Disclaimer: El dueño y autor de Osomatsu-san es Fujio Akatsuka; por lo tanto, ninguno de estos personajes me pertenece.

Pareja: Ichimatsu x Karamatsu, Ichikara.

Advertencia: Omegaverse, mpreg, violencia.


Capítulo 1

Un contrato firmado

Muy a pesar de que un ambiente tan hostil, como lo era el de su hogar, estaba lejos de parecer el indicado para criar un niño, Fukuyama Ichimatsu puede afirmar que pasó una infancia tan sana y tranquila como la de cualquier otra persona. Aun sin importar que tantas veces, sus padres hayan desahogado sus diferencias a través de mutuas agresiones verbales, pasando por alto la presencia de su único hijo. El menor aprendió a ignorar sus discusiones e, incluso, a pasar olímpicamente sobre aquellos comentarios en los que ambos adultos se referían, indirectamente, a él como un error, o como el origen de todos sus problemas.

Ichimatsu creció carente del cariño, que cualquier madre brindaría incondicionalmente a sus hijos. Su progenitora, una omega muy orgullosa, jamás se contuvo en manifestar lo espléndida que hubiera sido su vida, de haberse casado con un alfa, y no con un beta como lo era su esposo.

Que revelara ese tipo de pensamiento, sin compasión alguna en frente de su hijo o marido, dejaba en claro la antipatía que había desarrollado por este grupo de individuos.

Su padre, anduvo fuera de casa la mayor parte de su infancia y gran parte de su adolescencia, trabajando como oficinista en aquella pequeña y deprimente empresa que veía de ida y camino a la escuela. No desarrolló algún tipo de vínculo afectivo con aquel hombre, pues el poco tiempo que este pasaba en su hogar, solo lo utilizaba para sentarse frente al televisor o, para responder a las riñas que su madre no tardaba en comenzar. Había días en los que podía hacer ambas cosas a la vez.

Probablemente, eran por este tipo de cosas que, para Ichimatsu, el amor carecía de total autenticidad.

Este muchacho creció con la idea de que el amor no era viable más que entre alfas y omegas. Y aquel pensamiento fue siendo reforzado en su vida diaria; por ejemplo, con los cuentos que leía en la escuela. Todos contendrían, sin excepción, al mismo arquetipo de personajes: un/a alfa noble y valiente; un/a omega en apuros y un/a beta que era incluido de vez en cuando para hacer del villano de turno.

Ichimatsu debería de considerar, el buscar a alguna otra beta como pareja, como su mejor opción. Y se hubiese resignado a ello, si no estuviese presente el significativo hecho, de que él no siente atracción romántica o sexual hacia el género femenino. Y eso de formar pareja con algún beta varón tampoco estaba dentro de su lista de opciones. Para nada. En ningún lugar de este planeta estaba bien visto el emparejamiento entre seres que no pueden procrear. En realidad, no era que le importase mucho lo que los demás dijesen o pensasen acerca de él; sin embargo, cree que sería agradable llegar a ser el padre de algún niño o niña. De todas formas, podría confesar que, sinceramente, tampoco se sintió atraído hacia este grupo de individuos, ni una sola vez.

Y con todo aquello, nos realizamos la siguiente interrogante: ¿Y un omega?

Ciertamente, desde la secundaria, Ichimatsu había adoptado la costumbre de a aliviar sus impulsos sexuales deleitándose con las imágenes de los lindos omegas que salían en las páginas de las revistas eróticas. Pero, seamos sinceros; eran muy pocos los casos en los que algún miembro de este pequeño grupo de individuos, se decidía por elegir a un beta, antes que a cualquiera de los muchos alfas que tendría por pretendientes. ¿Y cómo no? si estaba más que comprobado que un beta jamás podría satisfacer a un omega, durante su celo, como lo haría un alfa. De todas maneras, Ichimatsu no quería terminar como sus padres. Es por ello, que aún cree que la mejor alternativa que tiene, es la de permanecer solo.

Tal vez, no se hubiese convertido en un joven tan taciturno de haber nacido como alfa. Sin embargo, si bien existía algo de envidia dentro de él, el rencor hacia estos seres no tenía cupo. Después de todo, su mejor amigo –como se autoproclamó este sujeto–, era un alfa.

