DISCLAIMER: Harry Potter y todos los demás personajes y lugares pertenecen a J. K. Rowling

AVISO:

Capítulo 1 – El lugar dónde dirigen las cartas

La oscuridad iba cayendo en Privet Drive mientras Harry salía de la casa de sus tíos. El golpe de la puerta detrás de él cortó a su tío en medio de uno de sus sermones, pero eso no le importaba porque no decía nada que no hubiera escuchado antes. Como de costumbre las palabras arrojadas a su espalda surtieron efecto, obligándolo a subir una mano temblorosa para rascarse la cicatriz. Era un tótem de en lo que se había convertido; hasta cierto punto la odiaba, mientras que a veces la amaba. En tiempos como esos era un recordatorio de todo lo que había aprendido y llegado a querer, un susurro de libertad que él sabía que podría volver a sentir en unas pocas semanas.

El incidente había empezado antes de que la lechuza de Ron, Pig. La pequeña lechuza estaba horriblemente excitada y ululó mientras revoloteaba por la habitación de Harry antes de permitirle coger la carta que llevaba atada a la pata.

Lo que llevó a Harry a su situación actual, necesitaba solo unas pocas horas para olvidar el contenido de la carta que Ron le había mandado. Era vaga y breve como todas las cartas anteriores; hablaba sobre cosas sin importancia y se despedía dejando a Harry frustrado por la falta de respuesta a cualquiera de las preguntas que mandara en sus cartas.

Los últimos meses estaban llenos de cartas cortas de Ron y Hermione, que no contenían nada interesante. No importaba cuantas cartas mandase, se negaban a contestarle ninguna pregunta sobre como estaba el Mundo Mágico. Sus cartas contenían lo necesario para ser consideradas cartas que uno podría esperar recibir de un amigo; parecían más cartas de conocidos que solo se comunican en ocasiones especiales.

En ese momento estaba andando hacia el pequeño bosque al final de la calle, el único lugar donde había conseguido encontrar algo de soledad en esos meses. Él no podía evitar sonreír mientras sentía la agradable bienvenida del bosque. El aire frío susurrando contra su piel; jugando con su pelo y haciendo que le vinieran escalofríos.

Mientras abría la carta de Ron, dejó que sus ojos volaran por encima de las palabras que habían llegado a aprenderse de memoria antes de hacer trizas la carta y esparcir sus trozos en la brisa nocturna. Los ojos esmeralda brillaron mientras se movía hacia el corazón del bosque antes de empezar a desnudarse. Se quitó las gafas y las dejó encima de su ropa.

Cerró los ojos y se concentró firmemente en la imagen dentro de su mente, escuchó el familiar crujido de los huesos y el dolor viajó por sus sentidos. Se mordió el labio para evitar gritar, se concentró en los últimos detalles antes de tomar aire profundamente. Abrió los ojos lentamente; agudizados por el cambio, rápidamente vio cada pequeño detalle antes de moverse a otro lugar. Levantándose en sus cuatro patas, cuidadosamente flexionó sus músculos, notándolos deslizarse poderosamente bajo su espeso pelaje negro. Las garras se deslizaron fácilmente de sus vainas y las delicadas orejas se tiraron hacia atrás y hacia delante mientras la nariz y los bigotes trabajaban juntos oliendo el aire en busca de información que pudiera resultar vital.

Había puesto mucho esfuerzo en su forma animaga, pero nunca había considerado la pantera negra como una posibilidad. Hubiera deseado que fuera un ciervo en memoria a su padre, pero después de la experiencia del cuerpo de un predador no podía ni siquiera imaginar el cuerpo de una presa. El cuerpo de pantera había probado ser poderoso; silencioso y esbelto, le permitía mirar el mundo desde una nueva perspectiva.

Harry había trabajado en sus transformaciones durante todo el verano, había estado tentado de informar a sus amigos sobre su proyecto más nuevo pero en pocos días descartó la idea. Ron hubiera aceptado rápidamente, pero Hermione hubiera tratado de convencerlos de que no lo hicieran bajo la amenaza de contárselo a un adulto. Por supuesto, las respuestas vagas que había recibido habían asistido a tomar la decisión. Había tenido la idea después de la muerte de su padrino. En su honor había trabajado todo el verano en dominar las habilidades que ellos habían ganado con la esperanza de conservar buenas memorias de ellos.

Apartando esos pensamientos, se adentró más en el bosque; permitiendo a las suaves patas lo llevaran a través de los arbustos silenciosamente. Todos sus sentidos trabajaban al límite para descubrir posibles presas. Alcanzando un pequeño charco se arrodilló en la hierba permitiendo a su delicada lengua tomar un delicado sorbo de agua fría. Moviendo la cola, se levantó solo para congelarse ante el ligero sonido de voces. Oliendo rápidamente el aire detectó la esencia de hombres, acero y cuero.

Maldiciendo, se movió hacia las sombras, empezando una cursa desenfrenada hacia su refugio y su ropa. El repentino crack de madera seca lo congeló a medio movimiento. El sonido del disparo de una pistola y el trozo de metal en su costado lo obligaron a gruñir antes de echar a correr. Su mente empezó a volar y su cuerpo de pantera dejó de responder. De repente se encontró tropezando; dándose contra el suelo se quejó cuando el dolor de la herida fue espalda arriba como dedos incandescentes.

Mientras el mundo de Harry se volvía negro, las palabras de los cazadores llegaron a sus sensibles orejas "…quería algo raro..la pantera más grande…ojos como esmeraldas..tiene que pagarnos una buena suma…"