Capítulo 1

Terry estaba en la biblioteca de la mansión Andrew. Frente a él se encontraba Albert mirándolo con sorpresa.

-Albert, dime donde está Candy, ¡necesíto verla con urgencia!-...dijo el chico.

-Pero porque quieres verla, que yo sepa tu vas a casarte con otra chica…Susana , ¿O me equivoco?-, dijo el rubio.

-Bueno amigo Albert, esa es una larga historia, por lo pronto entérate que esa boda no se realizará, así que por favor, ¡dime donde está Candy!-, lo urgió Terry.

-Tú mismo puedes ir a buscarla, está en el Hogar de Pony, desde que ustedes se separaron, se fue a vivir allá.- le contestó Albert.

No había acabado de decir eso, cuando Terry ya iba corriendo por las escaleras y gritaba -¡gracias amigo, gracias Albert!.-

Candy estaba muy atareada lavando y tendiendo la ropa, cerca de la casa, cuando escuchó a lo lejos acercarse un auto, ella volteó extrañada y se preguntó, quién sería…-tal vez sea alguien que viene a ver a la Srta. Pony o tal vez alguien que esté interesado en adoptar a un niño-, pensó.

El auto se estacionó, se abrió la puerta y cuál fue su sorpresa al ver a… ¡TERRY¡, ella se quedó sin habla, de una pieza, ¿Qué no estaba él con Susana muy lejos de aquí?. Se preguntó extrañada.

Terry corrió hacia ella y sin darle tiempo a reaccionar, la abrazó, al mismo tiempo que le decía…

-¡Hola Candy, he venido por ti!, ahora vamos a estar juntos -.

Candy no salía de su asombro,…¿al fin mi sueño se convertirá en realidad?.

-¡Hola!,- dijo ella,- vamos a la casa y ahí me lo contarás todo Terry.-

En el umbral de la puerta estaban la señorita Pony y la hermana María, atraídas por la curiosidad del auto que habían escuchado llegar.

Ellas se acordaban perfectamente de Terry, ya que había estado ahí el invierno anterior, eso no hacía tanto tiempo y ya sabían cuáles eran los sentimientos de Candy por ese joven.

-Hermana María, lleve por favor a los niños al comedor, es hora de cenar.- dijo la señorita Pony.

-Si señorita , en seguida.- así que se llevó a los niños y ellos muy extrañados no dejaban de voltear a ver a ese chico, preguntándose quien sería. Al mismo tiempo notaron la cara de felicidad de Candy.

Candy y Terry se fueron a sentar a la sala, al mirarlos , ellas pensaron que esos dos tenían que hablar, y disimuladamente, los dejaron solos.

-Terry, dime porque estás aquí, ¿no se supone que tendrías que estar preparando tu boda con Susana?-, dijo ella.

-Susana me corrió- le dijo él al tiempo que mostraba una leve sonrisa.

-¡Pero porqué!...abrió los ojos con sorpresa

-Ese día , como muchos otros-, dijo bajando la mirada,- estaba muy borracho, tu sabes , las presiones y la situación para mí ya eran insoportables, fui a su casa, le grité que nunca podría amarla, que solo tú estás en mi corazón, que te necesito junto a mí, ¿sabes?, De haber estado sobrio, nunca me hubiera atrevido a decírselo, en ese momento iba llegando su madre y se armó un escándalo, lo cual resultó perfecto, porque estaba a punto de cometer en más grande error de mi vida, así que las dos me corrieron y lo primero que hice fue venir a tu lado, aquí me tienes mi amor, nunca volveremos a separarnos, porque tú…¿ me sigues amando , verdad Candy?...le preguntó el chico.

-¡Pero claro que te amo Terry!,- dijo ella-, y después de lo que sucedió… ¿crees que Susana va a estar bien?.

-No te preocupes por ella, en su momento, no le importó destruir nuestra felicidad, fué egoísta y con ese proceder, dudo que de verdad sea amor lo que siente por mí, es más bien una obsesión, le agradezco que haya salvado mi vida a costa de su bienestar, pero no por eso me voy a atar a ella de por vida, no, ¡me niego!,- dijo muy convencido.

-Terry, ahora estas aquí conmigo,- su alma estaba rebosante de felicidad, -el me ama, ahora nada nos separará-, pensaba Candy al tiempo que él la estrechaba en sus brazos.

Terry de repente la soltó y se hincó en una rodilla

-Candy, cásate conmigo, ¡haré todo lo posible por hacerte feliz!-

Ella sintió que lágrimas de felicidad corrían por sus pecosas mejillas.

