Cap I: El último comienzo
Nunca iba a terminar por comprender si eso iba a pasar cada vez que saliera de compras con su hija. Beth era una niña un tanto revoltosa e inquieta, sí ¿pero era necesario que siempre se alejara apenas ingresaban al supermercado? Se supone que ya no deberían estar allí porque en diez minutos debía estar en el edificio de Justicia o Santana, su mejor amiga y abogada, pondría el grito en el cielo si no la veía a la hora acordada.
Ella empujó su carro y terminó de guardar unas cajas de cereal, la favorita de su hija y avanzó rumbo al puesto de frutas y verduras. Unas cuantas plantas de ensalada, tomates, pepinillos y duraznos, lo que más consumía Beth luego de sus partidos de hockey y de alguna manera a ella también le gustaba. Aunque su manera favorita de comerlos era en trozos y dentro de su yogurt.
Con un poco de dificultad, echó a andar otra vez el carro y caminó hasta una de las cajas. Le sonrió a la anciana delante de ella, que esperaba con paciencia el traspaso de su tarjeta de crédito y buscó con la mirada a su hija. Esa niña necesitaba una buena reprendida por siempre actuar igual y se la daría al llegar a casa.
Los segundos pasaban, transformándose en minutos y la rubia de 8 años aún no aparecía. Ella se pasó una mano por la frente y avanzó hasta la cinta caminadora, para comenzar a descargar sus productos cuando la anciana finalmente se marchó. Mientras le entregaba a la cajera su tarjeta, estiró su cuello y movió la cabeza, buscando aún a Beth para pagar e irse cuánto antes.
Sin embargo no la encontró y la frustración pudo más con ella. Se alejó unos pasos, disculpándose con la empleada y advirtiéndole que enseguida regresaba. Parada en medio del pasillo y con las miradas ajenas encima, gritó el nombre de su hija.
- ¡Beth!- la llamó justo cuando su celular comenzó a sonar dentro de su chaqueta. Suponía que era Santana y su altanería de por qué aún no llegaba, seguramente ya todos estaban esperándola. Tomó el móvil y lanzó un suspiro, al ver el nombre de su esposa en la pantalla- ¿Quinn?-
- ¿Dónde estás? Estamos esperándote, tengo cosas que hacer también, Rachel-
- Estaré allí enseguida, estoy en el supermercado con Beth y sabes lo que adora hacer de las suyas entre las góndolas- ironizó-
- En media hora comienza mi conferencia- le reclamó la rubia entre dientes- acordamos hoy y no estás ¿cómo vamos a divorciarnos si no estás aquí para firmar?-
- Quinn, estaré allí en unos minutos solo estoy intentando de…¡Beth!- la llamó nuevamente al verla correr mirando hacia atrás y escondiéndose a unos metros , entre las pelotas enorme de la sección de limpieza-
- ¡Mamá! ¡Mamá, ayúdame!-
- ¿Es Beth?- preguntó Quinn preocupada. Sin embargo ella bajó el brazo con el que sostenía el móvil y avanzó lentamente unos pasos. El lugar se silenció y todos observaron hacia donde se había ocultado la niña. Hasta que alguien apareció de la nada y, con su boca abierta emitiendo un grito, se detuvo a mirarla.
El corazón de Rachel se paralizó. Era un hombre robusto, que mostraba sus dientes en un gesto furioso pero su rostro no tenía el color normal porque su piel había oscurecido. Su saliva caía en largos hilos y ella retrocedió un paso, cuando un chillido agudo salió de su boca y notó que algo raro estaba sucediendo.
Rodeó con sus dedos el arma que portaba a un costado y alzó la voz, intentando dominar el actuar de aquel desconocido y calmar a los demás:
- Está frente a una oficial de policía. Le ordeno que levante sus manos y las acomode en su cabeza- De repente un foco de luz explotó y los gritos comenzaron a inundar el lugar. Así como él, otro hombre apareció sobre una góndola y en la misma situación. Ella lo miró un momento, hasta que vió al anterior desaparecer y seguir los pasos de su hija- ¡Beth!- gritó al arrojar el móvil y correr tras él-
El desastre se desató tras ella pero no volteó. Los gritos y alaridos de mujeres y más niños comenzaron a oírse pero el rostro de su hija cegaba su mente y potenciaba su trote. Se deslizó hasta donde la vió. Allí, de espalda al piso y arrinconada, las pequeñas piernas de Beth se aprisionaban contra su pecho para alejar el rostro de aquel hombre.
