Inocencia Esclava
ADVERTENCIA
Este fic tiene contenido sólo apto para mayores de 18 o según tu país 21. Si no eres mayor de edad te recomiendo que por favor te retires.
La historia contiene abuso infantil, violación, situaciones de violencia y sometimiento. Si no es tu tipo de lectura, es tu momento de retirarte
El fic se desarrolla en la muy joven Grecia antigua en la cual aún no se definían tratos humanitarios ni leyes que sugirieran o protegieran al esclavo de ciertos maltratos por lo cual, estos eran vistos como menos que un animal y como meras posesiones sin voz ni voto, ni tampoco derechos.
Una época en la que como después ocurriría en la Roma republicana, los esclavos sin importar su sexo, podían ser juguetes sexuales de sus amos y esto no era mal visto sino concebido como lo normal, y que además reafirmaba el estatus de poder.
Es un universo alterno, en un periodo de tiempo distinto, pero con nuestros queridos personajes de Saint Seiya.
Renuncia: Saint Seiya y sus personajes pertenecen a Masami Kurumada, yo no gano nada al hacer estos fics.
Un hermoso joven de 16 años lloraba aferrado a su lecho, odiaba tanto tener que complacer a ese desgraciado...
Pero, no podía hacer nada al respecto, pues sólo era un esclavo… ¿Cuantas noches habían pasado como esta? ¿Cuántos años ya?... Tres a la fecha, sólo tres… pero… a veces parecían eternidades… Y aún no se acostumbraba, no se resignaba, no dejaba de sentir asco con cada caricia. Y… no dejaba de doler en lo más profundo de su alma…
Aún recordaba esa maldita primera vez…
…
En la antigua Grecia, la posición social definía el resto de tu vida desde el nacimiento.
Y él, para su infortunio, era el hijo de una bella esclava traída de las tierras del Este, a quien habían "cruzado" a la fuerza con un semental eslavo, otro esclavo cuyo único fin era, el de preñar a las esclavas como si fueran vacas para producir más ganado.
El fruto de ese incidente había sido separado de los brazos de su madre, quien por su posición no tenía derecho a sus propios hijos, pues estos eran también posesión del amo. Tampoco es que fuera la más amorosa de las madres, pues ese niño hermoso, había sido producto de una reproducción forzada, y su madre solía verlo y tratarlo con recelo, pero aun así, para el pequeño era su madre, su mundo, su única familia. Pero sin derecho a decidir, fue llevado lejos de la granja de esclavos y vendido al señor de Tesalia a los seis años.
Entre más jóvenes se les comprara, mejor, pues así se harían a la forma de su amo.
Siete años después, el adolecente que gozaba de gran belleza, mescla de la delicadeza oriental con los brillantes ojos y vivos rasgos de la belleza eslava, había sido ofrendado como regalo al Magistrado Skotadi, aquella fatídica tarde para el muchacho en que su belleza fue expuesta a los ojos de uno de los hombres más poderosos de Atenas.
Ese hermoso chiquillo quien a pesar del barro y suciedad de sus andrajos, podía percibirse su piel de leche y facciones casi andróginas, había despertado el deseo en Skotadi, quien no había dudado en preguntar a su dueño por su precio y mostrar abiertamente su interés por poseerlo.
El señor Arsen, no había dudado ni un segundo en regalarlo para quedar bien con el magistrado y asegurar su simpatía. Y apenas unos días después, Skotadi regresaba a Atenas cargando el preciado botín.
No era poco común en la antigua Grecia que los hombres poderosos tuvieran jóvenes amantes varones, que debían sostener una relación de amor puro y celibato, no era mal visto y se creía que esto dotaba al mancebo de contactos poderosos para su vida adulta. Claro que las relaciones sexuales entre dos varones estaban penadas si estos eran ciudadanos, pero no eran mal vistas ni condenadas si se sostenían con un esclavo, y fuera el amo quien penetrara.
Para los griegos, la penetración era una forma de mostrar no sólo masculinidad sino poder y dominio y era común como castigo, que un esclavo fugitivo fuera violado por su amo al ser recobrado, para demostrar quien tenía el poder y enseñar sumisión a su esclavo.
Lo mismo pasaba en la guerra con los prisioneros o perdedores, la violación reafirmaba la victoria de los ganadores, y la derrota y sumisión en los perdedores.
No todos los esclavos eran violados si no cometían falta, salvo que el amo gustara de esos placeres, muchos esclavos vivían su vida con relativa normalidad.
El señor Arsen no era afecto a los varones sino sólo a las mujeres, por eso el joven de cabellos esmeraldas había permanecido virgen.
El chico en su inocencia esperaba que al llegar, se le asignaría alguna tarea en especial, una barraca y quizá si corría con suerte, un peplo nuevo y sandalias nuevas.
