Dorado y cálido
por Karoru Metallium
I
Un cachorro dorado
Advertencia: yaoi ahead. Si te molestan las relaciones o el sexo entre chicos, mejor ni leas. Esta es mi primera incursión en el fandom de YGO (aparte de una historia larga que estoy escribiendo y aún no publico), y bueno... es un lemon, un poco PWP, creo que algo angsty y cheesy; pero en fin ^^. Espero que les guste, Kaiba es mi personaje favorito y quise plasmar aquí un poco de su seductora complejidad en un POV.
Dedicado a Suisei Lady Dragon, a quien le gusta esta pareja ^^.
************************************
Siento frío... el otoño casi da paso al invierno. Al mirar por la ventana puedo distinguir en la semipenumbra las siluetas de los árboles casi desprovistos de hojas, extendiendo sus ramas desnudas al cielo como en una muda súplica.
Estoy solo, como siempre; mi única compañía, la persona más querida en el mundo para mí, se ha ido a pasar la noche en casa de sus amigos. No podía ni debía tratar de impedírselo, a pesar de que mi corazón, o lo que queda de él, rogaba porque decidiera quedarse.
Pero él no merece vivir la misma soledad que yo; merece algo mejor que quedarse en esta enorme mansión vacía con su amargado hermano mayor. Además, es mejor que no esté en casa cuando reciba la visita que espero, la que mitigará la soledad de la noche. Podría extrañarse, escandalizarse, y no hay nada a lo que tema más en el mundo que hacer daño a Mokuba... a mi pequeño y adorado hermano.
Siento que una sonrisa irónica curva mis labios. No puedo creer que haya accedido a esto, pero una parte de mí no puede evitar sentirse divertida ante la situación. Vaya ironía. Has pasado meses, años, detestándome y evitándome; y sin embargo, ahora que nos vemos menos que nunca, quieres visitarme... quizás mucho más que eso.
No puedo esperar, pero he estado días enteros esperando por esta noche, tratando peor que nunca a los que tienen la mala suerte de cruzarse en mi camino; lo cual en sí mismo no es algo inusual. Pero para qué me preocupo, siempre habrá alguien a quien le provoque lástima: el millonario, atractivo, inteligente Seto Kaiba, encerrado prácticamente solo en su gran mansión.
Solo, siempre solo...
Claro, ellos no saben nada de mi vida en realidad. A veces, cuando tengo tiempo de reflexionar (como ahora), pienso que esta situación es como una gran broma cósmica, y que todos los dioses, si es que los hay, se están riendo de mí.
El sonido del timbre me sobresalta. Eres tú, lo presiento. Ya comenzaba a perder las esperanzas de que vinieras precisamente esta noche, porque no prometiste nada... sólo dijiste que ya encontrarías la forma de venir cuando sintieras que estabas listo.
Camino hacia la puerta, ordenándole a mi cuerpo traidor que no tiemble; ¿porqué tiemblo? Todo está preparado para recibirte, como lo ha estado desde que comencé a esperarte, hace tanto tiempo que ya no recuerdo cuándo. Cada día trato de justificar mis acciones, tratando de sentirme menos patético, aunque nadie sabrá de esto excepto yo; y tú, por supuesto.
Abro la puerta y estás allí. Me quedo quieto, sin atreverme a hacer un movimiento... no sólo porque podría espantarte, sino también porque podría traicionar la intensidad de lo que siento en este momento. Me cuesta, pero trato de mantener mi rostro tan inexpresivo como siempre.
Sigo temblando. Es el viento gélido que entra por la puerta, por esa puerta en cuyo umbral se recorta tu silueta.
- Hola, Kaiba.
Tu voz suena vacilante, y sin embargo, sonríes. La luz que ilumina el corredor no puede competir con la brillantez de tu sonrisa infantil y traviesa.
- Wheeler - digo lentamente - pasa.
Al entrar y sentir la calefacción, te quitas la chaqueta. No será la última prenda que te quitarás esta noche, eso puedo asegurártelo...
Ninguno de los dos dice una palabra más mientras te guío por las escaleras hacia mi habitación. Las palabras siempre lo complican todo y, ¿para qué complicar algo que es tan simple?
Uno más uno. Tú y yo, nosotros. La ecuación más simple de todas.