Miró a su alrededor y, tras hallar un palo de escoba de la sección, llegó a él y lo estrelló contra la parte derecha de su rostro. Cayó y volvió a levantarse enseguida, echándose contra ella ahora y lanzándola al piso. Cuando lo sujetó por el cuello de su camisa y esquivaba su boca, el olor a sangre llegó a su nariz y algo más, parecía que algo se pudría en él y no podía controlarlo.
Rachel quitó su arma, con total esfuerzo y coló la mano entre ambos cuerpos, hasta llegar a la base de su mentón. Cuando quitó el seguro, observó sus ojos: rojos y oscuros, desesperados como sus dientes por tocarla.
- ¡Mamá!- gritó Beth de pie, a un lado. Ella alejó su rostro y disparó, sintiendo el peso de aquel desconocido caer contra su cuerpo- Mamá ¿qué está pasando? ¿qué era eso?-
Su pequeña lloraba con las manos jalándose el cabello y aplastándolo, buscando las respuestas a lo que acababa de preguntarle. Rachel se removió y salió de allí abajo, poniéndose de pie y mirando lo que acababa de hacer.
- ¿Lo mataste?- le preguntó llegando a ella. La morena alzó la vista y otro pasillo de supermercado había ahora. Estaban todas las góndolas arrojadas, las bolsas pisadas, la gente corriendo y algunos cuerpos en el suelo, quizás vivos, quizás no. Tomó la mano de su hija y la jaló con suavidad, dejando su otro brazo pegado a su cuerpo con el arma -
- Tenemos que ir a casa- susurró caminando con rapidez-
- ¿Qué fue eso? Mamá, tengo miedo ¿por qué ese hombre quería mordernos?-
- ¿Por qué?- murmuró Rachel agachándose tras llegar a las cajas de cobranza y obligando a hacer a su hija lo mismo- porque al parecer algo se escapó del laboratorio de tu madre- aseguró quitando el cartucho vacío y colocando otro nuevo con rapidez. Asomándose una última vez tras la pequeña pared que las protegía, Rachel regresó la vista a Beth y volvió a tomar su mano- debes correr con mamá ahora ¿de acuerdo?-
- No- sollozó la pequeña y lanzándose a ella en un abrazo- no, mamá, tengo miedo-
- Beth, cariño, debemos llegar al auto ¿de acuerdo? Mamá te protegerá. Como cuando salimos a correr por las tardes y alejo los perros que salen a ladrarnos ¿lo harás por mamá?-
Su hija volvió a mirarla y ella le quitó las lágrimas que aún salían y mojaban su rostro. Beth asintió y, tras asegurar el agarre, se pusieron de pie y volvieron a correr.
Una, dos y tres veces disparó dentro del lugar antes de llegar a la salida. Se había graduado de la escuela de policías una década atrás, apenas a sus 23 y esos años respaldaban su buena puntería.
Tras cruzar las puertas corredizas, se detuvo un momento y miró lo que la rodeaba. Todo un caos se había desatado en menos de diez minutos, en una simple compra por la tarde de madre e hija y nada se veía como antes. Agachó su vista a Beth, que aún lloraba pero intentó sonreírle. Ella apretó sus manos y corrieron al auto, a tan solo unos metros.
- Colócate el cinturón- le ordenó tras ingresar. Selló las puertas con seguro y encendió el motor mientras pisaba el acelerador con todas sus fuerzas. Su Toyota Hatchback era lo suficientemente ligera como para retomar el camino a casa-
- ¿Y mamá?- preguntó la niña mirándola pero preocupada por Quinn-
- Cuando lleguemos a casa la llamaremos- le dijo al doblar con violencia y sentir el zigzagueo trasero de su coche. Movió la palanca de cambios y, por primera vez en esa hora, sintió un poco de tranquilidad cuando la calle por la que avanzaban no mostraban signos de lo que ellas vivieron-
Se preguntó qué esperaba Quinn por aparecer. Su hija aguardaba por ella en medio de las escaleras, aferrada al barandal y aún sollozando. Rachel no quería encender la radio o la televisión, sabría que terminaría asustándola aún más y Beth era lo más preciado de su vida, no iba a exponerla a algo innecesario.
