DISCLAIMER: Los personajes de Haruka y Michiru pertenecen a Naoko Takeuchi.
La historia si está basada en mi imaginación y en mis lecturas. :)
"TU AMOR ME HACE LIBRE"
"Admiramos a las mariposas por su belleza, su magia y por la libertad que representan. Pero si las atrapamos y condenamos a una jaula, las destruimos. Muy en lo profundo de sus almas, cada mujer es una mariposa, que ofrece amor y lealtad si su libertad está garantizada."
CAPÍTULO 1
"De vez en cuando di la verdad, para que te crean cuando mientes."
Afuera había dejado de llover, no quedaba más un poco de niebla gélida en el aire. Doblé la esquina, caminando por una calle en donde se encuentra un edificio de terraplén: mi nuevo hogar, ubicado en un vecindario con arbustos que durante el verano infundan al paisaje un atisbo de frescura. Sin embargo, ahora sus verdosas hojas habían caído en su mayor parte, mientras la lluvia las dejaba resbaladizas, patinando bajo mis suelas.
El edificio estaba emplazado a mitad de la cuadra, junto a una iglesia, cuya torre azulada marcaba las horas en un imponente reloj. Mi mejor amiga: Makoto, me convenció de vivir en este vecindario, ella se acababa de mudar a un edificio más cercano a su lugar de trabajo. Después de firmar el contrato de arrendamiento, Mako me contó que posiblemente una de mis vecinas sea la señorita Lotti, una famosa soprano que pertenecía a la quinta sinfónica de Tokio. En efecto, el primer día comprobé que ella vivía allí, porque al subir los peldaños hacia mi estancia ubicada en el segundo piso, di un rápido vistazo a algunas puertas aledañas, encontrando su nombre.
Fue también una de estas puertas lo primero que me condujo a enterarme de la existencia de la señorita Kaioh. Llevaba alrededor de un día viviendo en el edificio, cuando me fijé inevitablemente en el rótulo de su puerta ubicada frente a la mía. Las letras talladas de manera elegante como una tarjeta de Cartier, decían: Kaioh Michiru, y un centímetro más abajo, Viajera. Tan sólo el rótulo me produjo una oleada de expectación respecto a esta persona que desde ya me parecía extrañamente interesante.
Una noche, bastante más tarde de las doce, me despertó la voz del señor Takeda, según me enteré después, se trataba de un solitario fotógrafo de aproximadamente 50 años, que residía en el edificio desde hace varios años. Al parecer, él estaba refunfuñando por algún motivo, y como vivía en el último piso, su exasperada voz resonaba en toda la casa.
- "¡Señorita Kaioh! ¡Otra vez usted!" – exclamó fastidiado.
La delicada voz que emergió desde el fondo de la escalera, llevaba un fingido tono de arrepentimiento. – "¡Señor Takeda, no sabe cuánto lo siento! He vuelto a perder mi llave."
- "No debe seguir llamando a mi timbre. Se lo ruego, encargue una llave nueva."
- "Es que las pierdo todas."
- "¡Yo trabajo! Tengo que dormir." – oí que gritó Takeda. – "Y usted siempre está llamando..."
- "Oh, pero no se ponga así, que no volveré a hacerlo. Y, si me promete que no se va a enfadar..." - su voz se iba acercando a medida que subía la escalera. – "Yo dejaré que me haga esas fotos de las que hablamos."
Mi curiosidad se desbordó ante el insinuante tono de voz que empleó la chica. En ese momento me levanté de la cama y lentamente abrí la puerta un centímetro. Entonces pude percibir el silencio que hizo el señor Takeda, acompañado por su audible aceleración respiratoria.
- "¿Cuándo?" - dijo disimulando muy mal su emoción.
La chica se puso a reír.
- "Algún día." - contestó divertida.
Tenía deseos de salir al rellano y asomarme a la barandilla, para verla sin ser vista. Pronto recordé que eso sería imposible porque vivíamos en el mismo piso. Me limité a permanecer observando por la delgada abertura de mi puerta. La chica seguía subiendo los peldaños, cuando finalmente llegó a su destino, la luz del pasillo iluminó su cabellera ondeada, de una hermosa tonalidad verde agua. Nunca en toda mi vida había visto algo parecido; sin embargo, más que excéntrico lucía increíblemente maravilloso en ella.
