-El voto de eterno amor fue por ti-
Escuché a lo lejos que alguien lloraba, la imagen de aquella persona era borrosa, confusa, sin sentido y de pronto sus ojos… era lo único claro que podía ver, sus hermosos ojos azules, llenos de miedo, de amor y de desesperación...
Desperté casi al instante, sentí la humedad en mi rostro, lleve mi mano a mi mejilla para comprobar que había estado llorando, por alguna razón su pena me había producido un sentimiento extraño que no lograba descifrar...
¿Tristeza? Quizás eso era…
Sumida en la oscuridad de la noche me levanté desorientada. Miré a mi alrededor, adaptándome a la oscuridad, no sabía cuánto tiempo me quedé estática, asimilando aquel sentimiento, avancé unos cuantos pasos antes de llegar al ventanal, a lo lejos pude visualizar el inicio de la salida del amanecer, hermoso, simplemente hermoso, no había nada que se asemejara a ello.
Había llegado un nuevo día a este lugar.
Comencé a limpiar las lágrimas que aún seguía derramando. Ignoraba la razón por la que lo seguía haciendo, después de todo había sido solamente un sueño… un sueño que siempre se repetía noche tras noche hasta donde podía recordar. Me dirigí de nuevo a la cama, tomé el libro que estaba en el buró, mi favorito, había pasado horas leyéndolo de principio a fin, no podía soltarlo. Reí para mis adentros. Hojeé sus hojas que noche tras noche me hacían sentir como si estuviera viviendo una aventura. A veces deseaba que así fuera mi vida, una aventura que no tuviera fin.
Lo dejé por un momento para dirigirme al armario y tomar la ropa que me pondría, ese día sería tan monótono y rutinario como el día anterior. Siempre era la misma rutina, una rutina a la cual estaba acostumbrada aunque a veces deseaba que fuera diferente. Busqué mis cosas para ir al mercado donde vendería la joyería artesanal que había elaborado.
Bajé por las escaleras con el libro en la mano, dispuesta a irme y empezar mi día cuando tocaron la puerta, me dirigí a ella con apuro, cuando la abrí vi a Ernesto, me acercó a él con rapidez sin que yo pudiese evitarlo. Posó sus labios sobre los míos como solía hacerlo siempre que me veía, con rudeza. Me soltó por unos momentos para entrar. Miró el libro que tenía en las manos y me lo arrebató.
-¿Me lo devuelves por favor Ernesto?-
-¿Otra vez con este libro? ¿Cómo puede gustarte? Ni siquiera tiene dibujos- dijo mirando de forma extraña el libro
-Uso la imaginación, deberías probarlo alguna vez-
-Da igual, deberías prestar atención a otras cosas como por ejemplo a mí, no está bien que una mujer lea, luego les da ideas extrañas, comienza a pensar-
-Eres un hombre un tanto primitivo ¿lo sabías?-
-Gracias pero todo el pueblo lo comenta, las mujeres no deben de leer y como serás algún día mía, tú tampoco deberías, ahora ven conmigo y compláceme- y con ello volvió besarme, sus manos comenzaron a recorrer mi cuerpo, posándose por debajo del vestido, me alejé de él, era algo que él constantemente buscaba, consumar nuestra relación sin embargo siempre me negaba, no me sentía cómoda con ello, sentía una sensación extraña, me sentía de alguna forma culpable pero no sabía la razón de ello, era como si estuviese traicionando a alguien pero no había a quién, más que a mí misma.
-¿Otra vez? ¿Hasta cuándo se te ocurrirá dejarme tomar lo que es mío?-
-Ya sabes que esto es inapropiado y ahora si me disculpas iré a trabajar- dije lo primero que se me vino a la mente. Salí lo más rápido que pude. Caminé y caminé a gran velocidad, o al menos hasta donde podía, hasta llegar al pueblo, necesitaba escapar de él. Ernesto era un hombre muy guapo, era cierto, y cualquier mujer querría ser suya, él era el hombre por el que casi todas las mujeres suspiraban y desearía decir que yo también pero me sentía sucia con su toque, claro que le quería, pero no quería que me tocara de esa forma, no me sentía cómoda y no sabía la razón de ello.
Era ilógico de mi parte, eso lo sabía con certeza pero no había nada que pudiera hacer al respecto, a veces me preguntaba si lo que sentía por Ernesto era amor, si así debía de sentirme y a veces sentía como si me faltara algo, me sentía vacía pero no podía encontrar respuesta alguna, ni tampoco tenía alguna referencia excepto quizás las de mis libros aunque eran fantasía y a veces el amor lo exageraban demasiado, a veces, deseaba poder preguntar a mis padres acerca de ello, deseaba contar con mi madre para que me guiara sin embargo en eso se quedaba, en un deseo pues hasta donde sabía ellos me habían abandonado, no recordaba cómo eran y tampoco recuerdo el día en que me habían abandonado, por esa razón no podía decir que los extrañaba, era solo otro vacío en mi vida, el cual dudaba que algún día pudiera llenar, aunque me hubiese gustado saber por qué me habían abandonado.
