Semana 1
¿Quién soy yo?
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—Llevo años esperándote, ¿a qué hora pensabas llegar? — contesta el chico de cabello castaño y despeinado. En lugar de dejar ver sus ojos, tiene esos grandes anteojos de lentes gruesas que provocan una ilusión de remolinos, cuya única finalidad es la de un porte de mayor conocimiento en la carrera que se desempeña (según él).
— Lo siento, Darien insistió en traerme y no tuve otra opción que aceptar, así que me quedé por un rato en la escuela hermana — contesta en un intento de hacer los últimos toques a su uniforme escolar, como si el saco tuviera una pelusa, lo sacude y pasa la mano derecha por el brazo izquierdo y viceversa, esforzándose por planchar las mangas — ¿crees que se me ve bien este traje? — pregunta un poco frustrado por la ropa un poco holgada y los botones hasta el cuello. Su amigo voltea a todos lados asegurándose de que nadie le haya escuchado.
— No seas tan delicado — inclinándose levemente cerca del otro muchacho, le susurra por lo bajo en un intento por lograr que nadie los escuche — podrías parecer... — aprieta fuertemente sus labios evitando que salga de él alguna palabra prohibida — tú sabes — abre graciosamente sus ojos y mueve ligeramente la cabeza como si tuviese un tic indicándole que él sabe la respuesta.
— Está bien, está bien — sacude su melena borrando toda imagen de pensamientos negativos, en su lugar disfruta el recorrido que lleva a su nueva habitación, caminando visiblemente impresionado por el estilo moderno y fresco que tienen los pasillos del edificio. Observa el diseño en las paredes pintadas de color azul claro, el cual está resaltado con lámparas blancas aportando un aire de elegancia y modernidad — Ya, ya. No seas escandaloso Kelvin, además compórtate natural, no seas tan obvio — le dice al notar su nerviosismo cuando saluda a los demás compañeros por el simple hecho de que pasen al lado de ellos, y éstos, a pesar de que corresponden al saludo, no entienden cuál es el motivo del mismo (tomando en cuenta que normalmente no les habla).
— Claro... — responde por automático, dando un aire de haber ignorado el comentario, aunque no intencionalmente. Se detiene delante de una puerta blanca tipo metálica que tiene grabados los números 405 A acomodados de forma vertical en la pared izquierda — Hemos llegado — sonríe y saca una tarjeta de su cartera, entonces la introduce. Se escucha un ruido metálico sordo, en ese instante se abre la puerta y oye la voz de una mujer con un tono parecido a las voceadoras en los aeropuertos al dar anuncios diciendo: "Bienvenidos".
— ¡Wow! — Mizu se queda boquiabierto sin intenciones de ocultar su asombro
— Puedes quedarte en la cama del piso de arriba y yo en la cama de abajo — menciona mientras arrastra su maleta hacia dentro dejando pasar primero a su compañero y cerrando la puerta a su paso.
El cuarto de estudiantes, resultó ser parecido a un pequeño departamento, el cual, en lugar de tener habitaciones para cada uno, tiene una especie de litera (aunque realmente no lo sea); las camas individuales una arriba y una abajo alineadas en forma vertical. Rápidamente sube las escaleras de caracol que llevan a su pequeño cuarto y observa lo peculiar de la parte de arriba que tiene un espacio de aproximadamente 3.5 metros de ancho y 4 metros de largo. Al principio cuando su amigo le comentó las medidas que tenía el lugar para cada uno, le pareció ridículo que en un sitio tan pequeño pudieran caber una cama, un buró, una cómoda, un librero y un pequeño sillón. Sin embargo, cuando vio el lugar, le pareció perfectamente distribuido.
La reacción de Mizu es de una total maravilla por ese sitio, y agradece el no tener que preocuparse por caerse cuando duerma ya que la cama está protegida con barrotes conformados por dos filas de tubos gruesos y cuatro columnas. El resto de la habitación en la parte de abajo es el cuarto de baño, los escritorios para cada residente junto a un pequeño librero y una sala con dos sillones redondos individuales de color blanco que apuntan a una pantalla plana en la pared. A simple vista parecen bastante acolchonados y no se equivoca cuando nota el regocijo en su amigo que se va hundiendo lentamente al dejarse caer en uno de ellos.
— Que bueno que te gustó — menciona alegrándose por la reacción de su nueva compañera de habitación — Michiru me costó mucho conseguir esta habitación — la chica que hasta el momento había mantenido su verdadero nombre y género en secreto, volteó rápidamente hacia su amigo en forma alarmante.
¡Chissst! — llevándose un dedo a los labios, se acerca a la puerta asegurándose de que esté bien cerrada. Su amigo con toda la calma, lleva las manos a la nuca recargándola en sus palmas.
— Ya estamos aquí... — emite un largo bostezo — niam, niam... nadie puede oírte. Ambos tenemos las tarjetas y no hay manera de que alguien más pueda entrar — su amiga no estuvo del todo tranquila así que, por si las dudas, se asegura de tener la tarjeta buscando en los bolsillos. Al confirmarlo, entonces decide subir a su cama y de un gran salto se tumba en ella emitiendo un grito efusivo — ¡Oye! no hagas ruido que te pueden oír. — Ella sonríe e ignora el comentario. De pronto viene a su memoria la primera vez que se vio al espejo después de ese cambio tan radical.
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Los tres en el camerino, ya tenían rato contemplándole sin decir una palabra, Kelvin se mantenía boquiabierto. Entretanto, el creador de tal obra mantenía una gran satisfacción en el rostro, sin tener intenciones de disimular su orgullo por lo que había hecho — ¿Seguros que no me parezco a mí? — dice dirigiéndose a sus amigos aún con una voz aguda, pero físicamente diferente. Lentamente va dando la media vuelta y llega al ángulo del espejo — ¡Vaya! — abre en gran medida los ojos visiblemente sorprendida. Recorre su aspecto de arriba-abajo sin terminar de decidir entre sonreír, llorar o gritar — ¿Quién soy yo? — convertida en un chico con cabello lacio, alborotado y de color castaño oscuro; su fleco degrafilado inclinado a la izquierda lo detienen sus gafas rectangulares que también ayudan disimulando sus bellos ojos aguamarina. Aunque el cambio no había sido exagerado, ni se había tenido que hacer alteraciones como fingir músculos, ponerse peluca o cambiar de tono de piel, los pocos detalles que se había modificado, realmente hacían una gran diferencia.
— Tu nombre es Mizu Kobayashi eres estudiante de intercambio — le menciona Kelvin que se encuentra leyendo un papel bien cuidado dentro de un folder. Este contiene los datos de la nueva identidad de su amiga.
— ¡Te vez tan guapo! — contesta su querido amigo a quien le gusta que le llamen Ojo de Pez. — ¡Yo te lo dije Michiru! te dije que no había que hacer tantos cambios, solo unos cuantos toques.
— Pero... mi cabello — con un dejo de tristeza jala un mechón de su cabello que antes estaba más largo y de color tan extraño como hermoso: aguamarina. Aprieta sus dientes y se muerde el labio inferior, esto es lo único que le ha dolido del cambio, su cabello que tanto le gustaba y el que tuvo que sacrificar.
— No te preocupes, antes de echarte el tinte, me aseguré de tener una réplica exacta de tu cabello para cuando tengamos alguna emergencia — la saca de una bolsa de cuero y se la enseña — y tengas que ser tú de nuevo. Nadie sospechará que es una peluca bien fabricada — la palabra peluca fue lo que más le dolió de todas las palabras pronunciadas. Antes tenía el cabello más bonito de toda la universidad, ahora, tenía que usar una peluca para simularlo. Ojo de Pez nota el cambio en el rostro en la muchacha que se encuentra detrás de esas gafas y pronto intenta animarla un poco — ¡Arriba esos ánimos! para cuando dejes la escuela, solo tendrás que dejar pasar un año... — tenía pensado decir dos o tres, pero viendo las circunstancias, no era adecuado — o año y medio para que vuelva a crecer, no tienes de qué preocuparte — Michiru sonríe y la voltea a ver entrecerrando sus ojos en forma de acusación.