Su nombre es Sakurai Osomatsu. Un chico risueño y agradable; imán de chicas y problemas; tan perezoso como tonto; e incapaz de apartarse de sus amigos. La razón por la que alguien tan opuesto –en varios aspectos– a Ichimatsu, llegó a ser inseparable de este, era muy simple. Sakurai necesitaba un apoyo en el cual descargar, a través de charlas, el ferviente amor que sentía por un omega que conocía desde la primaria. Tal parece que, no había nadie mejor en quién confiar que en un beta.

Era Ichimatsu, el único a quien podía comentarle las razones por lo mucho que le gustaba aquel omega. El chico de polera roja podía confesarlo todo sin el temor a que Ichimatsu fuese detrás de su amado. Pues además de que la confianza se basara en que él no era un alfa, este beta en particular, no parecía estar interesado en alguna cosa que involucrara alguna derivación de la palabra amor.

Osomatsu se desahogaba, Ichimatsu comentaba mordazmente y reía dispuesto a dar comienzo a peleas que, en la mayoría de las veces, terminaban en juegos y de las cuales, siempre terminaría venciendo.

Disfrutaban mutuamente de la compañía del contrario. Manteniendo aquella extraña amistad que los hacía lucir como un perro muy inquieto y un gato muy reservado.

Pasaron la secundaria, siempre juntos. Inclusive luego de que Sakurai, todavía cursando el último grado de la preparatoria, marcara y, en el proceso preñara al omega del que tanto gustaba. Sin duda, fue durante aquella época en la cual este muchacho, necesitó mucho más del apoyo de su amigo.

Quizás sea por eso que, a diferencia de muchas amistades que se hacían en la escuela, y muchas promesas de no perder el contacto que quedaban allí; esta, no terminó así. Ya han pasado cinco años desde la vez que vistieron las holgadas y brunas togas de su graduación, y aún seguían manteniendo el contacto de mejores amigos.

Sakurai Osomatsu, actualmente trabajaba en la compañía de su padre. Era de obviarse que aquel hombre no le dio un puesto tan cotizado gratis y menos tan fácilmente. Tuvo que esforzarse durante los cinco años que tomaba sacar un título en la universidad, para lograr ser lo suficientemente competente como para merecérselo y no llevar el emporio de su familia a la ruina.

Ahora vivía una tranquila vida de casado, junto al omega que le otorgó a su primogénito, un beta tan alegre y listo como sus padres. Sakurai Osomatsu podría declarar, que, sin lugar a dudas, se sentía como el alfa más feliz en el mundo.

Ichimatsu no podría negar aquello; pues, en cada una de todas las veces que veía a Osomatsu, siempre surgía el tema de su familia cuando se reunían para charlar un rato. Incluso podría admitir que se sentía algo celoso de su felicidad, pero a la vez, tenía en claro que ese tipo de cosas, referidas al calor de otra persona o tener niños, jamás serían para él.

Durante los cinco años transcurridos luego de la secundaria, Fukuyama Ichimatsu, se esmeró trabajando y ahorrando cada centavo que no utilizara en sus clases de repostería, ni en transporte, para hacer realidad el deseo que tenía por poseer un negocio propio. Tuvo la suerte de poder permanecer en casa de sus padres durante unos años más. Al parecer, a estos no les importaba mucho su presencia, además, él pasaba un limitado tiempo en casa con los horarios de trabajo y clases que tenía.

Tuvo empleos en varios restaurantes y cafeterías de la ciudad, para familiarizarse con el ambiente y el manejo del negocio. Con la experiencia laboral que había adquirido con estos últimos años, no creía que pudiera existir algo mejor que ser su propio jefe. Asimismo, aseguraba que cada año había valido la pena.

Ahora, era un hombre joven de veintidós años, poseedor de un certificado que acreditaba sus conocimientos en confitería y repostería; con aquel pequeño título y todo el dinero ahorrado que tenía guardado, podría por fin, ser capaz de abrir su soñada cafetería.

Hallar el lugar indicado no fue difícil. Disponía del dinero necesario como para comprar una casa de dos pisos, cerca de la plaza más concurrida de su ciudad. El primer piso lo utilizaría enteramente para su oficio; en el segundo, viviría él.

Los instrumentos y artefactos que necesitaría, los conseguiría durante la siguiente semana; por ahora, solo se enfocaría en la ambientación, decoración y de abastecer el lugar de mesas y sillas.