-¡Si Terry, quiero ser tu esposa con todo mi corazón!-, el joven se levantó de un salto y la abrazó y la besó, al darse cuenta de cómo ella le correspondía , la abrazó con más fervor.

Se quedaron un tiempo así, disfrutando de su cercanía, cuando finalmente él la miró a los ojos y le dijo:

-Candy realmente ese es mi deseo, y cuanto antes mejor, pero actualmente tengo problemas económicos, las cosas no han ido muy bien en el teatro, he gastado mucho en bebida, pero ahora, ya no más, lo prometo, sin embargo quiero ofrecerte una vida digna, sin carencias, ya que vamos a formar una familia, tener hijos, no quiero que nada les falte, así que necesito tiempo para juntar dinero.-

-Terry, tu sabes que el dinero no es tan importante para mí.-

-Lo sé, mi amor, pero te propongo que por lo pronto anunciemos nuestro compromiso, me han ofrecido un papel en una obra de teatro, así que no tardaré en juntar ese dinero, estoy seguro.-

Candy estuvo de acuerdo, así que planearon ir a Chicago a ver a la familia Andrew para comunicarles su decisión y pedir la mano de Candy a el patriarca de la familia, Albert William Andrew, en tres días partirían. Así que ellos se despidiéron, pero ahora con la certeza de que pronto se comprometerán en matrimonio.

La señorita Pony y la hermana María, estaban felices por Candy, una vez que les comunicó las buenas noticias. Su felicidad, las hacía felices a ella también. Archie y Annie, son sus amigos, pero no siempre estaban ahí cuando ella los necesitaba.

Esos tres días a Candy se le hicieron eternos, no hallaba la hora de irse a Chicago con el amor de su vida.

Los niños se enteraron de la decisión de Candy de irse del Hogar de Pony y estaban muy tristes, pero al verla tan feliz, todo el día con una sonrisa, no pudieron más que alegrarse finalmente por ella.

En la mañana del tercer día, ella se levantó muy temprano y fue a revisar su ropero, -Tengo que verme muy linda para Terry-, pensó. Pero al revisar el vestido que pretendía usar, se dio cuenta que ya se veía gastado, se le había rasgado recientemente y no lo había arreglado, -No hay tiempo ahora-, pensó con pesar, ese vestido azul con mangas amarillas fué un regalo de su amigo Albert.

-Ahora que haré-, pensó con horror, el único vestido nuevo, es el que le dio Neal Leagan para celebrar su fiesta de compromiso con él, fiesta que se vió interrumpida por la decisión de Albert de cancelarla, ella no se lo pondrá.

Pero después de pensarlo mucho, decidió que no le quedaba otra alternativa, ¡quería verse hermosa! y ese vestido amarillo era realmente muy bello, así que no le quedó más remedio que usarlo.

Recogió su maleta y recorrió la habitación con la mirada, un lugar tan querido por ella, donde vivió tantas cosas de su niñez, alegres y tristes también.

Terry miraba el reloj cada 5 minutos, no podía esperar más para tomar un auto y volar a recoger a Candy, pero aún eran las 6 am. Faltaban tres horas para ir al encuentro con su amor.

La chica se despidió de sus queridas madres y de los niños, besos y abrazos y algunas lágrimas salieron de muchos pequeños rostros…y llegó la hora, Terry la esperaba en la puerta, salieron tomados de la mano con todas las ilusiones y esperanzas que los enamorados tienen.

Al llegar a la mansión, bajaron del auto y se dirigieron a la puerta principal, al mismo tiempo Neal Leagan, miembro de otra de las familias de alcurnia, emparentado con los Andrew, manejaba su auto de lujo hacia la misma mansión, su padre le encargó entregarle documentos importantes a Albert William.

Al entrar los jóvenes enamorados a la casa, fueron anunciados por la sirvienta, así que esperaban en la espaciosa sala a ser recibidos, entonces Terry abraza efusivamente a Candy y la besa.

-¡Que haces Terry, no estamos solos y esto es mal visto!- dijo ella tratando de apartarlo un poco.

- Te he extrañado como loco- dijo él volviendo a inclinarse para besarla.

Pero no se dieron cuenta que en ese mismo salón, unos ojos marrones los observaban con asombro, Neal había entrado y alcanzó a reconocer a Candy, lo cual hizo que su corazón saltara emocionado, pero al ver quién era el hombre que la estaba besando apasionadamente, su sorpresa se convirtió en odio…

-¡Terry Grandchester!,- dijo para sí.´