Agnitiō:
.Prólogo.
Pandora cerró su maletín repleto de los informes mensuales que debía presentar a sus socios esa tarde. Estaba satisfecho con la reunión. Catherine era una trabajadora eficiente, pero estaba muy lejos de realizar su trabajo a la perfección. Siempre había algunos detalles administrativos que pasaba por alto y lo podían dejar como un idiota en las Asambleas. En los últimos años aquella situación había cambiado completamente. Su sobrino, dueño de uno de los apartamentos de ese edificio, se había incorporado a la Comisión de Copropietarios y estaba pendiente de cada detalle, incluso de los financieros, sin que se tratara de un empleado. Pandora creía que el principal motivo era que Catherine era su amiga, y el hecho de tener a alguien recordándole cada detalle que pasaba por alto le quitaba parte de la presión que el mismo Pandora le inspiraba.
Pandora se favorecía de aquella situación también. Podía pedirle a su sobrino que lo ayudara a revisar los balances antes de cada Asamblea de Socios y este siempre estaba dispuesto.
Pandora no se había atrevido a ofrecerle el trabajo oficialmente; no porque prefiriera aprovechar que lo hiciera gratis, sino porque su sobrino lisa y llanamente no estaba interesado.
Recordó entonces un último detalle, no por último menos importante, que debía mencionarle. Este se encontraba detrás de las escaleras de la planta baja, ordenando y archivando meticulosamente las carpetas con documentación que habían estado revisando durante esa mañana.
Pandora esperó pacientemente a que concluyera su tarea porque sabía que su sobrino era adepto al trabajo realizado en óptimas condiciones y a tiempo, aunque en realidad no fuera su trabajo. Era una especie de principio que parecía aplicar en todos los aspectos de su vida; al menos en aquellos de los que su tío tenía conocimiento.
Unos minutos después su sobrino cerró los archivadores con llave y se aproximó al escritorio de Catherine. Se percató enseguida de que Pandora quería comentarle algo.
—Se me olvidó avisarte que a las dos va a venir un joven a ver el monoambiente del cuarto piso.
— ¿Para alquilar? —preguntó el otro, casi por inercia ya que la posibilidad de que alguien se interesara en adquirirlo definitivamente siempre había sido nula. A su vez, fue reparando en los documentos y observaciones que Catherine tendría que realizar si se alquilara, pues no acostumbraba a actualizar el archivo de aquélla unidad, y él la entendía completamente.
— ¡No! ¡Para comprarlo!— le aclaró Pandora con el mismo entusiasmo con el que un párroco señala un milagro. Un ánimo excesivo, pocas veces visto en un hombre de negocios.
"¿En serio?" se preguntó su sobrino incrédulo, aunque demasiado consciente de que semejante interrogante pronunciada podía dejar a su tío de pésimo humor para la reunión, ya que seguro le recordaría todos los intentos de vender o alquilar esa unidad en los que había fracasado. Por eso que atinó a no enunciarla en voz alta.
—Me reuní con él hace unos días y pienso que quedó muy entusiasmado. Tengo un gran presentimiento.
Su sobrino lo observó con interés. Pandora era dueño de varios apartamentos que arrendaba por elección, porque alquilar siempre era un negocio rentable a largo plazo, sobre todo las unidades de uno y dos ambientes. También era dueño de otros que resultaban una carga porque, no solamente se había tornado imposible colocarlos en el mercado, sino que el hecho de mantenerlos en condiciones aceptables estando vacíos implicaba un costo que no estaba en sus planes. Las unidades que quedaban relegadas siempre eran aquellas propensas a presentar problemas de humedad, dada su escasa ventilación y su proximidad con la azotea del edificio.
En este edificio habían quedado desocupados dos apartamentos del último piso; ese monoambiente y otro lindero de un dormitorio. Este último habían logrado alquilarlo en varias oportunidades, aunque en todas ellas por periodos breves. El otro estaba condenado a permanecer inhabitado, aunque ahora se presentaba una mínima luz de esperanza.