Pero para su sorpresa, había sido conducido a una suntuosa terma donde fue lavado a conciencia, sus cabellos perfumados con agua de mirra, su piel hidratada con aromáticos aceites y luego del ritual de acicalamiento, se le había vestido con un peplo largo de fina seda, del color del marfil que se ceñía a su estrecha cintura con un lazo dorado. Le calzaron sandalias doradas y en su cabeza una corona de flores adornaba su cabeza.
El jovencillo estaba abrumado con tantas atenciones, no entendía nada, ni por qué a un esclavo como él, se le daban tantos lujos, nunca habría en toda su vida soñado con llegar a vestir algo así, nunca había sentido sobre su piel, tela más delicada y suave.
Pero… ¿Por qué?
Una vez lo hubieron alistado, las sirvientas que lo atendían lo condujeron a una habitación hermosa y lo dejaron ahí solo cerrando la puerta con llave al salir.
El chico de tan solo 13 años, confundido miró el lugar y de inmediato corrió a la puerta para verificar lo que había escuchado en la chapa. Estaba encerrado… Estaba confundido y asustado, tanto como maravillado.
Qué lujos, ni siquiera su antiguo amo, el rico comerciante de Tesalia, que se preciaba de ser uno de los poderosos de la ciudad, gozaba de semejante opulencia.
La habitación era una enorme estancia redonda, cuyo suelo estaba alfombrado de ricas pieles afelpadas y suaves, al centro un amplio pabellón con cortinajes de traslucida seda dorada pálida rebosaba de enormes almohadones. El chiquillo se acercó lentamente hacia el lugar y comenzó a admirar cada cosa. La tela de las cortinas era suave, las pieles bajo sus pies… su suavidad lo hacían enredar juguetonamente sus dedos de sus pies en el pelo de estás.
Admiraba cada detalle. Y encontró en los gruesos postes de cedro del pabellón algo que llamó su atención. Tenían cadenas empotradas colgando de ellos y al final de estás unos grilletes dorados engarzados con diamantes. Eran hermosos pero… ¿Qué las piedras finas y el oro no eran sólo para las joyas?
Nunca había visto cadenas de oro. Continuó explorando el lugar y encontró dos puertas más al fondo. Se dirigió a ellas y al abrir la primera, se encontró con un servicio, muy elegante. Todo un lujo tener eso en una habitación, evidencia del poder de su nuevo amo, pues las letrinas generalmente rusticas estaban siempre fuera de la casa, y no estaban hechas de mármol como estas. También encontró en esa habitación una terma pequeña, pero elegante y bien provista de agua. Salió de ahí y se dirigió a la otra puerta tras la cual encontró una habitación llena de preciosos ropajes, un tocador con joyas relucientes, accesorios de belleza como aceite de granada para los labios y peines y cepillos de fina madera. También en el tocador había aceites finos para el cuerpo y esencias forales.
- Debe… ser la habitación de una gran señora ¿Me habrán traído para ser el ciervo de la esposa del amo?
El chiquillo se miró en el gran espejo del tocador y sonrió. Nunca se había visto tan hermoso y elegante. Él, acostumbrado a vestir harapos nunca se imaginó que su cuerpo sería cubierto con algo tan hermoso. ¡Seguro sería el ciervo personal de la señora de la casa! Por eso no podía lucir mal, tenía que verse presentable. Se giró frente al espejo dando vuelta para ver todo su atuendo.
- ¡Mis nuevos amos son muy generosos!... ¡Qué suerte tengo!
En ese momento la chapa siendo abierta llamó su atención. Se apresuró a salir del cuarto por miedo a ser castigado por fisgonear donde no debía.
Salió apresurado cerrando la puerta justo cuando la puerta principal se abría.
El señor que lo había comprado lo encontró parado junto a la puerta cerrada del cuarto de vestidos.
Tenía la vista hacia abajo y sus manos juntas al frente en actitud sumisa. Luego se percató que la puerta del baño estaba abierta y sonrió.
-Veo que has estado inspeccionando el lugar.
El chiquillo se respingó creyendo que lo iban a amonestar pero las palabras de su nuevo señor disiparon la idea.
- No te asustes chiquillo. Está bien… después de todo, está será tu habitación, debes conocerla bien.
El chico levantó la mirada sorprendido y miró expectante a su señor, pero luego recordando su lugar desvió su mirada y levantó su mano como pidiendo permiso para hablar.
- Dime.
- Mi-mía, señor?
- Sí, este lugar es para ti, es donde vivirás de ahora en adelante y quizá… dependiendo de tus servicios, algún día podrás tener una habitación más completa.
- Es… es mi habitación? –preguntó de nuevo sin poderlo creer.
