N/A: Que puedo decir. Encontré mi nueva OTP y era sólo cuestión de tiempo hasta que no me aguantara más las ganas de escribir sobre ellos. Algo cortito, algo que no dejaba de darme vueltas en la cabeza.
Algunas aclaraciones: Esto es un AU por completo. He omitido detalles como nombres de ciudades y ese tipo de cosas, simplemente porque no me parecen importantes. Imaginen una mezcla del mundo real, un poco del mundo de los personajes de VLD antes de terminar en el espacio y este nuevo mundo donde Altea es una universidad y Voltron una aerolínea (sí, no sé que he fumado). De todas formas, repito, no son detalles tan importantes.
Creo que es bastante obvio, pero hay un momento donde Lance, Pidge y Hunk se están comunicando por mensajes, algo como en un grupo de whats app.
Advertencias: Por si no quedó claro, esto es un Klance por lo tanto está bastante explícita la relación hombre x hombre. Tambien hay algo de Shallura y de Hunk/Shay, pero en segundo plano (Pequeña Pidge, yo solo te shipeo con la ciencia y la felicidad).
Disclaimer: Los personajes de Voltron: Legendary Defender pertenecen a Dreamworks y a aquellos que participaron y participan de su creación.
Sin más que decir, espero que disfruten.
Fin de año, y algo más
Capítulo 1:
Lance del bus
Aquel veinte de diciembre, sentado junto a uno de los enormes ventanales de su café favorito, Lance notó por primera vez lo vacío que se veía el panorama a esa altura del año. En el local sólo había cinco personas más aparte de él y uno era empleado de allí. Era un detalle raro si sabías que esa era la cafetería más popular en todo el campus. Además, en su camino a pie desde el edificio de su universidad apenas se había cruzado con una o dos personas y para un lugar tan poblado como era Altea II, eso era algo realmente extremo.
Dejando de lado todos los pensamientos existenciales que llenaron su cabeza una vez que esta se vio liberada de toda la información (y presión, mucha presión) que había requerido su último final del año, Lance tuvo una idea, cual epifanía, que pronto se volvió realidad.
Era un idiota. Y uno grandísimo.
El anuncio que mostraba la pantalla de su laptop era la confirmación de ello. La aerolínea Voltron, la que él y prácticamente todo el alumnado de Altea utilizaba, estaba completamente colapsada. Es decir, no quedaba ni un solo asiento libre en el vuelo que él debía tomar para regresar a casa antes de las fiestas de fin de año.
Y todo por una simple razón: Lance había olvidado por completo reservar su vuelo.
Voltron era una empresa que tenía un convenio con la Universidad de Altea desde hacía años, y gracias a ello ofrecía a los estudiantes vuelos con descuentos increíbles. Eran accesibles, económicos y el servicio no decaía por ello. Teniendo en cuenta el precio de las otras aerolíneas y que él había guardado el dinero exacto, le era imposible comprar un pasaje por otro lado.
Si a alguien le hizo gracia su expresión de auto desprecio y su posición sobre la mesa como si se hubiese quedado sin fuerzas de repente, nadie hizo ningún comentario al respecto. Mientras se lamentaba, recordó vagamente la voz de Pidge diciéndole que reservara su vuelo con antelación y que no lo dejara para último momento (cómo solía hacer con todo, había agregado). Eso había ocurrido hacía casi un mes, cuando Hunk y Pidge planeaban su propio regreso a casa.
Si lo pensaba a la ligera, no era su culpa. Su proyecto final del año era lo único que había ocupado su cabeza los últimos dos meses, hasta que finalmente lo había entregado esa misma mañana. Había sido todo un desafío pero las ganas de hacerlo bien y de no defraudar a su tutor, un pelirrojo de acento extraño llamado Coran, le habían permitido conseguir su meta. Se había ganado una nota sobresaliente y las felicitaciones de todo el tribunal de profesores que lo habían evaluado.
Lance de verdad no había sido consciente de la cercanía de las fiestas de fin de año y mucho menos lo había relacionado con la disponibilidad de vuelos de Voltron.
Situación muy diferente a la de sus mejores amigos, Pidge y Hunk, quienes ya estaban en casa hacía casi dos semanas. La gente de ingeniería aeroespacial sí que podía aprovechar sus vacaciones a lo grande
Aún con una última esperanza, Lance se levantó de su silla y tomó su teléfono para salir del lugar y llamar directamente a la aerolínea. Quizás era un error en la página web. Era una idea factible.
Solo le tomó un minuto para saber que de hecho no, el servidor web funcionaba a la perfección y Voltron no tenía vuelos disponibles hacia su ciudad natal, hasta después de año nuevo.
Sí. Lance McClain admitía que era un idiota.
Pedirles dinero a sus padres ni siquiera era una opción. Él simplemente no podía, ni quería, hacer algo como eso ¿Dónde quedaba esa dignidad que había construido durante el año al volverse un ahorrador nato en cuánto a dinero? Sin mencionar que sería un gasto extra para su familia, y eso no era algo de lo que sentirse orgulloso.
Luego de tomarse dos tazas de café negro, se puso a pensar con tranquilidad (y no con el ataque de pánico que sufrió en un primer momento). Aún quedaba una opción más. Con ello en la cabeza, abrió otra pestaña en el buscador web.
