Clow levantó la mano con suavidad, dejándola caer casi al mismo tiempo en un estrépito.
-No hay nada que podamos hacer- dijo Fei Wang, mirando desde el otro lado de la cama-. No puedes hacer nada.
Reed le miró como si hubiese dijo la blasfemia más grande de la historia. Si pudiera, le mataría por eso.
-Aún hay algo… si tan solo por un instante…- acaricio el rostro marmóreo de Yuuko- … desearía que ella pudiera abrir los ojos una ves más…
Como un torbellino, la cama comenzó a temblar terriblemente, haciendo que las mantas cayesen por los costados.
-¿Qué diablos…?- Fei Wang trastabilló con el dobladillo de su túnica, aferrándose con fuerza a una cómoda.
Clow, por el contrario, permanecía inmóvil, sentado sobre la cama, impasible con el rostro oculto tras su pelo suelto.
-¿Un trance?.
-… tan sólo desearía ver el brillo de sus ojos una vez más- repitió siseante el mago más poderoso de todos, mientras sus manos brillaban intensamente.
-¿Magia?- Fei no cabía en sí.
Estaba usando su… ¿magia?. ¿Y los límites?.
-Esto no es magia… es algo… más fuerte….
¿Los sentimientos?, ¿acaso la fuerza de sus propios sentimientos estaba atravesando ahora las barreras de la muerte?. ¿Tanto poder tenía?.
Todo ocurrió en una fracción de segundo: Clow cayó de la cama desmayado, todo dejó de moverse y el sol, oculto por un manto de nubes, volvió a iluminar la habitación en la Mansión de Tomoeda.
-¿Clow?- gimoteó la voz de Yuuko, abriendo perezosamente los ojos, mientras con cuidado, intentaba levantar medio cuerpo de su aposento.
-Aquí estoy- respondió el mago, ya de pie, tendiéndole una mano.
Traerla de los senderos cercanos a la muerte había vuelto, sin duda, a la bruja aún más bella que nunca.
-¿Por qué lo hiciste?- preguntó, y en sus ojos, bailaba la duda de haber vuelto, en algún lugar de su corazón, sabía que muchas cosas en el futuro serían distintas.
-Por que era mí deseo- fue su única respuesta, y con un brillo cansino en los ojos, la invitó caballerosamente a callar.
