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¡Vamos a preparar la escena!

Preparó la mesa con la mejor vajilla de la casa, esa que solo se usa en eventos importantes, la porcelana fina con orillas doradas y finos diseños daban una presentación más que maravillosa, los cubiertos de plata pulcramente pulidos y brillantes estaban en su lugar, las copas de cristal estaban fuera junto al Champán Chardonnay, todo estaba listo para celebrar el aniversario Noveno de cuando él volvió a casa de la guerra.

El timbre sono sacandola de su ensueño, rápidamente se movio en dirección a la puerta con paso elegante, se asicalo el cabello y preparo su mejor sonrisa, no sin antes revisar su atuendo y su entorno, una vez lista se mentalizo, los invitados habían comenzado a llegar.

Abrió la puerta con una radiante sonrisa, tan perfecta como su apariencia, como su vida. Él primero en llegar como siempre había sido Sawada Tsunayoshi y su esposa... Kyoko.

El verla junto a él hacia que su estómago se contraerá(*).

--Por favor, entren y tomen asiento -- Hablo con tono suave y ojos brillosos, uso su mejor mascara y los dejo entrar. Los años habian hecho maravillas en Tsuna, desde que había heredado la empresa Vongola había madurado bastante, todo él era una persona nueva, incluso era más alto, las varonil, un excelente partido, su primer amor. Kyoko iba con un discreto vestido crema que encajaba perfectamente con su hermoso cabello caramelo amarrado en un bonito peinado alto con algunas orquillas en flor.

Siempre los miraba con envidia, siempre con el pensamiento de que la persona a su lado pudo haber sido ella, de los muchos hijos que pudo haberle dado, de lo feliz que ambos pudieron ser, pero el destino era caprichoso y no lo quiso así; en cambió su vida se vio ligada a su actual marido, un hombre con encanto propio, alguien que aparecía muy lejos de su liga, un inalcanzable hombre perfecto que le dio todo lo que pudo a manos llenas.

¿Acaso tenía derecho de quejarse?

Tenia una enorme y linda casa de ensueño, un hijo maravilloso, todo un orgullo, una vida de lujos y un esposo más que maravilloso.

Una vida perfecta.

¿Que mas podría pedir?

--Hoy estas tan reluciente Haru, como siempre-- Dijo ella con una suave sonrisa mientras entraba del brazo de Tsuna.

Kyoko era su amiga, sabia que estaba mal codiciar el amor que Tsuna le tenia a ella pero no podía evitarlo, hubo un tiempo en que lo amo con locura.

--Gracias. Él está adentro, Mi esposo los espera. --Dijo guiándolos a la sala. Se trago su envidia, ella ya tenia a Mukuro.

Haru trataba de siempre estar a la altura de su vida, siempre vistiendo hermosos vestidos, con elegantes peinados y portando los numerosos obsequios de su esposo hacía ella con orgullo; y ese dia no era la excepción. Su vestido había sido un pedido especial, hecho a medida, la tela era de un azul noche brillante con adornos en blanco en las mangas.

No falto mucho para que los demás fueran llegando, y Haru los fue recibiendo como una buena esposa y anfitriona haría.

El ambiente era grato, la musica suave sonando al fondo, las conversaciones de los hombres en el comedor y el cuchicheo de las esposas en la sala. El leve aroma a tabaco fue inundando la habitación poco a poco viciandolo.

En medio de la pista, observando que todo estuviese en orden Haru y con una gran sonrisa, lo vio aparecer por las escaleras del segundo piso con un traje a juego con el suyo, pantalones blancos, botas negras, camisa gris oscuro y una casaca azul noche con adornos en dorado, su cabello recojido en una coleta baja.

Ella sonrió y camino a su lado, este le sonrio orgulloso y tomo su mano besandole el dorso, para después saludar a los invitados. La fiesta acaba de comenzar.

--Dejenme proponer un brindis, no solo a un esposo, un amigo y a un padre -- Dino alzó su copa y todos hicieron lo mismo mientras lo escuchaban atentamente.--Sino a un héroe que regreso a casa de la guerra ¡Salud!

--¡SALUD!-- Dijeron todos al unísono.

Si, habían sido los años más difíciles de su vida. Su ausencia la torturó muchas veces, el cuidar de un hijo completamente sola no era su definición de ideal, pero eso no era nada ante el infierno que él paso ¿Se pueden imaginar todo el mal que ha visto? Ella si, lo ve mientras lo observa al soñar. La imagen es la misma, él permanece dormido a su lado a través de sudores y gritos mientras lo persiguen, aún en sus sueños y en casa él no esta a salvo, así que, tambien a ella la perseguían.

Por lo que procuraba tener siempre su sonrisa perfecta y lo dejaba ser.

Su mirada volvio al pequeño círculo de su marido lo que provocó que sus ojos chocolate se cruzarán con los de su esposo, la miro tan intensamente para luego sonreirle, todo fue tan repentino que la hizo estremecer por un momento. Su encantadora sonrisa era un hipnótico placer y sus labios un pecado mortal.

Se sonrojo un segundo y aparto la vista avergonzada, un hormigueo subió por su espina dorsal haciendo sentir su cuerpo debil, ah, quizás estaba bebiendo demasiado vino.