Su barrio aún estaba tranquilo pero Noah, uno de sus compañeros y jefe de su Departamento, la había llamado minutos atrás y ordenado que no saliera de casa, que un virus se había desatado similar a la rabia en los perros y lo mejor era prevenir. Pero ella conocía más sobre el tema, Quinn venía trabajando en el por años, posiblemente desde que eran novias y solo descubrir el virus con su correspondiente antivirus era lo único que le faltaba para ganar un premio nobel o lo que sea, pensó en ese momento exasperada.
Su teléfono volvió a sonar por lo que corrió a la mesa ratona y levantó el tubo, suspirando al oír la voz de su esposa.
- Oh dios ¡por fin atiendes! Llevo tiempo llamándote y daba ocupado ¿qué le pasó a tu celular?-
- ¿Qué demonios está pasando Quinn? - susurró y por un momento solo la oyó respirar. Lo hacía con nervios y ella podía imaginarla con una mano dentro de su bata y la otra con el teléfono pero acomodando con un dedo sus anteojos de trabajo-
- ¿De qué estás hablando?-
- Casi muerden a nuestra hija- musitó con un dolor atravesándole la garganta- ¿dónde estás? No deja de preguntar por ti-
- Estoy en el laboratorio- ella suspiró. Era por eso mismo que habían pactado reunirse por la mañana y firmar de una vez por todas el divorcio. Ella trabajaba doce horas diarias y cuando llegaba a casa, por la noche, solo quería pasar tiempo con su hija y su esposa. Quinn se lo regaló por unos años pero, cuando uno de sus descubrimientos cambió la ciencia, la rubia pasaba casi todo el día allí dentro. No sabía si se había acabado el amor pero lo cierto es que si aún había, ya no estaban demostrándolo-
- Entiendo… ¿si quieras tienes idea de lo que está pasando? ¿De lo que nos pasó en el supermercado?-
- Con respecto a eso…necesito que me des información-
- Beth quiere hablar contigo-
- Y luego me la pasas al teléfono. Los militares ya están controlándolo todo, dile que nada más pasará, que iré esta noche y cenaremos juntas-
- Dudo mucho que para ese entonces tenga hambre-
- Rachel, por favor, no hagas esto más difícil- ella se mordió el labio, evitando llorar al imaginar que todo volvería a salirse de control y Quinn no estuviese cerca. Aún compartían casa pero ya no dormían en la misma cama. La rubia lo hacía en el sillón y ella en lo que solía ser el cuarto de ambas pero el estar atravesando esa situación sentimental no le prohibía preocuparse por ella. Lanzó aire, desahogándose de la tristeza y se humedeció los labios-
- ¿Qué necesitas saber?- le preguntó volteando y caminando hasta su hija. Sacudió su cabello suelto con diversión y la vió reír desde que llegaron. Continuó hasta la gran ventana del living y, colando un dedo entre las persianas, observó con determinación el exterior-
- ¿Qué fue exactamente lo que pasó?-
- No lo sé, un hombre perseguía Beth pero lucía raro, realmente me aterré y…olía mal. A sangre y algo de pudrición-
- Ajá ¿su ropa?-
- ¿Qué?-
- Su ropa, cómo estaba vestido-
- Ah…em, su camisa algo desarreglada y su corbata igual, no lo sé Quinn. Aún estoy en estado de shock, por si te interesa-
- Está bien, está bien, lo siento…. ¿quiso lastimarte?-
- Lastimarnos. A mí y a mi hija-
- Nuestra- la corrigió Quinn y ella soltó el dedo de la ventana. Recordó cuando decidieron tenerla, apenas un año después de haber contraído matrimonio, ambas con 25 años y ya 9 juntas. Se habían conocido en el Instituto y todo el flechazo fue instantáneo. No hubo nunca discusiones por celos, solo bromas ni desconfianzas. Habían sido la única relación estable en la vida de la otra y, quizá, la costumbre estaba consumiéndolas poco a poco hasta orillarlas a la decisión de separarse. Pero debía admitir que aún la quería, casi 20 años juntas no se podían borrar y reemplazar así como si nada. Sin embargo la decisión de divorciarse ya era un hecho y no creía que lo mejor era volver a tras- ¿Le disparaste?-
- Haría eso y más por nuestra hija-
- ¿Es mamá?- le preguntó Beth llegando a ella y alzando sus brazos para tomar el teléfono. Ella se lo entregó sin decir palabra y la dejó a solas, perdiéndose en la cocina-
Aprovechando que su hija no la oiría, encendió la radio que reposaba sobre la mesada y contra la pared. Buscó entre los diales hasta dar con uno claro, en donde podía escuchar todo sin interferencia.
