacé mis brazos y escondí mi rostro. Finalmente, cerré los ojos quedándome dormido en cuestión de segundos.

...

A las diez en punto ya había acabado de corregir el storyboard, lo revisé por tercera vez antes de dejarlo sobre el escritorio. Mi sensei había tomado en cuenta los consejos que le había dado la vez pasada. Gracias a eso, acabe antes, '¡gracias Dios!' Kisa-san ya se había ido, también Hatori-kun y Mino-san. Solo quedábamos Onodera-kun, y yo. Takano-san nos esperaba en el primer nivel, seguro que estaba con Yokozawa-san.

Guardé los archivos y apagué el equipo. Miré a mi compañero que se dedicaba con entusiasmo y esfuerzo en su labor y por alguna razón, sonreí compasivo al verlo. Recuerdo cuando yo era así, lleno de energía, muy entusiasta, pero para trabajar en Marukawa, lo único que se necesita es profesionalismo y disposición. Guardé la portátil, las propuestas, también el storyboard con mucho cuidado en mi portafolio negro.

—Onodera-kun, ¿te falta mucho? —le pregunté mientras me colocaba mi abrigo gris.

—¿Mmm? ¡Ah, lo siento! No, solo un par de correcciones más... —balbuceó mientras escribía y señalaba errores con una pluma roja sobre el borrador.

Aproveché para ordenar mi escritorio y el de Takano-san, los de los demás estaban "arreglados" así que no me les acerque. Mientras despejaba su desarreglado espacio, descubrí una propuesta. El muy tarado la había olvido, había que ver que Takano-san no era el hombre más cuidadoso que digamos. Me giré cuando sentí una mirada sobre mí, también el sonido del lapicero en movimiento se había detenido. Onodera-kun me miraba como si fuera un bicho raro. Cuando se vio descubierto, continúo garabateando sobre la hoja.

—¿Hay algo que desees decirme? —guardé la propuesta en el compartimento de mi portafolio.

—¿Yo? Emm... No, bueno, lo siento... —estaba mascullando cosas inentendibles, algo que me era realmente molesto porque me sentía excluido.

Alcé una ceja, expectante.

—Bueno, ¿Siempre ordenas el espacio de Takano-san? —frunció el ceño, nervioso. Yo no sabía el por qué.

—Por supuesto. Después de todo, soy su asistente. —le sonreí con sinceridad.

—Si...

—No solo el de él. También el tuyo, el de Kisa-san, Hatori-kun y el de Mino-san. Claro que, solo hasta a mitad de ciclo, nunca tendré las agallas para ordenar con el desorden que ocurre al final. —mordí una barrita energética que tenía guardada en el bolsillo, mientras me recargaba sobre el escritorio y contemplaba al joven. El chico exclamó fascinado, me dio un gracias a lo que yo asentí, diciendo de nada. —¿Ya acabaste?

—¡Sí! — se apresuró a guardar un montón de papeles en su portafolio con torpeza —¡Maldición! —exclamó en voz baja cuando se dio cuenta de que algunos se le estropearon. Empecé a reírme bajito, pero mi risa se convirtió en una suave carcajada. El castaño me miraba enfadado, mientras sus mejillas estaban sonrojadas.

Mi diversión se convirtió en dolor, dolor que me invadió desde el interior. Sentí una punzada en los pulmones, demasiado fuerte, como si me acuchillaran diez veces. Gruñí y apreté los dientes aguantando las ganas de gritar, pero fue demasiado para mí. De un momento a otro me hallaba en el suelo acuclillado tosiendo violentamente, no podía parar, los pulmones me quemaban y mi garganta se resecó.

Si Onodera-kun no hubiese reposado una de sus manos en mi espalda, no me habría dado cuenta de que estaba a mi lado, su tacto se notaba demasiado preocupado al igual que la expresión en su rostro. Alcé una mano indicando que esperara, a los treinta segundos mi cuerpo se calmó, el dolor se había ido. Me dolía la cabeza, demasiado y tenía frío. Sabía que debí ir al maldito hospital.

—¿Nakami -kun, ya te encuentras mejor? —su voz estaba cargada de preocupación y se notaba algo desesperada.

Asentí. Un pequeño espasmo me delató, provocando que apretara mis parpados y dientes una vez más.

