¡Hola a todos! Hoy les presento el inicio de un extra que pretende ahondar un poco más en los personajes de nuestra serie favorita. Porque no solo existe Lyoko, sino también las circunstancias previas que llevaron a Waldo y Anthea a implicarse en esta gran aventura. Empiezo esto hablando de la que es con diferencia mi favorita entre los miembros del Proyecto Carthago original, y misteriosamente ignorada tanto por los guionistas de la serie como por la mayoría de los fans, quienes se centran siempre en Waldo.

Espero no aburrirles demasiado y ahora, sin mas dilación, empiezo.

Code: Carthago (Precuela de Code Epitaph).

Cap. 1: La huida.

Famagusta, Chipre. 15 de Julio de 1974.

A orillas del Mar Mediterráneo, ligeramente aislada por un pequeño jardín que albergaba unos cuantos olivos y naranjos, y flanqueada por tres grandes torres de apartamentos turísticos, se hallaba una pequeña casita blanca, de dos pisos y paredes encaladas, que resistía el paso del tiempo con estoicismo. Claramente era una construcción antigua, posiblemente de la época otomana; salvo por una antena de televisión en el tejado, una pareja de bicicletas en la entrada, y el cableado de la luz (prácticamente los únicos elementos modernos) habría encajado perfectamente en una escena de la Chipre bajo gobierno otomano.

El entorno de la Famagusta de 1974 era un remanso de paz en un mundo enloquecido. Las guerras que azotaban Oriente Medio, al igual que la cruenta dictadura griega, no significaban nada allí. La principal preocupación de los nativos era vivir su vida lo mejor posible y sacar provecho a la afluencia de turistas de los países de la Comunidad Europea. Si había algo que criticarle a aquella zona, era sin duda la enorme afluencia de turistas: alemanes occidentales, británicos, franceses, noruegos, daneses, suecos... y griegos.

Griegos por doquier, tanto huidos del régimen de los Coroneles [0] que oprimía la nación helénica, como turistas procedentes de esa misma zona, o miembros de la diáspora del siglo XIX. Era tan común ver letreros en alfabeto latino como en griego, y mal que bien, todo el mundo se entendía en griego, inglés, y algunos hasta hablaban otros idiomas.

Los turcos de Famagusta, la otra comunidad mayoritaria en la ciudad y en la isla, no se diferenciaban demasiado de los griegos en ese sentido; vale que rezaban a Alá en vez de a Jesucristo, no comían cerdo y hablaban entre ellos en turco, pero al menos no existía la violencia intracomunitaria que había en las comunidades del norte, como Kyrenia.

Aquella mañana en concreto, un hombre de unos cuarenta años, con el cabello castaño cortado al estilo militar, vestido con un elegante uniforme de combate de coronel del Ejército Británico y un letrerito en la pechera donde se leía "Hopper, CSG", llamó a la puerta de la casa. No pasó mucho tiempo hasta que se abrió la puerta y apareció en el jardín una hermosa mujer de unos treinta años, vestida con un sencillo vestido negro. Tenía los ojos grandes y verdes, una expresión ligeramente seria y una cascada de pelo largo, de un tono rojo casi rosado, que le caía por debajo de los hombros. Su rostro se iluminó al ver al hombre, al cual abrió la puerta que separaba el jardín de la calle.
—Buenos días, querida Nymphe—saludó el hombre apoyando las manos en los hombros de la mujer.

Se intercambiaron un beso apasionado, en el que quedaba claro lo mucho que se querían. Ella se pegó a él y el saboreó su atrayente aroma, el del mar y los naranjos de su jardín.