Lo que podría complicarlo, mi orgullo, ya no importa... porque esto es algo que está mucho más allá de mi poder para resistirlo.
Ya estamos en mi habitación... el fuego está encendido, una suave luz dorada... como tú, se derrama sobre los objetos, sobre los muebles, sobre ti y sobre mí.
Me detengo a mirarte, pero no puedo mirarte y no tocarte ahora que estás aquí al fin, como un sueño inalcanzable que de pronto se ha cumplido. Acaricio tus cabellos con una mano, mientras la otra descansa en tu hombro como un pájaro que ha encontrado su nido, y puedo sentir cómo tiemblas a través del grueso tejido de tu suéter.
Un beso duro y rápido le sigue a la caricia de mis manos, y tus brazos se elevan y rodean mi cuello. El frío en mi interior comienza a derretirse con la visión del tesoro dorado entre mis brazos.
Mis manos están sobre ti, despojándote una a una de las capas de ropa, deslizándose arriba y abajo en tus brazos, descubriéndote otra vez. Tu piel está fría. Puedo pretender que estoy simplemente tratando de darte algo de calor, que tocarte es una elección más que una necesidad.
Una piel tan adorable. Tan hermosa.
Podría decírtelo, pero no lo haré. Una cosa es sentirme patético, y otra muy distinta es dejar que tú sepas que lo soy, y cuánto... todavía me queda algo de orgullo.
Siento que te relajas contra mí. Mis manos siguen recorriendo tu cuerpo, como tratando de hacer un mapa de cada forma, cada plano, cada músculo, para atesorar un recuerdo tridimensional en mi memoria. Tu cabeza descansa en mi hombro, tus labios contra mi cuello y tus ojos cerrados, como si esto fuera lo más natural en el mundo y no un impulso que no puedo controlar.
No puedo dejar de tocarte, y tú ni siquiera te das cuenta; ¿porqué lo harías? A pesar de lo que hacemos juntos, sigo siendo la misma persona a la que tus amigos detestan, el frío, inaccesible y cruel Kaiba que no necesita de nadie, excepto de su hermano.
Rayos, hasta hace un par de meses, tú me detestabas. Y yo fingía ignorarte, haciéndote estallar de ira cada vez que por casualidad nos encontrábamos.
Y sin embargo, ahora estamos aquí, juntos.
Quizás te das cuenta de lo que estoy pensando, porque de pronto levantas tu cabeza y das un paso hacia atrás, forzándome a romper el contacto entre los dos. Tus brazos se apartan de mi cuello y siento como un puñal la pérdida de tu toque, hasta que me doy cuenta de que tus manos trabajan desabrochando mi camisa.
Ya no estás relajado, ahora estás impaciente, como la deliciosa e impulsiva criatura que eres.
Sí, ha sido una espera larga, fría e incómoda por ti esta noche, pero lo que está sucediendo ahora hace que todo mi sufrimiento valga la pena.
Otro beso y tu cuerpo se moldea contra el mío... nuestros cuerpos no deberían encajar tan bien, porque eso hace que todo sea más duro... en todos los sentidos.
Sé que te has dado cuenta de mi reacción ante la cercanía de nuestros cuerpos, y puedo sentir el pequeño estremecimiento de una risa complacida en tu pecho... puedo sentir cómo disfrutas el poder que sabes que tienes sobre mí, aunque no conoces toda su extensión.
Te arrastro conmigo a la cama en el centro de la habitación sin que te resistas en lo más mínimo. Me dejo caer en la cama, contra las almohadas, mientras te quedas allí de pie, mirándome, sin moverte.
Ven...
Esta no es una de las órdenes que estoy tan acostumbrado a dar. Es una invitación, y si tú supieras de veras el poder que tienes sobre mis sentidos, podrías torturarme hasta lograr que se convierta incluso en una súplica.
Eso te gustaría, ¿verdad? Ver al insensible Seto Kaiba suplicar y llorar... por ti.
De pronto tu ansiedad y tu impulsividad toman el control y te lanzas sobre mí. Casi sonrío al pensar que no sé cómo puedo inspirar tanto entusiasmo a alguien como tú, tan diferente, tan vivo, mientras que yo soy un ser que sólo vive a medias.