—¡No mientas! —veía borroso, solo podía escuchar su voz reprocharme. Mi compañero me colocó una mano en la frente —¡Dios! ¡Tu temperatura, la tienes muy alta! —eso explicaba el frío. Escuché el celular de Onodera vibrar, y a los pocos segundos gruño. — Es Takano-san. Vamos, ponte de pie, hazlo despacio. —lo obedecí a pesar que todo mi cuerpo se sentía más pesado de lo normal. El editor pasó uno de mis brazos por su cuello y me incitó a caminar, no quería causarle molestias, así que intentaba caminar normal, pero me era imposible.

Solo podía escuchar el zumbido del elevador, bajé la cabeza y cerré los ojos, sentía náuseas cada vez que los abría. Onodera continúo caminando cuando el elevador se abrió.

—¿Por qué demonios no contestabas el condenado celular?

—¿¡Pero que carajos pasó!? — era la voz de Yokozawa-san, se oía cada vez más cerca avanzando con pasos fuertes y estruendosos.

—Estábamos conversando y de repente comenzó a toser mucho, tiene mucha fiebre y no ha abierto los ojos en un rato. —explicó el más joven.

Sentí unas manos frías y más grandes que las anteriores sobre mi frente. Tras otra punzada tosí un poco, pero duró unos pocos segundos y era mucho menos violenta que la primera vez.

—Dame aquí. — era la voz de mi superior. ¿Qué demonios? Mi cuerpo se hallaba sobre su espalda, me estaba cargando. No podía abrir la boca para reclamar, sentía la bilis quemándome la garganta. Nunca me había sentido tan humillado y ridículo, todo por una estúpida condición. —Creo que tendremos que dejarlo para otra ocasión Yokozawa.

—Sí, llámame para saber cómo se encuentra. No lo dejes solo, ambos sabemos que se descuidará más. Buenas noches.

Después de devolverle la despedida, salimos de edificio. En el trayecto solo sentía la respiración y las pisadas de Takano-san, fue incómodo, pues nadie decía nada. Cuando entramos en nuestro tren, las cosas se calmaron, pude abrir los ojos aunque me pesaban un montón.

—Bájame, estoy bien. —susurré cerca de su oído.

—Al fin has vuelto en ti. —mencionó mientras me colocaba en los asientos al lado de Onodera-kun, el tren cerró sus puertas y se puso en marcha —Demonios, has bajado de peso, ¿estas comiendo bien?

—¿Cómo sabes eso? —pregunté recargándome en mi lugar masajeándome la sien. Era curioso que supiera algo tan tribal como eso.

—Hace dos meses colapsaste, tuvimos que cargarte hasta el hospital. ¿Y bien?

Evité contacto visual con cualquier persona alrededor. —Ya me acuerdo... no cocino mucho últimamente que digamos. —me dediqué a contemplar fuera de mi ventana, que por cierto estaba más que oscura, ya que atravesábamos un túnel.

—Eres un idiota. —sentenció dándome la espalda.

—¡Takano-san! —le reprochó el castaño.

—Lo sé.

—¿¡Eh!? —exclamó el novato.

Pude sentir los ojos de los dos clavándome la espalda.

Nadie dijo nada durante todo el trayecto. Takano-san no me dejó bajar en mi parada, alegando que un idiota como yo, no podía quedarse solo y mucho menos cuando no se preocupaba por su salud. Me quejé un par de veces, pero no discutí más, conocía a ese hombre, era demasiado terco como para intentar razonar con él.

No dejé que me cargase una vez que las puertas del tren se abrieron. Pero debí dejar que lo hiciera de camino a su casa, su maldito apartamento estaba cuesta arriba y no fue nada agradable subirla.

Me sorprendí bastante al descubrir que Onodera Ritsu era vecino de Takano Masamune, el joven estaba incómodo, también molesto y avergonzado. Nos dimos las buenas noches y justo cuando el oji-verde entró a su departamento, el ataque de tos comenzó de nuevo, tan violento como el primero. Mi martirio menos deseado había regresado en el momento menos indicado.

Desperté en un lugar desconocido. No estaba en mi cama, ni en mi sillón, lo sabía porque mí sillón no era tan incómodo. Había algo húmedo sobre mi frente, también una sábana me arropaba el resto del cuerpo. Mi boca tenía un horrible sabor metálico ¿Acaso me habían drogado?

