Cuan rápido se puede ocultar el sol, el ocaso puede ser un instante efímero, no para los condenados a la muerte en vida.
Capítulo I
-Ya hace 300 años de esta historia que nunca acaba, he visto correr los siglos como los años los humanos.
-A veces tan solo nos dejamos llevar por un impulso, otras solo por lo que es "correcto", pero en realidad, ¿qué es correcto?...
- No se hace cuanto llevo viendo la misma escena repetirse frente a mis ojos, como cada mañana veo el rojizo amanecer, levantarse ya no siento nada, hace tanto que deje de sentir…
- La gente pensaría normalmente que ser "inmortal" es algo para disfrutar, porque tal vez podrías hacer cosas que tal vez solo hubieses imaginado. Los mortales no saben lo que desean hasta que lo tienen, y es solo entonces cuando realmente se dan cuenta de lo que han hecho, y se siente monstruoso porque ya no hay marcha atrás…
- Cinco siglos llevo de eso, la gente suele llamarme de varias maneras, es gracioso escuchar lo que inventan cada tanto, primero el "demonio" "Dracul", hijo del diablo, Vlad el Empalador, son tantos que no puedo recordarlos en realidad, o tal vez he decidido solo ignorarlos, pero si hay algo que tengo seguro es que nunca hay marca atrás dado el paso, ni para la vida y en mi caso ni para la muerte. Se podría decir que tengo "todo" lo que deseo, dinero, fama, reconocimiento, respeto, el temor de otros, las mujeres que deseo cuando lo quiero. Sin embargo solo puedo desear lo único que no puedo tener como todos lo hacemos, yo en realidad deseo morir, no lo puedo negar una ves desprecié a la muerte, pero ella como toda dama, se ha retirado y no volverá a mirarme por tal ofensa.
- La gente jamás se imaginaria encontrarme a mi aquí, de esta manera, en una oficina a puerta cerrada, admirando el crepúsculo, se preguntarán ¿Drácula admirando el crepúsculo? Lo cierto es que el cine son muchas patrañas bastante imaginativas que distorsionan la realidad. En fin heme aquí embutido dentro de un traje de etiqueta negro esperando mi "nueva secretaria". Puedo oír por el pasillo acercarse presurosos pasos que resuenan en mis oídos. Se abre mi puerta, tan solo veo una jovencita de enormes ojos azules, rostro pálido de rasgos finos enmarcado por una intrincada melena azabache que desciende hasta su cintura estrecha. Ella me mira, pero ¿con indiferencia? Se acerca y dice:
- Lamento la demora Señor… había un problema en la autopista y me quedé atascada en el tráfico.
Vaya, interesante – No se preocupe, pero asegúrese de que no vuelva a repetirse, no me gustaría que mi secretaria se retardara.
-¿No le parece que primero debería evaluar mi carpeta para decidir eso señor?- me pregunta ella observándome con el seño fruncido
- No importa al fin y al cabo solo podré decidir si la pongo a prueba, para comprobar lo que dicen los papeles que trae
- Esta bien, entonces así será- ella se dispone a retirarse pero…
-Espere será mi nueva secretaria pero ni siquiera me ha dicho su nombre- entonces ella cae en su descuido y se sonroja, me ve y me dice con un temblor en la voz a causa de la vergüenza
- A… Amelia señor, Amelia Laurent- ella dice finalmente trabando su miraba penetrante en mis ojos.
- Esta bien, bienvenida entonces Amelia, pase y despídase del exterior entonces. – ella medita lo que le he dicho y se fija que se encontraba todavía apoyada en el marco de la puerta, entonces da un paso más, pero de pronto algo me golpea. Su olor dulce, casi empalagoso, mezclado con una esencia más primitiva, como tabaco, jazmín y muerte… ella huele a muerte
