Esta historia es un proyecto de traducción del fic "Swanns of the Seas", escrito originalmente por TheInsaneFluba, todos los créditos a ella. Los personajes pertenecen a Disney, menos las encantadoras Alice, Kitty y Lydia. Ellas pertenecen a TheInsaneFluba. ¡Distrutad de la historia!


La Maldición de la Perla Negra: Prólogo

La noche era oscura, y la leve brisa, fresca. La niebla colgaba pesada en el aire, sobre el mar, de un color azul profundo, casi negro. Un solitario acorazado navegaba a través de las nada naturales calmadas aguas del Atlántico. Una bandera del Reino Unido ondeaba ligeramente en la brisa calma. De debajo de cubierta, emergió una chica joven, de largo cabello negro algo enredado. Su cara parecía aún más pálida de lo que era a la luz de la luna, así como sus ojos, de un color gris claro. No podría tener más de catorce años. La muchacha no era otra que Lydia Swann, la mayor de las cuatro hermanas Swann.

Lydia escudriñó la cubierta, como si buscase algo (o a alguien). Sus ojos se posaron en una chica en la proa, mirando al infinito océano que se extendía delante de ellas. Lydia sacudió la cabeza en dirección a su hermana Elizabeth. Subió los escalones, sus ojos alicaídos como siempre. Según se iba acercando a su hermana de doce años, empezó a oír el canto... El canto de Elizabeth, para ser más precisos. "Yo ho, yo ho, un gran pirata soy..." cantaba Elizabeth. Lydia se mordisqueó el labio inferior. ¿Estaba acaso su hermana cantando una canción pirata en una nave de la Marina? ¿Estaba completa y absolutamente loca?

De repente, otra chica joven rebotó, pasando junto a Lydia, hacia Elizabeth. Las ondas libres de un rubio sucio debían pertenecer no otra que Alice Swann, la hermana más pequeña de Lydia. "Brindad, compañeros, yo ho..." cantó Elizabeth, mientras una Alice de ocho años tarareaba junto a ella. Un marinero limpiaba cerca de Lydia, con un obvio ceño en su frente. Posó sus manos sobre los hombros de sus hermanas.

—¡Silencio, señoritas! —siseó— Piratas malditos navegan estas aguas, ¿no querréis que nos encuentren, verdad? —Elizabeth y Alice miraron al marinero con los ojos muy abiertos, aunque claramente por diferentes motivos... Elizabeth estaba claramente asustada, mientras que Alice se mostraba curiosa, y quería oír más sobre estos piratas.

—¡Señor Gibbs! —llamó una autoritaria y potente voz. Lydia se dio la vuelta, para encontrar al Capitán James Norrington aproximándose. Detrás de él estaban su padre, el gobernador Weatherby Swann, con la hermana de diez años de Lydia, Katherine "Kitty" Swann— Es suficiente.

—¡Estaba cantando sobre piratas! —masculló Gibbs— Trae mala suerte cantar acerca de piratas con esta niebla antinatural... Recordad mis palabras.

—Consideradlas recordadas —respondió Norrington fríamente— Volved al trabajo —Gibbs asintió y murmuró para sí mismo mientras pasaba junto a Lydia, no dándose cuenta siquiera de que estaba ahí.

—Yo pienso que sería interesante conocer a un pirata —dijo Alice. Norrington miró abajo a la niña, con extremo disgusto. No era ningún secreto que Alice sacaba de quicio al capitán. Ella y Kitty se mantenían haciendo bromas a la tripulación a lo largo del viaje, y aún quedaba una semana para llegar.

—Piénselo otra vez, Miss Swann —bufó Norrington—, son viles y disolutas criaturas. Todo hombre que navega bajo una bandera pirata, o viste como un pirata, está destinado a obtener lo que merece. Una caída corta con una para en seco —todas las hermanas de Lydia parecieron confusas con aquella última frase. Lydia sabía perfectamente que significaba un ahorcamiento. Ese marinero, Gibbs, decidió a ayudar a la aclaración, e interpretó con mímica se ahorcado. La pálida mano de Kitty voló a su cuello, y sus ojos marrones claros de abrieron con miedo. Elizabeth sólo miró y jadeó. Alice parecía completamente imperturbable y posiblemente más interesada aún. Lydia nunca entendería a Alice.