Efectivamente, aún quedaban varios lugares en algunos autobuses que partían al día siguiente. Gastaría un poco menos del dinero que había guardado, eso era todo un logro. La parte mala, y por la cual casi nadie utilizaba tal servicio, era la duración del viaje.
Eran dieciséis horas de viaje en autobús contra las escasas dos horas y media que solía tardar en avión. Bufó con resignación antes de comprar su boleto. Era eso o nada.
Después de eso, guardó sus cosas en la mochila y se dirigió a los dormitorios.
Lance podría describirse como un simple chico de unos diecinueve años que estudia Astronomía en una de las universidades más prestigiosas del país, Altea. Y Altea II se llama al complejo de edificios donde él asiste a clases. Pidge y Hunk tenían clases en el mismo complejo, pero existe una Altea III en dirección exactamente opuesta a la suya, a unos treinta minutos a pie (lo había confirmado el primer día de clases cuando se había equivocado de complejo. Había perdido el primer módulo por completo por ello).
Los dormitorios estaban distribuidos a lo largo de todo el enorme campus y estaban organizados según a cuál de los tres complejos asistía cada persona. Aún así, había sido un poco sorprendente que él y sus amigos hubiesen terminado con habitaciones contiguas.
Hunk, Pidge y él provenían de la misma ciudad y habían sido compañeros y amigos durante la secundaria. Podía admitir libremente que él simplemente los amaba.
El resto del día Lance terminó de ordenar sus cosas, confiando en la noticia de que no habría reasignación de dormitorios el próximo año pues acababan de terminar de construir unos edificios nuevos que sería usados por los ingresantes. Para la hora de la cena pidió una pizza y pasó la noche viendo series en su laptop. Bendito descanso.
El autobús salía recién a las tres de la tarde del día siguiente así que podía terminar de empacar en la mañana.
Hunk:
Vieron la cantidad de ingresantes para el próximo año?
Vamos a estar apretados en los talleres!
Pidge:
Dudo que todas esas personas hayan aplicado para lo nuestro, Hunk.
Puedes quedarte tranquilo.
Hunk:
Cómo lo sabes? Cómo puedes estar segura!?
No puedo trabajar con mucha gente mirándome
Voy a entrar en pánico
Lance:
Viejo! Tranquilo!
Pidge tiene razón, no hay tantas personas masoquistas como ustedes.
Simplemente no es lógico.
Pidge:
Definitivamente esto se merece un screenshot.
Lance acaba de darme la razón sin discutir, hay que conmemorar el día.
Lance:
Muy graciosa Pidgey!
Sé admitir cuándo alguien tiene razón o no, me sorprende que creas lo contrario.
Hunk:
Lo sé chicos, lo siento
Me asusté cuando vi tantos nombres nuevos en la página de Altea
Es poco probable que nuestro programa tenga tantos ingresantes
Pidge:
Un momento.
Lance ¿te sientes bien?
Lance:
Eh, sí?
Porq?
Pidge:
Tu último comentario no es algo que digas con facilidad.
Así que suéltalo ¿qué pasó?
Hunk:
Lance!
Shay me invitó a cenar a su casa mañana
No pude decirle que no, sería la primera vez que vea a sus padres de esta forma
Así que no podremos tener nuestra maratón de videojuegos antes de navidad como siempre
Lo siento
Lance:
Sólo quiero dejar en claro que me siento traicionado.
Pero no hay problema amigo.
La primera cena con los padres de tu novia es algo importante.
Entiendo.
Pidge:
Listo, esto es todo.
¡Lance!
¿Puedes decir que ocurre de una vez?
Jamás, jamás has aceptado una cancelación a sus torneos de videojuegos tan fácilmente en todos estos años desde que nos conocemos.
Hunk:
Pidge tiene un punto, viejo
También me estoy preocupando
Lance:
Están exagerando, los dos!
Es sólo que no creo que estar disponible mañana a la noche.
Hunk:
Eso es nuevo
Pidge:
¿Por qué no?
Lance:
Porque no habré llegado a casa aún.
Pidge:
¿Por qué? Sólo son dos horas hasta aquí.
Lance:
16.
Voy en autobús.
Pidge:
… ¿me ignoraste cuándo te advertí de sacar tu boleto hace un mes, verdad?
Lance:
Um, no?
No es mi culpa! No caí en qué fecha estaba hasta que entregué mi proyecto esta mañana.
No es tan malo y podré recuperar todas mis horas de sueño perdidas.
Hunk:
Espero que pasen buenas películas en el autobús
Te vas a aburrir como una ostra
Pidge:
El grandote sabe.
Lance:
Alentador, gracias.
Cuando Lance se presentó el día siguiente, en la plataforma indicada de la estación de autobuses, soltó un suspiro de resignación. Él no era nada bueno para estar tanto tiempo encerrado en un lugar relativamente pequeño como era un autobús. Deseaba poder dormir la mayor parte del viaje y el resto distraerse lo suficiente para no pensar en las dimensiones del vehículo.
Quince minutos antes de la hora indicada, las personas comenzaron a subir una por una, mostrándole el boleto a la azafata en la puerta. Lance prefirió esperar un poco más, siendo uno de los últimos en subir, ya habiendo guardado su valija en la parte trasera.
La mayoría de los pasajeros eran adultos de más de treinta años, había sólo un par de niños viajando con, suponía, sus padres y se relajó un poco cuando vio a unos cuantos estudiantes de Altea abordando. Él no era el único, obviamente.