No traía mi abrigo, pero si mi camisa blanca. Ah, y también conservaba mis vaqueros negros, eso era una buena señal -nótese mi pesimismo y gran humor, pues odiaba las mañanas y mucho más si era despertado en mis días libres.- Ahora mismo, en el lugar donde estaba, olía delicioso, alguien cocinaba.

Me levanté con brusquedad y el paño húmedo cayó sobre mi regazo ¿Y esto?

—Ah, ya te levantaste ¿Te desperté?

Era Takano Masamune ¿Acaso estaba en su casa? Fragmentos de lo que había sucedido ayer se dispararon en mi mente. Ya lo recuerdo todo.

—Sí, pero ya no importa. ¿Qué estás cocinando?

—Sopa miso. Espero que te guste, si no, te obligaré.

Yo no era ningún niño para que me tratase así, pero al fin y al cabo, Takano-san era Takano-san. Solo Dios le cambiaría esa actitud de fanfarrón.

Me senté en la pequeña mesa mientras él me servía mis raciones. Que por cierto, eran un poco exageradas para lo que estaba acostumbrado a desayunar.

—Gracias por la comida. —susurré antes de atacar el arroz con mis palillos, el primer bocado sabia a gloria. El empezó a comer con prisa, cualquiera pensaría que se ahogaría. —Sé que esto es extremadamente incómodo para los dos, no quiero ser una molestia así que me iré a casa después del trab…

Le dio un sorbo a su té antes de interrumpirme. —Casi me tengo ir. La comida está en la nevera, para la cena tendrás que defenderte solo. Te dejé algo de ropa y sabes dónde está el baño. –se adelantó. Antes había venido, hace mucho, cuando era un novato. Me puso a corregir cuatro storyboards y tuve que hacer uso del baño, pues me tardé como unas seis horas en corregir y mi vejiga no aguantaba.

—¿Qué? Espera, ¿planeas dejarme aquí? Definitivamente no me lo puedo permitir, yo iré a trabajar hoy. —dije dejando a un lado la verdura que planeaba llevarme a la boca.

Mi jefe solo se limitó a levantar una ceja, como quien oye a un niño hablando sobre mudarse a la luna. Terminó con las últimas raciones de su comida mientras me ignoraba.

—Ya hablé con Isaka-san. No estás en condiciones para esforzarte, mientras dormías no parabas de toser y tu temperatura casi llego a cuarenta ¿Has visto a algún doctor?

Si las miradas matasen, él estuviera muerto hace mucho. Estaba cabreado, no sabía nada de eso.

—No.

Alzó un puño con el ceño fruncido, esperé el golpe que nunca llegó. En vez de eso, Soltó un gran suspiro, recogió sus platos y se fue hacia el lavabo.

—Puede irse, yo los lavaré. —o estaba sordo o solo me ignoraba. — Como pago de mi estadía, ¿está bien? —fue ahí cuando se detuvo y se secó las manos con una pequeña toalla.

—Ya me voy. —anunció despidiéndose de mí de la manera que más me irritaba: revolviéndome el pelo. Tomó su abrigo y su maletín. Me miró sobre su hombro alzando un grueso fajo de hojas. —Me llevare tu storyboard, se corregirá allá.

—No tienes respeto por mi portafolio... Hasta luego —respondí con monotonía. La puerta se cerró. —Que manera de empezar el día. —suspiré, masticando la verdura.

Sus órdenes de quedarme en casa le dieron un sabor amargo a la comida. Hay muchas cosas que odio en esta vida, pero faltar al trabajo por primera vez en mi vida entera, era realmente el colmo. ¡No sabía que hacer!

Tuve que ponerme una servilleta sobre la boca, Tosí. Era dolorosa como siempre pero más apaciguada, los pulmones me volvieron a arder. Cuando mi cuerpo entendió que era suficiente, aclaré la garganta y al ver mi maletín al pie del sillón, caí en cuenta: no le devolví la propuesta.

Ver mi maletín me dio una idea, Takano-san no podrá reclamarme si fuera a Marukawa a devolverle su dichosa propuesta, ¿no? Tal vez lo convenza de poder trabajar.

Con ese pensamiento en mente engullí mi desayuno, y tal como prometí lavé los platos. Fui hasta el baño me lavé los dientes con un cepillo que había dejado en su empaque "Usa esto" decía una pequeña nota y salte a la bañera por una ducha caliente.

Editorial Marukawa Shoten, departamento de manga shoujo, grupo Esmeralda. Días para la entrega de manuscritos: 9

—Bien. Onodera, ¿crees que el manuscrito de Toriumi-sensei necesita algún arreglo? —el editor en jefe miró al aludido por sobre sus gafas.