— Que bien mientes Ojo de Pez ¡Ja, Ja!,— su risa fue más nerviosa que natural — aun así, gracias — esboza una sonrisa lateral y vuelve a mirarse al espejo.
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— Tengo mucha hambre — los ruidos que hace el chico y su comentario le hacen salirse de sus pensamientos. Se sorprende mirando el techo que no está muy lejos de su cama, apenas dos metros de altura, en donde se encuentran pegadas unas pequeñas lámparas de estrella sobrepuestas en un tapiz azul oscuro.
— ¡Wow! — su camarada se levanta del sillón en donde se dejó caer en cuanto llegaron y camina hacia las escaleras para volver a repetirle su comentario, pero se fija en la mirada de Michiru y sigue la ruta de sus ojos para ver lo que ve con tanto asombro.
— Según los profesores, estar cerca del firmamento nos ayuda a concentrarnos y mejorar la memoria. Es por eso que tienen ese tapiz en los techos de las camas de arriba, como esta. — Enorgullecido de saber tal información y recostándose al lado de ella quien le hace espacio en la cama, ambos se quedan contemplando las estrellas, aunque son falsas, no deja de ser sorprendente el diseño y la esencia tan real que mantienen.
— Y no se equivocan, ayuda a concentrarse mejor.
— ¡Oye! — le da un codazo mirándola de reojo — ¿estás segura de que quieres ir sola primero? — ella le confirma aún sin despegar los ojos del techo — Está bien. Suerte Michiru, estoy seguro que sabrás hacerlo bien en tu primer día en la escuela de varones Hosokawa.
— ¡Ja, ja, ja! ¿y tienes que decir el nombre completo?
— Lo siento, son los nervios — se levanta de un salto y voltea para quedarse mirando un tanto preocupado — recuerda... — sin percatarse de sus movimientos hace un gesto gracioso contando los dedos de la mano mientras recita las lecciones que tiene programadas — no eres una modelo, no sonrías tanto, engrosa tu voz...
— ...Kelvin...
—... no muevas las caderas al caminar, cuida tus posturas... — hace un ligero y gracioso movimiento como imitando una pasarela.
— ...Kelvin... — la chica de ojos grandes se sienta en la cama.
— ...no vayas a nadar, no abras mucho los ojos... — el muchacho con cachetes rechonchos (a pesar de tener fisionomía delgada) voltea hacia arriba en un intento por seguir recordando, aún sin prestar atención a las palabras que ya tiene rato pronunciando Mizu.
—...¡Kelvin! — hace un movimiento brusco con las manos, dando un aplauso para traer a su amigo de vuelta al presente — tranquilo hermano — apacigua su voz para calmar un poco el estado alterado de su colega, quien es evidente que se encuentra en un estado nervioso — Tienes que estar sosegado para la hora en que yo esté nerviosa y ya no pueda seguir, me recuerdes las razones que me hicieron venir — de pronto reacciona sorprendida retomando el sonido de sus palabras — sonó a rima ¿verdad? — sonríe mordiéndose la lengua.
— Definitivamente, no pierdes el toque. Tienes razón — suspira — todo saldrá bien — después se encoge de hombros resignado y baja las escaleras — Entonces me voy primero.
— ¡Si! — Se escucha cerrar la puerta, a pesar de ser en parte metálica no causa mucho ruido, excepto cuando se abre. — ¿Y ahora qué sigue?— levantándose de su confortable cama, baja las escaleras y se dirige al baño para organizar sus cosas. Abre un pequeño maletín y saca sus pertenencias; un cepillo de dientes, pasta, enjuague bucal, shampoo (el cual es especial para que el tinte del cabello no se deslave), acondicionador, toalla, esponja, jabón y de pronto recuerda un pequeño paquete de color rosa con estampados florales. Se detiene un momento mirándolo atentamente para decidir lo que tiene que hacer con esa cajita. — esto lo guardo en otro lado — los vuelve a meter en el maletín y aún sigue asombrándole la capacidad de hacer maravillas en esa escuela. Hasta los baños están cómodos para las dos personas, tiene un lavamanos de un metro y el espejo es rectangular del mismo tamaño. Hasta la parte de la bañera está cubierta por vidrioblock azulado que impide ver hacia dentro, solo lamenta que la puerta no sirva del todo y de vez en cuando se resbale. Aun así, sabe que Kelvin Umino jamás se atrevería a husmear mientras ella se encuentre duchándose. — termina de revisar los últimos detalles y de pronto recuerda una vocesilla — " no seas tan delicado " — Asiente con gran determinación como si esa persona estuviera delante de ella y entonces coloca el jabón en donde sea y se va. Pronto se arrepiente de esta decisión y regresa — solo un poco y ya — acomoda el jabón donde debe de ir y ahora si se siente mejor — La ventaja de todo esto es que no tengo que arreglarme mucho para salir — en un leve instante le vienen a la memoria los recuerdos del tiempo que le tomaba en arreglarse normalmente. Fijarse que los colores combinen, que la ropa esté ajustada pero no incómoda, que los tacones o los zapatos bajos sean adecuados para la ocasión, etc., etc. Ríe para sus adentros — Ni que hubiera sido hace mucho tiempo, apenas fue la otra semana — sonríe y hace un gracioso gesto sacando la lengua y presionándola ligeramente con sus dientes sin llegar ni siquiera a molestar, gesto que parece haberse convertido en parte de su personalidad.
Ya una vez en el pasillo, sigue las indicaciones de sus compañeros para ir al comedor. Al principio creyó que tenía que disimular en gran medida su voz, lo cual podría dañarla un poco, pero agradeció el hecho de toparse con un muchacho cuya voz es muy aguda. Así que solo decidió alterar la suya lo suficiente para que no se parezca a la de ella y lo normal para no verse tan exagerada.
— ... giras por ese pasillo y a la izquierda, ahí se encuentra el comedor, tienes que ingresar tu tarjeta para que puedan darte tu comida — le indica el muchacho alto y con una exagerada talla delgada, fácil puede deducir que pesa unos 45 kg.
— Gracias... Kiba me dijiste ¿verdad?
— Así es, soy de segundo y soy residente en el edificio A, igual que tú — toma un lado de sus lentes cuadrados y los acomoda para que no se caigan, parecido a la misma maniobra que realiza Kelvin — así que es posible que nos encontremos por estos rumbos.
— Hasta entonces...
— Claro Mizu — el muchacho se va corriendo (pues al parecer llevaba mucha prisa cuando se lo encontró, ella lamentó un poco el haberlo entretenido) por el pasillo contrario mezclándose entre los demás estudiantes. Mizu imita su movimiento para situar las gafas en su lugar. Se va para donde Kiba le indicó, no sin antes sonreír levemente al recordar su vocecilla chillona — Veamos... pasillo y a la izquierda. — termina parándose delante de la entrada de doble puerta. Entra dirigiéndose a una fila de muchachos que introducen su tarjeta en una máquina, saca un tiket y camina hacia el bufete con una bandeja ovalada de madera en mano para transportar sus alimentos.
Toma el vaso con bebida de jamaica y un plato con tallarines amarillos de grosor medio servidos con una gran variedad de marisco y verduras en caldo caliente. Mirando a todos lados buscando donde sentarse por fin encuentra un lugar vacío.
Antes de establecerse en una de las mesas rectangulares hechas de vidrio grueso cerca de la inmensa ventana, echa un vistazo para encontrar a Kelvin, pero falla en su búsqueda.
No le parecía que los hombres comieran tan rápido, apenas ella se sentó a tomar sus alimentos cuando la mitad de los que se sentaron al mismo tiempo, terminaron en un santiamén.
Ingiere la comida más rápido de lo que suele hacerlo no sin antes evaluar las consecuencias: subir de peso si comía a ese paso y provocarle alguna mala digestión por cambiar sus hábitos alimenticios. Por fin encontró el paso adecuado para seguir el ritmo de sus compañeros sin terminar muy tarde. Aunque realmente no había prisa, todavía tenía un poco más de media hora antes de que comenzara la primera clase.