La imagen de la señorita Kaioh quedó instantáneamente grabada en mi memoria. A pesar de la tenue iluminación del pasillo, conseguí ver lo suficiente, incluso más de lo que había esperado. De todo lo que observé, sin duda el detalle que capturó mi atención durante más tiempo, fue su fabulosa cabellera, que en mi mente emulaba al suave oleaje del mar, mientras su cuerpo era digno de ser comparado con el de una sirena. Sólo su rostro me fue esquivo, por la velocidad que llevaba al caminar, pero juraría que es tan atractivo como cada parte de su magnífica anatomía.
Desde aquella vez, no la volví a ver hasta la semana siguiente, en una noche calurosa, casi de verano. La señorita Kaioh ésta vez lucía un fresco vestido celeste, sandalias blancas, y un oneroso collar de plata. Pese a su delgadez, poseía un aspecto tan saludable como la chica del anuncio de cereales para el desayuno que vi esta mañana en la televisión. Tenía los labios rosados, la nariz respingada; y los ojos ocultos bajo unas gafas oscuras. Era un rostro que había dejado atrás la adolescencia, pero que aún no reflejaba a una mujer en su plenitud. Pensé que podía tener entre diecinueve y veinticinco años.
No estaba sola. Un hombre la seguía. El modo en que su rolliza mano le rodeaba la cadera, me parecía desagradable; no en el plano moral, sino en el estético. Él era bajo, grueso, con mechones de cabello gris especialmente en las sienes, bronceado artificial, vestido con un traje a rayas, y un clavel rojo en el ojal. Cuando llegaron a la puerta, ella se puso a revolver su cartera en busca de la llave. Por fin, tras encontrarla y abrir la puerta, se volvió cordialmente hacia él:
- "Gracias, guapo... Has sido muy amable acompañándome hasta aquí." – le dijo con una amplia sonrisa antes de ingresar.
-"¡Eh, nena!" – se quejó porque ella prácticamente estaba cerrándole la puerta en las narices.
- "Dime, Shiro."
- "No soy Shiro, ése era el otro. Yo soy Sid Aizawa. Y... sé que te gusto."
- "Por supuesto, Sid. Pero... buenas noches."
El señor Aizawa se quedó mirando con incredulidad la puerta, que se cerró firmemente. - "Eh, nena, déjame entrar, anda. Sé que te gusto. Les gusto a todas. ¿No me he hecho cargo yo de la cuenta, cinco personas, amigos tuyos, gente a la que jamás había visto hasta hoy? ¿No me da eso derecho a gustarte? Sé que te gusto, nena."
Dio unos golpes suaves a la puerta, y luego otros más fuertes; al final se limitó a retroceder unos cuantos pasos, con el cuerpo encorvado, como si tuviera intención de cargar contra la puerta. Pero en lugar de eso se lanzó escaleras abajo, no sin antes asestar un puñetazo contra la pared. Justo cuando llegó a la planta baja, observé que la puerta del apartamento de la chica se abría lentamente, entonces ella asomó la cabeza.
- "Sid ..."
Él se volvió, con el rostro lubrificado por una sonrisa de alivio; pero la señorita Kaioh estaba de broma, eso era todo. - "La próxima vez que una chica te pida dinero por su grata compañía"... - dijo. – "sigue mi consejo: ¡no le des ni diez centavos!" – concluyó, antes de soltar una carcajada y cerrar la puerta.
Extrañamente ninguno de los dos advirtió que yo estaba observando la escena con especial atención. Iba de salida a casa de Mako cuando sin querer presencié la corta interacción entre ese hombre y la chica que había irrumpido en mis pensamientos los últimos días. Lo único que podía deducir ahora, era que la inigualable belleza de la señorita Kaioh sólo era comparable a su descaro. ¡Tenía la frescura propia de una lechuga!
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