Su esposo se acerco a ella lentamente, casi acechandola.

Todo su copa de vino mientras acariciaba su fina mano sin apartar sus ojos de ella. Su mirada era tan intensa que la hacia sentir calor al instante. Se acerco a su rostro y beso sus labios suavemente.

Su aroma natural y a colonia era tan embriagador que la mareaba.

--¿Te diviertes?-- Le preguntó con voz profunda. Ella asintió sintiendo la boca seca.--Te traere un poco mas.-- Dijo refiriéndose a su copa vacía.

¿Quien pensaria que un hombre tan encantador como él se fijaria alguna vez en ella? Nadie. Incluso ella aun dudaba de su suerte, Mukuro podía considerarse el esposo trofeo.

No paso mucho para que él volviese a su lado con la copa servida, la tomo de una mano y se la dio con una sonrisa satisfecha. Tomo su menton y beso su frente para luego alejarse nuevamente sin decir nada hasta un grupo de invitados.

Su piel ardia ante una necesidad no satisfecha.

Una presencia familiar se acerco por su izquierda, pudo ver por el rabillo del ojo su traje negro y camisa azul característica, en su mano llevaba una copa a medio tomar mientras lo movia suavemente, Yamamoto se había convertido en una figura masculina de confianza común en su vida.

--A de ser difícil para ti dejarlo irse a trabajar despues de varios años lejos de ustedes ¿No? -- dijo sin mirarla.

--Un poco, pero de algo hay que vivir-- le contesto del mismo modo con la vista fija en su marido. Mukuro parecia tan relajado con su simpática sonrisa en su elegante rostro pero al igual que ella sabía que se trataba de una mascara. -- pero ahora, cuando sale en viajes de negocios y reuniones, me hace sentir tan... enferma e incompleta. -- un nudo se acuno en su pecho, el sabor a amargura y champán se mezclaron en su lengua. Sabía que debia estar agradecida pero en su interior no era suficiente.-- Nuestro niño necesitaba a su padre en casa, estaba sola y ... mi hogar no parecia uno-- Dio un sorbo suave ante la frustración.

Yamamoto era el único de todos los presentes aparte de la pareja en saber que su vida no era perfecta como decían los demás que era, en ese tiempo todo eran apariencias.

--Haz hecho un buen trabajo tu sola, Haru.--Dijo dando un pequeño sorbo mientras sonreía orgulloso. -- Que nadie te quite ese merito. Eres fuerte.-- finalizo.

--Gracias. -- respondio mientras bebía un poco mas intentando ocultar su sonrisa tras su copa.

Hablar con Takeshi era cómodo y fácil, muchas veces no necesitaba que le respondieran cada que hablaba sobre algo que le aquejaba y él le daba lo que necesitaba, que la escucharan sin juzgarla. Después de eso él se alejo discretamente de ella hasta estar al lado de Gokudera cogiendolo del cuello y sonriendo abiertamente, el Italiano que fumaba tabaco trato de alejarlo alegando ser una molestia, Tsunayoshi -su jefe y el de su esposo- los veia divertido ante su relación.

Ellos se llevaban bien desde la secundaria y los años solo habían reforzado su amistad.

Suspiro. Si alguien se enteraba de su amistad con él comenzarían a circular rumores innecesarios, se convertiría en la cotilla del vecindario.

Una mujer siempre tenía que ser discreta, un error y su reputación podría ser manchada.

Empezaba a hacerse tarde.

Comenzó a sentirse cansada conforme los minutos pasaban pero tenía que aparentar estar llena de energia, una muestra de felicidad que esperaba todos pudieran ver. Su preeminencia era la vida que llevaban.

Ya en algun punto de la velada tras una larga cotilla con las mujeres de los amigos de su esposo su atención no se encontraba en la conversación, tan superficiales. Su vista siempre viajaba por la habitación en busca de su marido. Haru se sentia cautivaba por él ¿Y por que no estarlo? Su esposo era atractivo, un héroe de guerra, educado, culto y caballeroso, mas que un galan de telenovelas, y queria que los demás vieran el amor que ambos compartían.

Dio un último sorbo de su copa y se disculpó Con las señoras presentes, comenzaba a sentirse cansada, llena de alegría y un poco atontada, quizá había bebido demasiado. Necesitaba aire fresco.

--¿Te encuentras bien, Haru?-- Preguntó Kyoko a su oido ante su semblante palido. Ella realmente se veia preocupada, ah, no se merecía una amiga así.

--Si Querida, solo estoy un poco mareada-- respondió con una sonrisa torcida.-- Vuelvo en un segundo--

Se levanto de su asiento con dirección a la cocina. Quisa se había levantado muy rapido por que la habitación estaba girando haciendola sentir más mareada, unos pocos pasos fueron lo último que dio antes de caer al suelo de una manera descolorida.

Cielos, había hecho una escena.

Podia sentir todos los ojos de la habitación en ella. Muy lejos oia el cuchicheo de las mujeres que seguramente hablarian a sus espaldas al día siguiente o comentarian cosas desagradables con fingido sarcasmo.

La figura borrosa de su esposo aproximándose a ella mientras la llamaba preocupado fue lo último que quizo ver.

Cerro los ojos, esperando que asi nadie pudiese verla.