Después de mucho esfuerzo por terminar deprisa su comida, se dispone a descansar un tiempo para reposar mientras admira la forma en que sus compañeros interactúan y escucha carcajadas de vez en cuando. Jamás en su vida como modelo (tomando en cuenta que empezó a los 6 años) había comido de esa manera. Se sentía libre de las ataduras que implica llevar una vida como la que ella tenía; sin esas estrictas reglas de ¿cómo comer?, ¿a qué hora?, ¿a qué ritmo?, ¿qué debería comer y qué no?, etc., etc. Sinceramente le gustaba su estilo de vida y la disfrutaba, pero en ocasiones resultaba frustrante la forma en la que la trataba su antiguo agente como cuando le prohibía comer, a veces hasta en dos días. Naturalmente no duró el contrato, su padre lo despidió al tiempo que se enteró de la situación. Ella había aparecido en comerciales, modelado para las grandes empresas y ha sido violinista en apertura de eventos y grandes conciertos. Pero cuando descubrió el mundo de la actuación, todo fue totalmente diferente. Era como si hubiese encontrado su lugar; por primera vez había sentido pasión por algo.
— ¡Oye no te equivoques! — el ruido de una acalorada discusión la hizo salir de sus pensamientos, observó que dos muchachos estaban disputando acerca de algún tema en específico, el de ojos saltones y cara regordeta estaba contradiciendo las afirmaciones del chico un poco más alto que el anterior, ambos se miraban con desprecio y Michiru percibió que el más alto podría tirar el primer golpe.
Rápido toma su bandeja con los platos vacíos, dispuesta a retirarse lo más pronto posible de la escena. Pero lo que sucede a continuación, la deja boquiabierta... de pronto uno de ellos soltó a reír y los demás en la mesa hicieron lo mismo, todo rastro de pleito se desvaneció. Por un momento le pareció que sería el comienzo de una gran pelea y ella no quería estar involucrada en lo más mínimo del asunto, y si acaso estaría de lejos observando, pero su pulso comenzó a latir tan rápido que juró saldría corriendo del lugar en cuanto esos dos comenzaran con los puñetazos.
A excepción de Kelvin y Ojo de Pez, jamás había interactuado mucho con los hombres, con las personas en general mejor dicho. No era excluida y le gustaba convivir con las personas, pero siempre manteniendo la distancia. Ella sostiene que a veces las personas pueden ser crueles entre sí y la mayoría con las que había tenido contacto, no eran ni confiables ni amigables, por lo que prefería aislarse. Además, con el trabajo y el estudio, poco o nada de tiempo le quedaba para salir mucho a pesar de tener varios pretendientes y quienes estuvieran interesados en ser sus amigos.
Dudó por un segundo si volverse a sentar o irse a sus clases de una vez. Para el tiempo en que programó la alarma, ésta ya debería haber sonado, echa un vistazo a su reloj — ¿Faltan 25? — se desvaneció nuevamente en el asiento dejando caer sus hombros, visiblemente agobiada de que faltase tanto tiempo para su primer clase.
— Tranquilo, ellos no son tan rudos como parecen — endereza su espalda de sobresalto colocándose en guardia y con una ligera alteración en su sistema nervioso al escuchar la voz de un hombre detrás de ella. Cierra los ojos fuertemente sintiendo que su respiración cambia de ritmo normal a otro casi imperceptible, al igual que su corazón. Además el responsable que causa tan atroces sentimientos, le está tocando el hombro derecho y el sonido de su voz proviene del lado izquierdo, casi cerrando un abrazo. Voltea en ritmo pausado para ver el rostro de la persona que trae consigo una charola con distintos platillos y un vaso con agua. — ¿Te importa si me siento? — niega con la cabeza (más por automático que por voluntad propia) y de pronto siente que le agobia la tranquilidad con la que le está hablando el muchacho, al no notar el terrible susto que provocó ese repentino saludo.
Al observar de reojo a su compañero de al lado — "¿Otra chica aquí?" — es lo que piensa cuando distingue el largo cabello del muchacho. Pero rápidamente borra esa imagen de la cabeza cuando se da cuenta de que no todas las muchachas están tan locas como ella. Se queda por unos segundos contemplando la fisionomía tan atractiva del extraño: piel blanca, ojos de un gris oscuro que contrastados con los rayos del sol le hacen tener reflejos azules, se ven realmente grandiosos. Su cabello largo que llega por debajo de los hombros el cual lleva sujetado con una liga. El uniforme parece más elegante que el de cualquiera que haya visto, como si hubiera sido hecho especialmente a su medida y con mucho cuidado.
Alterada por la bella imagen que proyecta, intenta tranquilizar sus sentimientos al darse cuenta que él no tuvo la culpa de que ella no estuviera concentrada en el momento y el saludo la tomara por sorpresa, fue un simple descuido. Además, asegura por su porte serena y su cara brillante que no fue intencional, al contrario, parece que estuviese ahí para calmar su sobresalto cuando y los chicos de enfrente intentaban pelearse (o eso era lo que ella creía) ya que decidió sentarse ahí cuando la mayoría de las otras mesas estaban desocupadas.
Sonríe para sí y vuelve la vista al reloj de pulsera para retomar la hora. Faltan diez minutos y el muchacho apenas ha acabado con el primer platillo de los cuatro que llevaba. Entonces ella se percata de algo: o generalizó en mencionar que todos los hombres comían rápido, o él es distinto.
— Lo siento — por fin él habla, después de pasar delicadamente una servilleta sobre sus labios, limpiándolos de cualquier resto de comida — mi nombre es Seiya Kou, soy de tercero y residente del edificio A.
— M-mi nombre... — carraspea un poco al notar su hilillo de voz — me llamo Mizu... Mizu Kobayashi — recobra la compostura y yergue su espalda — También soy del edificio A — contesta con una voz esta vez más segura — yo soy de segundo. Soy estudiante de intercambio y estoy en el primer piso. — dijo volteando hacia él, notando las orejas perforadas del apuesto muchacho.
— ¿De verdad eres de intercambio?, hablas muy bien el idioma.
— Gracias.
— Yo también estoy en el primer piso — contesta tranquilamente con una sonrisa tipo anuncio de pasta dental.
— ¿De verdad?... pero — Michiru recuerda en una conversación que tuvo con Kelvin, éste le dijo que los alumnos estaban colocados por jerarquías; primero y segundo en el primer piso y los de tercero en el segundo piso, por último estaban los de cuarto en el tercer piso. Relacionando la situación, no coincidía. Sin embargo, creyó un poco tonto hacer la pregunta.
— Si lo sé... — suspira resignado como si le hubiera leído el pensamiento — ¿del porqué no estoy en el segundo piso? Es una larga historia pero no es tan complicada. Luego que nos volvamos a encontrar te la cuento — Dicho esto tomó su bandeja y se retiró sin haber terminado todos sus platillos, sin más ni más.
En el poco tiempo que estaba ahí, ya se había topado con dos personas agradables; Kiba y Seiya. El ser una persona distinta le traía ventajas, podía relacionarse más fácilmente con los demás, sin embargo, se lamentó no haber mantenido una conversación más larga con este último (ya que Kiba evidentemente llevaba prisa) y haber reaccionado con lentitud a su camaradería.
— Bueno, es mi primer día — dicho esto se levantó de su asiento y se dirigió a su primer clase.
Camina por los corredores de las aulas buscando la placa que tenga el número 2- 2, el cual corresponde a su salón de clases. De pronto salen disparados dos alumnos de un aula, corren rápidamente y se topan con ella ignorando su presencia, empujando a cuanto se les atraviese en el camino, resbalándose y chocando con las esquinas a causa de la velocidad que llevan — Que locos — expresa con una sonrisa divertida al ver lo agitado de sus compañeros. Revisa nuevamente las placas y se da cuenta que su salón se encuentra justo enfrente de donde salieron los otros dos chicos. Probablemente si no se hubiese detenido, hubiera pasado desapercibido el lugar. Les agradece mentalmente.