Una vez que entró, mientras subía las pequeñas escaleras buscó el número de asiento en su boleto. Tenía el número dieciséis. Notando que los números pares eran del lado del pasillo, se preguntó si la persona a su lado podría cambiarle el asiento por el de junto a la ventana. Si veía el paisaje tenía más chances de entretenerse.
Caminó entre los asientos y le sonrió al pasar a un par de chicas de forma socarrona. Ellas le devolvieron la sonrisa. Lance era un conquistador nato. O eso le gustaba creer.
Le sonrió de forma amable a una señora mayor en el asiento diez, le recordaba mucho a su abuela. La sonrisa que ella le mostró solo aumentó el sentimiento.
Pronto llegó al asiento indicado, efectivamente del lado del pasillo. En el asiento número quince, había un chico con leves rasgos asiáticos y cabello negro, que miraba hacia afuera por la ventana. Parecía alguien de su edad.
— Disculpa— Le llamó, confiado— ¿Te importaría…
Lance dejó la pregunta a la mitad. Lance tuvo que dejar la pregunta a la mitad.
Piel pálida pero de aspecto suave, la línea de su barbilla bien marcada. El chico vestía con unos jean negros y una camiseta del mismo color, bajo una chaqueta de color rojo. Dejando de lado lo llamativo que le pareció, ese chico tenía el rostro más malditamente atractivo que había visto en todo su año de universidad. Un gracioso flequillo llamó su atención y se fijó en sus ojos.
Lance no sabía si era la luz del autobús, o el sueño que cargaba por haberse desvelado, pero juraba que los ojos de ese chico eran violetas. Un oscuro y profundo violeta.
Un par de ojos que ahora lo miraban con una pregunta muda, un poco molestos por el repentino silencio. Lance se aclaró la voz antes de hablar.
— ¿Te importaría cambiar asientos conmigo? No soy muy bueno para los autobuses— Le sonrió al final con una de sus mejores sonrisas, marca McClain.
— No— Respondió el otro chico. Lance se dijo que su voz pegaba perfectamente con su rostro.
— Gracias, en serio es algo—
— Me refiero a que no, no lo haré— Aclaró el chico de cabello negro con el ceño fruncido. Lance se quedó mudo, sin saber cómo responder a su rudeza. De repente ya no le importaba que tan atractivo se viera.
— ¿Por qué no?— Preguntó sin siquiera pensarlo, frunciendo el ceño ahora él. No era algo tan importante pero era el semblante altivo y rudo que mostraba su acompañante lo que le molestaba.
— Pedí ir del lado de la ventana, específicamente— Murmuró, cruzándose de brazos y sin mirarlo a los ojos.
Listo, Lance ya podía decir que ese no iba a ser un viaje agradable.
— Viejo, sólo es un asiento.
— No lo haré.
Los azules ojos de Lance se encontraron con esos extraños violetas que sólo mostraban enojo hacia su persona. Ambos se mantuvieron la mirada, molestos por unos segundos, hasta que aparecieron más personas en el pasillo y de repente Lance estaba estorbando. Con un suspiro similar al del día anterior, aceptó su destino y se sentó en el asiento asignado. Era un estúpido autobús, con un estúpido acompañante malhumorado. Bien por él.
Para cuando el enorme autobús ya estaba alejándose de la ciudad, él y el chico de la ventana seguían sin cruzar ni una sola palabra o mirada. Serían unas incómodas dieciséis horas si seguía así. Se encogió de hombros, no era algo que le preocupara.
El paisaje pronto fue cambiando de altos edificios y transitadas calles, a la autopista y luego a una única carretera de doble dirección. El rumor del motor daba una sensación de calma bastante nueva para él. Su asiento no era incómodo como creyó que sería y pronto sintió como se relajaba por fin.
Alrededor de unos cuarenta minutos después, la azafata recorrió el autobús entregando unos folletos a cada pasajero. Era una encuesta de la empresa en la cual estaba viajando y debía responder según la experiencia en viajes pasados. La cual, en el caso de Lance, era nula. Por lo tanto decidió darle calificaciones intermedias a cada ítem que había. Le pareció justo.
El problema fue cuando al intentar escribir, la pluma que le había entregado la azafata no funcionaba. Y él no había dejado ninguna en la mochila que llevaba. Miró hacia el pasillo buscando a la mujer para pedirle una nueva pero ésta había desaparecido hacia el piso inferior. Miró hacia su derecha, donde el chico de la chaqueta roja respondía con rapidez la encuesta. Pedirle la suya estaba fuera de discusión. Cuando miró hacia la izquierda se encontró con un hombre mayor que ya estaba más dormido que despierto y prefirió no molestarlo. Su única opción era esperar a que la azafata regresara.
—Puedes usar la mía— La voz a su lado lo sorprendió y no se preocupó por ocultar la expresión. Se giró hacia su acompañante, quien por primera vez no lo miró con el ceño fruncido (pero sin quitar su seria expresión)— ¿Quieres o no?
Era la segunda vez en menos de una hora que ese chico le hacía perder las palabras de su boca. Quizás estaba por enfermarse.
— Claro, gracias— Le sonrió, como si no se hubiesen mirado de tan mala manera sólo un rato atrás. El chico asintió y desvió la vista.