"…la zona centro, norte y oeste de Ohio se encuentra en cuarenta, repetimos, en cuarentena. No salgan de casa hasta que gendarmería se los apruebe y por favor, sellar puertas, ventanas o aberturas donde se encuentre el contacto con el exterior. Es un trabajo que durará unas horas y todo volverá a la normalidad…"-
La apagó y dejó caer su frente contra el frío mármol. Ella policía, a unos honores de ascender a teniente y su aún esposa científica. Solo necesitaba sumar ambas profesiones para dar con el resultado de lo que estaba pasando y estaba en ella creer o comenzar a crear hipótesis.
En su adolescencia, le gustaba ver ese tipo de películas, en donde los protagonistas corrían para protegerse de un ataque antes de que el mundo se acabe. Pero el mundo no se podía acabar ahora, su hija estaba en el y tenía toda una vida por delante y desarrollarla. No, definitivamente eso no podía estar pasando.
- ¿Mamá?- la llamó Beth y ella giró a verla al instante. Tomó el teléfono que le tendía y lo volvió contra su oreja-
- Rachel, necesito que me escuches con atención ¿de acuerdo?-
- Está bien-
- Según lo que Beth me dijo, lo que está pasando….-
- ¿Llenaste a mi hija de preguntas, Quinn? ¿Qué demonios te pasa? ¿quieres asustarla más?-
- Quiero protegerlas, cosa que no va a suceder si no me escuchas-
- Escuché la radio, solo serán unas horas de cuarentena y….-
- Ninguna hora de ninguna cuarentena- la cortó la rubia con seriedad- en cuarentena están los de afuera, pero de nosotros. Nosotros somos el peligro y ellos están refugiándose. Lo que tenía ese hombre en el supermercado es un virus, Rachel y los virus se expanden tan rápido como el aire, por eso había otro, según Beth en su mismo estado-
- Sí, lo había. Más de ellos dos, en realidad-
- Bien- suspiró la rubia- Rachel ayer…Brittany cometió un error- le dijo con algo de culpabilidad. Ella rodeó a su hija y caminaron de regreso al living, ocupando un sillón-
- ¿De qué hablas?-
- Sabes que hemos estado trabajando en la vacuna para ciertas enfermedades terminales- le recordó Quinn. Ella y su compañera ,Brittany, pasaban mucho tiempo juntas dentro del laboratorio con fines médicos-
- Ajá-
- Debíamos entregar una caja, con diez jeringas y la misma cantidad de muestras a la clínica. La enfermera inyectó un paciente en nuestra presencia, te juro que yo misma lo ví aliviarse, creímos que todo marchaba bien. Sin esperar, con Britt hicimos unas más y un total de treinta personas fueron suministradas con esa fórmula-
- ¿Entonces?- insistió con preocupación. Su hija estaba durmiéndose sobre sus muslos y no quería despertarla para continuar asustándola pero, conociendo a la compañera de Quinn, cualquier error podría haber sucedido-
- Brittany nombró mal las cajas y en las muestras iba el virus desconocido. El hombre que las atacó en el supermercado debe haber sido uno de esos pacientes. La combinación de su enfermedad más la potencia del virus termina como una fusión explosiva en la que solo ellos salen beneficiados. No sé como vamos a detenerlos- estaba hablando como ella en su adolescencia, acelerada y sin tomar aire. Se oía preocupada y estaba segura que la rubia sabía algo más, con detalle cada cosa pero no iba a decirle más por teléfono-
- En la tienda había como tres de ellos, Quinn-
- Eso quiere decir que gendarmería debe encontrar unos veintisiete más-
- ¿Y cómo van a hacerlo? ¿Qué es ese virus? ¿Por qué intentó morderme entonces?-
- No se cómo van a hacerlo pero mientras tanto cuida a Beth y no salgan de casa. El virus es desconocido o al menos no sabemos cómo llamarlo aún, pero es peligroso. Intentó morderte porque la enfermedad terminal ocupa su cerebro, es como si desapareciera de su cuerpo y el virus pasara a manejarlos. Muerden o golpean por instinto, no por necesidad, Rachel-
- ¿Y si me muerden qué? –
- No lo sé, aún. Estamos esperando con Britt porque la policía nos deje tomar una muestra de los cuerpos pero mientras tanto no salgan de casa y aléjate de… ¿qué fue eso?- inquirió Quinn al oír un fuerte ruido. Ella dejó a su hija dormida, con cuidado sobre el sillón y se puso de pie- Rachel ¿qué es eso?- insistió cuando el martilleo se hizo continuo y la morena no respondía-
Caminó hasta la puerta, de donde provenía y se asomó por la mirilla. Tragó saliva, aterrorizada y retrocedió unos pasos. Del otro lado, Brad, su vecino que solía cortar el césped en verano sin cobrarles, ahora golpeaba su cabeza una y otra vez contra su puerta.
