La Ley del Deseo

por Karoru Metallium

Disclaimer: los personajes y situaciones de SK no me pertenecen ni pretendo sacar algún beneficio económico de ellos, simplemente los tomo prestados un rato pa divertirme ^^. El título lo tomo prestado de una peli de Almodóvar, aunque nada tiene que ver con la susodicha.

Advertencia: este es el comienzo de una colección de PWPs y TWTs (as in "Timeline? What Timeline?" xD), aparecen varias parejas que me agradan y está bien fuertecillo . Espero que lo disfruten y no se alarmen ni me peleen porque lo puse PG-13 (mayores de 13), al fin y al cabo he visto aquí cositas más fuertes publicadas con ese rating... cada capítulo pertenece a un punto de vista y/o pareja diferente, no le busquen la lógica consecutiva porque no la tiene ^^... y ni hablar de sexo seguro porque esto es pura lujuria xDDD.

I.- Un sueño húmedo

Yoh se movió inquieto dentro de los confines de su futón. Estaba pasando de nuevo: otra vez había despertado de un sueño sintiéndose tembloroso y extraño... por no mencionar terriblemente excitado y dolorosamente erecto.

Todo gracias a Anna...

Había soñado con ella por años, noche sí y noche no... sueños en los que él era un héroe y la rescataba, sueños en los que ella lo miraba con ternura y no con frialdad, sueños en los que ella le demostraba cuánto lo amaba.

Sonrió con ironía al recordar sus fantasías, que con los años se habían vuelta cada vez menos heroicas y románticas y más eróticas. Las situaciones en las que se imaginaba con su prometida, la hermosa rubia que se comportaba como un témpano de hielo, eran capaces de conmover hasta a las piedras.

Además de dejarlo en el estado en el que se encontraba ahora.

No aguantaba más. Se levantó de su futón y salió al pasillo, determinado a tomar una ducha muy fría que lo liberase del calor que amenazaba con consumirlo, de la incomodidad que sufría al no poder desahogarse apropiadamente.

Al pasar frente a la puerta cerrada de la habitación de Anna, un sonido lo sobresaltó, distrayéndolo de las sensaciones que torturaban su cuerpo. El ruido parecía provenir del interior de la habitación, e hizo que el shaman se detuviera y escuchara atentamente, tenso y alerta.

Era un sonido suave, ahogado, repetitivo.

Gemidos. Anna gemía; porque sin lugar a dudas era ella.

Por un momento Yoh se sintió preocupado pensando que tal vez se sentía mal y no había querido llamar a nadie, siendo la criatura orgullosa que era; pero luego, otra idea aún más inquietante cruzó su mente, haciéndolo hervir de rabia y de pasión.

Quizás alguien estaba con ella, quizás alguien la hacía gemir así, como él deseaba hacerlo. Quizás otro estaba con ella en ese instante, haciéndole todas aquellas cosas que él soñaba con hacerle en las noches solitarias y tormentosas como ésa.

Alguien que la hacía sentir mientras que él se retorcía solo en su futón, deseándola y sin poder tenerla, amándola sin atreverse a acercarse, temiendo que ella le rechazara o se ofendiera.

No podía soportar la idea. No podía simplemente seguir e ignorarlo. Tenía que saber si alguien estaba con ella, tenía que saber quién le robaba el amor de Anna.

Respirando hondamente, Yoh Asakura deslizó cuidadosamente la puerta de la habitación, esperando encontrar lo peor. Pero, decididamente, nada lo había preparado para lo que vio.

La visión que se desplegaba ante los ojos de Yoh fue suficiente para dejarlo sin aliento: ahí estaba su prometida, desparramada sobre el futón, las mantas echadas a un lado, la camisa del pijama completamente abierta y los pantalones a medio camino de sus muslos.

Sola. Casi desnuda.

Los ojos cerrados con fuerza, la boca un pequeño capullo gimiente, la piel inmaculada brillante por la transpiración... su mano apretando sin piedad uno de aquellos pechos perfectos y delicados... la otra perdida entre sus muslos, por debajo de la delicada ropa interior negra...