—Esperemos que se concrete —dijo lo más entusiasmado que pudo, aunque estaba acostumbrado a ver a su tío mostrar una y otra vez ese cubículo sin éxito, y no guardaba muchas esperanzas de que se vendiera.
—Créeme que esta vez el interés es serio —le aclaró Pandora, en parte porque conocía a su sobrino y tenía alguna sospecha de lo que estaba pensando. Pandora no quería ni pensarlo —. Es un chico joven y está buscando con urgencia un lugar para mudarse, no muy lejos de Todai. Yo te diría que la venta ya está cerrada, la visita es algo de rutina. Además —agregó entre risas—, esta vez se lo vas a mostrar tú así que seguramente nos traigas suerte.
— ¿Tú no vienes?
Su sobrino comprendió por qué Pandora se reía, quería sacarse la presión de un nuevo fracaso delegando la responsabilidad. Sabía que podía negarse, que no era su obligación, pero sabía también que su tío no se ausentaría de una etapa de uno de sus negocios a no ser que hubiere una razón extrema. Era evidente que lo angustiaba.
—No. Traté de coordinar para verlo esta mañana aprovechando que yo iba a estar aquí, pero no lo pude contactar. Tal vez a esa hora esté estudiando. Yo me reuniré de tarde con los socios de Delixur. Tenemos que definir proyecto y arquitecto para el edificio del terreno de Minato, así que estaré toda la tarde ocupado.
—Ok, no hay problema.
Mostrar apartamentos no era algo que hubiera realizado en otras oportunidades. Seguramente tendría que ocultar los problemas de filtraciones y ventilación de la unidad, la poca iluminación… ¿Qué tan difícil podría ser?
— ¿Hay algo que debería decirle… o algo que no?
Pandora reflexionó al respecto. Luego respondió:
—Yo ya le he dicho todo lo necesario, no vas a tener ninguna dificultad. Como ya te dije, es un negocio cerrado. Con la financiación directa que le ofrecemos… No va a encontrar otro. Ya se me está haciendo tarde.
Fue entonces cuando su sobrino se dio cuenta de que tras la convicción de Pandora había una cuestión presupuestal del posible comprador.
Pandora tomó su maletín con toda la intención de retirarse, pero se detuvo con la mirada fija en su sobrino, recordando un detalle, y este lo notó.
— ¿Qué ocurre?
Su sobrino no dudó en asociar aquella reacción con el tema de conversación reciente, quizás algo que a su tío había olvidado comentarle. Muy a su pesar, tenía la intuición de que ese negocio no iba a resultar como Pandora esperaba.
—Nada, estaba recordando cuando me reuní con él, con Seto…
Ante la pausa reflexiva, su sobrino asintió, esperando que continuara.
—Me recordó mucho a ti.
Su sobrino reprimió el impulso de morderse el labio inferior y sonrió fugazmente, sin agregar nada más. Si bien tenía un poco de curiosidad sobre lo que su tío podía encontrar en común entre este desconocido y él, y más aún sobre qué percepción tenía su tío sobre sí, no tenía ninguna intención de que se explayara en explicaciones.
Aunque el simple hecho de que se lo mencionara podía considerarse un gran acontecimiento. Pandora no realizaba apreciaciones personales en voz alta a menudo. Generalmente no tenía interés en analizar a los compradores más allá de gestos que le ayudaran con la venta. Veía cada acontecimiento de su vida con los ojos de un negociador y a veces eso determinaba que tuviera una visión desacertada de las personas en su vida cotidiana. Sí tenía alguna.
Pero esa impresión que había tenido al conocer a Seto era tan fuerte que no podía evitar comentarla. Además, tenía una suerte de presentimiento de que Seto iba a terminar viviendo allí. Era una sensación que nunca había experimentado.
—Te va a agradar. —agregó por último, notando que el otro no emitía ningún comentario.
—Seguro. —murmuró su sobrino mientras lo veía atravesar la entrada rumbo a su empresa.
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