Finalmente, ambos se separaron cuando una niña de largo cabello rojo-rosado y de unos doce años, apareció en el jardín, bostezando y aún en pijama. Era como una versión en pequeñito de la madre, pero en sus ojos verdes aún legañosos podía adivinarse una aguda inteligencia.
—Nyaaaa...—bostezó, parpadeando con unos hermosos ojos verdes, iguales a los de su madre, antes de percatarse de la presencia de ambos adultos—¡Papá! ¡Por fin has vuelto a casa!—
Corrió hacia el hombre y se abrazó a sus piernas, sonriendo. Nymphe se separó un poco y la miró con amor.
—Anthea, querida, creí que te dije que desayunases. ¿Y que haces todavía en pijama?—preguntó en un tono que fingía ser molesto, revolviéndole el pelo.
—Ya he acabado, y ahora iba a vestirme—se defendió ella.
—Pues anda, dame un beso y ve a vestirte. No querrás llegar tarde a la escuela—El hombre frunció ligeramente el ceño al oir aquello, pero la pequeña Anthea no se dio cuenta; se puso de puntillas para besar a su madre en la mejilla y se fue corriendo al interior de la casa.
—¡Y no corras por los pasillos!—

La observaron durante el tiempo que tardó en desaparecer, antes de entrar en la casa. La puerta se abría directamente a un pequeño salón, presidido por una chimenea que tenía encima una fotografía de familia en blanco y negro, además de una pesada radio alemana. Un primitivo aparato cúbico de televisión ocupaba el solo una mesa secundaria, no demasiado lejos de una estantería repleta de libros, la mayoría de ellos en griego, inglés y francés.

Nymphe abrió un pequeño armarito y extrajo una botella de cristal con ouzo casero del señor Chrysios, el vecino que tenía su propio alambique privado. Sirvió un par de vasitos del tamaño de un dedal y ofreció uno a su compañero.
—Bueno, ¿vas a explicarme de una vez por qué te has molestado en venir aquí entre semana, pero vienes de uniforme como si fuera una visita oficial, Richard?—preguntó.
—Tengo muy malas noticias, Nymphe—anunció el coronel Richard Hopper, una vez encontró la mejor forma de expresar lo que quería decir—. No dirán nada en la radio, pero ha ocurrido. Los griegos están aquí.

Nymphe sintió que le daba un vuelco el corazón al oír tan terribles noticias.

¡Finalmente había ocurrido! Lo que llevaban temiendo desde el golpe del 67 en el país vecino, y el inicio de las agresiones de la EOKA-B [1], al final estaba pasando. Se sorprendió a si misma por su falta de emoción; si, era una noticia impactante, pero había supuesto que reaccionaría de una manera más intensa.
—Es decir, oficialmente es un golpe de Estado organizado por la Guardia Nacional, con el apoyo de los nacionalistas del EOKA. Pero ambos sabemos perfectamente lo que eso significa en realidad.—

Nymphe asintió secamente, atenta. Todo chipriota sabía perfectamente que la pomposamente llamada "Guardia Nacional Chipriota", que componía el 100% de las fuerzas no británicas de defensa de la isla, estaba dirigida exclusivamente por oficiales griegos, fanáticos de la Dictadura de los Coroneles, debido a la inexistencia de oficiales nacionales.
A su vez, el EOKA de 1974 no tenía nada que ver con el EOKA de la época británica; a veces le costaba recordar que alguna vez había existido una versión menos agresiva de esta organización, en la actualidad cooptada también por griegos fanáticos de la Dictadura de los Coroneles. Y eso sin contar con el ELDYK, el contingente que los griegos mantenían en Nicosia, supuestamente para defender a los grecochipriotas (como ellas) de nadie sabía muy bien que amenaza (¿Tal vez de las represalias de los turcos por las acciones del ELDYK contra las comunidades turcas?).

En su opinión, obligar a miembros de las fuerzas armadas de dos países rivales a vivir codo con codo en un tercer país incapaz de frenar sus choques era una forma excelente de promover las disputas que degeneraban en guerras, más que el entendimiento y el pacifismo.

Solo había una cosa que se pudiera hacer y Nymphe la llevó a cabo; corrió a su habitación y empezó a hacer la maleta, empaquetando con eficacia todo tipo de ropa en una maleta grande.