Yoh gruñó y trató de reunir las fuerzas para marcharse, pero no podía. Su respiración se había acelerado de nuevo y el deseo recorría su cuerpo en intensas oleadas. Trató de cerrar los ojos y olvidar lo que acababa de ver, pero la imagen de Anna yaciendo allí, casi desnuda y obviamente excitada, estaba ya grabada a fuego en sus retinas.

No debo, no debo. No ha percibido mi presencia porque está dormida. Si despierta y me descubre mirándola así, me matará.

Pero no puedo irme... sólo un poco más, una sola mirada, y me voy. Sólo una más.

Una vez más abrió los ojos para mirarla. Su cabello claro parecía de plata a la luz de la luna que penetraba por la pequeña ventana, mientras jadeaba y murmuraba incoherencias. Tan bella, tan perfecta, completamente ajena a su presencia.

¿Con quién sueñas, Anna?

Yoh deseaba tocarla, más que nada en el mundo. ¿Podría hacerlo?

¡No! Si ella se despertaba, estaría en problemas. Esto era más que una invasión a su intimidad, porque en estos momentos ella estaba completamente indefensa.

Pero mientras la mente del shaman se atormentaba con preguntas y dudas, su cuerpo actuaba con voluntad propia... antes de que pudiera darse cuenta de lo que hacía, se despojó de la yukata que llevaba, se arrodilló junto al futón y su mano traidora se posó sobre uno de los tentadores pechos, el que ella tenía momentáneamente abandonado.

Oh, su piel. Tan suave, tan caliente, tan divina.

Su mano acarició y apretó, arrancando un gemido más de la boca de la aún dormida itako. Sus dedos juguetearon dulcemente con el pezón endurecido, deleitándose en su textura delicadamente rugosa. Casi podía sentir el pulso de la sangre debajo de la piel.

Te deseo tanto, Anna. Te necesito tanto...

Se inclinó hacia ella y su boca se deslizó sobre la piel caliente, acariciando, lamiendo, succionando. Sus sentidos estaban sobrecargados y ya no se molestó en actuar cuidadosamente.

Lo único que ocupaba su mente era el pensamiento de tenerla como siempre había querido. Respirar a Anna, escucharla, sentirla, probarla...

Enganchó sus dedos en el elástico de su ropa interior y comenzó a bajarla muy lentamente, rozando la piel de sus caderas y muslos con sus nudillos, ásperos por el entrenamiento. Sintió el cambio en la respiración de la itako y levantó la cabeza para mirarla: ella había despertado y lo miraba con los ojos entrecerrados, respirando profundamente.

Estaba despierta, y no lo rechazaba, ni lo golpeaba, ni hacía nada para detenerlo. Sólo lo observaba, simplemente dejándolo hacer.

Él se detuvo y dejando momentáneamente su tarea, se acercó y la besó apasionadamente en la boca, gimiendo al sentir que el fuego se extendía por todo su cuerpo cuando ella a su vez respondió con otro gemido dentro de su boca.

Volvió a recorrer el camino hacia los muslos de la joven, respirando profundamente, los pulmones expandiéndose al llenarse con el aroma extrañamente dulce y penetrante de Anna. Luego de despojarla por completo la ropa interior y los pantalones del pijama, sus dedos acariciaron con suavidad el delicado vello claro, apartándolo, y a pesar de sus nervios e inexperiencia se atrevió a besar la parte más íntima de la anatomía femenina.

Un gritito escapó de la garganta de la rubia cuando su lengua se deslizó sobre y luego dentro de ella, probándola con infinita delicadeza, incrementando la presión con cada movimiento, sintiendo la tensión que crecía en su vientre.

Los párpados de Anna se cerraron de nuevo cuando la punta de su dedo índice penetró levemente en ella, y gimió con fuerza cuando él continuó penetrándola cuidadosamente, al tiempo que su lengua masajeaba la carne rosada y resbaladiza. Un segundo dedo se unió a la caricia, entrando y saliendo suavemente, buscando el punto exacto hasta que la joven no pudo resistir más la tensión en su interior y gritó, estremeciéndose contra él mientras olas de placer recorrían su cuerpo.