Mientras respondía la encuesta, Lance lo miró de reojo. Esa había sido una acción inesperada de su parte. Se preguntó si quizás lo había juzgado de forma errónea. Una voz, extrañamente similar a la de Hunk, le dijo que estaba en lo cierto.
— ¿Qué se supone que responda en "servicio del personal técnico"?— Le preguntó de forma distraída. En el fondo, quería darle una oportunidad a ese extraño chico.
El aludido se aclaró la voz antes de responder.
— Se refiere a la azafata, tienes que ponerle una calificación— Se encogió de hombros— Es una forma más bonita de decirle, supongo.
Esa era la oración más larga que le había dicho y Lance sonrió ante ello.
— Entonces un cinco será, su cara es muy bonita.
— Ella podría ser tu madre— El chico mostró una expresión de falso desagrado, y él se sintió bendecido.
— Oye, la cara de mi mamá también es bonita. No sé de qué forma piensas tú sobre las mujeres— Le refutó, respondiendo la última pregunta.
El otro chico sólo guardó silencio.
Luego, la azafata pronto pasó a recoger los papeles y les ofreció quedarse con las plumas. Lance le devolvió la suya al chico a su lado con una sonrisa como agradecimiento. Él la recibió con una pequeñísima sonrisa, pero Lance lo tomó como un buen signo.
Quizás debería cuestionarse un poquito más a qué se debían esas ganas suyas de hablar con el chico, pero prefirió no pensar en eso. Más bien lo atribuyó a la cantidad de horas que deberían pasar uno junto al otro.
— ¿También asistes a Altea?— Se atrevió a preguntarle después de ver por un momento un pequeño botón con la característica A que representaba a la universidad, prendido en la mochila que llevaba. El chico también desvió la vista hacia el objeto antes de responderle.
— Sí. Altea III— Contestó.
Con lo alejados que estaban sus edificios no le sorprendía no habérselo cruzado antes.
— ¿Qué carrera? Yo estudio Astronomía en Altea II.
— Mm— Por alguna razón el chico dudó antes de responder— Arqueología.
Lance le mostró una sonrisa divertida ante la respuesta, y su interlocutor sólo pudo levantar una ceja cuestionando qué le parecía tan divertido.
— Nuestras carreras son completamente opuestas. Tu estudias la tierra y yo el espacio exterior— Terminó de explicar. Pero, restándole importancia, se encogió de hombros y le tendió una mano en un gesto amistoso— Soy Lance, por cierto.
— Keith.
Si le permitían ser deshonesto por primera vez en su vida, Lance negaría por completo el cosquilleo que le recorrió cuando la pálida y suave mano contraria hizo contacto con la suya. Ignorando la sensación, alejó su mano y se sentó de manera tal que quedaba de cara a Keith.
— ¿De qué año?— Keith lo miró escéptico por tantas preguntas personales. Lance levantó ambas manos en su defensa— Necesito saber si hace un rato miré mal a un superior. Si lo hice, debería empezar a preocuparme por vida social.
Keith sonrió ante sus palabras, divertido.
— Estoy en primer año. Bueno, podría decirse ya que en segundo.
— Lo mismo por aquí— Dijo Lance, entusiasmado con la idea de poder mantener una conversación con el chico.
Y eso fue lo que ocurrió. Keith resultó ser un chico de palabras justas pero que escuchaba cada cosa que Lance decía con atención y ya había perdido la cuenta de cuántas veces le vio sonreír disimuladamente ante alguno de sus comentarios. La seriedad de un principio fue desapareciendo poco a poco de su rostro. Podía decir que Keith era un chico rudo pero bastante tímido también. Y eso le parecía maravilloso.
Y ser consciente de ello le daba ganas de golpearse la cabeza contra el asiento delante de él. Dios, que estaba pensando en lo maravilloso que le parecía un maldito chico. Un hombre.
Keith le comentó un poco sobre él (más bien, respondió a cada pregunta que él le hizo sin pensar). Venía de una ciudad medianamente cercana a la de Lance, a unas dos horas de distancia. Vivía con su hermano mayor únicamente, quién era graduado de Altea II y se acababa de casar hacía sólo unos meses.
Y, graciosamente, también había olvidado reservar un vuelo en Voltron antes de que todo colapsara. Pero no era la primera vez, por eso conocía un poco más la rutina de viajar en autobús.
— Shiro estaba bastante molesto esta vez por mi descuido— Keith observó la expresión de Lance ante la mención de un nombre nuevo— Shirogane Takashi es mi hermano. Le decimos Shiro.
— Oh. Sé lo que es eso. Tengo dos hermanos mayores y tres menores. Dean, que es el mayor de todos, me reprendió aún más que mi mamá anoche cuando les conté. Claro que sus reprimendas ya no tienen efecto en mí.
Keith y Lance se encontraron con un nuevo panorama para ese viaje. Los minutos estaban pasando más rápido de lo que creían y sin darse cuenta la noche empezó a caer. Ya habían atravesado varias ciudades pequeñas para entonces, y ya habían pasado dos películas por las pantallas, aunque ninguno les prestó realmente mucha atención.
Un momento de extrema tranquilidad rodeó al autobús cuando comenzaron los créditos de la última película y la pantalla era la única fuente de luz por el momento. Ambos chicos habían reclinado un poco sus asientos hacia atrás en algún momento, pero seguían enfrascados en una susurrante conversación.