- Así es chiquillo, y yo soy tu nuevo señor. Te he traído aquí para servirme a mí, será tu único trabajo. No harás tareas de limpieza ni mandados, no serás orfebre ni irías a los establos. Eres... demasiado hermoso para desperdiciar tu piel y belleza con esas burdas tareas. Serás mi siervo personal y vivirás sólo para atenderme. A cambio, tendrás lujos, hermosos ropajes y comida decente –dijo haciendo énfasis en lo último mirando al joven que sin ser raquítico, sí que se veía frágil, obviamente toda su vida había sido alimentado de forma frugal como cualquier esclavo.
Era un poco enclenque pero adivinada que si lo alimentaba bien pronto ganaría una hermosa figura, pues aún con lo delgado que era ahora, era bastante atractivo.
- ¿Entonces voy a ser su esclavo personal mi señor?
- Sí -dijo con cierta malicia.
El niño lo miró unos momentos y volvió a bajar la mirada pues los esclavos no tenían el derecho de ver a los ojos o rostros de sus amos, era una falta de respeto que usualmente era castigada con bofetadas y en algunos casos con un par de palos.
El hombre notó su congoja y llamó su atención.
- Tranquilo niño, no te castigaré por mirarme… De hecho… –dijo subiendo al entarimado del pabellón y echándose perezoso pero elegantemente en un almohadón. – Será mejor que me veas, quiero que me veas bien para que aprendas a reconocer bien a tu señor. Y no te saques mi rostro de la mente. Anda… mírame, te doy permiso.
El chico levantó la vista poco a poco y miró al hombre a quien lo habían obsequiado.
Era un hombre imponente, joven, buen mozo, de larga cabellera azabache que contrastaba enormemente con usa piel marmolina y brillando en su rostro, unos hermosos ojos de jade que aún pese a su hermosura, helaban la sangre de quienes se reflejaban en ellos.
El magistrado Skotadi era un hombre apuesto, pero su galanura solo se equiparaba al miedo que provocaba su presencia. Gozaba gran fama entre las mujeres de la alta sociedad quienes suspiraban en silencio por él, aunque también gozaba de una reputación más oscura ante la sociedad.
Taciturno, reservado, orgulloso, cruel e inmisericorde según se rumoreaba. Era mejor no meterse con él. Se le veía poco en reuniones, pero cuando asistía a ellas su presencia causaba tanto temor como admiración, y dado su gran poder político, todo mundo trataba de congraciarse con el esquivo Señor Skotadi, por mucho miedo que diera acercársele.
Por eso su antiguo amo lo había obsequiado sin dudar, cuando el magistrado había comentado lo bello que le había parecido.
- ¿Cómo te llamas chiquillo? –lo había aceptado sin siquiera preguntar su nombre pues era una adquisición preciosa, poco importaba su nombre si podía tenerlo.
- Kokalis.
- JAJAJAJAJA –el hombre soltó una sonora carcajada –¡Pero eso no es un nombre chiquillo, es apenas un apodo! JAJAJA
- Es que… -el niño bajó la mirada apenado -así me decían mis antiguos amos desde que llegué con ellos…
- Ya veo –dijo riendo suavemente. –Acércate –el chiquillo se acercó al entarimado y se quedó de pie ahí. –Acércate más –el niño contrariado subió al entarimado del pabellón y se acercó a diez pasos de su señor. –Jajajaja… veo que estás bien educado, conoces tu lugar…
El hombre desvió la mirada y tras una sonrisa enigmática habló de nuevo.
- Ven aquí –dijo tendiendo la mano al chiquillo
El niño acerco más pero apenas Skotadi lo tuvo a su alcance lo tomó de la mano y lo jaló bruscamente haciéndolo caer en su regazo donde lo retuvo mientras el niño lo miraba asustado. Esa cercanía no era normal con un amo. ¿Y si lo castigaba por eso?
- Déjame verte –pidió y el niño bajó la mirada y volvió un poco el rostro para no ver directamente al amo, pero Skotadi perdió la paciencia –Déjame verte bien –ordeno tomando al chico bruscamente del mentón y obligándolo a mirarle.
- … Eres hermoso… que piel tan suave –dijo acariciando el rostro y luego bajando la mano por el brazo que el pelo dejaba desnudo –muy suave…
Acarició los cabellos del chiquillo que antes se veían algo tiesos y grifos pero ahora limpios se habían transformado en brillantes hebras de seda. El rostro era hermoso, como tallado por un Dios. Esos ojos grandes y verdes, traslucían inocencia y pureza. Tomó un mechón de cabello y lo olfateó lentamente, sonriendo complacido con el olor de su nuevo esclavo. Este chiquillo era hermoso ¿Cómo había ido a terminar de esclavo doméstico en casa de Arsen? Este niño debería estar al servicio de los mismos Dioses.
Cuando lo vio por primera vez sucio y cubierto en harapos, su belleza había logrado resaltar por sobre tanta suciedad, y supuso que bañándolo mejoría, pero no imaginó qué tanto.
Tenía un aire y belleza tan exquisitos, que vestido ahora en finas sedas, no parecía haber sido esclavo de nadie, ahora se podría jurar que era un príncipe de Atenas.