—Hay algo peor—Hopper la siguió y apoyó el cuerpo en el marco de la puerta, observando como su amante desmantelaba el dormitorio que ambos habían compartido durante años de visitas semiclandestinas. Encuentros inaceptables según las normas de clase británicas o las costumbres griegas.
—¿Peor? Mientras hablamos, están invadiendo mi país para anexionarlo a una dictadura fascista, cuyo Gobierno está empeñado en que somos una provincia suya, solo porque hace 2.000 años sus antepasados se asentaron aquí—Nymphe se detuvo, con un puñado de calcetines en una mano, y una bolsa de viaje en la otra—¡No me imagino que puede ser peor que eso!—
El coronel Hopper suspiró. Por Dios, ojalá hubiera una forma más fácil de dar aquella noticia tan mala, pero no la había. Era vital que Nymphe comprendiera lo antes posible la gravedad de la situación a que se enfrentaban, una gravedad que a él mismo le parecía de pesadilla.
Algo más propio de la época de la última guerra mundial.
El Gobierno de Su Majestad no va a hacer nada para impedirlo—afirmó con tono rotundo.

Nymphe se había quedado sin habla al oír eso.
—¿Qué estás diciendo?—se extrañó, con tono entre incrédulo y asustado—. No. No puede ser. El Acuerdo de Garantía del 60 dice que debéis hacer algo—El miedo había dejado paso a una fuerte indignación—¡No cargamos con ese protectorado encubierto para que ahora nos abandonéis! ¡Invadisteis el maldito Egipto por mucho menos [2], ¿y ahora no vais a hacer nada?!—

Nymphe recordaba las protestas que habían sacudido la isla cuando se había sabido que el Presidente Makarios, como parte de las negociaciones de independencia, no solo consentía que Gran Bretaña conservase las bases de Acrotiri y Dhekelia.
Además de eso, Makarios firmaba con ellos, Grecia y Turquía, un tratado que prácticamente les otorgaba a estos tres países el derecho a intervenir militarmente en la isla cuando les viniera en gana. Un ataque a la soberanía nacional, lo habían llamado los veteranos de EOKA, el principal grupo independentista, cuando todavía eran un grupo independentista y no una organización extremista.

Hopper tragó saliva, pero continuó. Ya que había empezado a dar las malas noticias, consideraba que lo mejor era terminar.
—El Primer Ministro Harold Wilson considera que entrometernos en lo que, oficialmente, es un asunto interno de los chipriotas, solo aumentaría la inestabilidad en la isla, exacerbaría los sentimientos nacionalistas e incluso incrementaría el apoyo popular a los golpistas, solo por oposición a nosotros. Ahora mismo nuestra principal prioridad es convencer a De Gaulle de que levante su veto a nuestro ingreso en la Unión Europea, y una guerra en el Mediterraneo Oriental es la peor manera de lograrlo. Creemos mejor una política de "Wait & See".—
La mujer le miró con cara de no poder creerse lo que estaba oyendo.
—¡Eso es una absoluta cobardía!—protestó indignada; no hacía falta pensar mucho para saber de que clase de temor hablaba su amante—¡De modo que en Londres le tienen tanto terror a la "Amenaza Roja", que están dispuestos a consentir la injusta invasión militar de una nación pacífica, solo por que piensan que apoyarnos daría poder a los comunistas!—

El coronel Hopper no pudo decir nada. Sabía que Nymphe tenía razón, pero tampoco podía hacer nada al respecto.

—¡¿Y que va a pasar con Anthea?! ¡Me niego a que se crie en un país ocupado por una dictadura! ¡No me la jugué en la guerra espiando para Su Majestad en Grecia para que ahora nos dejéis tirados como si fueramos casquillos de bala! ¿Dónde queda el compromiso de Gran Bretaña de garantizar la independencia de Chipre?—

Hopper alzó las manos en gesto de rendición.

—Lo siento. Créeme. Pero es política, y yo solo soy un militar. Y eso en Reino Unido significa que hacemos lo que nos mandan y nos tragamos el orgullo cuando nos dan una orden estúpida e inmoral como esta—explicó.

Nymphe ya no le escuchaba.

—Haz algo útil y ayúdame a hacer las maletas—ordenó con tono seco—. Ya que no vais a hacer nada para impedir el golpe, supongo que al menos no impediréis que la gente salga de aquí...—

Hopper fue a decir algo, cuando apareció alguien de quien se habían olvidado.

—Mamá, papá, ¿Qué ocurre? ¿Vamos a algún sitio?—preguntó Anthea, ya vestida con una faldita plisada y una chaqueta roja sobre el uniforme escolar. Llevaba una carterita escolar en una mano y con la otra abrazaba a un pequeño muñeco con forma de duendecillo, con un gorro verde y una túnica morada.