Eligió varios tonos de marrón y negro para pintar las paredes; las mesas las escogió blancas y las sillas cremas. Se dedicó una semana entera, a estudiar y analizar revistas sobre diseño de interiores. Él no era diseñador, tampoco se consideraba creativo; pero, luego de dos meses, cuando tuvo estuvo acabado y listo, se sintió completamente satisfecho de su trabajo. Tan solo tendría que encontrar a alguien que se encargara de la atención al cliente. Él se haría cargo de la comida y caja registradora.

Tenía planeado abrir a partir de la una de la tarde, para cerrar a las nueve de la noche. De esa forma, tenía el tiempo suficiente para preparar los postres y bocadillos que serviría a su clientela. Unas cuantas horas en la cocina le eran suficientes para preparar todo tipo de recetas.

Se sentó en su escritorio y escribió en su computadora el anuncio que solicitaría a su ayudante. No le tomó mucho tiempo digitalizarlo, lo imprimió, bajó las escaleras un poco ansioso mientras pensaba en el tipo de persona que tomaría aquel puesto y, lo pegó con cinta adhesiva en la fachada del establecimiento. Ichimatsu era alguien paciente —la mayoría de veces—, por lo que practicaría recetas y organizaría sus herramientas de cocina, mientras esperaba a que alguna persona, se animase y marcara al número escrito en el cartel de su puerta.

Los seis días transcurridos luego de que colocara aquel aviso, los había sentido pasar de forma lenta y tortuosa; porque a pesar de que Ichimatsu era consciente de la mucha responsabilidad que conllevaría tener que vender alimentos a un público, también lo era de lo mucho que disfrutaba hacerlos y lo que sería vivir de eso.

Quería abrir, por lo menos, antes de que la siguiente semana terminase para comenzar a recuperar, de a pocos, lo mucho que ya se había gastado.

Limpió su cocina y se quitó el enharinado mandil para sacudirlo y, en seguida, guardarlo en su debida gaveta. El reloj marcaba las nueve con un cuarto. Saldría un momento para alimentar a los gatos que había conocido recientemente al lado de su casa —en un pequeño callejón en donde se tiraban las bolsas de basura— y luego tomaría una taza de té antes de meterse a la cama.

Hoy tampoco había recibido llamadas; simplemente mensajes de Osomatsu —pero aquellos los marcaba como spam—. Su amigo parecía estar, incluso, más emocionado que él, y lo demostraba preguntando cada día por si ya había encontrado a la persona que lo ayudase con la atención. La preocupación que demostraba su amigo, no le molestaba; no obstante, no podría negar que le resultaba desalentador y molesto el tener que responder que nadie había llamado aún.

Tomó la pequeña bolsa de sardinas secas en su escritorio y se dirigió a la salida; pero, casi al instante, paró y se dio la vuelta al escuchar, contra todo pronóstico, la melodía que advertía que estaba recibiendo una llamada. Trotó hasta alcanzar la mesita en donde reposaba el teléfono. Una vez en su mano, saludó por el micrófono y lo sostuvo pegado a la oreja, esperando que el contrario, le regresara el saludo.

Hello, ¿aún está libre el puesto?

—Sí, lo está.

Bien, ¿cuándo podría ser la entrevista?

—... Mañana. Doce en punto.

Okay. Lo veré ahí. Adiós.

—Adiós.

Y así de corta y simple fue la conversación que lo llevaría a la cama contento.

La expresión de aburrimiento en su rostro y la forma lacónica con la que contestó, podrían demostrar lo contrario, pero en el interior, no podía dejar de sentirse animado. Tenía la esperanza de que aquella persona resultase ser la indicada y no tuviese que buscar más. Y ahora que lo pensaba, se percató de que no había preparado volantes o tarjetas, que pudiese repartir días antes a la apertura; mas, en seguida, tomó en cuenta lo concurrida que era la calle en la que se ubicó, de todas formas, ya tenía listos los delantales que servirían de uniforme.

Ichimatsu no le dio más vueltas a eso y puso la tetera a hervir.

Mañana sería un buen día.

一カラ

Despertó una hora antes de que sonara la alarma programada en su despertador. Probablemente gracias a su deseo de contratar al empleado con el que inaugurará el lugar. Esta era una de las pocas mañanas en las que no sentía pereza para levantarse.

