Una vida propia

Capítulo Uno

Destino

El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos.

William Shakespeare

El teléfono de su mesa sonó, pero Sakura no levantó la vista del teclado ni hizo ningún otro gesto que indicara que lo había oído. Exhalando un suspiro, Yamazaki se puso de pie, se inclinó sobre su propio escritorio para llegar hasta el de Kinomoto, descolgó y se llevó el auricular a la oreja. Sakura seguía tecleando con el ceño fruncido, totalmente absorta.

-¡Kinomoto, es para ti! -dijo Yamazaki secamente.

Sakura alzó la vista y descubrió a su compañero, el cual, estirado cuan largo era por encima de la mesa y con el brazo extendido, le tendía su propio teléfono.

-¡Ay, lo siento! No lo he oído -se disculpó y le sonrió mientras agarraba el auricular. Yamazaki a menudo le tomaba el pelo diciéndole que vivía en otro mundo, y era verdad: con frecuencia le tocaba levantarse para contestar su teléfono porque ella estaba tan concentrada que no lo oía.

Yamazaki le devolvió la sonrisa mientras se sentaba de nuevo.

-Es Clow.

-Señor Reed -dijo ella a modo de saludo.

Y Clow Reed, el redactor jefe de noticias, respondió con voz cansina. -Sube a mi oficina, por favor.

-Voy para allá -respondió ella con entusiasmo, y colgó.

-¿De nuevo te mandan fuera, cereza? -preguntó Yamazaki.

-Eso espero -contestó Sakura al tiempo que se echaba hacia atrás su larga trenza. Le encantaban las misiones en el extranjero, eran un regalo. La entusiasmaban. A otros reporteros el cambio de horario los hacía polvo; a ella, la ponía en órbita. Su energía y su buen humor parecían inagotables y, mientras corría hacia el despacho del señor Reed, notó el subidón de adrenalina. El corazón le latía más deprisa y le hormigueaba todo el cuerpo de nervios.

El jefe de noticias alzó la vista cuando ella llamó con los nudillos a la puerta abierta del despacho, y una sonrisa suavizó las duras facciones de su rostro.

-¿Has venido corriendo? -preguntó mientras se ponía de pie. Fue hacia Sakura y cerró la puerta tras ella-. Acabo de colgar...

-A la velocidad de costumbre -dijo Sakura riéndose de sí misma con él. Sus ojos verdes brillaban con regocijo y en sus mejillas se formaron hoyuelos.

Clow miró su pequeño rostro radiante y le pasó un brazo por lo hombros para darle un apretoncito. Luego la soltó.

-¿Tienes algo para mí? -preguntó ella, ansiosa.

-Nada inmediato -replicó él mientras regresaba a su asiento. Se rió al ver cómo el rostro de Sakura perdía su entusiasmo-. Anímate. Tengo algo bueno para ti de todos modos. ¿Has oído hablar de la Fundación Chen ?

-No -respondió Sakura sin rodeos. Frunció el entrecejo-. ¿O tal vez sí? ¿Chen?

-Es una organización benéfica china -empezó a decir Clow, y Sakura lo interrumpió con gesto triunfante.

-¡Ah, ya! Ahora los localizo. Esos empresarios que patrocinan un gran baile todos los veranos, ¿no?

-Exacto -confirmó Clow.

-¿Me interesa? -preguntó Sakura en voz alta-. En Japón no tenemos eventos de esa magnitud

-Te interesa -aseguró Clow arrastrando las palabras-. Este año la fiesta se va a celebrar en Hong Kong.

La cara de Sakura resplandeció.

-¡Clow! ¿Tomoyo Daidouji?

-Sí -sonrió-. ¿Qué te parece, eh? Casi estoy regalándote unas vacaciones. Entrevistar a la flamante esposa de uno de los empresarios más importantes de asia, acudir a la fiesta más lujosa que hayas soñado... y, además, cobrando. ¿Qué más podrías pedir?

-¡Estupendo! -exclamó ella con entusiasmo-. ¿Cuándo es?

-A finales del mes que viene -respondió con un gruñido -. Eso te deja tiempo de sobra para comprarte un vestido, en el caso de que no tengas en tu guardarropa nada apropiado para asistir a un baile de gala con fines benéficos.

-Muy gracioso -respondió ella arrugando la nariz-. Apuesto a que piensas que en mi armario sólo hay pantalones. Pues, para tu información, tengo bastantes vestidos.

-Entonces ¿por qué nunca te vemos con uno? -quiso saber.

-Porque, querido jefe mío, tienes la costumbre de mandarme a cubrir cualquier noticia sin previo aviso, así que he aprendido a estar preparada.

-Y temes tanto perder la oportunidad de salir de misión que tienes una bolsa de viaje llena de ropa debajo de tu mesa -replicó él sin amilanarse-. Sin embargo, esta vez quiero que te vistas bien, Sakura. Hong Kong podría llegar a ser un aliado importante. Ya sabemos que Tomoyo Daidouji es japonesa y su marido tiene una gran influencia sobre la exportaciones a Japón, pero nunca estará de más que vayas de punta en blanco.