La primera vez fue diferente, un momento de locura en un mundo que de pronto ya no era cuerdo ni lógico; pero lo que ocurrió tenía sentido, a pesar de la locura. Me necesitabas y yo estaba allí; te necesitaba y tú estabas allí para mí, necesitándome también. Sentirse necesitado, para alguien que como yo siempre ha tratado de escapar a los peligros de sentir, es algo intoxicante, embriagador.
Y es que soy humano, debajo de toda mi frialdad. He pasado por cosas, he hecho cosas de las que no estoy orgulloso, de las que no hablaré. Tú también tienes tus secretos y no me los dirás.
No hay necesidad de ello.
Tus labios se deslizan por mi cuello y mis brazos alrededor de tu espalda. Es un hecho: no puedo mantener mis manos alejadas de ti, ni siquiera aunque estés tocándome... es la necesidad, esa necesidad que me atormenta. Obligo a mis manos a soltarse un poco y tiro de ti para que nuestras bocas se encuentren en un beso casi doloroso.
Tu boca deja la mía y comienza a recorrer un camino hacia abajo en mi cuerpo, tu cuerpo alejándose de mi abrazo, permitiendo que tus manos y tus labios continúen su búsqueda más y más abajo. Me arqueo hacia tu boca lenta, muy lentamente, para no delatar mi ansiedad, mi hambre de ti.
Sin embargo, no puedo evitar que un gemido escape de mi garganta cuando tu lengua deja de explorar toda la extensión de mi virilidad y comienza a acariciar el punto justo para hacerme jadear de placer. ¡Por todos los diablos! ¿Cuándo aprendiste a hacer eso? ¿Quién te enseñó?
Por un instante, la furia incontrolable de los celos le gana al deseo y a la lujuria y se revuelve en mi estómago como una serpiente. ¿Quién? ¿Quién más te ha tocado? ¿Quién se ha atrevido?
Tú, pequeña mascota dorada, eres MÍO. Mío, de nadie más...
Trato de controlar mi ira. Calma, calma. No estás haciendo nada que yo no te haya hecho antes... lo hice la última vez, y tú cuando quieres sabes aprender rápido. Esta fue una lección a la que prestaste particular atención.
Pero no puedo controlar del todo lo que siento, así que te aparto de mí y te empujo hasta que caes en la cama a mi lado. Mi lengua despiadada castiga tu boca en un beso un tanto violento. Tú te echas hacia atrás y tus ojos ambarinos, siempre espejos de lo que sientes, reflejan confusión; no sabes qué has hecho para provocar mi ira, mi violencia.
Eres tan vulnerable... tan cálido y dorado como un atardecer... es eso lo que derrota a mi orgullo una y otra vez, es ése el poder que tienes sobre mí: el poder de tus sentimientos. Tu vulnerabilidad, tu confianza, tu entusiasmo. Todo tú.
Suspiro, y vuelvo a temblar. Tu mano está en mi mejilla ahora, y me besas de una manera gentil y dulce, como disculpándote.
¿Cómo puedo luchar contra eso? Sé que quiero rendirme, y me rindo.
Mis manos codiciosas están de nuevo recorriendo tu cuerpo, tu pecho, tu abdomen y más allá, recordando la primera vez que te hice esto. No fue tan diferente, sólo que en aquel momento yo creía que tenía el control; creía que era, de los dos, el que tenía el poder.
Toco tu cuerpo como a un delicado instrumento, y respondes con toda tu pasión, moviéndote debajo de mí, tus manos en mis caderas urgiéndome hacia abajo, presionándome contra ti.
De pronto me detengo, y todas mis fuerzas se concentran en apartarme de ti. Me dejo caer a tu lado, jadeante, y escucho tu respiración tan agitada como la mía, o más.
Estoy derrotado, pero no puedo soportar poseerte así. Siento que te obligo, siento que es tu cuerpo el que tiene el comando, y tu mente... tu corazón no tiene nada que ver en esto.
Una vez quise ser el más poderoso. Ahora, en este momento, sólo quisiera tener el poder para conquistarte, para llegar a tu alma, para ser el dueño de tu cuerpo y de tu mente.
Porque tú ya eres el dueño de los míos, Joey Wheeler.
Tú me miras sin comprender, seguramente preguntándote qué diablos me pasa esta noche. No conoces la causa... aún no. Sin embargo, tu rostro toma una expresión resuelta y te apartas de mí. Escucho que buscas algo en el cajón de la mesilla de noche... pequeño pillo, ya sabes en dónde está todo, ya te comportas como si vivieras aquí conmigo.