—Mmm… Creo que Nakami-kun eliminó una escena de humor esencial en la página treinta y dos.

Sus compañeros se quedaron en silencio mientras analizaban sus respectivas copias, a los pocos segundos, entendieron a lo que se refería el castaño.

—¡Estas en lo cierto Ricchan!

—Ahora que lo veo, es verdad. —comentó un Mino sonriente.

Hatori solo se limitó a asentir dos veces, dando su aprobación a lo que dijo el novato.

—¿Algo más? ¿Alguien tiene algo que agregar?

Todos negaron con la cabeza.

—Bien, pasando de eso… Dame una buena razón por la cual te has presentado antes de que te pateé directamente al hospital. —gruñó el azabache cuando divisó al joven entrar al departamento como si nada.

—Tu idiotez. —sentenció mientras sacaba de su bolso la propuesta que había dejado ayer.

—¿Dónde estaba? La estaba buscando. —se sorprendió, tomando la propuesta que su subordinado le ofrecía. —Por cierto…

—¡Sou-kun! —se adelantó Kisa como él solía llamarlo. Se había levantado de su asiento y observaba al joven que estaba un poco rojo señal de enfermedad. —¡Pero si escuche que tenías fiebre!

Mino también hizo lo mismo, con su típica sonrisa y sin decir nada, comparó su temperatura con el oji-verde.

—Tienes algo de fiebre, ¿Por qué no vas a casa?

Su sobre-preocupación le repugnaba, así que se alejó hasta desplomarse en su asiento dejándolos con la palabra en la boca.

—No soy un niño, puedo cuidarme solo.

—¡Souji! —le regañó Hatori por su actitud.

—Pero estas actuando como uno. —contraatacó Takano. Las afiladas miradas de los editores se encontraron, retándose con los ojos. Un tenso silencio hizo presente en el ambiente, hasta que un nervioso Ritsu decidió romperlo:

— ¡JA JA JA JA JA! ¿P-pero que dicen? Continuemos con lo que estábamos haciendo… —todas las miradas se dirigieron al chico. —Ah sí, Nakami-kun, discutíamos sobre tu storyboard y creemos…

—¡Onodera! Córtalo ya, no puede estar aquí. Ya me escuchaste, vete a casa.

Estaba realmente enfadado, ¡mi superior no me permitía trabajar! No contesté, solo lo fulminé a los ojos con una mirada vacía por unos segundos más, y sin decir nada me levanté, tomé mi maletín y me retiré.

No quería ir a casa y menos a la de él, pero sinceramente no tenía a donde ir… ¡Pero que idiota soy, si podía ir al Dojo! Nadie tenía que enterarse, tomé el elevador al primer piso y me encaminé a la estación.

Al tomar el tren me di cuenta que quedaba un poco lejos, pero no importaba, tenía tiempo que no veía a Isami-san, casi mes y medio. Esto le agradaría mucho, ya podía imaginar su cara de regocijo, él es un hombre muy alegre.

Al llegar a mi destino, después de una hora de viaje, mi celular empezó a vibrar. Leí el nombre en el identificador de llamadas: Yokozawa-san. ¿Qué demonios quería ese hombre? Lo deje vibrar, no quería lidiar con él ahora.

Salí de la estación, y al caminar unas calles más al norte, me encontré con la ya conocida comunidad de casas tradicionales, un lugar en la cual pase unos doce años de mi vida. Esto me traía grandes recuerdos.

Me detuve en la gran casa tradicional que decía Dojo Isami en un tablón de madera. Toqué la puerta corrediza dos veces como solía hacer de pequeño, una costumbre que parecía occidental.

—¡Esta bien, pueden tomar un respiro! —escuché decir a una voz masculina desde el interior de la casa. Las voces dentro corearon un 'Muchas gracias sensei'.

La puerta se deslizó y con ella un hombre alto y fornido me dio la bienvenida:

—¡Souji! ¡Cuánto tiempo sin verte! —me revolvió el cabello de esa forma paternal tan característica de él. No me molestaba, no a menos que fuera él. —¡Dios, pero si estas más alto! —rió comparando nuestras alturas y casi de inmediato soltó un gran suspiro. —Estas rojo ¿Estas enfermo? Ah, supiste cuidar bien de los demás pero nunca de ti mismo.