Dejé de lado aquellos pensamientos para seguir con mi día habitual y las personas habituales. El panadero, los comerciantes, el florista…
-¡Qué cara tienes!- volteé en dirección de aquella voz, se trataba Elisa, una mujer con cabellos marrones como los robles y de ojos verdes como las hojas de los árboles, mantenía una sonrisa aunque no llegaba a su mirada que era triste.
-Hola, al parecer no soy la única- dije
-Quizás, el dinero ya no alcanza y menos con el nuevo impuesto, cada día se hace más difícil vivir en este pueblo-
-Lo sé, créeme que lo sé, pero no hay mucho que podamos hacer ¿o sí?-
-Me gustaría pertenecer a la realeza ¿te imaginas? No tendría que preocuparme por nada, tendría todo hasta quizás algún príncipe- dijo ilusionada. Yo solo negué con la cabeza.
-Ser de la realeza es mucho más complicado que eso, debes seguir protocolos, las personas esperan mucho de ti, esperan que te comportes siempre con propiedad, que te mantengas callada y los matrimonios con los príncipes no siempre son por amor, en realidad la mayoría del tiempo son matrimonios arreglados en donde ninguno de los dos se conoce o conoce muy poco uno del otro, a veces los príncipes o incluso reyes son más viejos que las princesas de modo que no les queda otra opción y esto con el propósito de fortalecer las alianzas entre los reinos y agrandar sus fortunas, todo se rige por diplomacia, jamás puedes expresar lo que en verdad piensas, es como si vivieras como una prisionera en una caja de cristal- dije con seguridad
-¿Cómo estás tan segura? Parecería que fueras alguna princesa o algo similar- dijo riéndose
-No lo sé, supongo que simplemente me lo imagino- dije insegura, ni yo misma sabía de dónde había salido todo lo anterior.
-No importa, vamos será mejor que empecemos a trabajar aunque si tú quisieras no tendrías que hacerlo-
-No sé de qué hablas, no tengo elección, si no trabajo entonces no podría comer-
-No me refiero a eso, me refiero a que tienes al hombre más guapo de todo el pueblo tras de ti, que podría darte un hogar e hijos y aun así no te has casado con él-
-Mi vida no termina en el casamiento además es muy pronto como para hablar de eso, me refiero a que me gustaría vivir aventuras antes de siquiera pensar en ello-
-Ya, pero un hombre como él no querrá esperar a que tengas tus aventuras sobre todo teniendo a varias mujeres tras de él que cumplirían gustosas sus necesidades y quieras que no, las tiene-
-¿Sugieres que debo ser suya ya?- dije escéptica ante su declaración, era cierto que él tenía necesidades, pero yo no quería ni estaba lista para ello.
-Precisamente, un hombre como él hay que mantenerlo atrapado y si no te apuras se puede ir y tú quedarte sin pretendiente alguno-
-¿Sabías que esa es una mentalidad retrógrada? Si me ama esperará, si no, entonces se irá, simple, pero no haré nada apresurado, el matrimonio es un tema que no hay que tomarse a la ligera pues es algo con lo que tendré que lidiar el resto de mi vida-
-No importa si te ama o no, realmente lo que cuenta es que puede mantenerte- dijo seriamente.
-No quiero que me mantenga… en todo caso no me ha pedido matrimonio así que no sé por qué discutimos por ello- dije buscando terminar con aquella conversación. Era cierto que él podría hacer eso, pero yo no quería casarme sin amor, quería mucho más que eso, quería casarme con alguien que me comprendiera, que me complementara, con quien no tuviera miedo a abrir mi corazón pero sobre todo que me amara con la misma intensidad con la que yo lo amara.
-Quizás ya tiene a otra… quién sabe-
-No importa y ahora sí hay que ponernos a trabajar que la joyería no se venderá sola- dije riendo, a pesar del comentario de mi amiga, no me molestaba pensar que quizás Ernesto había encontrado a alguien más, hasta podría decir que me sentí aliviada aunque no entendía completamente el por qué. Había cosas que no entendía de mí misma, era como si en mí vivieran dos personas completamente distintas, aunque eso era ridículo, Claro que suena ridículo, soy solo yo, no hay otra persona, era imposible.
Al final del día todo volvía a la normalidad, jamás pasaría nada interesante o diferente, o al menos eso era lo que pensaba.