—Capitán Norrington —intervino el Gobernador Swann, al ver la reacción de sus hijas— aprecio vuestro fervor, pero temo el efecto que este tema pueda ejercer sobre mis hijas.

—En realidad, encuentro todo esto muy fascinante —afirmó Alice.

—Yo también —añadió Kitty.

—Y yo —estuvo de acuerdo Elizabeth.

—Eso es precisamente lo que me preocupa —murmuró el Gobernador—. Lydia, ¿podrías conducir a tus hermanas a un tema de conversación más apropiado para nuestra clase y rango?

—Sí, padre —respondió Lydia dócilmente. El Gobernador Swann y el capitán Norrington se dieron la vuelta y se fueron, probablemente par asegurarse de que la tripulación estaba cumpliendo su cometido.

—Todavía creo que sería interesante conocer a un pirata —refunfuñó Alice, mientras se inclinaba sobre la barandilla de proa—, más interesante que estar encerrada en una gran casa, hasta que me case.

—Es mejor eso que estar atrapada en una pequeña casa, muriendo de hambre —señaló Lydia.

—Por lo menos tendría más libertad —gruñó Alice, sus ojos brillando con furia.

—¿No estáis ninguna de vosotras al menos un poquito emocionadas de ir al Nuevo Mundo? —inquirió Lydia— Pensadlo, viviremos junto al océano, no estaremos en una ciudad súperpoblada nunca más, Kitty no tendrá que volver a ver a Benjamin Holmes más...

—Gracias al Señor Todopoderoso por eso —murmuró Kitty, llevando un mechón de su cabello castaño claro tras su oreja. De repente, Elizabeth jadeó, y señaló hacia el agua.

—¡Mirad! ¡Un chico! —gritó— ¡Hay un chico en el agua! —Lydia corrió al borde para ver si lo que Elizabeth estaba diciendo era verdad. Ella jadeó cuando vio a un chico inconsciente flotando en una pieza de madera en el océano. Norrington se apresuró para ver.

—¡Hombre al agua! —gritó el capitán— ¡Traed un gancho! ¡Sacadlo de ahí! —el barco se convirtió en un caos, mientras los marineros trataban de recoger al chico del mar y traerlo a cubierta con un ancla. El Gobernador Swann se apresuró junto a sus hijas, y tomó a Kitty y Alice por los hombros.

—Vosotras dos, volvéis a la cabina —les dijo a sus hijas menores.

—Pero, padre...

—No quiero escuchar ningún pero, Alice —rebatió rápidamente el Gobernador. Alice puso mala cara y miró a un punto vacío en cubierta—. Kitty, lleva a tu hermana dentro.

—Sí, padre —respondió Kitty. Ella guió a Alice lejos, mientras el Gobernador se giró hacia el nuevo residente del barco. Si estaba vivo o no, era aún un misterio. Norrington se aproximó rápidamente al chico y le hizo un reconocimiento rápido.

—Aún respira —concluyó Norrington.

—¿De dónde ha venido? —inquirió el Gobernador Swann.

—Santa María, madre de Dios... —el marinero, Gibbs, suspiró de repente. Lydia, como todos a bordo del S.R.M Impávido, corrió inmediatamente al lado del barco para ver qué estaba mirando Gibbs. Lydia dejó caer su mandíbula, y jadeó, ante la vista que se extendía delante.

Era un barco... O, al menos, lo que quedaba de uno.

Piezas de madera iban quemándose a la deriva en el océano, meciéndose con las aguas. El fuego ardía tan fuerte, que Lydia podía sentir el calor en la cara, y ella estaba a muchos metros del destrozo.

—Una explosión de pólvora. Los buques mercantes viajan muy armados —explicó Norrington.

—No les ha servido para mucho... —bufó Gibbs— Todos lo están pensando, yo solo lo digo... Piratas.