—Ha pasado un buen tiempo, Isami-san. —sonreí de vuelta, casi con nostalgia. Colocó una mano sobre mi frente, mi reacción no se hizo esperar, alejé su mano casi de inmediato. —Estoy bien, solo es un pequeño resfriado de paso.

Me tomó de los hombros obligándome a caminar. —¡Bastante diría yo! Ven pasa, ¿Cómo esta Haruhi?

—Con su permiso y gracias. Haruhi está muy bien, la última vez que hablé con ella, me dijo que le iba bien en la carrera de medicina.

—¿Enserio? Eso espero, esa niña es muy dedicada en todo lo que hace. Mmm, Yo también debería llamarla de vez en cuando. —murmuró más para sí mismo que para mí.

Cuando llegamos a la pequeña pero cómoda habitación, charlamos de cosas tribales, de mis mangakas, el Dojo y cosas así, había olvidado lo fácil que era sostener una conversación con este gran hombre. Su rostro no había cambiado mucho; unas invisibles arrugas estaban haciendo aparición en su frente, sus ojos castaños estaban tan joviales y alegres como siempre, su pelo que era castaño oscuro estaba volviéndose más claro, dando paso a algunas canas.

—¡Ah, por cierto! ¿Ya has visto a los demás?

—¿Los demás? ¿Quiénes están aquí?

La puerta de papel de arroz se deslizó.

—Sabía que esa voz solo podía ser de Shiro-kun —no podía ser, esa voz ronca pertenecía a la persona que menos quería ver ahora mismo: Kimura Keisuke, un antiguo compañero de Jiujitsu. Giré el rostro con una falsa sonrisa que él conocía bastante bien —¿Qué? ¿Acaso no te alegras de verme?

Me levanté casi con urgencia. —No. Para nada. Isami-san, se está haciendo tarde es mejor que me vaya.

—¿Tan pronto? —preguntaron los dos al tiempo.

—Shiro-kun, no seas tan malo ¡Hace siglos que no te veía! ¡Ya sé! ¿Tu novia te espera, verdad? —su sonrisa bobalicona era más que patética.

—No tengo novia y desearía que no nos hubiésemos visto en un par de siglos más… Otra cosa, deja de llamarme Shiro o te mataré. —endurecí mis facciones asqueado de oír ese nombre de nuevo.

—No has cambiado en nada, ¡que cruel eres! —su risilla flaqueó gracias al nerviosismo que le provoqué.

Shiro significa blanco, ese fue el apodo que me fue dado cuando Isami-san regañó a los chicos del Dojo por primera vez. Fui llamado así porque me comportaba como un gato blanco de solo apariencias: Dulce y educado con los demás, pero cruel y despiadado con mis compañeros. Desde ese entonces, soy el gato blanco de la mala suerte.

XxxX

Aclaraciones:

Me base en este personaje original en otro personaje de anime shoujo. Aunque le cambie la personalidad, el apellido y otras cosas más, siguen teniendo el mismo físico (No me mates derechos de autor )

Mi primer fanfict yaoi, ¿qué dicen? Surgió una tarde de escuela mientras escuchaba 'Nine in the afternoon' de Panic at the disco, que me inspiró, y no sé… porque la canción no tiene nada que ver con esto XD .Bueno, este es el primer capítulo, sé que esta algo lento y están diciendo: ¿Qué? ¿Esto es? ¿OSEA y Yuu? ¿Cuándo lo violara? Bueno, Yuu entra tambalente en el siguente cap. Literalmente. .

Más que nada quiero agradecer a Lini.02, mi beta, que aparte de corregirme y aguantarme en cada una de mis estupideces (porque jodo mucho u.u) me dio el valor para publicar esta historia. ¡Gracias Lini-chan, sin ti, no hubiera tenido los ovarios para publicarla! Y su historia "¿Y si me dejaras amarte? " (que por cierto está muy buena, leeanla. MinoxYuu) me inspiro para este retorcido fic de amor. Y también agradecimientos a… TAN TAN TAAAN: Nathalia R. ¡si, tu! Tus palabras de aliento antes de la publicación del fic me animaron mucho, te admiro y muchas gracias :'D

Las actualizaciones de este y mis otros fics del futuro, presente, pasado bla bla serán publicados en mi FB que deje el link en mi profile, asi que agregame, aparte de que si te suscribes, te llegaran a tu Hotmail.

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