Lo miró con éxtasis…
- De verdad… eras un diamante en bruto. Y me congratulo de haberlo visto –dijo tomando la mano del pequeño y besándola causando un sonrojo voraz en el niño con quien nadie nunca había tenido atenciones.
Los esclavos eran considerados menos que animales y no eran vistos como seres vivos sino como posesiones. Era de suponer que si bien Arsen no había sido un amo cruel, nunca había tratado con respeto ni amabilidad al chiquillo. Por eso este se abrumaba con gran facilidad con la más mínima atención.
- Bueno –el amo empujó al chico a un lado y se puso de pie, cosa que el chiquillo imitó de inmediato. –Es hora que comiences con tus deberes, voltéate.
El chico lo miró interrogante y el hombre repitió.
- Voltéate –ante que el joven pudiera reaccionar el hombre lo tomó del hombro y lo hizo girar quedando de espalda a él, y de inmediato pegó su cuerpo al menor, complacido al sentir el trasero del niño junto a su entrepierna.
Hundió la nariz en los cabellos del chiquillo aspirando con avidez y con un brazo lo aferró por la cintura inmovilizando los brazos del niño también.
Con la mano libre acaricio los verdes cabellos del chiquillo.
- Eres tan suave pequeño, tan delicado…
En niño comenzó a temblar, no le gustaba la forma en que su señor se había acercado, no sólo el hecho de no haber recibido atenciones jamás lo ponía muy nervioso sino el hecho que esta cercanía estaba fuera de lo normal. Sólo había visto ese comportamiento en su antiguo amo para con su esposa y las esclavas de las que solía abusar, pero… pero eso era cosa de hombre y mujere ¿No?
- Mi… mi señor… -estaba muy asustado, no le gustaba nada la cercanía de su nuevo amo, que pese a su agradable aroma, al niño el contacto tan cercano le provocaba repulsión.
- Tranquilo y obediente –dijo llevando su mano a las partes privadas del niño para acariciarlas por sobre el pelo con impudicia.
- ¡No! –Trato de quitar su mano pero tenía los brazos impedidos por el agarre de su señor –por favor… –dijo temblando –por favor… no, no mi señor…
- Estas temblando chiquillo… -sonrió malévolamente –te asusta?
- ¡Sí! Por favor… mi amo… suélteme…
- No mi pequeño, tu a mí… –de repente tomó sus brazos delicados con sus enormes manos y los apretó con furia - ¡Tú a mí no me das ordenes! ¡Quién manda aquí soy yo!...
Viró al pequeño de golpe y lo lanzó con violencia sobre los almohadones. El niño no pudo ni pensar cuando ya tenía el cuerpo de su señor encima, quien más alto y pesado le impedía correr.
- Eres un obsequio y viniste aquí para servirme, así que más vale que cumplas muy bien con tu trabajo.
- ¡Haré lo que sea! ¡Por favor, solo dígalo! ¡Pero suélteme!–dijo asustado de que lo fuera a golpear, pero refiriéndose a quehaceres del hogar, pese a haber sido advertido que no los haría aquí.
- ¿Lo que yo quiera?
- ¡Sí mi señor, lo que diga!... limpiar sus establos… servir su comida… lo sea pero por favor, suélteme.
- JAJAJAJA-otra carcajada estalló de la garganta de Skotadi –es que no lo has entendido verdad niño?... No has venido a ser un esclavo doméstico. Viniste con el sólo propósito de convertirte en mi esclavo sexual.
El chiquillo abrió sus ojos hasta casi sacarlos de sus cuencas y su mirada pura se llenó de terror.
- ¡¿Escavo sexual?!.. No… ¡No, no por favor!
Una furiosa bofetada paralizo al chico que se había comenzado a poner histérico y manoteaba.
- No es tu elección niño. Naciste esclavo, no naciste para decidir lo que quieres o no, ni para decidir sobre tu vida. Tu sólo naciste para recibir órdenes sin chistar. Naciste para ser lo que tu amo te ordene que seas y nada más. Ahora… –dijo metiendo con desespero su mano por debajo de la túnica para correr por los muslos del niño hasta su desnuda entrepierna.
- ¡No, por favor! ¡Le suplico mi señor!
- Me gustan las suplicas… -dijo sin dejar de manosear al joven.
- ¡No me toque!
El niño intentó defenderse pero otra bofetada le reventó el labio inferior y lo mando al suelo.
- Dije que me gustan las suplicas, no las ordenes.
El niño comenzó a llorar profusamente mientras veía con terror a su señor acercarse y tomarlo por los cabello para ponerlo en pie y nuevamente de espalda a él. El agarre fue tan fuerte está vez que el miedo hizo paralizar al niño y dejó de forcejear.