Pones el tubo de plástico en mis manos y comprendo lo que quieres cuando te colocas sobre mí a horcajadas, sin tocarme. La sustancia suave se derrama sobre mis dedos, y los froto suavemente antes de buscar con ellos la pequeña abertura en tu cuerpo, masajeando delicadamente en círculos antes de penetrarte, preparándote.
Un suspiro escapa de tu boca suave y rosa, tu boca mía. Tu cuerpo desnudo sobre el mío es una visión hipnótica que jamás voy a olvidar, y que quiero que jamás olvides mientras te preparo lentamente, muy lentamente para que no haya confusiones acerca de quién está haciéndote esto. Para que nunca me olvides.
Ahora un gemido ronco me indica que estás impaciente y esperando. Yo también. Mi mano te abandona y se mueve sobre mi dura y ardiente necesidad; unos cuantos movimientos y estoy listo, listo para ti, tan listo que me duele.
Te mueves, y en un instante estoy dentro de ti, envuelto en tu intenso calor y la enloquecedora presión de tus músculos. No puedo evitar responder cuando un rayo de placer estremece mi cuerpo, haciéndome gemir.
Y de pronto todo es un torbellino de sensaciones, rápido, duro... besos desesperados, caricias dolorosas, tus dientes en mi cuello, mis uñas enterrándose en la carne firme y cálida de tus caderas. Tu rostro angelical transfigurado por el placer, tus ojos cerrados, tu boca repitiendo mi nombre una y otra vez.
No Kaiba. Seto, Seto, Seto... dices una vez, y otra, y otra, y el sonido de tu voz se añade a la inmensidad de lo que estoy sintiendo.
- ¡Joey! - el gemido desesperado se escapa de mí cuando siento que no puedo más, que no soporto más ver tu cuerpo arqueado contra el mío, que no podré luchar un minuto más contra la increíble experiencia de estar dentro de ti, de verte encima de mí, de sentirme unido a ti.
Cuando todo pasa, te acurrucas casi sobre mi cuerpo y te duermes con una facilidad pasmosa. Yo no me quejo, simplemente me dejo llevar por la lasitud y el sentimiento de satisfacción, de dulce plenitud.
Luego de un rato trato de apartarme de tu cuerpo, suavemente para no molestarte, pero tú haces un pequeño sonido de protesta y tus labios hacen un mohín de disgusto. Al fin logro desenredarme, pero mi mano acaricia tu mejilla con suavidad al ver que tus músculos se tensan y frunces el ceño, como si estuvieras soñando con algo desagradable.
El toque de mi mano, sin embargo, te tranquiliza. Quizás tengas pesadillas... quizás sea algo que tiene que ver con los secretos que guardas y que no sé... quizás debajo de la piel no somos tan distintos como podemos pensar, como piensan los demás.
Lo que pensarían los demás si supieran de esto.
No estoy avergonzado de ti, no quiero que pienses eso jamás. Pero tengo miedo de lo que una relación entre los dos, conocida por el mundo, pueda causar en ti y en mí. Tengo miedo de que tus amigos te abandonen por querer estar junto a mí... también tengo miedo de que Mokuba no se tome bien todo este asunto... aún es muy pequeño.
Te miro. Miro tu piel, cálida y dorada al resplandor de la chimenea. La cabeza hundida en mi almohada, el suave cabello revuelto cayendo sobre tus ojos cerrados. Tan hermoso y mío, mío aunque sea por un momento, por este momento que quisiera que fuera eterno.
Pronto tendré que despertarte para que te vayas a casa. Pero quizás algún día el amanecer llegará y te encontraré junto a mí.
Quisiera saberlo, saber qué se siente despertar y no estar solo. eso es algo importante. Nosotros somos importantes.
Suspiro y me dejo caer de nuevo en la cálida y dorada sábana de tu cuerpo.
***********************
Fin, por ahora. Algo corto, pero mejor está así. ¿Desearían que continuara explorando esta relación? Quizás el POV de Joey... si es así, me gustaría que me lo dejaran saber, porque la verdad es que me gustan mucho estos personajes y estoy tentada a hacerlo ^^. Gracias por leer.