Da un gran respiro antes de entrar, mientras por dentro se repite — "Tu puedes Michiru, tú puedes... es decir, tú puedes Mizu" — Al abrir la puerta, la escena que presencia es como si hubiese pasado un tornado por ahí; sus compañeros todos alborotados y fuera de sus lugares, unos con sus celulares, otros jugando oichokabu tratando fallidamente de ocultarse de los demás (ya que los juegos de azar, están prohibidos en las escuelas), algunos platicando seguramente de lo que hicieron en sus vacaciones, uno que otro jugando con el balón y son escasos los que se encuentran estudiando o leyendo. Y eso que es la universidad.
Hubiera querido encontrarse con Kelvin ahí, pero a él le correspondía otra nivel de inglés (uno más bajo que el de ella), en su lugar estaba el chico que se encontró en la cafetería, no hizo ningún intento de hablarle ni de provocar que los demás alumnos notaran su presencia, así que se pasó escurridiza entre el alboroto y se sentó en uno de los lugares de la última fila cerca de la ventana en los asientos del centro, uno de los dos que estaban desocupados en esa fila. En la otra orilla estaba Seiya (quien aún no se había dado cuenta de su presencia) disfrutando con los ojos cerrados recargado en la banca y escuchando música con sus grandes orejeras.
Mizu se percató de la llegada del chico delgado: Kiba. Entró detrás de ella y se sentó en el asiento disponible de la fila de al lado, no sin antes saludar de mano a sus amigos chocando con palmas abiertas, unas contra otras seguido de puños cerrados.
— ¡Hola Mizu!
— Hola Kiba — ella no deja pasar la oportunidad de socializar más y se voltea hacia él, al lado derecho.
— Recuerdo que me dijiste que eras de segundo, porqué estás en esta clase — le pregunta volteándose de su banca una vez que acomoda sus lentes.
— Estoy un nivel avanzado de inglés.
— ¡Qué bien!, yo estoy en la misma situación — responde y hace ademán de acordarse de algo poniendo su mano en la frente — disculpa lo de hace un momento, tenía que ir al baño, tú sabes, el amigo no aguanta mucho — declara al tiempo que se da unos golpes en la entrepierna. Michiru intenta desviar los ojos, volteando discretamente a la puerta y cambiando de conversación.
— No importa... — se detiene unos segundos — ¿A qué hora llega la profesora? — inquiere impaciente.
— En un rato más... — voltea también a la entrada del salón y de pronto gira su cabeza fugazmente hacia ella — ¡Ehh! — le dice arqueando graciosamente sus cejas como si lo hubiera descubierto haciendo algo indebido — ¿te gusta verdad? — ella retrocede recargándose en el respaldo de la silla.
— No... ¿cómo crees? — a pesar de no tener nada que ver con lo que dijo su compañero, las reacciones de él hicieron que se sintiera levemente apenada y divertida al mismo tiempo — Ni siquiera la conozco — sentencia con una sonrisa nerviosa.
— Es una lástima que no la conozcas, pero ahora la verás. Es una mujer realmente hermosa — a pesar de que sus gafas empañadas ocultan sus ojos, Michiru percibe que los abre como platos, incluso se imagina que se convierten en estrellas mientras habla de ella con las manos entrelazadas, su cómico rostro es de total ensueño.
— ¿De verdad?, me encantaría conocerla — pero rápidamente la cara de su compañero cambia a la de una total decepción — ¿qué sucede?
— No nos acercamos a ella porque al parecer está comprometida. Pero eso no impide que todos estemos enamorados de ella — indica en susurro — algún tiempo pensamos que Haruka y la profesora tenían algo que ver, pero la realidad es que solo son buenos amigos.
— Quieres decir... Haruka... ¡¿Haruka Tenoh el campeón de atletismo?! — pregunta levemente emocionada.
— Así es. — lo dice sin mucha emoción.
— ¿Él asiste a la misma escuela que nosotros?
— Claro, pero es un poco excluido, ya sabes, de esos que viven en su mundo. Bueno en parte tiene sus razones… — se queda a medias de la explicación cuando Mizu lo interrumpe.
— ¿De verdad? — Kiba asiente haciendo una mueca de neutralidad y en el momento en que se preparaba para responder, llegó el susodicho: un muchacho alto, cabello rubio y tez blanca, el cuerpo le hace honor al deporte que práctica: atlético, con músculos definidos, incluyendo la parte del abdomen (eso es lo que ha visto por televisión e internet); piernas y brazos bien tonificados.
Michiru siempre lo había admirado por ser el campeón en su área, en más de una ocasión lo ha visto por televisión y revistas de moda, pues compartían la misma profesión, aunque jamás habían grabado alguna fotografía juntos. Sin embargo, recordó lo que le dijo Kiba: "Es un poco excluido".
Ni siquiera los volteó a ver cuando pasó en medio de ellos y se sentó en la silla de espaldas a ella. Serio, con un aire de astucia, indiferencia y elegancia. Michiru aprovechó sus gafas para mirarlo de reojo mientras pasaba al lado de ella. Pero se limitó a querer hablarle, no quería hacer o provocar ningún escándalo.
Los campeonatos de él, su pasión y motivación, sirvieron de inspiración para que Michiru continuara sus pasos en la actuación y a causa de esto, dos años antes del presente, ganara distintos papeles. Para aquel entonces, Haruka tenía novia, una chica llamada Mina Aino, otra modelo como ella, con la que no se llevaba muy bien. Más bien, nunca intentó entablar alguna amistad o por lo menos fraternizar con ella, ya que eran rivales en profesión; ésta rivalidad más puesta por la rubia que por Michiru ya que a ella le parece estúpido competir cuando ambas tienen habilidades buenas que ofrecer a su profesión. Ambas asistían a la Universidad hermana del colegio de varones Hosokawa, pero ésta en su lugar tenía puras chicas.
— "Entonces si hubo rumores entre Haruka y la profesora, ¿no será que ya se separaron él y Mina?" — No sabía la respuesta y tampoco era que le interesara mucho el tema. Había sido fuente de admiración cuando ganó la distinción de ser el primero de su país en ganar la medalla de oro. Pero esa sensación de admiración, a veces se desvanece o se desapega cuando conoces a las personas en persona, valga la redundancia.
Después llegó la profesora de inglés, una muchacha con un poco más de edad que ellos, piernas largas y cabello hasta la cintura. Su cabello azul claro lo lleva adornado con una diadema del mismo color, aunque más oscuro.
Camina tranquilamente, sonriendo, mientras Michiru observa cómo todos se quedan embobados cuando ella entra, como si el tiempo se congelara, permaneciendo en la misma posición en la que la profesora los sorprendió al abrir la puerta. Y es que no solo es una mujer hermosa e inteligente, también tiene la virtud de ser paciente y carismática.
Por fortuna no se había dado cuenta de que Mizu era el muchacho nuevo y evita que haga esas terribles presentaciones que no solo son incómodas para quienes las hacen sino también para quienes las presencian, esto se evitó gracias a que cada cuatrimestre cambian a los grupos de inglés, mezclando chicos de diferentes carreras al mismo nivel. Es extraño por supuesto que alguien que realiza actuación y modelaje tema por su vida a la hora de la presentación en su escuela, pero así es la realidad.
Al terminar la clase, Michiru y Kiba se dirigieron para continuar con sus labores. Michiru tenía que ir a inscribirse a algún club deportivo. Kiba había elegido ajedrez como actividad cultural, pero aun así necesitaba inscribirse en un club que hiciera actividad física así que eligió el último lugar que quedaba en basquetbol. Debido a que ya estaban saturados los demás deportes, solo quedaba disponible un lugar en natación y otro en atletismo. Sin dudarlo, Mizu colocó su firma en atletismo antes de que alguien le ganara el lugar en las otras cuatro tabletas de registro. Al parecer lo hizo a tiempo ya que del otro lado escucha a alguien con una expresión de frustración: "¡Rayos! me ganaron el lugar", entonces se alegra de haberse decidido pronto.
Como actividad cultural hubiera querido participar en música o arte y pintura pero ya no había cupo.
— No sé a qué inscribirme en esta lista — menciona mientras observaba la registro en las actividades culturales.
— Quedan tres lugares en ajedrez.