Cuando el clímax pasó, el cuerpo femenino se quedó casi inmóvil, aunque todavía se contraía alrededor de los dedos de Yoh, que los retiró lentamente con reluctancia; su boca también se apartó de ella con extrema lentitud.

Lamentaba abandonar el sabor extraño y exquisito de su cuerpo y aquella cálida humedad que parecía aferrarse a sus dedos. También temía lo que podía pasar cuando su prometida abriera los ojos, esta vez completamente consciente de lo que acababa de suceder.

Los orbes oscuros se abrieron lentamente, enormes e inexpresivos, y enfocaron al joven vacilante junto a ella. Lo que sucedió a continuación fue que Anna tiró del brazo en el que se apoyaba y lo hizo perder el equilibrio, cayendo justo sobre ella; de pronto sólo fue consciente de las sensaciones que asaltaban su cuerpo, de los duros pezones clavándose en su pecho desnudo y del tremendo calor que parecía envolverlos.

Hundió su rostro en el cuello femenino, besando y mordiendo suavemente la piel cálida. Cuando ella habló, sus palabras simples y directas, dichas en un tono tan ronco que resultaba casi irreconocible en la usualmente estoica y fría itako, lo hicieron temblar:

- Ya era hora...

¡Ella lo deseaba, tanto como él a ella! Era con él que soñaba, ahora estaba completamente seguro. El pensar que era el protagonista de las fantasías de Anna, tanto como ella lo era de las suyas, era algo completamente abrumador y adictivo, como una droga. Sus manos acariciaron ahora libremente los pechos de la joven, con cierta brusquedad, como si no deseara perder ni un segundo de contacto con aquellos montículos suaves y firmes a la vez.

- Anna... - jadeó, sintiendo cómo su excitación alcanzaba niveles insoportables y parecía querer romper la barrera de los boxers que eran ahora la única prenda que llevaba.

Fue sorprendido cuando las manos de la chica tiraron con fuerza de la antedicha prenda hasta bajarla al nivel de sus muslos, dejando libre su erección. Enrojeció cuando ella lo miró, ahora completamente desnudo, maravillado ante lo que veía en los ojos oscuros: amor, deseo... hambre, igualando sus propias ansiedades y sentimientos.

- Quiero sentirte... dentro de mí... - murmuró la joven sin apartar la mirada de su cuerpo; su voz ahora era un susurro sedoso, impaciente, que casi lo hizo perder el control en ese mismo momento.

Yoh vaciló, pero fue sólo por un instante. Al diablo con lo que podía pasar. Adoraba a Anna, ella iba a ser su esposa, y si el sexo tan deseado entre los dos le daba la excusa perfecta para poner todo eso en claro de una buena vez, pues perfecto.

No necesitaba saber lo que iba a hacer ni se sentía nervioso, porque había soñado mil veces con lo que estaba sucediendo y la realidad era un millón de veces mejor que cualquier sueño o fantasía que podía haber tenido en el pasado.

La besó de nuevo, dejando que su lengua trazara los contornos de los labios femeninos antes de buscar la humedad de su boca, mientras sus manos se deslizaban por todo su cuerpo acariciando y apretando la carne suave y caliente. Las uñas de Anna se clavaron en su espalda y el se arqueó, gruñendo y presionándose contra ella con fuerza, sintiendo la necesidad abrumadora y la urgencia de estar encima y dentro de su prometida.

Las manos de la chica vagaron más abajo, hasta sus firmes nalgas; sus sedosos muslos se separaron y lo envolvieron, empujándolo hacia ella, su humedad deslizándose directamente debajo de su miembro. El cuerpo de Yoh se estremeció con violencia ante el súbito contacto mojado, y apoyó el peso de su cuerpo en sus codos para mirarla, sus ojos entrecerrados buscando la confirmación de que esto era realmente lo que ella deseaba.