Nymphe dejó de empaquetar cosas en la maleta y la miró con expresión tierna. El coronel Hopper parecía incómodo, sin saber que decir.

—No ocurre nada, cielito—dijo Nymphe al fin, tratando de sonar lo más alegre posible—. Solo que nos vamos a ir de viaje al extranjero una temporadita. No tendrás que ir a clase, podremos hacer cosas juntas... Papá nos llevará en uno de sus aviones, ¿a que si?—Le echó una mirada fulminante al hombre al decir eso, pero Anthea no se dio cuenta.

La niña estaba demasiado emocionada pensando que podría ir al extranjero. ¡Por fin! Era un poco frustrante oír a sus amigas de la escuela presumir de haber estado en destinos exóticos con sus padres, mientras ella no conocía más que aquella isla.

—¿Podremos ir a Italia? Porfiiii—pidió—. Sofía nos dijo que Roma es muy bonita, y que hay muchas ruinas romanas... Y que los italianos son simpáticos y les encanta la pasta.—

—Claro, ¿por qué no?—A Nymphe le daba igual el destino, lo único que quería era salir cuanto antes de la isla; si ir a Italia servía para que Anthea no diese problemas durante el viaje, por ella estaba bien—. Así que prepara tu equipaje con todo lo que te quieras llevar o no puedas separarte, pero date prisa. Tenemos que salir cuanto antes o perderemos el vuelo—Recordó algo; los vuelos militares de Su Británica Majestad solían ir cargados hasta los topes de armamento—¡Y no cojas más que una maleta! ¡Necesitaremos ir ligeros de equipaje!—

Anthea se fue corriendo a su habitación, cantando mientras empaquetaba cosas, y los dos adultos se quedaron solos de nuevo.

—¿Por qué no le has dicho la verdad?—se extrañó Hopper.

—Porque no lo entendería—Nymphe gruñó—. Solo tiene doce años. La misma edad que tenía yo cuando huimos de Creta con los hombres de Student [3] pisándonos los talones. No quiero que viva lo mismo que yo.—

—Pero ya lo está viviendo—le recordó el coronel—. Vas a sacarla corriendo del país huyendo de unos invasores, sin ningún plan de respaldo...—

—¿Y quien dice que no lo tengo?—se extrañó ella, cerrando la maleta y poniéndose un abrigo, antes de mirar a su alrededor. Una vez se aseguró de que Anthea no estaba cerca, retiró de la pared un cuadro que mostraba a Atlas sujetando el mundo, y reveló una pequeña caja fuerte.

Hopper observó asombrado como Nymphe abría la caja fuerte y sacaba del interior unos cuantos fajos de billetes de cincuenta libras, un joyero de aspecto antiguo, y dos juegos de pasaportes, uno azul y otro rojo. Tuvo apenas tiempo de distinguir en los pasaportes rojos el escudo de armas de Yugoslavia, y en los azules el León y el Unicornio.

—¿De donde has sacado eso?—se asombró.

Nymphe se encogió de hombros.

—En la guerra aprendí que siempre tienes que tener un plan de respaldo—explicó metiendo aquellos objetos en los bolsillos del abrigo, repartidos en el—. Si eso incluye el recurrir a camaradas de la guerra que se unieron a los titoistas... Bueno, es lo que hay. Además, según vuestras propias leyes de nacionalidad, Anthea es británica [4]. Y no se por cuanto tiempo seguirá siendo válido un pasaporte chipriota...—

Hopper no estaba muy convencido de la legalidad de aquello, pero lo dejó pasar. Si saltarse unas cuantas leyes, que ni siquiera eran británicas, para que su amante y su hija estuvieran a salvo, realmente no le importaba demasiado. En tiempos de guerra, aprendías a interpretar las leyes de una manera mucho mas flexible que en épocas de paz. Además, si realmente se producía la Enosis, ¿cuanto tardarían los griegos en anular todos los pasaportes chipriotas, condenando por tanto a los nativos a ser ciudadanos de ninguna parte?

—De acuerdo, pero procura no llamar la atención—ordenó—. No quiero tener que explicar por qué voy con una mujer que lleva pasaportes yugoslavos en un bolsillo y británicos en el otro.—

—Ya me conoces, Richard—Nymphe sonrió de manera pícara y observó que aparecía Anthea con una maletita.