— Jamás he jugado ajedrez
— ¿De veras? es un deporte muy interesante pero... — dice con un poco de duda.
— No es complicado, pero tienes que aprender los movimientos, debes que realizar bastantes estrategias para poder ganar y aunque hay un grupo dirigido a principiantes la mayoría ya tiene conocimientos en la materia. No es por desanimarte pero los que entran, se terminan saliendo el mismo día que ingresan.
— Lo comprendo — le interesaba inscribirse en ajedrez y mantener su mente agilizando su parte lógica en la cual ella es muy buena, pero escuchó a un compañero decir...
— "Tan solo entras en el aula de ajedrez y sientes la tensión en el aire, incluso hasta el salón parece más oscuro de lo que realmente es" — esta afirmación le hizo descartar esa opción definitivamente, no necesitaba más tensión de la que ya tenía al entrar ahí.
— También queda baile y... — sigue la ruta del dedo, deslizando la pantalla hacia abajo buscando cupo en algún otro lugar que le interesara.
— Teatro Kabuki...— termina por decir Kiba.
— ¡Teatro! — Si... esa era la que quería. Rápidamente y un tanto emocionada coloca su pluma en la tableta para registrar su firma. De pronto empieza a escuchar cuchicheos apenas perceptibles. No había nada mejor que actuar y si había la oportunidad, entonces la intentaría...sin embargo...se detiene unos segundos antes cuando ve la mirada de los que están a su alrededor posándose en ella. Al observar detenidamente, buscando algún inconveniente en la lista que justificara la reacción de sus compañeros por fin se da cuenta, sorprendiéndose de que solo hay tres personas inscritas de las 10 que se necesitan. Esto le lleva a reaccionar sobre su desconocimiento en la última palabra que mencionó su compañero de inglés. Retira la pluma intentando disimular su inquietud, girando la cabeza hacia él — ¿Kabuki?
— S-si... — tartamudea, analizando las palabras correctas antes de responder. Mizu logra percibir que su compañero se siente un tanto avergonzado — El kabuki es el tipo de teatro en donde solo participan hombres — Michiru supo que hasta ahí, no había nada de malo, no obstante, intuyó que faltaba la mejor parte — incluso...— se detiene un poco y le dice más cerca del oído cubriéndolo con la mano derecha susurrando, como si pudiera sostener el sonido en ese pequeño espacio — en las escenas de romance— sentencia, haciendo un énfasis dramático en la última palabra — solo los castigados entran en esa sala, ya que de forma voluntaria nadie lo haría.
— ¿Te gusta actuar? — se le queda viendo con una ceja arqueada uno de los estudiantes que estaba detrás de ellos — Te queda bien esa actividad, realmente eres un bonito rostro. Pero... — se queda pensando unos instantes el chico con un cabello largo y extraño, de un tono rubio cobrizo — eso no creo que te sirva de mucho, usan exageradamente el maquillaje, tanto que no se te alcanzaría a distinguir la linda cara que tienes. Ni-ñi-to a-fe-mi-na-do — sentencia y los demás se ríen a carcajadas. Michiru quien frunce el entrecejo molesta, le preocupa más que le pusieran ese apodo debido a su caminar o a su reacción efusiva a escuchar la palabra "teatro".
Por un lado le gustaría actuar en esa obra y ganar más experiencia en el arte, pero ello implicaría desnudarse en los vestidores... o peor aún, en el escenario. Comienza a abrir la boca dispuesta a responderle a sus agresores, empero alguien le toma del hombro antes de que pronuncie alguna sílaba — Tigre, dejen de molestar a los estudiantes y vayan a clases — sanciona un muchacho más alto que los anteriores, que unos instantes atrás no se encontraba ahí. Al parecer es algún superior, pues estos se van sin alegar más, dejando solo el lugar de registro, aunque blasfemando por lo bajo y echando miradas de desagrado hacia Kiba y Mizu.
— Ustedes también deberían regresar a clases.
— Pero él aún no ha elegido su clase cultural Kunzite — refiriéndose a Mizu, Kiba contesta dirigiéndose hacia el muchacho con melena larga y platinada.
— Será mejor que lo hagas ahora o lo pienses bien para el término de la siguiente clase porque los registros se cierran a las cuatro de la tarde.
— No, está bien — toma de nuevo la pluma y se registra — ya está. — El joven alto asiente y se retira dejando a los dos compañeros solos.
— ¿En qué te inscribiste?
— En ajedrez — después de todo fue su primera opción, ¿qué tan tedioso podría resultar?
— No fue una mala elección — contesta dándole un golpe en el hombro.
— Lo sé — contesta sonriendo. El otro muchacho piensa que su sonrisa es muy linda.
— Nos vemos entonces Mizu, ahora tendrás que presentarte con el entrenador de atletismo — sacude su cabeza refrescando sus pensamientos y se va.
— Gracias, hasta luego Kiba — se despiden, en tanto uno se dirige al gimnasio en donde se encuentran las actividades de baloncesto y béisbol, mientras que Mizu se encamina a los campos de futbol y pista de atletismo.
Estando ahí, no encuentra al profesor, así que decide acercarse a uno de los jugadores de futbol que se encuentran en la banca descansando del entrenamiento, sentados en las bancas cerca de las gradas — Disculpa, ¿sabes quién es el profesor de atletismo?
— Si, está por allá... ¡Oye! tú eres el asustadizo la cafetería! — Michiru sabía quién era, lo distinguió por su cabellera larga unos segundos antes de haberse acercado.
— Sí, soy yo — dijo un poco apenada al ver que los demás se les quedaban viendo, pues Seiya no reparaba en moderar su alto tono de voz — me tomaron desprevenido.
— Así parece. Mira, aquél es el profesor — Le dice apuntando hacia un toldo blanco que se encontraba al otro lado de la pista de atletismo, cruzando la cancha de futbol. Seiya esboza una sonrisa picaresca analizando el rostro de Mizu, cosa que pasa desapercibida para ella.
— Cuando llegues allá, ya habrás calentado — sonríe.
— Eso parece, está algo retirado. Gracias, nos vemos — saluda y se retira pensando en cómo poder llegar hasta allá de una forma rápida.
Sin percatarse de la mirada de Seiya que la sigue examinando detenidamente, Michiru comienza a correr, en parte para disfrutar del viento en su cara con ese día nublado y por otra parte llegar más rápido, le impacienta comenzar a hacer ejercicio.
— Que interesante — balbucea para sí el muchacho de cabello negro sin dirigirse a nadie y sin intenciones de ser escuchado.
Después de pasar por unos obstáculos, llantas, pinos y todo lo que se encuentra en medio de la cancha para calentar y entrenar, por fin llega a donde está la lona bajando poco a poco la velocidad antes de llegar para tomar aire y hablar mejor con el profesor.
— Vengo al entrenamiento — le entrega una tarjeta de registro y el profesor la revisa volteando a ver su cara y luego a la tarjeta que contiene su nombre, una fotografía y los datos esenciales. Después toma una tabla y revisa el registro.
— Está bien, ve a cambiarte. Y ve así de rápido como llegaste, ya casi se termina la hora.
— Si — Pensaba decirle que aún no tenía uniforme, pero rápido fue a su edificio para ir por uno de sus trajes deportivos que le había recomendado comprar Kelvin, pues éste le había avisado antes que tenía que hacer alguna actividad deportiva y le puso al tanto lo que era indispensable llevar. Prefirió no ir a los vestidores y cambiarse ahí mismo.
Al regresar encuentra que el profesor está platicando con alguien más, un muchacho alto de cabello rojizo, tez morena y cuerpo atlético. Al acercarse su cara no es muy amigable. En la zona de entrenamiento, estaban otros tres muchachos, entre ellos Haruka, quien se encontraba entrenando o calentando.
— Estoy listo profesor — ambos se le quedan viendo de arriba-abajo, observando no muy convencidos de su atuendo. Mizu no ve nada de malo en su ropa de talla grande. Opina que los bermudas azules con líneas blancas laterales y camiseta deportiva azul con mangas blancas se le ven bien como hombre.