—No hay pruebas de ello —estableció el Gobernador Swann—. Podría haber sido un accidente —Norrington empezó a dar órdenes a la tripulación, para preparar cañones y botes salvavidas. Parecía que quería ir en busca de supervivientes. La tripulación cogió al chico inconsciente y lo situó a un lado. Obviamente necesitaban la cubierta despejada. El Gobernador se dio la vuelta hacia Elizabeth, y le dijo:—. Elizabeth, quiero que cuides del chico. Desde ahora, está a tu cargo. ¿Lo harás? —Elizabeth asintió y se dirigió hacia el chico— Y Lydia, ¿la ayudarás y cuidarás a tus hermanas?

—Por supuesto, padre —respondió ella en su habitualmente dócil voz. Mientras iba hacia su hermana, vio al chico jadear y abrir sus ojos de repente.

—Está bien —escuchó a Elizabeth decir—. Mi nombre es Elizabeth Swann.

—Will Turner —respondió el chico, con una voz seca y raspada.

—Yo cuidaré de ti, Will —le aseguró. Will asintió y cayó de nuevo desmayado. Lydia se dirigió hacia su hermana y se arrodilló junto al chico. De repente, Elizabeth se dio cuenta de que el chico llevaba un medallón de oro colgado al cuello. Lo tomó de su cuello y lo observó.

—Elizabeth... —advirtió Lydia. Entonces se percató de la imagen de una calavera en él. Lydia abrió los ojos. Sólo había una cosa que pudiera significar ese colgante.

—Eres un pirata —murmuró Elizabeth, sorprendida.

—¿Ha dicho algo? —Lydia y Elizabeth se dieron rápidamente la vuelta y miraron al capitán James Norrington. Elizabeth escondió rápidamente el colgante a su espalda.

—Su... su nombre es Will Turner —tartamudeó Lydia— Eso... Eso es todo lo que averiguamos.

—Muy bien —respondió Norrington—. Y, en el futuro, tratad de no tartamudear tanto. Es impropio de una joven dama —Lydia asintió y miró al suelo, no queriendo mirar a Norrington a los ojos. El capitán se apresuró y se fue.

—No puedes quedártelo. Tienes que deshacerte de él —apremió Lydia rápidamente a Elizabeth.

—¿Por qué no? —preguntó Elizabeth, mientras se dirigía a popa.

—Hay algo... malvado en él —murmuró Lydia—. No estoy segura de qué, pero lo hay. No me gusta mirarlo.

—Porque es pirata.

—Porque es malvado. La piratería no tiene nada que ver con esto —Lydia miró abajo, hacia el océano—. Por favor, tíralo al agua. Tengo el presentimiento de que algo malo ocurrirá si te lo quedas.

—Bien... —dijo Elizabeth— Lo tiraré, después, por la noche.

—Gracias... —suspiró Lydia, aliviada con la decisión de su hermana. Elizabeth se fue sin decir una sola palabra. Lydia se apoyó sobre la barandilla de popa, y observó la oscura y densa niebla. Tras unos minutos, vio un barco emerger de la niebla. Una goleta, por su aspecto. Normalmente, lo hubiera dejado pasar... sin embargo, este barco era diferente.

Este barco tenía velas negras.

Lydia debería haber corrido, alertado a un marinero, o debería haber dejado de mirar, e ignorar la visión. Pero no podía. Solo podía permanecer mirando al barco, con miedo de dejar de mirar, y con miedo de lo que ese barco pudiera significar. ¿Era un barco pirata? ¿Iban a atacarlos? ¿Destruyeron ellos el otro barco mercante? Lydia miró arriba, a la bandera. Era una calavera con espadas cruzadas, y negra como la noche... Era una bandera pirata. Lydia miró al barco. La luz de la luna atravesó la niebla, y se derramó sobre la cubierta. Lydia jadeó, con los ojos muy abiertos, y el cuerpo, de repente, muy frío.

Vio figuras esqueléticas vagabundeando por cubierta. Una de ellas, que vestía un gran sombrero con una pluma, se giró y miró en dirección a Lydia. Lydia tragó sonoramente y cerró los ojos, desvaneciendo las imágenes.

De repente, se despertó.

Y era ocho años más tarde.