La noche era joven, la luz de la luna iluminaba cuatro siluetas que paseaban por el Río Sena, iban felices platicando lo bien que se la habían pasado, regresaban de una feria en la cual aunque dos de ellos no lo admitían, se habían enamorado más. Marinette reía tímidamente mientras a veía a Adrien, quien disimuladamente la veía. Alya y Nino se esforzaron para durante la feria dejarlos solos, sus amigos que son muy distraídos se perdieron de más, pues era perderlos por media hora, no dos horas como sucedió porque cierta chica se distrajo con un olor a galletas que quiso probar, y Adrien la siguió sin problemas.

Pasaban de la 1 de la madrugada, los cuatro tuvieron que separarse, pues no vivían uno cerca de otro.

-Yo me voy por allá- susurró levemente Marinette señalando su dirección.

-No me parece correcto que te vayas sola- comentó Adrien mirándola fijamente, logrando que Marinette se sonrojara por completo.

-Él tiene razón, debería compararte a tu casa- exclamo Alya con una sonrisa enorme.

-N..o, está bien, puedo ir sola- sin decir más dio la vuelta y se fue corriendo despidiéndose con una mano de sus amigos.

Sus amigos la miraron alejarse con cierta duda, pues era muy tarde para que ella se fuera sola, pero que podían hacer, ella era testaruda. Con un suspiro por parte de Alya, se despidieron para luego separarse para ir cada uno por su lado.

A una cuadra de su casa, Marinette iba corriendo a todo lo que sus piernas daban. Iba caminado lentamente pensando en lo bien que se la había pasado sin darse cuenta que pasaba a su al rededor.

Un carro con vidrios polarizados se estacionó a su lado, rápidamente bajo un hombre que sujetó con un brazo su cuerpo inmovilizándola, y con la otra mano traía un pañuelo que puso en su boca.

Con miedo Marinette miro a su bolsa donde se encontraba Tikki, la pequeña kwamy salió violando a unos arbustos en donde veía como se llevaban a su portadora.

-Tengo que buscar a Chat Noir- dijo Tikki mientras pequeñas lágrimas caían por sus mejillas.