— Si me dices que no conoces o que no te gusta Star Wars, Keith, viejo, lo siento mucho pero esta amistad se termina aquí.
Keith se permitió reír levemente por la expresión exagerada de preocupación que Lance le mostraba.
— No es como si no conociera la franquicia ¿de acuerdo? Sólo que no la he visto completa. Y honestamente… no me consideraría un fan.
Lance hizo un sonido con su boca como si acabara de escuchar la mayor atrocidad de su vida.
— Me siento… vilmente engañado por ti y tu cara bonita.
Quizás fue el silencio que siguió a esa frase lo que le hizo ser consciente a Lance de lo que había dicho, aún si había sido un comentario más bien gracioso. Miró a Keith a los ojos, para ver si se había molestado, pero este estaba mirando distraídamente por la ventana.
En realidad, Keith estaba deseando a cualquier deidad existente que el sonrojo que sentía sobre sus mejillas desapareciera lo más rápido posible.
Ninguno de los dos hizo algún otro comentario, siendo arrullados por el sonido del motor del autobús, lo cual pronto llevó a Lance a un leve estado de somnolencia. En silencio y prácticamente a oscuras, Keith se permitió mirar la expresión dormida de su acompañante.
Su piel varios tonos más oscura que la suya y su cabello castaño le daban un aire tan tropical que simplemente le encantaba y por ello tenía que obligarse a no dejar salir sus emociones. Sabía que no todo el mundo podía sentirse cómodo a su alrededor si sabían que, de hecho, era gay. Y no quería que Lance de repente pusiese distancia entre ellos.
Dios, sólo llevaba cinco horas de viaje y le había contado a ese extraño chico más cosas de las que le había hablado a alguien en lo que llevaba de vida. A excepción de Shiro, claro.
Al principio había pensado en Lance como una persona más del autobús, alguien que había intentado quitarle su preciado lugar junto a la ventana y que sólo por eso le había caído mal. Media hora después, una voz similar a la de Shiro le había dicho en su cabeza que estaba siendo tan antipático como todo el mundo rumoreaba en su universidad. Y eso era algo que, aunque jamás iba a admitirlo, en el fondo le molestaba. Por eso había dado el brazo a torcer primero y había ofrecido su pluma como una ofrenda de paz.
Y había sido la mejor decisión del año entero.
De repente, Lance se movió entre sueños y se inclinó un poco hacia su lado, dejando todo su costado derecho pegado al de Keith. Esperaba que no despertara pronto porque su sonrojo solo iba en aumento. Solo un rato después, él también se durmió.
Alrededor de las diez de la noche, Lance fue el primero en despertarse por las repentinas luces que se encendieron. Intentando despabilarse, prestó atención al comunicado que se oía por los parlantes del autobús y luego decidió que lo mejor era despertar a Keith.
Fue recién entonces cuando se dio cuenta de la posición en la que estaban; él estaba prácticamente pegado a Keith y su brazo derecho se había entrelazado con el del otro chico. Su mano acunaba la de Keith.
Como si de repente quemara, Lance se alejó lo más rápido que pudo y miró a Keith con ojos muy abiertos. Era obvio, desde cualquier ángulo, que quien se había movido allí había sido él mismo. Esperaba que Keith no hubiese notado en ningún momento como habían dormido, porque de lo contrario no podría mirarlo a la cara nuevamente. Se cubrió el rostro con uno de sus brazos, respirando hondo para tranquilizarse.
Lance era heterosexual. Siempre lo había sido. Quizás, y sólo quizás, en alguna época por allá alrededor de los catorce o quince años, se había parado de vez en cuando a mirar a alguno de sus compañeros más de lo que debía de haber hecho. Pero realmente nunca le dio importancia y pronto se olvidó de ello (tan pronto como creció más de un metro setenta y aprendió como usar su cabello para que resaltaran más sus ojos, y de esa forma, las chicas comenzaron a responder a sus avances).
Pero de repente, conocía a este chico en un autobús y su cabeza lo único que quería era hacerlo sonreír una y otra vez. Escucharlo hablar de cualquier cosa o con la mayor fascinación sobre su carrera. Mirar sin descanso esos extraños ojos violetas que ahora mismo lo miraban con paz.
Lance detuvo su línea de pensamiento. Keith acababa de despertar.
— ¿Estás bien?— Le pregunto algo adormilado pero con preocupación. Lance intentó relajarse y llevó una mano hasta su nuca, tocando sus cabellos con nerviosismo.
— Sí, claro. Acabo de despertar así que estaba un poco perdido— De alguna forma, logró sonreírle. Keith sonrió débilmente mientras se estiraba un poco en su lugar— Eh, hace un momento dijeron que haremos una parada de una hora en la próxima estación. Se supone que hay un buen restaurante donde podemos cenar mientras tanto. Si no, podemos quedarnos aquí arriba.
Keith tardó un momento en procesar la información hasta que asintió con la cabeza. Miró por la ventana notando que ya estaban entrando a la dichosa estación. Se mordió el labio inferior con un poco de duda, antes de voltearse hacia Lance.
— La verdad es que tengo un poco de hambre ¿no quieres ir?
— Claro, es una cita.
Lance deseó golpearse mental y físicamente. ¿Qué carajo había sido eso? Su boca se había movido antes de que él si quiera pensara una respuesta. Sintió el calor arremolinándose en sus mejillas pero no le quitó la vista a Keith de encima.