— ¿Y el uniforme? — ella voltea a verse tomando la tela de su camiseta como cuando se revisa que no se tenga una mancha en la parte frontal, mientras el otro chico observa la escena sin decir palabra alguna pero con cara de evidente desagrado.
— Todavía no me lo entregan, apenas hoy me inscribí a su clase así que...
— ¡¿Apenas hoy?! — levanta amenazante su mano con la que sostiene un cuaderno, dispuesto a darle un golpe en la cabeza. Michiru a su vez levanta las manos para protegerse al tiempo que cierra los ojos. Sin embargo, el profesor sostiene la postura y después hace ademán de tranquilizarse, respira hondo y suelta — ¡Aish...! ¡Este muchacho irresponsable!... Está bien, lo dejaré pasar solo por esta vez.
— Gra-gracias entrenador — "Me he salvado por poco".
El otro muchacho hizo caso omiso del alboroto y se puso a practicar antes de que el entrenador se lo indicara, ya sabía su rutina. A Mizu lo puso a calentar casi media hora, aunque más que calentar fue como un castigo. Después de eso, logró dar tres vueltas trotando a la pista de 400 Metros de las cinco que le había indicado.
Cuando terminó de estirar, volvió a donde estaba el "profesor tortura". O eso fue lo que le pareció a Michiru.
— He... he terminado... ya no puedo más — intentó no parecer cansada, pero realmente se había esforzado mucho por tratar de terminar su rutina. Se acerca a las gradas y bebe el agua del termo que tiene junto a su mochila. Siente una punzada en el estómago como si hubiese tomado mucha agua, y eso que solo había bebido un sorbo. Se sienta en el primer escalón intentando calmar el sentimiento de sofocación en el estómago, sudando y agitada con el cabello todo mojado. En la segunda vuelta ya le empezaba a doler el estómago por el cansancio y la ansiedad. Los pies y manos le temblaron en más de una ocasión cuando estaba a punto de terminar. Con esas ganas de llorar y gritar cuando sientes el dolor en cada parte del cuerpo, cuando sientes que ya no entra aire a los pulmones pero sigues respirando. La misma sensación que da con la satisfacción de saber que duele, pero se disfruta. Al principio pensó que el dejar la natación por algún tiempo la iba a sofocar, sin embargo, a pesar de no haber terminado su trabajo, el correr le hizo recordar la libertad que siente cuando está en el agua nadando con un sentimiento muy parecido. No cabe duda que el ejercitar el cuerpo da una gran satisfacción.
— Muy bien señor Kobayashi, por ahora ha pasado la prueba — Mizu abrió los ojos como plato al pensar que era un regaño lo que iba a recibir, lo cual le sorprendió la reacción del entrenador. Y si esa fue solo una prueba, ¿qué será lo demás? — No es lo que piensa — se apresura a decir, divirtiéndose al ver la expresión de su alumno — me refiero a que es apto a esta clase de deporte, lo vi muy delgado y delicado así que... bueno, me alegro de haberme equivocado — sentencia y Michiru se alegra interiormente — Bienvenido al equipo y no se preocupe por no haber terminado, se le ve capacidad de avanzar con el tiempo, paulatinamente irá avanzando el ritmo y llegará a las 5 vueltas y hasta más — menciona orgulloso — Por ahora puede retirarse a las duchas, están junto con los vestidores. Nos vemos la próxima clase — Con una sonrisa de satisfacción en el rostro, se retira y deja atónito al muchacho quien sube los pies en el escalón de las gradas y se recuesta, tapándose el sol con una mano.
Después de descansar por unos cuantos minutos, se levanta y visualiza a los que aún están entrenando. Increíblemente ve al muchacho pelirojo y a Haruka que aún sigue practicando en velocidad. Llegan a una raya y se regresa rápidamente. Por sus caras se ve que están agotados, pero es ese tipo de sentimiento que no te deja hasta que sabes que has logrado la meta, de lo contrario, nada impedirá que cumplas el objetivo. Haruka ha sido el campeón de atletismo tres años seguidos, Michiru no cree que haya alguien más rápido que él, pero el otro muchacho, sí que le sigue el paso.
El profesor le dijo que fuera a los vestidores, pero prefiere irse a su habitación, ducharse y después ir a presentarse en la clase de ajedrez.
Mientras camina por el campo visualiza a todos los jugadores de futbol que se dirigen a cambiarse y otros a bañarse después de un arduo entrenamiento.
— ¡Hola Mizu! — alguien se acerca por detrás dándole un leve golpe a Mizu, pasando una mano por detrás de la espalda, llegando a su hombro.
— Hola Seiya — esta vez no la tomó por sorpresa, ya antes había advertido la presencia de alguien detrás de ella.
— Me di cuenta que encontraste al entrenador. Te vi corriendo mucho, sí que eres persistente — esta palabra la desconcierta un poco.
— ¿A qué te refieres?
— Jamás había visto que un principiante llegara a ese nivel de rutina. Normalmente terminan en la primera vuelta. Debes de tener piernas ágiles y brazos fuertes ¿No es así? — De un salto se coloca delante de ella y le aprieta los brazos abriendo y cerrando sus manos como si estuviera exprimiendo esponjas — Mizu hace un movimiento con las manos, las pasa por el centro y las levanta poniendo sus manos en los hombros de su compañero, por lo que quedan sosteniéndose hombro con hombro como si estuvieran peleando en un ring.
— ¡Ehh! — ambos sonríen, a Michiru le empieza a dar gracia cómo Seiya hace su cara de sorpresa.
— ¡Vaya! tienes músculos pero son delgados tus bíceps. Hmm...
— ¿Q-qué-qué ha..? — va descendiendo sus manos hacia los pectorales, que en este caso... serían los pechos de ella — ¡Eh! suéltame — le avienta las manos desesperada y recobra la compostura — estoy delgadito y... y... y es por eso que mi complexión es esbelta ¿está bien? — lo hace cubriéndose los pechos formando una "equis" con sus manos, al tiempo que simula una risa nerviosa.
— ¡Ja, ja, ja! — se ríe travieso por el susto del muchacho, en quien ve en su rostro, un rostro femenino — No te espantes. Mejor ven, dame un abrazo ¡amigo! — Michiru desconfía de sus extrañas intenciones, intenta alejarse pero él logra con una fuerza moderada quitarle los brazos que cubren el pecho y en su lugar la atrae hacia sí, abrazándola fuertemente. Le rodea con sus fuertes brazos la espalda y luego la cintura apretando fuerte como si quisiera encontrar algo, por lo que no necesita tener un sexto sentido para saber que algo no anda bien con Seiya.
—Qué... ¿qué estás haciendo? — Lo aparta dando un fuerte empujón con ambas manos y entonces mira a Seiya quien mantiene una mirada alucinante. — Vale hermano, s-si te gusto, solo tienes que decirlo — esboza una sonrisa inquieta.
— Esto será divertido — ella solo niega con la cabeza. Intenta calmarse y no parecer asustada, pero los nervios la traicionan.
— Bueno... — engrosa su voz un poco más — Nos vemos después Seiya — antes de que éste la detenga, ella se va corriendo con su mochila en mano, sin querer voltear atrás. Después de haber hecho esa rutina tan pesada, ni se acordó que estaba cansada — Ese muchacho me da miedo — dice para sí cuando ya está lejos del peligro.
Pasa por detrás de los edificios para llegar más rápido al que le corresponde. Mientras lo hace, piensa una y otra vez el problema que le va a causar si Seiya se llega a enterar de que ella es mujer, o si acaso lo sospecha sería un grave, ¡grave! problema, sus planes podrían terminar fracasando a pesar de todo lo que hizo. Aun así no se puede dar por vencida, tendría que hallar una forma de solucionarlo o quizá pueda ser posible que Seiya no la delate. Una y mil cosas le pasan por la cabeza.
De pronto cuando se va acercando al Edificio A, se encuentra a los tres chicos que hace unos momentos la molestaron cuando intentaba registrarse. Procura dar la media vuelta y regresar por donde vino sin hacer ruido... pero no lo logra.
— Oye, ¡actor! — menciona uno.