- Así me gusta. Recuerda que un esclavo debe de ser sumiso a su señor… Si te portas bien… sufrirás menos. De lo contrario… te regalaré a un burdel –su sonrisa siniestra y su mirada cruel hicieron estremecer al niño quien se quedó inmóvil por el miedo mientras no dejaba de llorar.
El hombre sonrió satisfecho y buscando bajo el pelo marfil, tomó con brusquedad el pequeño miembro del chico para apretarlo con su mano causando dolor en el crio que cerró sus ojos y reprimió un gemido de dolor.
- ¿Te duele? –dio un tirón salvaje al miembro y arrancó un grito de dolor del chico. –Me gusta cuando gritan…
El hombre siguió tironeando del pene mientras el chico lloraba asustado y avergonzado.
- Tiéndete bocabajo chiquillo.
- ¿Qué?... –lo miró con miedo incapaz de moverse.
- ¡Que te eches bocabajo!
Tomó al chico y lo hizo hincarse por la fuerza, lo tomó de la cabeza la cual incrusto con fuerza sobre el suelo y con el otro brazo lo obligó a poner el trasero en el aire degustando la preciosa vista de tener sometido así al niño, de quien sus pequeñas nalgas se dibujaban en los pliegues de la tela.
- Que hermoso eres niño –acarició las suaves nalgas por sobre el peplo y se le antojaron cojines deliciosos.
El chiquillo se zafó del agarre y levantó la cabeza tratando de escapar pero un tirón de cabellos previno su huida. Su señor tomó sus dos muñecas con una mano y las clavó de nuevo del piso sobre la cabeza de este, quedando en esa posición inclinado sobre el chico.
- ¿Querías esta posición? –se burló –qué travieso…
- ¡Por favor señ…-sus palabras se ahogaron en su boca al sentir un dedo invasor penetrar por su ano y su cuerpo fue recorrido por un cruel escalofrió -¡No!... ¡No me toque!
El hombre comenzó a meter y sacar el dedo dentro del pequeño sin cuidado, y sin mucha paciencia metió un segundo. Entraba y salía con rudeza causando incomodidad y pánico en el chiquillo, pero ese terror en su voz excitaba aún más a Skotadi. Un tercer dedo tosco invadió y el chiquillo volvió a forcejear como loco.
- ¡Me duele!... ¡Basta! …¡Yo no quiero! ¡Por favor! ¡Mi señor, haré lo que sea! ¡Lo que sea menos esto!
- ¡Quedate quieto! Deberías estar agradecido con tu señor, por prepararte.
- ¡Está loco! ¡Yo… jamás le agradeceré por esto! ¡Maldito pervertido! ¡Enfermo!
- ¿Pervertido?...-El hombre detuvo sus movimientos unos instantes y luego volteó con rudeza al chico para poder verlo a la cara y tomándolo con deprecio por el flequillo lo obligó a mirarlo.
- ¿Cómo te has atrevido niño?... ¿Cómo has tenido el valor de hablarle así a tu amo?
El chiquillo palideció, en su desesperación y miedo había olvidado por completo su lugar, los modales que debía tener un esclavo para su señor y el castigo para aquellos que no los cumplían. La cara del hombre sobre él ardía de rabia y orgullo, y el niño recordando su posición de esclavo tembló desde lo más profundo.
- Lo… lo… lo siento… yo no… no quería faltarle… pero… es que…
- ¿Qué mocoso? ¿Qué te dio el valor de faltarle a tu señor de esta manera?
La voz atronadora había puesto en pánico al chiquillo, sabía que podía matarlo si quería y nadie lo reprocharía pues la vida del esclavo le concernía sólo a su dueño.
- ¡Perdón, le suplico me perdone!... es que… yo... ¡Tengo miedo!... No quiero esto… por favor –sus ojos fluyeron de lágrimas mientras suplicaba en un hilo de voz. –No me haga esto, por favor… no quiero… no con usted.
- ¡Ja!... ¿Prefieres a otro?
- ¡No! No me malentienda por favor… yo… yo… me refiero a que… ambos somos hombres… esto… esto no se hace… no es normal… esto debería pasar con una mujer, cuando… yo sea mayor.
- ¿Cuántos años tienes chiquillo?
- Tre… trece…
- Entonces ya no eres tan pequeño.
- Pero…
- Y si lo que te molesta es que seamos hombres te recuerdo creatura que yo como ciudadano sí tengo sexo, pero tú como esclavo no. No eres una persona niño, eres una cosa, destinada a servir a tu amo. El amo puede hacer lo que desee con su esclavo sin importar si es hombre o mujer. Puede venderlo, golpearlo, violarlo o matarlo y nada hace diferencia. Si fueras un ciudadano sería diferente. Pero naciste esclavo. Más vale que aprendas a conocer tu lugar.
Tomando nuevamente por las muñecas al chico, las clavo por sobre su cabeza y con la mano libre comenzó a masajear la entrada del menor.