— ¡No una cita cita, obviamente! Ja ja, solo una cita… ¿menos cita? — Se atropelló con sus propias palabras buscando como arreglar la situación. Inesperadamente, Keith soltó un bufido de diversión.
— Lance, lo sé, relájate— Le respondió con una sonrisa divertida.
Lance creyó que podría morir en ese preciso momento, con esa sonrisa dirigida hacia él. Terminó por asentirle, aún avergonzado.
Pronto ambos se dispusieron a bajar del vehículo tal y como la mayoría de los pasajeros hacía. En las escaleras, Lance ayudó a esa mujer del asiento número diez que le recordaba a su abuela y ella le mostró nuevamente una gran sonrisa. Keith contempló la escena a su lado y un calorcito se instaló en su pecho.
Hunk:
Qué tal va el viaje, Lance?
Estás ahí?
Pidge:
Hay dos posibilidades.
O está dormido como un tronco, o encontró alguna pobre chica que respondiera a su coqueteo pasado de moda.
Hunk:
Está dormido entonces
Pidge:
Seguramente.
¿Cómo va tu cita con Shay y sus padres?
Hunk:
Estaba súper nervioso al principio, pero son buena gente
Aunque su hermano mayor, Rax, no me ha sacado la vista de encima desde que llegué
Es un poco intimidante
Pidge:
Tranquilo amigo.
Solo sé tú. Estoy segura que sus padres ya quieren adoptarte.
Es cuestión de tiempo para el hermano.
Hunk:
Oh, el también quiere hacerlo
Como su mascota
Lance:
Y eres la mascota más adorable del mundo.
Así que no tienes que preocuparte.
Hunk:
Apareció!
Todo bien?
Y gracias… creo
Pidge:
¿Alguna novedad?
¿A qué hora llegas mañana?
Lance:
Creo q a eso de las 7 am.
Nada nuevo.
Pidge:
Tu escasez de palabras es sospechosa.
Lance:
No sé de qué hablas Pidgey.
Hunk:
Lance misterioso McClain al asecho
Lance:
De acuerdo, ya entendí
Estoy en una… cita?
No una cita cita, solo una… cita
Pidge:
Okeey, claro. La diferencia se entiende perfectamente.
Hunk:
Me alegro por ti! Pero no estás viajando?
Conociste una chica en el autobús?
Lance:
No exactamente.
Pidge:
Por favor, Lance, dime que no estás teniendo una cita con alguien que podría ser tu madre o algo así.
Lance:
Claro que no!
Dios, Pidge.
Hunk:
Entonces?
Lance?
Laaaaance
Lance:
Conocí a un chico.
Hunk:
Oh
Pidge:
Drama de fin de año, ya te huelo.
Lance:
:I
Lance guardó su teléfono en uno de los bolsillos de su pantalón mientras desviaba la atención a la hamburguesa que tenía frente a él. Estaba sentado en una mesa para dos personas, mientras aguardaba que Keith llegara con su bandeja de comida. A unos metros de distancia estaban las chicas a las que les había sonreído aquel día, riendo y cuchicheando mientras lo miraban. Pero si debía de ser sincero, no podía estar menos interesado en ese momento.
El restaurante era estilo autoservicio, dónde lo que pagabas era el plato. Suspiró al saber que había gastado lo último que le había sobrado de la compra de su boleto. El lugar se había llenado con todas las personas que viajaba en su autobús y otro pequeño grupo que ya estaba allí cuando llegaron. Se sintió incómodo por la mirada insistente de las chicas sobre él y centró su atención en su servilleta, hasta que otra persona apareció en su campo de visión.
— La fila de las pastas realmente estaba repleta— Comentó Keith con un suspiro mientras se sentaba frente a él. Lance no pudo reprimir su sonrisa.
— Demasiado sofisticado, mi hamburguesa y yo estamos bien.
— ¿Desde cuándo la pasta es el epítome de lo sofistificado?— Preguntó Keith con una ceja alzada.
— ¿Desde que tú lo comes?
Keith se rió.
— Lance, alguien va a pensar que estás flirteando conmigo.
— ¿Eso sería algo tan malo?
Silencio.
Lance simplemente quería meterse la hamburguesa entera a la boca, a ver si así se sofocaba y dejaba de decir cosas tan ridículas. ¡Qué carajos estaba haciendo! Se aclaró la voz, incapaz de sostenerle la mirada a Keith. Probablemente lo había arruinado.
— No— Escuchó de repente— No lo sería.
Cuando lo miró, Keith tenía la vista en su plato intentando disimular el leve tono rosado de sus mejillas que era perfectamente notable bajo toda esa luz interior. Algo en Lance se revolvió por completo, en un buen sentido.
— ¿Lo estás o no?
El tono en la pregunta de Keith era suave, para nada rudo, sino más bien como queriendo sacarse la duda antes de continuar… con lo que fuese que estaba pasando, y no arruinarlo por no haber entendido a Lance (aunque teniendo en cuenta que se conocían hacía unas horas, realmente nadie podía culparlos si no lograban entenderse).
Lance dejó salir un pesado suspiro.
— No lo sé— Respondió y le ofreció una débil sonrisa como disculpa. Para su sorpresa, lejos de molestarse, Keith le mostró una sonrisa muy similar.
— Está bien. De verdad— Le apuntó a su plato con un dedo— Tu comida va a enfriarse.