- Rachel-
- La calle, Quinn- susurró al llegar en silencio a la ventana- la calle está llenándose de ellos-
- ¿Qué? ¿Qué estás diciendo?-
- La gente está corriendo y ellos los alcanzan y…- ella emitió un grito y el teléfono cayó cuando la ventana fue rota y dos brazos se colaron desde el exterior. Lo recogió y nuevamente habló- están aquí, están caminando hacia casa-
- Demonios. Carga a Beth y espérenme en la azotea-
- ¿Estás loca?- le preguntó al oírla moverse y su ruido de llaves- quédate allí, nosotras iremos-
- Rachel no….-
- Que te quedes allí. Yo soy la policía y estoy dándote una orden- colgó sin más reproches y lanzó el aparato a un lado. Llegó a Beth, despertándola entre miradas hacia atrás y controlando que aún no atravesaran la ventana- Beth, hija, vamos, tienes que ayudarme-
Somnolienta y mientras refregaba sus ojos, ella le ordenó que fuese por una mochila y cargara dos prendas de ropa con rapidez. Mientras Beth se perdía en el segundo piso, ella abrió la puerta del cuarto bajo las escaleras y, pateando algunas bolsas, llegó a su objetivo.
Era un armario que no dudó en abrir con rapidez y suspirar aliviada al verlo como siempre. En un bolso que esperaba a un lado, cargó algunas armas y lo cerró, regresando al living y llamando a su hija.
- ¿Vamos con mamá?- le preguntó al bajar y reunirse con ella. Rachel tomó su mano y, luego de arrastrarla hacia la ventana, contó con velocidad cuántos infectados aguardaban por ellas afuera. Apenas eran cinco y necesitaba pasar por ellos si quería llegar a su auto-
- Iremos con ella, sí- le aseguró colgándose el bolso cruzado tras su espalda. La morena tomó su acostumbrada arma y apuntó a los más cercanos. Derrumbando a cuatro, al otro le disparó al abrir la puerta y corriendo hacia el coche-
Mientras manejaba, bajó la cabeza de Beth y le pidió que continuara durmiendo. Afuera, a los costados de las calles, había algunos cuerpos sin vida de los cuales los infectados estaban alimentándose. Apretó más el acelerador y, mientras se preguntaba realmente qué continuaría pasando y si todo era un sueño, rogó porque la espera con Quinn no fuese eterna y volviera a verla.
Cuánto antes.
Sí, sé que tengo otra historia pero Bajo sus Encantos ya superó más de la mitad de capítulos y posiblemente solo le queden 10 (serán 35 ) Entonces como esta historia tiene algunos caps escritos y no creo que tenga más de 15, pues a las que les guste la temática zombie (como a mí) pueden ir leyéndola asique gracias y a las que no, es entendible pero estoy disfrutando mucho terminar de escribirla entonces quería publicarla.
No se preocupen si no entienden la teoría realmente, la verdadera y completa explicación está en el cap siguiente. Por otro lado, sé que parece que empieza algo dramática la situación de las Faberry pero si han leído algo de lo que ya escribí antes, todo va a tener su solución.
Ni Glee ni sus personajes me pertenecen Que estén bien, saludos!