- ¡No me toque ahí se lo suplico! ¡Deje me! ¡Deje me! –comenzó a llorar a lagrima abierta mientras cerraba los ojos para no ver.
En hombre metía a propósito sus dedos con brusquedad buscando lastimar al menor. ¿Cómo se había atrevido? Le había faltado al respeto, eso era imperdonable, pero en lugar de matarlo o azotarlo, ejecutaría el castigo de otra manera, una más placentera para él y más dolorosa para el chico.
Saco los dedos del interior sin cuidado alguno y poniéndose de pie arrastro al niño hasta uno de los pilares de cedro donde con poco esfuerzo encadeno al niño a los grilletes dorados. La cadena podía ajustar su largo así que obligando al niño a hincarse en el suelo, ajustó la cadena para que no pudiera moverse más allá.
Rodeo al chiquillo hasta quedar tras él e hincándose en el suelo, tomó la cinta dorada que ceñía el peplo a la cintura del chiquillo y la desató haciendo que el peplo se abriera por los lados dándole libre acceso al cuerpo
Se regodeo acariciando las piernas y muslos de piel suave del chiquillo ignorando los gritos de terror de este que le rogaban parar. Subió sus manos por la blanca piel del pecho y comenzó a lamer su cuello mientras sentía al niño temblar entre sus manos.
Levantó el peplo del niño con prisa y se deleitó de nuevo con la visión de ese trasero suave y blanco, y esas nalgas bien formadas que aunque no tan exuberantes por la falta de alimento seguro resistirían los impactos bridándole suavidad y comodidad como si de cojines se tratara
Separó bruscamente las nalgas del niño y posó sus ojos en la entrada virgen del chico. La lujuria le invadió salvajemente logrando que su pene goteara un poco.
Tomándolo por la cintura lo obligo a levantar el trasero y con una mano posicionó la punta de su miembro palpitante en la entrada del niño.
El niño tembló y comenzó a suplicar a los gritos.
- ¡No por favor! ¡No, no, no mi señor! ¡Se lo rugeo! ¡En el nombre de Atena, de Zeus, deténgase! ¡No quiero! ¡N…
La palabra se atoró de golpe en su boca y el grito que debía haber proferido se ahogó sin querer en la garganta del chico, el dolor había sido tan profundo que la agudeza del grito había muerto en un silencio. La boca del joven se abrió por completo en una mueca de dolor, sus cejas se contrajeron y de sus ojos brotaron lágrimas de agonía.
El magistrado rugió de placer sin poderlo evitar, sintiendo un repentino escalofrío recorrer todo su cuerpo. Había penetrado al chico de golpe sin compasión ni cuidado, pero era tan estrecho que pese al impulso que llevaba, habían faltado unos pocos centímetros para quedar del todo dentro.
Se quedó quieto disfrutando de tan deliciosa sensación y mientras se perdía en ella, su pene se deslizó finalmente hasta quedar totalmente dentro del infante.
Este esclavo… era delicioso, podía decirlo con certeza y eso que apenas acababa de penetrarlo. Esta noche sería deliciosa.
El niño apretó los dientes y bajó su cabeza recargando su frente en el pilar de madera donde estaba encadenado. Esto dolía... y dolía mucho… nunca en toda su vida de malos tratos había sentido algo tan doloroso. No solo físicamente, su alma… sentía que también la habían atravesado.
Skotadi salió de su idilio dispuesto a conseguir más de esa mágica sensación. Salió del chico y volvió a embestirlo hasta el fondo en un solo golpe. La boca del chico se abrió más de nuevo por el dolor pero apenas un débil y agudo gemido escapo de su boca.
Una vez más, y otra, un ritmo pausado pero de estocadas salvajes.
El chiquillo sintió que lo partían por el medio, su ano pronto comenzó a arder, el enorme pene de Skotadi apenas si había sido untado con un poco de aceite de sésamo y la lubricación que proveía en ese momento no era mucha.
- ¡Ah!... ¡NO!... ¡Me duele! –cada estocada arrancaba un lloroso gemido una súplica o una queja de dolor, pero para Skotadi eso sólo volvía el asunto más placentero.
- Que bien… así es más placentero.
- ¡Se lo suplico mi señor!... ¡No -Argh- No!
El ritmo pausado pero potente de cada embestida arrancaba lágrimas del chiquillo. ¿Qué le estaban haciendo?
Sabía del sexo desde temprana edad pues había presenciado las depravaciones que su antiguo señor profería sobre las esclavas en la barraca de su casa, sin importar si el niño estaba o no de testigo, pero, había entendido que las acciones de índole sexual debían ser llevadas a cabo sólo entre hombres y mujeres y había escuchado a su antiguo amo decir siempre a sus camaradas que las acciones más reprobatorias entre la clase alta eran las de fornicar hombres con hombres, y que un auténtico noble no debería caer en tales acciones pues eso era cosa de analfabetas, a pesar de ser una costumbre muy extendida.