— Ja, Ja, Ja, actor, qué bobería — se burla otro
— ¡¿Que no escuchas que te estamos hablando?! — grita uno furioso y aprietan el paso para llegar hasta ella. Michiru no tiene intenciones de voltear y sigue caminando. Pero para este tiempo se reúnen otros dos a la parvada de buitres que vienen de la dirección por donde se encuentra Mizu.
Piensa en correr, pero no le dan espacio, rodeándola por todos lados impidiéndole escapar.
— A un lado chicos — intenta parecer tranquila y amigable con ellos, pero con eso empeora las cosas.
— Escúchanos bien, niñito afeminado. No queremos que nos causes problemas con nuestros superiores ¿entendiste? — se le acerca el de cabello rubio cobrizo, arrinconándola en la pared del edificio de la biblioteca que está a un lado del edificio A. Golpeándola de tanto en tanto en los hombros, ella se soba... piensa en quedarse callada y quizá así la dejen en paz, pero no iba a soportar que la trataran de esa manera, no importando cuál fuera el riesgo. Se arma de valor y se pone enfrente de él, levantando la cabeza en forma amenazante, aunque él sea más alto que ella.
— ¡Yo no les he causado ningún problema! ¡Fueron ustedes a quienes escuchó el Prefecto, yo no le dije nada! — hace grandes esfuerzos porque la voz no le tiemble.
— Te atreves a levantarme la voz — se ríe socarronamente y levanta las manos dando palmadas — ¡Bravo, bravo! este novato se atrevió a desafiarme. Vamos a ver qué pantalones tienes para golpearme — se agarra su órgano viril por encima del pantalón y hace un movimiento de desafío hacia ella. Michiru lamenta haber ladeado los ojos — ¿Qué? — Contesta furioso — ¿No te gusta? — se le acerca y la toma de la cabeza. Ella hace muchos intentos por zafarse de su agarre, como una especie de explosión volcánica el coraje le sale por los poros y termina golpeándolo en su miembro dándole una fuerte patada.
— ¡Tigre!, ¿estás bien? — le pregunta uno de sus amigos cuando ve que el rubio se dobla de dolor, sin poder articular palabra. Entonces los cuatro del grupo que quedan de pie, se dejan ir encima de Michiru que no sabe cómo escaparse.
Ella en un movimiento reflejo intenta correr mientras los otros están con el chico tumbado, uno de los otros evita que se escape sosteniéndole fuertemente la mano dispuesto a propinarle una paliza. Michiru solo cierra los ojos cuando ve elevar el puño del chico de cabello negro, corto y tez morena. Mizu solo espera el momento en el que su puño se colapse sobre su rostro, pero... después de cuatro o cinco segundos no pasa nada, excepto que el que la estaba sosteniendo, la suelta con tanta delicadeza que le da miedo.
Abre lentamente los ojos, primero uno seguido del otro y se encuentra con la gloriosa imagen de alguien que ha detenido el golpe de su agresor. Su salvador es un muchacho de cabello largo desalineado, castaño y despeinado, el largo fleco le impide verle bien los ojos.
— ¿Qué demonios están haciendo? — balbucea levemente irritado — cinco contra uno ¿les parece eso justo?
— Y-y-yo... — el chico desalineado tanto de la ropa como del cabello, no le deja que termine de hablar y en su lugar le da un fuerte golpe en la cara, con el puño cerrado y el nudillo del dedo del corazón levantado — ¿qué les parece esto? todos ustedes contra mí, ya que tuvieron esa magnífica idea, ¡vamos! cinco contra uno — hace un movimiento para relajar su cuello moviendo su cabeza en círculos mientras estira las manos, entrelazando los dedos haciendo que truenen los huesos. Los otros se le dejan ir al mismo tiempo, pero más tardan en acercarse a él, que él en derribarlos. Administrando sus rápidos movimientos con patadas y puñetazos, tan veloz y ligero que le pareció una pluma. Todos los cinco quedan tumbados en el suelo.
— ¿Alguien quiere quedarse a seguir jugando? — les pregunta sarcásticamente cuando ve que no se levantan del piso lleno de pasto y hojas secas. — Vaya, que aburridos — Éstos se le quedan viendo pavorizados con gestos de horror en sus caras a excepción del rubio, su cara es de total odio — El pez muere por la boca, en este caso, el perro por el hocico — se ríe más para sí mismo que para los demás y Michiru no alcanza a comprender del todo el significado del comentario.
Ellos se levantan con movimientos fugaces, tanto, que chocan unos contra otros mientras uno intenta levantar a otro. Mizu les observa huyendo del muchacho como si fuera el Diablo. De pronto reacciona en que no le ha agradecido.
— ¡Oh! Gracias — hace leves inclinaciones repetidas — eso...eso fue fantástico.
— No agaches la cabeza tan fácilmente por nadie — ella se queda atónita y frunce el ceño confundida. Él se da la media vuelta asegurándose antes de que los otros se hayan ido y no regresen.
— ¿Cuál..., ¿cuál es tu nombre? — pregunta curiosa. Él contesta con una media sonrisa burlona.
— No es que después de esto vayamos a ser amigos — sin decir más, se fue por donde vino. O quien sabe, ni siquiera se dio cuenta de dónde llegó. Pero le estaría agradecida. Aunque sabía que era probable que eso pasara, le dio mucho miedo cuando la acorralaron, se sintió indefensa e insegura, tuvo ganas de llorar.
.
Por fin llegó sana y salva a su habitación. Después de ducharse, tomó la tarjeta para ir a clases de ajedrez pero no tenía ganas de salir de nuevo. Por un momento tuvo miedo de encontrarse nuevamente con esos malandrines y entonces no estuviera nadie para protegerla.
Ella, que estaba sentada en uno de los sillones, se levanta de un salto y saca coraje de su objetivo. Nadie iba a destruir sus planes ni a intimidarla, sabía que tenía el suficiente valor y la fuerza necesaria para poder con todo eso. No se iría de esa escuela tan fácilmente, no iba a ser en vano ese corte de cabello. Tampoco se tomaría el papel de víctima, ahora era un hombre adulto, que no estaba para juegos de niños bobos ni malcriados como aquellos que la atacaron. Se enfrentaría a cualquiera, no iba a dejar que la atemorizaran. Además, no todos eran así, algunos de los que se había encontrado la habían tratado bien... o quizás lo normal. También, al entrar ahí sabía que podría toparse con algo como eso. Esta vez alguien estuvo para ayudarla, pero no lo estaría ahí siempre y ella debería de cuidarse sola. Con esta afirmación en mente, se dirige decidida a su nueva clase.
Ya entrando a los pasillos del aula de ajedrez, abre la puerta y comprueba lo que escuchó anteriormente acerca de ese curso: se respira tensión y ansiedad. El cuarto es más oscuro de lo que se imaginó, es posible que la opacidad les ayude a concentrarse.
Se acerca y alegra de ver a dos personas conocidas. Kelvin y Kiba, al parecer están en el mismo equipo pues hay dos de un lado y dos de otro. Uno se la juega en cada ronda. Mizu se sienta silenciosamente en la banca larga donde al parecer están los novatos. Escucha que cuchichean con un murmullo exagerado para no desconcentrar a sus compañeros. Al parecer no notan su presencia.
Michiru pensó que sería aburrido, pero uno de sus compañeros le dio un libro donde explicaba de forma muy concisa las reglas del juego. Ella entendió muy bien las indicaciones. De vez en cuando observaba el tablero en el que estaban compitiendo Kelvin contra otro muchacho y nuevamente miraba la hoja de reglas, haciendo un movimiento con su cabeza, afirmando.
Después de media hora ya estaba concentrada en el juego, si bien, no le era fácil identificar cuál sería la mejor pieza a mover y aunque tardaba un poco en reaccionar cuál era el objetivo del movimiento de cualquiera de los dos competidores sí que era sencillo estar con los nervios de punta al ver que a Kelvin le tenían encerrado al rey con un caballo, una corona y la reina, al tiempo que el sonido del cronómetro se hacía abrumador cuando los segundos pasaban contando la velocidad en que ambos analizaban sus estrategias para hacer el movimiento de una pieza. El nerviosismo se notaba en uno y otro, a pesar de intentar disimularlo. Incluso se preguntó, si alguno de los dos seguía respirando.