—¡Ya estoy!—anunció con tono alegre.

—¿Solo te vas a llevar eso?—se extrañó su madre, quien había esperado una escena de pataletas y lagrimas, o que Anthea apareciese cargada de maletas llenas de juguetes y cosas parecidas.

—Tampoco necesito mucho más—aclaró su hija.

—Bien, pues nos vamos.—

—¿No me puedo despedir de mis amigas?—

—Les enviaremos una postal desde Roma. Será una sorpresa—intervino Hopper al ver que Nymphe no sabía que decir—¿No crees que les sorprenderá mas así?—

—¡Por supuesto!—

Nymphe la tomó de la mano y salieron de la casa. En el exterior aguardaba el discreto 4x4 Land Rover III negro que empleaba Hopper en los desplazamientos a aquel lugar; un vehículo robusto y muy fuerte, que pese a estar pintado como vehículo civil no lograba dejar de parecer lo que era, un vehículo diseñado para militares. Anthea observó admirada como su padre subía al puesto del conductor y arrancaba el coche, al tiempo que Nymphe cargaba las maletas en la parte de atrás.

—Lo siento, tuve que coger el primero que encontré, así que no hay asientos atrás—se disculpó Hopper—¿Te importaría sentarte con las maletas?—

—Claro que no—Anthea abrió la puerta y trepó ágilmente al interior del vehículo, no sin haber metido previamente el equipaje.

Otra persona posiblemente se habría molestado en informar a los vecinos y amigos de que se avecinaba una invasión, pero ni Nymphe ni Hopper se lo plantearon. Ambos sabían bien que, de intentar advertir a los vecinos, las reacciones serían incredulidad y pánico.

Nymphe recordaba bien las reacciones de los vecinos de Knossos el día en que su padre, intérprete de la Fuerza Expedicionaria Británica, había tratado de advertirles de la inminencia de la derrota griega y la posterior llegada de las tropas nazis. Los vecinos se habían reído de el y se habían mostrado claramente escépticos.

¡Era absurdo suponer que los nazis iban a invadir Grecia!, decían todos. ¿Acaso no habían aplastado los griegos a los italianos sin piedad en la Linea Metaxas? ¿No habían llegado las valientes tropas helenas a conquistar la mitad sur de la Albania Italiana, restableciendo la Franja del Épiro a sus legítimos dueños griegos? ¡Que vinieran Hitler y sus Panzer si querían! Si los alemanes eran tan estúpidos como para venir, les esperaba el mismo destino que a los italianos, no les cabía la menor duda. Aparte de eso... Bueno, estaban en una isla. ¿Cómo se suponía que iban a llegar los alemanes a Creta? ¿Volando? ¡Vamos...!

Por el camino, se encontraron un control imprevisto pero no inesperado; cuatro hombres en un Land Rover con los colores de la Guardia Nacional de Chipre, así como una gran bandera griega sujeta a la puerta del acompañante, habían bloqueado la carretera de la Base de Dhekelia y daban el alto a los conductores.

Los malditos se habían situado a la vuelta de una esquina, de modo que no hubiera forma de verlos hasta que fuese demasiado tarde para evitarlos.

—Esconde a Anthea—ordenó Hopper por lo bajo, al tiempo que reducía la velocidad para ganar tiempo; cuatro hombres eran demasiados, y además iban armados con equipo pesado... o lo que en aquella isla pasaba por tal. Contó dos fusiles FAL, un Lee-Enfield SMLE de cerrojo, ¡y uno de ellos hasta llevaba una metralleta Thompson, como si estuviera en una película de mafiosos!

Los griegos dejaron pasar un Audi 100 con matrícula alemana y les dieron el alto. Mientras los dos tipos de los FAL les apuntaban (uno de ellos llevaba una gorra torcida de oficial de las SS), el de la Thompson y el tipo con el Lee-Enfield se acercaron. Todos ellos llevaban uniformes de la Guardia Nacional de Chipre, pero les habían añadido insignias griegas por su cuenta. Sonreían con la expresión arrogante de aquellos que saben que son poderosos.