Salió de la cama y se dio una larga ducha, aún faltaban como cinco horas hasta la entrevista de trabajo, por lo que planeó elaborar algunos dulces, luego de jugar con los mininos del callejón de al lado.

Si tenía suerte mañana mismo estaría abriendo el local y no quería desperdiciar el tiempo.

Quedaban solo diez minutos hasta la hora acordada de la entrevista. Ichimatsu aprovechó lo mejor que pudo el día, horneando y decorando pasteles de chocolate y vainilla.

Su mandil no era lo único enharinado y manchado; las partes de las prendas que no logró cubrir el delantal, e incluso su rostro, estaban sucios. Ya no había tiempo para tomar una ducha, por lo que simplemente enjuagó su cara y salió de la cocina.

Luego de catorce prolongados minutos de espera, Ichimatsu percibió el sonido del timbre y fue trotando hacia la puerta principal.

Recibió en su hogar a alguien que parecía despedir seguridad por la sonrisa confiada que llevaba. El sujeto también traía lentes de sol y los siguió usando incluso bajo techo.

Ambos se presentaron y una vez sentados, Ichimatsu pidió ver su currículum.

El muchacho le entregó un sobre amarillo, el contrario lo recibió para abrirlo y sacar la hoja de papel que contenía.

Todo estaba en orden. Al parecer era omega, lo cual era de esperarse y, de no ser porque en la parte en la que se colocan los puntos fuertes del postulante, lo escrito ahí rayaba en lo narcisista, Ichimatsu podría decir que era muy afortunado, al ser este chico, el primer candidato que se presentaba. Ya que, si era cierto lo que decía el papel, esta persona ostentaba de tres años de experiencia siendo mesero, y eso era bastante bueno porque sabría que de esa forma no tendría que molestarse en intentar ser paciente con cada error que cometiese su empleado.

Incluso había trabajado en aquel restaurante extranjero lleno de esnobs, famoso por estar ubicado en una de las zonas más caras de la ciudad, así como también, lo era por rara vez verse con una mesa desocupa.

Ichimatsu comenzó a dudar de su suerte, ya que, este muchacho no ganaría con él, ni la mitad de lo que ganaba en tal sitio.

—Aquí dice que hasta hace un mes trabajabas en el Palate of Gold —comentó señalando el papel—. ¿Te despidieron o renunciaste?... Creo haber especificado en el anuncio que solo ofrezco el salario mínimo.

Por las facciones del chico pudo intuir que toda esa seguridad se desmoronó y comenzó vacilar luego de oír aquel comentario.

—Renuncié porque quería probar mis habilidades trabajando en una cafetería. —articuló velozmente. Tan rápido que Ichimatsu pasó por alto su nerviosismo y, decidió abstenerse a llamar al restaurante para verificar sus palabras. No fue una buena excusa, pero confiaría en él. De todas formas, quería abrir lo más pronto posible.

—De acuerdo... ¿Podrías comenzar mañana, Karamatsu-san?

—¡Oh! ¡Gracias, boss! —exclamó levantándose de su asiento, para ofrecer un apretón de manos a su nuevo jefe, como señal de que aceptaba el trato.

—Tu horario comienza a la una de la tarde, y termina a las nueve de la noche. ¿Estás bien con eso? —especificó mientras aún sostenía la mano del contrario.

Yeah, boss.

Karamatsu firmó el contrato y se retiró satisfecho, casi tan contento como entró.


Este fanfic tiene, por el momento, 19000 palabras. Creo que solo faltan unas 3000 para acabarlo, mientras tanto, iré subiendo capítulos cada martes.

Oh, probablemente el título que le puse a esta historia te resulte bastante soso; pero, lo nombré así pensando en que nunca antes me topé con un fanfic que trate sobre el romance entre un beta y un omega, —además de que tampoco se me ocurrió un nombre mejor—.

Quizá, ¿tú sabes de algún fanfic que tomase este tipo de relación como pareja principal? Si es así, por favor comparte el título conmigo. Aún no encuentro alguno parecido.

Siempre quise escribir un Omegaverse, y al principio quise hacer, de Ichimatsu, un alfa; sin embargo, creo que realmente no lo puedo ver se esa forma, pienso que para él, lo más realista(?) sería ser beta. ¿Tú qué opinas?

Gracias por leer :)