Al cabo de unos minutos, Kelvin hizo un movimiento que Mizu entendió perfectamente, su contrincante ya no tenía salida, se había descuidado con un movimiento y Kelvin lo advirtió. En el salón, todos al unísono expresaron un soplo de asombro dejando salir el aliento contenido, incluso podía asegurar que la tensión y la oscuridad se desvanecieron. Posterior a esto, su amigo dijo con voz firme y segura al tiempo que se apretaba los labios reprimiendo una sonrisa: — ¡Jaque! — sentenció, lo que indicaba la victoria de su equipo. Michiru sonrió al ver la cara de satisfacción en el rostro del muchacho con lentes redondos, se sentía orgullosa de él.
Después de que todos lo analizaron un rato (incluyendo el profesor) y por fin dio por sentado la victoria de Kelvin, ambos jugadores se levantaron de la mesa y se dieron la mano enviándose saludos como: "felicidades", "lo hiciste bien", "buen trabajo", "me la pusiste difícil", etc., Aunque todos sabemos que no es sencillo cuando se pierde y aceptar la derrota provoca una catástrofe interior, algo que visiblemente se percibía en los muchachos que habían perdido.
Los demás alumnos se levantaron de sus asientos, comentando mientras se retiraban maravillados por la jugada presenciada. Mizu salió del salón esperando afuera al campeón, quien a su vez, se quedó platicando con el profesor y su compañero de juego.
Después de un rato de estar esperando, por fin sale el personaje que dio victoria al primer juego de ajedrez que presenciaba la chica — Miiii...—
— ...zu — termina la palabra cuando ve que a su amigo se le cuatropean las últimas letras en el término de sus nombres.
— ¿Viste lo que hice? — ella asiente sonriendo.
— Claro, no lo entendí del todo al principio pero...¿por qué antes no me dijiste que tenías una competencia como esa? fue interesante y emocionante.
— ¡Ajam! Es que es una sorpresa — menciona levantando sus cejas y el dedo índice de su mano derecha.
— ¿Y qué clase de sorpresa? — inquiere, moviendo de lado lateral izquierdo su cabeza, en señal desconcierto.
— ¡Si todo sale bien, mañana lo podrás saber! — sentencia entusiasmado con esa voz única y chillona. Detrás de él sale Kiba, el muchacho alto y delgado con anteojos, esta vez parecidos a los de Kelvin.
— ¡Wow! todo está marchando a la perfección — se acerca y le da golpecitos a Kelvin en la espalda, este solo se mueve un poco y sonríe devolviendo el saludo.
— ¿Verdad que sí?
— Después de esto, no creo que exista nada mejor en la vida — sus palabras apasionadas logran transmitir el sentimiento hasta Michiru, quien se siente conmovida, ya que es la misma sensación que tiene cuando actúa. Si bien, de modelo también tiene que actuar y aflorar los sentimientos que se requieran mientras posa para alguna fotografía, de cualquier forma quiere llegar más allá de esos requerimientos.
— Al parecer fue una ronda muy difícil — comenta mientras caminan dirigiéndose hacia sus habitaciones por fuera de los edificios en la parte delantera donde están los jardines.
— Ni que lo digas, cuando movió el caballo yo dije... ¡en la madre! ya nos encerró este ca..! — Michiru no puede evitar reírse de su compañero, más por la expresión de sorpresa en su cara que por las palabras. Kelvin solo abre los ojos, sin poder decirle a Kiba que no hable así delante de su amiga, quien debido a su nada frecuente contacto con el sexo masculino, casi nunca ha escuchado decir groserías ni maldiciones; o eso es lo que él supone.
Michiru nota la expresión en el rostro de su amigo adivinándole el pensamiento, quien no sabe cuántas veces escuchaba a sus compañeras decir de todo tipo de palabras — eso ya dejó de ser ilegal hace mucho tiempo Kelvin — Aunque ella no las decía y no creía necesario decirlas, solo de vez en cuando se le escapaba una que otra mentalmente. Tampoco juzgaba a sus compañeras por hacerlo. Desde pequeña fue de mente abierta y cree que cada quien puede decir lo que se le venga en gana mientras ese comentario no sea ofensivo del tono agresivo que lastime los sentimientos de los demás, ni perjudique la dignidad tanto la propia como la ajena. Muchas veces ha escuchado a personas maldecirse a sí mismas, cosa que considera es lo peor del mundo.
— Es cierto Mizu — se integra de nuevo mentalmente a la conversación después de haber estado unos segundos fuera — no sabes lo difícil que fue hacer esta jugada. De verdad Kelvin, yo creí que ya no tenías nada bajo la manga.
— Ya les habíamos ganado, esta vez no podría ser diferente — menciona un tanto presuntuoso — se confiaron y movieron muy rápido. Creyeron que ya la tenían ganada.
— ¿O sea que antes ya habían jugado contra ellos?
— Si, tres veces. Ésta solo fue la revancha por su parte. Aunque ya teníamos la victoria casi asegurada... le sudé — expresa su angustia haciendo ademán de secarse la frente con la mano, como si estuviera llena de sudor.
— ¿Pero que eso está permitido? Me refiero a pedir una revancha después de haberles ganado en dos ocasiones.
— ¡Tres ocasiones Mizu! — le corrige mostrando los tres dedos de la mano — esos chicos no aceptaban la derrota y no, no está permitido. Exigieron revancha porque según ellos, no fue justo el control de tiempo y no sé qué más pretextos pusieron. Pero de cualquier forma, el profesor ya nos había incluido a nosotros un mes antes pa... — antes de que terminara, Kelvin le dio un fugaz golpe en el estómago — ¡Hey...hijo de tu...! — Dice entre palabras mientras se soba el estómago, doblándose de lado como si eso amortiguara el dolor — ¡¿qué fue eso?!
— Tenías una abeja, lo siento — parlotea retirándose unos cuantos metros de su amigo evitando que le regrese el golpe.
— ¡Aish!...este muchacho ¿¡Y qué no pudiste solo haberla espantado y ya!?
— Si la espanto, las abejas recuerdan el rostro de una persona así que estaría siguiéndonos por todos lados
— No pongas pretextos Kelvin, ¡ven acá! — el muchacho logra tomar a Kelvin por el cuello haciendo gancho con la cabeza de él presionada con su antebrazo y le rasca el cuero cabelludo como si tuviera mucha caspa.
— ¡Suéltame, suél-ta-meeeee...! — el más bajo hace muchos intentos por separarse sin poder lograrlo.
Michiru se carcajea con la escena, sin poder contener la risa. Interiormente se pregunta por qué su amigo no quiso que Kiba terminara lo que iba a decir. Cual abeja ni que nada, eso fue solo para impedir que él dijera algo de lo que Kelvin no quiere que se entere.
Llegando a la habitación, después de conversar un rato con su antiquísimo amigo acerca de lo que pasó en el día, le pensó como tres veces si contarle lo de los chicos que querían golpearla o guardárselo, eligió la segunda opción. Así como es Kelvin de defensor con ella, era capaz de ir a buscarlos y enfrentarlos aún sin saber nada de defensa personal o alguna técnica que le ayudara a vencerlos. Y aunque lo agradecía, prefirió no arriesgarlo a nada peligroso. Después de todo la ocasión no había pasado a mayores y afortunadamente alguien pudo salvarla, pero no iba ahí para ser una damisela en peligro, iba a aprender cómo ser "hombre", literal, ya que para su nuevo papel le exigían ciertos requisitos. Aunque sabe de por medio, que a veces los hombres también son causa de maltrato por parte de sus compañeros y que ellos la atacaron pensando justamente eso, que ella es un chico.
Michiru se recuesta en su cama, agradecida de que el día haya terminado. Fueron muchos acontecimientos en un solo día y eso que no todos fueron del todo agradables, pero la emoción estuvo presente. Se pregunta si todos los días su estancia ahí será aburrida o emocionante.