Todos ellos tenían unas expresiones tan patibularias que Nymphe pensó por instinto que no habría querido encontrarse a ninguno de ellos en un callejón oscuro; había visto soldados de las SS con mejor aspecto.

¡Gut'day ser!—saludó el de la Thompson en un mal inglés, apoyando el cañón del arma en la ventanilla bajada—¡Holy Shit! Nada menos que un kolonial british en uniforme de guerra. Pero mas bien parece estar huyendo. ¡Documentos!—

Los otros tres se rieron. El tipo del Lee se había acercado a la ventanilla de Nymphe y la miró con ojos codiciosos.

—Vaya, vaya. El inglesito se está llevando todo un souvenir nacional—comentó en griego, fijándose especialmente en los pechos de Nymphe, quien le dirigió una mirada asesina—. No es justo, para nada. Los putos extranjeros se llevan a las chicas más bonitas. ¡Y a nosotros, que os defendemos de los turcos asesinos, no nos hacéis ni caso!—Mostró unos dientes amarillos por el tabaco—¿Por qué no dejas a ese cobarde y vienes con nosotros, compatriota?—

Nymphe decidió que ya había tenido bastante de aquella humillación.

—¿Compatriota? Soy chipriota, no griega. Y si no nos van a dejar pasar, al menos no nos hagan perder el tiempo—ordenó con autoridad.

Lee rechinó los dientes y fue a decir algo, pero se percató de la presencia de la asustada Anthea, agachada en el asiento de atrás. De inmediato alzó el arma y prácticamente metió el extremo del cañón en la boca de Nymphe.

—¡Bajen del coche!—ordenó inmediatamente—¡En la Grecia de los Coroneles el tráfico de niños es un delito muy grave!—

—¿Que dice de tráfico de niños?—se indignó Nymphe—¡Es nuestra hija!—

—Falso—Thompson había estado revisando los pasaportes de Hopper, Nymphe y Anthea, que le había dado el coronel—. Según sus documentos, ustedes no están casados. Por lo tanto, es imposible que sea hija de este colonialista cobarde.—

—¡¿Como se atreve a llamarme cobarde?! Trabajé en Creta por la libertad de ustedes durante la ocupación alemana...—argumentó Hopper.

Aquello atrajo la atención de Lee.

—Ah, luego usted es de esos hijos de su madre que nos masacraron en Dekemvriana con la excusa de "luchar contra el comunismo de las guerrillas"—se quejó con tono de profundo odio—. Mi tío Andréas cayó ante mis propios ojos bajo las balas británicas solo por expresar su apoyo a los Aliados, ¿saben? ¡Así que no se atreva a decirme que ustedes nos liberaron!—

Hopper se dio cuenta de que había metido la pata. Por más que la historiografía oficial dijera que los británicos habían liberado a los griegos de los nazis y les habían ayudado a restaurar la monarquía, la historia era diferente. En realidad, los británicos habían rearmado a los griegos colaboradores de los nazis, para que atacasen a la poderosa guerrilla comunista ELAS, cuyos miembros habían hecho todo el trabajo de guerrilla contra el III Reich. El plan elaborado por Sir Winston Churchill era restablecer a largo plazo una monarquía de signo probritánico en Grecia, por la pura fuerza militar de ser necesario. No se repararía en medios para conseguir tal fin.

La realidad era que los ingleses se habían comportado como si estuvieran librando una guerra colonial en África contra tribus salvajes, en lugar de ayudando a un aliado europeo a restablecer el orden en su país (como decía la versión oficial): tropas británicas disparando contra civiles griegos sin motivo alguno, aviones británicos bombardeando y ametrallando posiciones del ELAS (oficialmente) o casas al azar (una descripción más realista), manifestaciones pacíficas sistemáticamente ametralladas por colaboracionistas nazis equipados y uniformados con equipos británicos, así como dirigidos por oficiales británicos...

Y lo que a ojos de Hopper era aún más vergonzoso: cuando el conflicto había degenerado en una guerra civil abierta, en la que parecía que hubiesen encargado a Gran Bretaña hacer todo lo posible por recrudecer el conflicto y asegurarse de que fuese lo más sangriento posible (a veces pensaba que, si les hubieran encargado eso, los soldados de Su Majestad no habrían podido hacerlo mejor), ¡los ingleses se habían retirado abandonando a los griegos a su suerte!

