Té naranja

No supo cómo, pero logró llegar a la casa y entrar por la ventana de la habitación donde se hospedaba furtivamente. Al entrar, se dejó caer torpemente sobre el escritorio que yacía debajo.

-¿Rukia?

Giró su cabeza y descubrió a un muchacho de cabello naranja recostado en la cama; sus largas piernas y brazos ocupaban casi todo el colchón, y en sus manos sostenía un libro delgado que parecía haber estado leyendo minutos antes.

-¿Rukia, estás bien?

La chica estampó en su rostro una sonrisa falsa y exclamó con voz exageradamente jovial:

-¡HOLA ICHIGO! ¡YA REGRESÉ!

El muchacho frunció el entrecejo y observó desconfiado a la chica.

-¿Te ha pasado algo? Te noto algo extraña...

-NO PASA NADA, ESTOY PERFECTAMENTE BIEN. SOLAMENTE DORMIRÉ UN POCO, ESTOY ALGO CANSADA.

-¿Por qué gritas?

-NO ESTOY GRITANDO, HABLO EN TONO NORMAL.

Rukia giró sobre sí misma para dirigirse a su dormitorio improvisado dentro del armario, pero en ese momento un mareo le hizo perder el equilibrio y habría caído al suelo si unos brazos firmes no le hubieran sujetado.

Levantó la mirada y se encontró con dos ojos avellanados observándola con preocupación.

-Rukia... creo que no estás nada bien –Ichigo pasó su mano por la frente de la muchacha-. Estás ardiendo en fiebre.

-Oh, oh, nada de eso –Rukia emitió una risita y se despojó del apoyo de aquellos brazos, que por un momento sintió confortables-. Estoy perfecta...

De pronto, sus pies ya no tocaban el suelo, y su pequeño cuerpo fue trasladado por dos brazos fuertes para ser depositado sobre la cama.

-Quédate allí –ordenó Ichigo con autoridad y salió de la habitación.

Rukia se recostó; cerró los ojos y reconoció que realmente se sentía mal.

Minutos después Ichigo entró por la puerta con una bandeja en las manos y la colocó sobre su escritorio. Luego, el muchacho de cabello naranja le tendió una taza.

-Té de naranja, te bajará la fiebre.

Rukia tomó la taza, sorprendida.

La escena mientras ella bebía la infusión y el chico le esperaba sentado en una silla, fue silenciosa. Finalmente cuando ella terminó, hizo ademán de levantarse.

-Duerme. –ordenó Ichigo.

-¿Eh? Pero ésta es tu cama...

-No importa. Duerme.

Rukia obedeció sin chistar y se recostó, entregándose al sueño, único reposo para su cuerpo enfermo.

A la mañana siguiente, ella se sintió mejor y agradeció a Ichigo por aquel té de naranja, que le había reanimado bastante. Él admitió con un bostezo que no había sido nada.

Los dos se dirigieron a la escuela platicando y discutiendo como lo hacían siempre. Sin embargo, durante el trayecto, Rukia observó que Ichigo bostezaba mucho.

Y cuando lo encontró durmiendo sobre el pupitre en plena clase, entendió la razón.

Rukia se quedó mirándolo con ternura.

Aquel muchacho llamado Ichigo, había velado su sueño quedándose despierto toda la noche, tras haberle preparado aquel té, que había sido de naranja, igual que el color de su cabello.