Por eso es que no comprendía, cómo es que este hombre de porte tan altivo, estaba actuando de esa manera. ¡Ambos eran varones! No se suponía que pasara así.
Además él no estaba listo, en su corta vida aún no había sentido el deseo cosquillear por su cuerpo, aún era un niño, él aún no pensaba en chicas ni esas cosas, y ahora, este hombre sadico lo estaba lastimando, estaba robando su inocencia de forma brutal.
No escuchaba sus suplicas y poco le importaba su dolor y su vergüenza.
- Eres delicioso –tomó el pene del niño con una de sus grandes manos y comenzó a apretar y tirar de el sin la más mínima delicadeza, haciendo que el chico gritada por el dolor.
- ¿No te gusta? –se burló –A mí sí.
Dejó de tirar del pequeño pene pero no de aferrarlo con rudeza, y con cada embestida se asía de el para darse impulso provocando más gritos del niño.
- ¡Me duele! ¡Me duele! –le gritaba desesperado esperando en vano que se detuviera.
- Tu dolor es mi placer niño y tú deber es complacer a tu señor, para eso viniste al mundo, para eso eres mío, vete acostumbrando... Aah… mmm… El deber y función de un esclavo sexual es… aah… es sólo el de complacer a su amo…. Hmmm –se relamió por los placeres que brindaba el niño, quedándose por unos instantes quieto en su interior –… además… -dijo jadeante -¿De qué te quejas? No tendrás que vivir más en una sucia barraca, tendrás finas joyas y sedas y la mejor comida, algo a lo que jamás hubieras podido aspirar en tu mugrosa vida de esclavo doméstico.
- No… no me interesan –las lágrimas y el dolor le entrecortaban las palabras –Yo… arg…. Yo… prefiero vivir…. Ngh… En… una barraca… sucia… pero esto… no lo quiero…. Por favor…. ¡le devolveré sus sedas, limpiare sus letrinas si eso desea! Pero por favor… esto no…
- Que lastima que no lo aprecies, porque… de todos modos lo tendrás… no me justa cogerme a niños sucios y harapientos. Me gusta verlos elegantes y aseados. Te traje aquí –sentencio en tono severo directo a su oido –para ser únicamente un esclavo sexual, nunca serás otra cosa en este palacio puedo asegurártelo, así que… acostúmbrate y disfruta los privilegios que te dará esta posición.
Después de decir esto reanudó sus embestidas reiniciando de nuevo los gritos y las suplicas del chiquillo.
Se aferró a las caderas del niño para darse impulso y comenzó con un ritmo continuo de entradas y salidas que eran difíciles incluso para él debido a la estreches del niño y a la poca lubricación que usaba.
- Ngh… Duele… ngh… Aargh… No… por…
Su ano ardía y su interior estaba muy caliente por la fricción lo cual era demasiado doloroso.
Skotadi pronto se volvió loco ante lo perverso que era poseer a esta creatura tan angelical y aumento el ritmo con febril pasión.
Ante este ritmo más frenético el niño comenzó a experimentar un dolor mucho mayor y a creer que su ano explotaría en cualquier momento. Pronto sintió un líquido caliente derramarse entre sus piernas y comenzó a gritar de dolor.
- ¡NO MÁS! ¡ME DUELE! ¡BATSA! ¡BASTA! –Por instinto el cuerpo del niño comenzó moverse frenéticamente tratando de escapar del agarre de Skotadi y del dolor lacerante que le carcomía la razón. -¡YAAAAA! ¡BASTAAA!
Skotadi sintió que la penetración se hacía un poco más fácil y notó la sangre que se corría desde la entrada del niño hacia sus piernas fungiendo de lubricante, sonrió con lascivia y continuó penetrando al niño ignorando por completo el llanto y los gritos que ahora transformados en alaridos de dolor salían rasgando la garganta del infante.
- ¡AYUDAAAA!... ¡NOOO! ¡POR FAVOR! ¡ME DUELE, MEDUELEEE! ¡AAAAH! ¡NO MAAAS! ¡AAARRGH! ¡YA DEJAME ME DUELEE!
Pese a los gritos que desgarraban la garganta del joven hasta hacerla sangrar, Skotadi no se detuvo hasta que se sintió llegar al clímax y se hubo derramado dentro del infante en medio de su febril locura.
El niño sintió una última estocada más violenta y a Skotadi clavarse en su interior hasta casi querer traspasarlo, y con eso una degradables sensación de un líquido hirviente que le calcinaba las entrañas corriendo dentro de él, mezclándose con su sangre y ardiendo en su interior como licor en una herida.
El último rugido de Skotadí como león que marca su territorio y esa embestida que lo reclamaba como suyo terminaron por romper el corazón del niño.
Lo hizo sentirse nada. No un ser humano sino una posesión, como siempre se lo habían dicho. Se sabía un esclavo pero nunca se había sentido tanto como tal hasta el día de hoy.