En el presente, los griegos se miraban entre ellos.

—De modo que tenemos aquí a una puta traidora a su país, a un asqueroso colonialista y a la hija bastarda de ambos—concluyó el hombre con gorra de SS.

—Todos ellos son delitos muy graves contra la Magna Hellas—asintió Thompson, antes de obligar a Hopper a bajar del coche a tirones—. Y solo existe un castigo posible: la pena de muerte.—

—Podremos divertirnos un poco con la zorra primero, ¿verdad?—se interesó Lee, apoyando el extremo del cañón del arma entre los pechos de una aterrada Nymphe, a la que había obligado a bajarse también.

—Por supuesto—asintió el SS.

—¿Y que hacemos con la canija?—se interesó Thompson; la asustadísima Anthea se había abrazado a Nymphe y miraba con los ojos desorbitados por el miedo, incapaz de decir nada.

El SS se lo pensó.

—Bueno, es griega. Siempre podremos vendérsela a una buena familia de Atenas; estará mejor que con estos dos—sugirió—. Al menos así sacaremos algo de provecho de esta estúpida isla.—

—También es verdad. Ven aquí, niña—
—¡No pueden hacerme esto!—protestó Nymphe.
Lee acercó la boca al oído de la madre.
—O haces lo que se te dice, o nos divertiremos primero con tu hija—silabeó por lo bajo—¿Me has entendido, puta traidora?—

Nymphe se mordió los labios, tragó saliva, pero asintió. Por nada del mundo quería que le pasase nada a Anthea. Si hubieran estado solos ella y Richard, habrían podido luchar, hacer algo; pero no podían arriesgarse a que una bala perdida acabase con su hija. ¡Malditos...!

—Tengan la seguridad de que el Gobierno británico exigirá responsabilidades por estos actos de terrorismo. Y eso no les interesa a sus coroneles—señaló Hopper con autoridad.
—¿Exigir responsabilidades a quién?—se jactó el griego del FAL y la gorra de SS—. Inglesito, creo que no lo has entendido. Siempre podemos decir que les mató la resistencia terrorista y comunista que se oponía a nuestra guerra de liberación. O los turcos asesinos; no sería la primera vez que matan a gente sin ningún motivo... Es lo que hacen siempre.—
Reforzó sus palabras retirando el seguro a su FAL y apuntando a los tres. Fue imitado por sus hombres. Anthea se abrazó a su madre y Nymphe les miró con gesto desafiante. El coronel Hopper estaba simplemente indignado...

En ese caso, temo que tendríais que eliminarnos también a nosotros, amigos—dijo alguien a sus espaldas en un inglés con acento escocés.

Notas de Autor para este capítulo en concreto.

[1] Las siglas EOKA designan a dos grupos terroristas diferentes, basados en Chipre y con el mismo nombre, empleándose para distinguirlos las siglas "EOKA-A" y "EOKA-B". En ambos casos el nombre es la frase griega Ethniki Organosis Kyprion Agoniston (en español: Organización Nacional de Combatientes Chipriotas).

-EOKA-A estuvo activa entre 1955 y 1959. Bajo el mando del coronel Georgios Grivas, quien luchó en el Ejército griego en la Segunda Guerra Mundial, enfocó su actividad en ataques de guerrilla contra las instalaciones militares británicas, así como contra los colaboracionistas tanto griegos como turcos, contra los sospechosos de ser comunistas, y contra su contraparte turca, la TMT (Organización de Resistencia Turca). Sus objetivos declarados eran la independencia de Chipre respecto al Reino Unido, y eventualmente reunificar la isla con Grecia. Su actividad se hizo tan peligrosa que los británicos no tuvieron mas remedio que negociar un alto el fuego a regañadientes con ellos, que se hizo efectivo en Diciembre de 1959.

