Disclaimer: Solo los pensamientos de Amon son míos.

Notas: Me considero una persona a la que le atrae historias de la Segunda Guerra Mundial, y la Primera. No una persona que le gusta escribir sobre asesinos y buscar algo bueno de sus retorcidas mentes. Para nada. Escribí este fic pensando en los personajes solo como eso, personajes ficticios, no como personas en la vida real.


I don't love you.

Desde su balcón contempla el horizonte, sin percatarse que un judío toma un breve descanso de su agotador trabajo de acarrear cuerpos. Es su día de suerte, porque él esta más concentrado en inhalar y exhalar la nicotina que quema sus pulmones, deseando olvidar el color de los ojos de Helen, los fragmentos de su voz, la manera en que algunos de sus rizos caen sobre su frente. Deseando olvidar lo mucho que ella lo atrae. Si, porque solo se trata de atracción, no de un sentimiento más profundo y romántico. Y ese es su consuelo.

— Su desayuno, Herr Kommandant — le dice una voz a sus espaldas.

El judío retoma su trabajo y él sigue sin despegar su mirada del horizonte, inhalando y exhalando, imaginando el color oscuro sus ojos, la manera exquisita en que su vestido se amolda a su diminuto cuerpo y en como el viento debe desordenar su cabello. Se da vuelta y al contemplarla solo puede volver a afirmar lo cierto, que siente atracción. Y aunque ese es su consuelo, es su perdición al mismo tiempo. Porque lentamente sucumbe ante los encantos que ella derrocha sin querer, convirtiéndolo en un hombre como todos los demás, que quiere ceder ante los deseos de hacer suya a la mujer que ocupa sus pensamientos constantemente.

Aunque se trate de una judía.

— Ya puedes irte, Lena.

Pero siempre consigue frenar sus deseos en el momento indicado, y le ordena que se marche. Helen asiente, cabizbaja, y se va, mientras él encuentra desde su posición un angulo perfecto para dispararle. Pero por más que piense en apuntar contra su nuca, no podrá jalar el gatillo; porque a pesar de negarlo innumerables veces, la verdad es que ella evoca en él un sentimiento que va más allá de su propia compresión. Y eso, más que ser su consuelo o perdición, es su infierno.