-Mmm, sí, el ramo empresarial japonés se sentirá aliviado al saber que estoy de su parte -dijo ella con expresión muy seria. Le costaba trabajo no echarse a reír.

Clow la amenazó con el puño.

-No te rías -advirtió-. Los chicos de Tokio van a ir todos. Los empresarios saben que la economía de China va creciendo. Gracias a la influencia de Tomoyo sobre su marido para que se abra el mercado japonés. Este baile benéfico... Será la primera vez que un acontecimiento de esta calibre se celebra en un ese lugar, y todas las agencias de noticias van a cubrirlo. También irá la televisión, claro. Incluso he oído que Li Syaoran va a entrevistar a Eriol Hiraguizawa, pero todavía no está confirmado -Clow se apoyó de nuevo en el respaldo y cruzó las manos detrás de la nuca-. Se rumorea que Li va a dejar la tele.

Los ojos de Sakura refulgieron un instante.

-¿De verdad? -preguntó-. Nunca pensé que Li pudiera dejar el periodismo.

Clow la miró con interés. El tono de Sakura había llamado su atención.

-¿Es que lo conoces? -preguntó con incredulidad. No parecía probable, a priori. Xiaolang o Syaoran Li era un fuera de serie, famoso por sus reportajes críticos y sus entrevistas, y Sakura no llevaba tanto tiempo en el periodismo de élite, pero la chica se movía mucho y conocía a bastante gente.

-Nos criamos juntos -respondió con naturalidad-. Bueno, no juntos exactamente, él es mayor que yo, pero somos de la misma ciudad.

-Entonces tengo que darte otra buena noticia -dijo Clow recostándose en su asiento y mirándola fijamente-. Pero no se te ocurra decir nada, se supone que todavía no es público. Han vendido la revista, tenemos un nuevo editor.

-¿Y quién es el nuevo amo? -preguntó con picardía.

-¿No te lo imaginas? -Clow parecía sorprendido-. Pues Li. Por eso no es seguro lo de la entrevista a Hiraguizawa. Me han contado que en la tele le han ofrecido la jefatura de informativos para retenerlo, pero que no ha aceptado.

Sakura abrió mucho los ojos.

-¡Li! -repitió con voz estrangulada-. Dios mío, jamás pensé que lo dejara. ¿Estás seguro? Pero si a Li le apasionaba ser periodista, le gustaba más... más que nada en el mundo -completó la frase. El corazón casi se le paró del susto al darse cuenta de lo que había estado a punto de decir: «a Li le gustaba el periodismo más de lo que le gustaba yo». ¿Qué habría dicho Clow si le hubiera soltado aquello? En cualquier caso, ya sabía que su trabajo en la revista peligraba, sin necesidad de anticipar acontecimientos.

-Según tengo entendido -siguió comentando Clow, que no había notado la menor vacilación en la voz de Sakura - ha firmado con su cadena para unos cuantos documentales durante los próximos cinco años, pero aparte de eso, creo que ha colgado el micrófono. A lo mejor se ha aburrido.

-¿Aburrido? -murmuró Sakura, como si la idea le resultara incomprensible-. ¿Del periodismo?

-Lleva demasiado tiempo en la cresta de la ola -replicó Clow. Tal vez quiera casarse, sentar la cabeza.

-Tiene treinta años -dijo Sakura esforzándose por no perder los nervios-. Pero la idea de que Li quiera formar una familia es absurda.

-Francamente, yo me alegro de que, se venga con nosotros. Estoy deseando trabajar con él; ese hombre es un genio en lo suyo. Pensaba que la noticia te alegraría, pero tienes una cara... Como si te hubieran estropeado el día de Navidad.

-Estoy... asombrada -admitió ella-. Jamás pensé que vería este día. ¿Cuándo se va a hacer público?

-La semana que viene. Intentaré cuadrar las fechas para que estés aquí cuando Li empiece a trabajar con nosotros, si quieres.

-No, gracias -rehusó con una sonrisa triste-. Ya lo veré cuando lo tenga que ver.

Algunos minutos más tarde, de nuevo en su mesa, Sakura se sentía como si le hubieran dado una patada en el estómago. Para no tener que responder las preguntas de Takashi, se refugió en el baño y se desplomó sobre el pequeño sofá que había en el tocador. ¡Syaoran! De todas las revistas de actualidad, ¿por qué había tenido que elegir Tsukimine? Para ella sería prácticamente imposible encontrar otro trabajo que le gustara tanto como aquél. No era que Li la fuera a despedir, pero sabía muy bien, que no quería trabajar con él. Li ya no formaba parte de su vida y no había sitio para él. No quería tenerlo cerca ni si-quiera por motivos profesionales.

¿Qué había dicho Clow?, ¿que tal vez Syaoran quería casarse y formar una familia? Casi se rió en voz alta. Li ya estaba casado; con ella. Llevaban siete años separados, durante los cuales sólo lo había visto en la pantalla. Su matrimonio se había roto precisamente porque Li era incapaz de sentar la cabeza.