Si bien esa charla no dejó absolutamente nada en claro, sino todo lo contrario, algo cambió en la atmósfera alrededor de ellos. Las charlas amenas y las sonrisas continuaron, pero había algo en los ojos de cada uno que era diferente. Algo en la forma de mirarse, ya no con temor a decir algo mal, sino con expectación a que alguno dijera algo diferente.
Cuando terminaron de cenar y volvieron al autobús, junto con el resto de los pasajeros, caminaron pegados al otro quizás un poco más de lo necesario. Ninguno mencionó nada al respecto.
Ya con todos ubicados nuevamente en sus lugares, el autobús salió de la estación sin apuro. Esta vez las pantallas permanecieron apagadas y las luces fueron aminorando de intensidad hasta que todo quedó a oscuras, a excepción de las tenues luces de emergencia.
Keith y Lance se mantuvieron en silencio un momento, mientras la mayoría de los pasajeros caía en brazos de Morfeo. Lance miró por última vez los mensajes que Pidge y Hunk le habían enviado recientemente, decidiendo que no tenía la cabeza para responder sus preguntas en ese momento. Ya los vería al día siguiente.
— ¿Ella es Katie Holt?— Preguntó Keith a su lado, habiendo visto la foto de fondo de pantalla que Lance tenía en su móvil, dónde salía Hunk en el medio y a cada lado Pidge y él con enormes sonrisas.
— Pidge ¿la conoces?— Preguntó con ambas cejas elevadas.
Y el mundo era un lugar realmente pequeño. Ambos deberían saberlo.
— Nos hemos cruzado un par de veces. Su hermano, Matt, es el mejor amigo de Shiro. Ambos trabajan juntos en un laboratorio donde vivo, pero se conocieron en Altea.
Keith buscó su propio teléfono y buscó una foto en su galería. En ella se veía Shiro, un chico alto con una cicatriz surcando su nariz en sentido horizontal, a su derecha efectivamente reconocía a Matt (sus enormes anteojos eran inconfundibles) y del otro lado había una chica que sencillamente era la mujer más hermosa que Lance había visto alguna vez. Tenía el cabello blanco y espeso, una sortija en su mano. En el centro de la foto se veía un avergonzado Keith pero con una sonrisa de felicidad en su rostro.
La persona que más llamó su atención fue un pelirrojo que apenas entraba en la foto, justo al lado de la chica, con una enorme sonrisa y una cara graciosa.
— ¿Coran?— Preguntó a la foto, como si el hombre fuese a responderle desde allí. Keith, extrañado, miró la foto él mismo para ver de quién hablaba.
— Es primo de Allura, la chica de aquí, que además es la esposa de mi hermano ¿Lo conoces?
Lance asintió, sin poder creer como podía estar tan indirectamente conectado con una persona que acababa de conocer ese día.
— Fue mi tutor durante todo el año. Es un tipo genial, aunque tiene ideas muy extravagantes.
— ¿Y su acento? Todavía no descubro de qué país viene.
Lance asintió a lo que Keith decía. Entonces ambos se miraron y sin poder evitarlo, dejaron salir una carcajada, aunque tuvieron que contenerse para no molestar a los demás pasajeros.
— El mundo puede ser pequeño ¿verdad?— Dijo Lance, sintiendo como volvían a aquella atmósfera relajada entre los dos.
— Sin duda. Tenemos tantas cosas en común, e incluso personas. Quizás…— Keith bajó la mirada— ¿Quizás esto signifique que volveremos a vernos después de hoy?
— Si eso quieres…— Keith no levantó la mirada pero sintió un escalofrío ante el susurro de Lance— Apostaría por ello, entonces.
La sonrisa de Lance era brillante, incluso en la oscuridad. Y Keith supo que jamás podría olvidarla.
— Podrás ver lo divertido que es tener a Lance McClain en tu vida— Comentó con confianza y Keith rodó los ojos.
— Solo tú puedes decir algo como eso sin ningún tipo de vergüenza.
— La vergüenza siempre está de más, no hace más que impedirle a las personas seguir sus impulsos, hacer lo que realmente quieren hacer.
— ¿Estamos hablando de la vergüenza o del sentido común?
— Ni idea. Sólo sé que esto se tornó demasiado abstracto— Terminó Lance, encogiéndose de hombros. Keith volvió a reír por lo bajo.
Miró a Lance por un segundo, fijamente a sus ojos, antes de tener una idea.
— Entonces… dices que la gente debe seguir sus impulsos ¿no? Que eso es lo correcto.
— Exacto.
Apenas terminó de hablar, Keith echó un vistazo a alrededor, notando que nadie prestaba atención a nada, estando casi todos dormidos o absortos en sus pensamientos. Sin dejarse amedrentar por su corazón que comenzó a latir frenéticamente, ni por su consciencia shironesca gritándole que estaba loco, se levantó en su asiento. Se ladeó hacia Lance, que no entendía qué estaba haciendo.
De la nada, Keith había tomado su rostro por la barbilla y se inclinaba sobre él.
Fue un beso inocente, apenas un toque de labios. Cálido, suave y áspero a la vez (Ni siquiera sabía que eso era posible). Lance no lo alejó, inicialmente porque no podía salir de su sorpresa pero cuando sintió a Keith haciendo un poco más de presión sobre él, casi con pánico por la falta de respuesta, no pudo hacer otra cosa más que cerrar los ojos y empujarse levemente hacia adelante, correspondiendo el beso.