Ella volvió a tirar de él y respondió elevando su cabeza y tomando la boca masculina en un beso encendido que no dejó lugar a dudas en la mente del shaman. Atrevida, deslizó su mano entre los dos y lo atrapó, guiándolo con delicadeza hasta su centro palpitante; él simplemente comenzó a penetrarla, gimiendo ante la exquisita sensación de llenar aquella suave cavidad estrecha y resbaladiza que parecía envolverlo y abrazarlo.

Él se detuvo, vacilante, ante la leve resistencia que acababa de encontrar en su avance; la miró a los ojos y pudo ver claramente que ella deseaba que continuara, así que lo hizo. Vio un gesto de dolor en el rostro de la itako cuando se movió y estuvo a punto de detenerse de nuevo, pero ella no se lo permitió, apretando el nudo de sus piernas alrededor de las caderas masculinas.

En un segundo, Yoh estaba casi completamente dentro de ella, sintiendo que le faltaba la respiración, su mente concentrada sólo en el calor intenso y la presión del cuerpo de Anna alrededor de él, sus ojos fascinados por la visión de su prometida arqueándose debajo de su cuerpo, su rostro mostrando el mismo placer que él sentía.

Casi por instinto, comenzó a moverse dentro de ella, gentilmente al principio, probando cuán lejos podía llegar en cada embestida, disfrutando de cada sensación. Como un rompecabezas, encajaban perfectamente. Pronto el ritmo se aceleró y ella se movía junto con él, sus músculos contrayéndose tratando de mantenerlo prisionero y aumentando la fricción con cada embestida, ambos gimiendo y jadeando.

Las sensaciones se multiplicaron cuando él volvió a aumentar el ritmo, esta vez irguiéndose sobre el futón hasta quedar arrodillado con las piernas de ella rodeándolo, tomándola las caderas y tirando de ella hacia él con cada embestida, sintiendo la presión crecer dentro de ambos.

Le resultaba muy difícil soportar la intensidad de lo que sentía, pero asombrosamente logró controlar su propia necesidad de alivio; quería hacerlo con ella, junto con ella, no antes ni después. El momento preciso llegó cuando el cuerpo de Anna comenzó a estremecerse con violentos espasmos, temblando en el preludio del orgasmo.

- ¡Yoh! - el ronco grito de la rubia, más el espectáculo de su cuerpo completamente arqueado y reluciente por la transpiración, fueron más que suficiente para que el shaman, completamente fuera de sí por la presión casi dolorosa alrededor de su miembro, se dejara llevar. Su cuerpo dio una sacudida y luego se puso rígido cuando su propio orgasmo lo invadió, dando una última embestida antes de explotar dentro de ella, gritando su nombre.

Minutos después, Yoh yacía en el futón y abrazaba a Anna, que estaba sobre él. Ambos se sentían algo pegajosos, pero no podían moverse: estaban exhaustos. El joven podía sentir los latidos del corazón de Anna y la forma en la que su pecho se expandía con cada respiración; era una sensación maravillosa.

De pronto, ambos escucharon algo y se quedaron rígidos. Se les había olvidado que la habitación de al lado estaba ocupada, y hasta ellos llegó el lejano sonido de una voz ahogada.

- Joder, con esos gritos no hay quien duerma... - era fácil distinguir la voz de Horo, ocupante oficial de la susodicha habitación.

- Sí, claro, como si tú estuvieras durmiendo... - replicó otra voz, cargada de divertido sarcasmo.

El shaman y la itako se miraron. Horo no compartía la habitación con nadie, y la otra voz era definitivamente masculina y sonaba MUY familiar...

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Próxima viñeta: II.- Sí, Amo (no les voy a adelantar de quiénes se trata, pero no estoy siguiendo por el momento a la pareja que sale al final de esta viñeta; o sea, el próximo no es yaoi xD)

¡¡¡Solicito reviews, amables lectores!!! Así sabré si conservo o no mis facultades para escribir smutfics xD, y de paso veo si me animo a publicar las otras dos viñetas de este tipo que tengo casi listas. Esto está editado para que no sea tan violento, fue algo aún más nasty en sus comienzos xDDDD.