Sakura respiró hondo, se puso de pie y suavizó la expresión de su rostro. Temía que todo aquello interfiriera en su trabajo y ella era demasiado profesional como para permitirlo. Más tarde tendría tiempo de sobra para planear lo que iba a hacer.

Esa noche, mientras comía con desgana su yakisoba que constituía su cena, se le iluminó la cara. Era muy posible que Li ni siquiera la reconociera. Había cambiado mucho en siete años: estaba más delgada, llevaba el pelo largo... Y el editor no trabajaba codo a codo con los periodistas; tal vez pasaran semanas sin que le viera el pelo. Luego estaba el hecho de que ella viajaba mucho y se ausentaba del país durante largas temporadas.

Además, aun en el caso de que Li descubriera que una de sus periodistas era su olvidada esposa, ¿qué podía importarle? Siete años era mucho tiempo y no habían tenido ningún contacto. Su ruptura había sido definitiva, terminante. Ninguno de los dos había solicitado el divorcio, pero porque realmente no era necesario. Se habían ido cada uno por su lado, habían emprendido vidas diferentes... Era casi como si el año que habían estado casados no hubiera existido. El único resultado de ese año fue que ella cambió drásticamente. ¿Por qué no iba a poder continuar trabajando en la revista, incluso en el caso de que Li la reconociera? Cuanto más lo pensaba, más lógico le parecía. Hacía bien su trabajo y Li no era un hombre que dejara que su vida personal interfiriera en lo profesional, como ella sabía mejor que nadie. Si se limitaba a trabajar y se apartaba del camino de su todavía marido, su antigua relación personal no tendría la menor importancia. Al fin y al cabo, para Li tanto como para ella, aquello era agua pasada.

Normalmente nunca pensaba en él, a no ser que lo viera en televisión, pero ahora que volvía a ser una presencia en su vida, los recuerdos la asaltaron. Intentó concentrarse en otra cosa y lo hizo con relativo éxito hasta que se fue a la cama. Cuando se acostó, los recuerdos de ese año en común la inundaron.

En la oscuridad, Sakura miraba al techo con los ojos abiertos, rememorando sus rasgos y componiendo la imagen de su rostro. Como lo había visto innumerables veces en televisión durante esos siete años, no le resultaba difícil. Al principio se ponía enferma y empezaba a temblar cada vez que su cara aparecía en la pantalla, y se apresuraba a apagar el televisor, pero gradualmente esa reacción se había ido transformando y lo que le ocurría era que se quedaba paralizada. Se había protegido de aquel dolor tan intenso y eso le había permitido recoger los pedazos e intentar rehacer su vida. La parálisis inicial se había transformado en resolución, y la resolución en indiferencia a medida que aprendía a vivir sin Syaoran. Cuando se acordaba de la chica tímida e insegura que era ella en otra época, a Sakura le daba la impresión de que esa chica era una desconocida, alguien a quien compadecer pero por quien no merecía la pena entristecerse. Lo raro no era que Li la hubiera dejado, sino que alguna vez se hubiera sentido atraído por ella. Por muchas vueltas que le diera, no podía encontrar una razón para que un hombre tan dinámico como él hubiera querido casarse con un ratoncito asustado como Sakura Kinomoto. No con ella, una chica alegre y pícara, sino con Saku-chan. La tranquila, rellenita y maleable Saku-chan.

A menos que Li se hubiera casado con ella justamente porque era maleable, una mujer a la que podía dominar y que se quedaría en un discreto segundo plano cuando a él le conviniera. ¿Quería simplemente alguien que se ocupara del hogar para cuando a él se le ocurriera volver? Si era eso, Li se habría llevado un chasco, porque ella era maleable en todo excepto en lo que tenía que ver con el trabajo de su marido. Sakura quería que volviera a casa todas las noches, no que se montara en el primer avión para ir a cubrir guerras, revoluciones y narcotráfico, justo el tipo de cosas que eran para Syaoran la razón de la existencia. Ella ponía cara larga, se quejaba y lloraba. Cada vez que él se marchaba la aterrorizaba pensar que podía ser la última, que tal vez se lo devolvieran en un ataúd. Quería retener a aquel hombre fuerte a su lado porque toda su vida giraba en torno a él.

Al final había sido demasiado para Li y éste la había dejado después de sólo un año de matrimonio, y desde entonces ella no había tenido noticias suyas.

Sabía que no la llamaría. Sus últimas palabras habían sido «Cuando creas que eres lo bastante mujer para mí, llámame».

Palabras dolorosas, llenas de cinismo, que le habían revelado el concepto que tenía de ella. Esas palabras, sin embargo, habían transformado su vida.

Suspirando por el sueño que se mostraba tan esquivo, Sakura se dio la vuelta en la cama y abrazó la almohada contra su pecho.

Tal vez esa noche era un buen momento para desenterrar esos recuerdos y airearlos un poco. Después de todo, quizá dentro de poco tuviera que ver a ese marido ausente.

Hola! Aquí les dejo una nueva historia, bueno es una adaptación del libro de Linda Howard, "Una nueva vida". Espero les guste, haré lo posible en que la historia concuerde con la serie de CCS.

Sayonara…

Espero sus comentarios…

Matta nee.