-EOKA-B fue fundada por Grivas en 1971, pero los objetivos no tenían nada que ver. EOKA-B se constituyó como un grupo de extrema derecha, partidario de imponer la Enosis (unificación con Grecia) por la fuerza militar, y enfocó su actividad en atentados contra fuerzas policiales, comunidades turcas, y al menos dos intentos de organizar un Golpe de Estado contra el Presidente Makarios, con idea de derrocarlo y anexionar la isla a Grecia. El último intento, del que hablamos en este capítulo, se saldó con el éxito. Sin embargo, la posterior Operación Atila provocaría la caida de los Gobiernos de Chipre y Grecia y la eventual división de Chipre.

[2] Nymphe habla de la Guerra Egipcio-Israelí de 1956, ocasionada por la negativa de Gran Bretaña y Francia a aceptar la nacionalización del Canal de Suez –cuya propiedad y gestión detentaba una compañía franco-británica- por parte del entonces Presidente de Egipto, el Coronel Nasser, de tendencia más bien filosoviética. Pese a que Nasser se había comprometido a indemnizar a los accionistas y mantener la libertad de navegación, los británicos y franceses tomaron aquel gesto como un insulto personal y determinaron hacérselo pagar muy caro.

Por diversas consideraciones geopolíticas y de orgullo nacional –básicamente, Gran Bretaña y Francia querían la guerra contra Egipto, sin las consecuencias de quedar como Estados que atacaban e invadían terceros países por razones exclusivamente colonialistas-, a los Gobiernos de Londres y París les pareció que sería una excelente idea implicar a un tercer país, Israel.

Según el plan original, Israel debía atacar el primero, desencadenando una ofensiva terrestre contra Egipto con todo su poder y acercando sus tropas a la zona del Canal, momento en el cual las fuerzas armadas de Gran Bretaña y Francia (previamente desplegadas en los alrededores del Canal) "intervendrían" para "frenar una guerra provocada por la intransigente beligerancia de Nasser antes de que se extienda más" y "restablecer el orden y la seguridad en la zona del Canal". La versión oficial sería que los franco-británicos habían intervenido para restablecer la paz entre dos naciones que habían empezado una estúpida guerra entre ellas por su propia cuenta.

El plan fue un éxito hasta la fase de desplegar los paracaidistas británicos y franceses en Port-Said y demás ciudades en los alrededores del Canal, ocupación militar que llegó a hacerse efectiva. Sin embargo, debido a la fuerte reacción de protesta de la práctica totalidad de las naciones del mundo, además del hecho de que ni Estados Unidos ni la Unión Soviética deseaban una nueva guerra colonial en una zona tan sensible como el Medio Oriente (y menos una como aquella, en la que dos potencias medianas y un país infame se aliaban para aplastar a un tercero por una disputa comercial), Francia, Gran Bretaña e Israel tuvieron que aceptar de mala gana un alto el fuego y una paz negociada, sin obtener otra cosa que dilapidar el poco prestigio que les quedaba en la zona. (El Canal siguió, y sigue siendo, egipcio).

En el caso particular de Israel, esta guerra contribuiría poderosamente a reforzar la imagen negativa que tenía entre los árabes de aquella época, no solo como "entidad colonial", sino como "matón a sueldo de los colonialistas para oprimir a las naciones árabes".

[3] El general Kurt Student de la Luftwaffe (1890 - 1978), estuvo al frente de la Operación Mercurio, nombre en clave alemán para la invasión de la isla griega de Creta por parte de las fuerzas del Eje, desarrollada entre el 20 de Mayo y el 1 de Junio de 1941, en el curso de la Segunda Guerra Mundial. Esta operación se llevó a cabo lanzando a las tropas de asalto alemanas en paracaídas sobre las guarniciones aliadas (Así que los alemanes llegaron volando a Creta, como podría haberle señalado el padre de Nymphe a sus incrédulos vecinos).

A pesar de que la guarnición defensora superaba a sus fuerzas en casi el doble de efectivos (25.000 alemanes frente a 43.000 británicos, griegos, australianos y neozelandeses).

[4] No le deseo ni a mi peor enemigo tratar de leerse la Ley de Ciudadanía Británica. Por decirlo de manera breve, en 1974 existían seis categorías diferentes de ciudadanía británica, cada una más complicada que la anterior. Al final he acabado tirando por lo simple, que es la lex sanguinis: Si tu padre o madre es inglés, aunque nazcas en el extranjero, eres británico. Por lo que si, es legal, con independencia de lo que opine al respecto el coronel Hopper.