Skotadi acababa de dejar muy en claro quién era el amo, quién dominaba, quién poseía. Ahora el chiquillo entendía por qué los griegos decían que violar a los prisioneros de guerra era la forma de demostrarles quien dominaba y había sido el ganador.
Skotadi quien permanecía aún con la cabeza echada hacia atrás disfrutando todas la sensaciones que poco a poco abandonaban su cuerpo, cuando se hubo tranquilizado un poco, enderezó la cabeza y miró el delicioso panorama, y viendo ese hermoso trasero le dio una soberana nalgada, como si de un caballo se tratara y rio con beneplácito.
El niño comenzó a llorar en torrente en silencio, esa nalgada le había partido el orgullo del todo. Un animal, no era más que un animal, o mucho menos que eso. Sintió una segunda nalgada y una tercera y sus sollozos se hicieron escandalosos mientras comenzaba a híper ventilar.
El dolor, el miedo, la mucha vergüenza en que se había llenado, el dolor que le punzaba como nada le había desgarrado, la tristeza, sus muchas ganas de morir ahí mismo… era todo lo que le quedaba.
- Eres delicioso niño –dijo recargando su cansado cuerpo en la espalda del chiquillo quien al sentir el peso estuvo a punto de sucumbir pero el jalón que le demandaba permanecer en esa posición lo hizo mantenerse soportando el peso de su amo. Skotadi olfateo los cabellos del chico y luego de lamer su lóbulo le susurró -Eres tan dulce… tan suave… Kokalis… pero ese apodo tuyo no te hace favor… y como… -dijo retomando algo de aire- … soy tu amo, yo te daré un nuevo nombre…
Skotadi hizo silencio unos momentos para recuperar un poco el aire y habló entre suspiros de nuevo.
- He visto tus hermosas facciones y… pese a tus hermosos y enormes ojos… adivino… que… Ah… Algún pariente tuyo sin duda… mmm… venía del Este. Sólo ellos… poseen esta delicadeza tan especial… Por eso mi pequeño, de ahora en adelante, tu nombre será Shun. ¿Lo has entendido, Shun?
El niño no contestó, no podía casi ni pensar, apenas si estaba lidiando con entender lo que le había pasado.
- Te hice una pregunta Shun.
La voz sombría y amenazante obligo al niño a responder, aunque casi en automático.
- S…sí… sí se…señor…
El hombre salió del chico sin delicadeza y mirando el trasero joven observó con enfermo placer su semilla mezclarse con la sangre del chico, bajando desde su ano y esparciéndose por el muslo. Tomó una parte del peplo blanquecino del chico para limpiar su pene que se encontraba también lleno de esa mezcla pegajosa y sanguinolenta y luego lo botó como trapo.
- Te vez terrible… –dijo al ver al chico manchado en esa mezcla de semen y sangre que se había tornado rosácea, cubierto de sudor y de lágrimas –enviaré a alguien que te limpie a conciencia.
El Magistrado se puso en pie, bajo su peplo oscuro, sacudió un poco sus negros cabellos y salió como si nada.
El chiquillo se quedó ahí, recargado en el poste, con la respiración agitada y la mirada que en lugar de haber quedado vacía, estaba cargada de la más profunda tristeza y desolación.
"Esclavo sexual… un esclavo sexual…" Para eso lo habían obsequiado…
Si antes pensaba que su vida era problemática, ahora, sentía que había descendido al mismísimo infierno, y que su nuevo amo, no era otra cosa que la reencarnación de Hades en persona…
…
Las lágrimas volvieron a correr por sus mejillas al recordar aquella primera vez… a la que le sucedieron muchas más, y aún más terribles.
Gozaba de lujos, sedas, joyas, comida en abundancia, pero a pesar de tener todo aquello con lo que un ciudadano común soñaba, cuanto más un esclavo, él se sentía la creatura más infeliz y miserable sobre la tierra.
Había rezado a cada Dios del Olimpo sin obtener respuesta a sus ruegos desesperados, había rezado hasta perder la fe.
Y hoy, el hermoso esclavo sexual de dieciséis años, famoso por su gran belleza en toda la Elite de Atenas, no era más que otra hermosa estatua de mármol, fría y sin fe, que estaba ahí sólo para ser un adorno más en los corredores de palacio. Enalteciendo el orgullo de un amo quien se regodeaba en presumir esa obra de arte que estaba ahí para su deleite personal… y el de todos aquellos a los que quisiera obsequiar con sus placeres.
Bueno espero les haya gustado este fic, y no crean que el sufrimiento de nuestro querido Shun va a terminar ahí, porque esto apenas comienza.
Kokalis: Significa flacucho en griego, así que como ven de nombre no tenía nada, pero siendo esclavo era creo normal para ellos darle el nombre de cualquier mascota.