En ese instante supo que ya nada volvería a ser igual para él. Nada de ser un consagrado heterosexual. No cuando un simple beso, como el que estaba compartiendo, con un chico le despertaba tantas sensaciones como ningún otro.
Aunque le pareció eterno, sólo duró unos segundos. Keith se alejó de él tan sorpresivamente como se había acercado y se agazapó en su asiento, como si quisiera volverse pequeño e invisible en ese mismo momento. Lance tardó unos minutos en recobrar la compostura por completo.
— Lo siento…— Le escuchó susurrar a Keith varios minutos después.
¿Lo siento? Habían sido los mejores segundos de su vida. Pero, lamentablemente, Lance no encontraba las palabras para hacérselo saber. Demasiadas preguntas llenaron su mente. Demasiadas dudas.
Se aclaró la voz antes de hablar.
— No pasa nada… Sólo estabas haciendo caso a lo que dije ¿no?
Keith sonrió de lado ante eso.
¡Gracias Dios!, fue todo lo que Lance pudo pensar.
— Fue una buena excusa.
Lance lo miró sin habla. ¿Cómo podía ir y decir todas esas cosas sin dudar?
— Keith, basta, vas a matarme— Murmuró, escondiendo su rostro entre sus manos. Keith dejó salir una leve risita. Cuando Lance bajó sus manos, ambos se miraron en la oscuridad por un momento.
¿Y ahora qué?
Ninguno de los dos quería hablar. Solo… mantener ese momento en sus memorias tanto como fuera posible.
Entonces Keith bostezó, y fue la excusa perfecta.
— Deberíamos dormir un rato— Propuso Lance, intentando no recordar cómo había despertado solo unas horas atrás de su pequeña siesta. Keith asintió.
Ambos reclinaron sus asientos hacia atrás un poco, sintiéndose un poco más avergonzados al quedar sus rostros a la misma altura. Pero entonces Lance sonrió, y Keith se dijo que no importaba nada más.
En la mañana hablarían. En la mañana podrían pensar. En la mañana podrían hacer cualquier cuestionamiento.
Se quedaron dormidos, cada uno con una mano pegada a la del otro, sintiendo la calidez de la piel contraria. Era una sensación indescriptible.
El problema después de todo ese viaje, quizás fue que una vez que salió el sol, ni Keith ni Lance despertaron de inmediato. Sus manos entrelazadas vagamente continuaron así hasta que la llegada a la ciudad de Lance fue inminente.
Lo que los despertó, por fin, fue el anuncio por parlantes de parte de la azafata que avisaba a dónde habían llegado y que los pasajeros que bajaran debían asegurarse de llevar todas sus pertenencias con ellos. Lance prácticamente brincó en su asiento cuando fue consciente de lo que la mujer decía. Sus manos se separaron. Keith se sentó adormilado, y sacó su teléfono para ver qué hora era.
Las siete y diez de la mañana.
Lance, que se había apresurado a buscar su mochila en el portaequipaje sobre su cabeza y a agarrar su chaqueta (que había usado como manta), se detuvo para mirar a Keith a los ojos.
Mierda.
No habían podido hablar de lo sucedido.
No habían podido hablar sobre nada.
Recién podría verlo cuando retornara a Altea, dentro de casi dos meses. Y si es que lograba encontrarlo allí.
Y si es que lograba poner en orden su cabeza.
Keith amagó a hablar, pero sus palabras murieron en su boca cuando Lance lo interrumpió, quitándole su teléfono móvil de las manos sin pedirle permiso. Frunció el ceño mientras veía que el chico tecleaba alguna cosa con prisa en su pantalla táctil.
— No lo pierdas— Fue todo lo que dijo, mientras se lo devolvía.
Keith miró la pantalla. Era un número de teléfono, guardado bajo el título "Lance-del-bus :)" Una sonrisa apareció en su cara sin poder evitarlo y levantó la mirada para despedirse del chico.
Pero Lance fue más rápido y ya se había inclinado sobre él. Aunque, lejos de reparar la acción de la noche anterior de Keith, se ladeó un poco y depositó un casto beso en la comisura de los labios ajenos.
Hay que destacar que eso fue suficiente para hacerlos sonrojar a ambos.
Después de eso, Lance le sonrió por última vez y se dispuso a bajar con rapidez del autobús, pues era el último que faltaba por lo que podía ver.
Keith escondió su rostro bajo su mano derecha una vez que lo vio desaparecer escaleras abajo. Sentía una repentina opresión en la boca del estómago, y no era algo lindo para nada.
Lo único que aminoraba la sensación, era observar una y otra vez el nuevo contacto en su teléfono. Entonces, la sonrisa venía a él de forma inconsciente.
Lance:
Oh Dios
Chicos
Acabo de bajar del autobús
Creoquevoyamorir
No entiendo qué estoy sintiendo, ni siquiera puedo entender qué carajo estaba pensando
Mierda
Ayuda
Pidge:
Ok, desayuno de emergencia.
Hunk, necesitamos de tu magia
Hunk:
Los muffins ya están en el horno, capitán.
Pidge:
Genial.
Lance asegúrate de acelerar el momento de abrazos y sonrisas con tu familia.
En una hora estamos en tu puerta.
Lance:
Los amo
